Al promediar el primer cuatrimestre, Nacho ya integraba el grupo de Pedro en el que había varias mujeres atractivas, entre ellas, Milagros, una rubia voluptuosa, con las que salían a bailar los fines de semana. Al cabo de unas pocas salidas, la chica logró que Pedro se fijara en ella y tuvieran algunos encuentros íntimos, aunque él no estaba dispuesto a ponerse de novio ya que prefería la libertad de compromiso.
La pareja tuvo su espacio pero en la mayoría de los casos compartía las salidas con el resto del grupo de compañeros de la Facultad. Pero Milagros no pudo evitar engancharse con Pedro, quien, al notar que la joven empezaba a darle cada vez más seriedad al asunto, se fue apartando hasta romper la relación. Lo hizo en buenos términos para proteger el buen clima grupal.
De hecho, el grupo siguió saliendo todos los fines de semana, oportunidad en que Pedro y Nacho hacían dúo para conocer nuevas chicas en los boliches, al igual que Milagros, que se unió fuertemente a su compañera Elizabeth, que tenía ojos claros pero no era más bonita que ella, aunque si era más accesible y, por ende, conservaba una larga lista de pretendientes.
Durante meses, Pedro se acostó con distintas jovencitas que no eran de la Facultad ni conocidas de un conocido/a o compañero/a, Milagros tuvo algún amante golondrina y Elizabeth eligió tener un novio. En tanto, Nacho continuó con su bajo perfil, extrañando a su ex novia que lo había dejado a principios de año. Era tan fuerte el dolor que aún sentía que lo mantenía paralizado ante las demás chicas.
Por todo esto, la actividad del grupo mermó y prevalecieron las acciones individuales y encuentros cada vez más esporádicos.
Cuando llegó la primavera, Milagros estaba sola y Elizabeth atravesaba una profunda crisis en su noviazgo producto de las permanentes salidas nocturnas de su chico. Ante esa situación, la joven recurrió a su amiga solitaria para equiparar la balanza.
Así fue que ambas chicas volvieron las salidas grupales con sus compañeros y en una de ellas, que coincidió con la fiesta de cumpleaños de Nacho, Milagros le confesó a Arturo, el mejor amigo del agasajado, que estaba enganchada con aquel pero que no sabía como abordarlo.
Arturo, quien ya había visto a Milagros en otras salidas a las que Nacho lo invitaba para que conociera a sus “copados” compañeros de la Facultad, le contó que su amigo seguía algo deprimido por su ruptura con su ex, pero le prometió que iba a hablar con él para tratar de saber que pensaba de ella.
Cuando Arturo encontró el momento oportuno para charlar con Nacho, varias semanas después de la fiesta, su amigo se mostró sorprendido por el hecho de que una mujer como Milagros estuviera interesada en él. Si bien se sintió halagado, el joven le dijo a su amigo que, más allá de que la chica le resultaba más que atractiva, no creía correcto relacionarse con ella por el pasado que ésta tenía con Pedro, a quien él apreciaba muchísimo.
Arturo también mantenía una buena relación con Pedro y previendo la postura adoptada por Nacho ya había dialogado con el ex de Milagros para saber si aún sentía algo por ella. Y la respuesta fue clara y concisa: no. Es más, en los últimos días, luego de que Elizabeth rompiera con su novio, Pedro se había acostado con ella.
Pero por más que Arturo reveló luego esa información clave a Nacho, éste se mantuvo en su posición de que no iba a dejar que pasara absolutamente nada con Milagros.
Al año siguiente, Pedro se cambió de carrera, Nacho pasó a estudiar en el turno noche para poder trabajar durante el día en el estudio de su padre y Milagros abandonó la Facultad, por lo que el grupo se desarmó.
Los que si mantuvieron un contacto fluido fueron Pedro y Arturo, quien se convirtió en el copiloto de sus vuelos nocturnos aprovechando que ambos seguían solteros. En cambio, Nacho se reconcilió con su ex novia con la que estuvo seis años más.
En la séptima temporada del amor, cuando todo parecía encaminarse a la convivencia, ella lo volvió a dejar y esta vez fue definitivo. A Nacho le costó aceptarlo aunque lo entendió rápidamente y se apoyó en sus viejos amigos para volver a salir de cacería. Pero ahora Pedro y Arturo estaban de novios y, lógicamente, con menos disponibilidad para salir de noche.
De todos modos, Arturo sumó a su compinche al grupo de amigas de su pareja, algunas de las cuáles estaban solteras, como Victoria, que apenas pasaba los 25 años pero se sentía muy sola sin una pareja estable y formal.
Rápidamente, Victoria entabló una simpática relación con Nacho, a quien Arturo trató durante meses de convencer para que se animara a romper con el círculo platónico que los rodeaba.
Mientras tanto, Pedro, quien vivía solo, no quiso que su novia fuera a vivir con él, y la relación encontró un final abrupto, por lo que él, sin perder el tiempo, retomó sus salidas con amigos de los fines de semana. Y apenas lo participó a Arturo, éste también le abrió una vacante en el grupo de las amigas de su novia.
Para Nacho, Pedro y Arturo fue como volver a la Facultad, pero con casi ocho años encima. Los tres jóvenes no tan jóvenes organizaron reuniones en sus respectivas casas y encuentros en bares, ya lejos de las pistas de baile. Y en esos escenarios fue que Pedro posó sus ojos en Victoria, quien con su rostro bonito los provocó desde la primera vez que los vio.
En una salida en la que Nacho no participó, Pedro se acostó con Victoria y al día siguiente, en la fiesta de cumpleaños de su ex compañero de Facultad, Pedro se lo confesó a éste para que no se enterara a través de un tercero.
Fue la única vez que Pedro y Victoria estuvieron juntos y Arturo, quien se había enterado del encuentro antes que cualquiera, nunca escuchó un comentario al respecto de boca de Nacho.
Hoy Pedro y Nacho siguen solteros, pero no se ven casi nunca. Hablan de vez en cuando a través de las redes sociales ya que el abogado se mudó al Interior, donde maneja su propio estudio.
AA
Febrero 2012