Pueblo nuevo, mismo infierno


El barrio no era precisamente nuevo pero conservaba el nombre “Pueblo Nuevo” desde su fundación de mediados del Siglo XX y estaba ubicado frente a las vías del ferrocarril y contra el alto terraplén de la autopista, en una especie de rincón cuyo principal, y casi único, acceso era la avenida de doble mano que pasaba por debajo de la autopista y bordeaba las vías, aunque como desde hacía unos dos años estaba en construcción el paso bajo a nivel, dicha calle tenía un carril menos, lo que en reiteradas ocasiones provocaba que el tránsito fuese una verdadera pesadilla.
“Pueblo Nuevo” era un conglomerado urbano compuesto principalmente por casas de familias con amplios jardines y unos pocos comercios dispuestos en los alrededores de una gran cantidad de plazas arboladas y otros espacios verdes como el parque de la estación de trenes.
Sin embargo, este parque había caído en desgracia hacía unos 18 meses cuando comenzaron las tareas de electrificación del ramal, las cuales aun continuaban a pesar de que el Gobierno había afirmado que el proyecto iba a concluir en tan sólo medio año.
Los problemas en el tránsito vehicular sumado a la ausencia casi total de pasajeros hizo del parque un recoveco ideal para los denominados “motochorros” que desde allí partían velozmente hacia las calles del barrio para asaltar a mano armada a los vecinos y comerciantes.
La mayoría de los asaltos ocurrían en la vía pública y a plena luz del día, y los delincuentes incluían varias víctimas en un mismo raid que se extendía por varias cuadras; pero también se producían en las puertas de las casas particulares cuando sus moradores entraban o salían a bordo de sus vehículos.
Además, por las noches, los ladrones entraban a robar a las patios y jardines de las viviendas saltando muros o forzando rejas, mientras los damnificados descansaban y ni se daban cuenta de lo ocurrido hasta la mañana siguiente cuando se levantaban y recién entonces advertían los daños y los faltantes de valor.
Esta seguidilla de robos, ante la que la Policía local no ofrecía respuestas, llevó a que varios vecinos se hicieran de sus propias armas de fuego para defenderse ante la ausencia del Estado. Por eso, cuando hace diez días dos “motochorros” asaltaron a una mujer que se retiraba del domicilio de su padre junto a su pequeño hijo y a bordo de su auto, el dueño de casa salió a la calle portando una escopeta con las que efectuó varios disparos que pusieron en fuga a los delincuentes.
Al denunciar el hecho a los policías que respondieron a su llamado al 911, el vecino dijo que creía haber herido a por lo menos uno de los delincuentes al que identificó como hijo de Sandra, la histórica prostituta del barrio que tenía ocho hijos con cinco hombres distintos y sus servicios aun seguían siendo solicitados por los efectivos más antiguos de la comisaría de la zona.
En “Pueblo Nuevo” era un secreto a voces que todos los hijos de Sandra eran delincuentes y adictos a las drogas, principales razones por las que ya ninguno de ellos vivía en el barrio aunque solían ir a visitarla con frecuencia. “No creo que lo hagan por cariño, sino que vienen a robar acá, donde tienen guarida y coartada”, dijo a los policías el vecino de los escopetazos.
De acuerdo a la denuncia, el principal sospechoso era  “Gabi”, aunque sus características fisonómicas eran muy similares a las de sus hermanos, lo que hacía muy probable confundirlo con ellos, uno de los cuales se encargó inmediatamente de recorrer las calles del barrio para clamar por la inocencia de su hermano.
Estas expresiones públicas fueron acompañadas por amenazas no sólo hacia el vecino que disparó sino también hacia otros habitantes del barrio que lo defendían a aquel y acusaban a Sandra y sus hijos. “Lo voy a matar a ese viejo hijo de puta”, alcanzó a escuchar una jubilada que barría la vereda y vio pasar al hermano de “Gabi”.
“Y a vos también vieja chota”, le dijo el joven a la señora señalándola con el dedo, por lo que ante esta situación, la mujer ingresó rápidamente a su casa y llamó a su hijo para avisarle de lo ocurrido, tal como lo había hecho un par de noches antes cuando ella estaba durmiendo, sintió ruidos extraños y asomarse por la ventana que daba a la calle observó a un hombre que intentaba violentar el portón del garaje.
Aquel incidente había despertado la bronca del hijo de la jubilada que pasó las siguientes dos madrugadas de “guardia” en la casa de su madre, con un revólver en cada mano.
El vaso estaba lleno hasta el borde y terminó rebalsando lo hizo cuando el fin de semana último dos “motochorros” asaltaron al otro hijo del vecino justiciero y en el mismo lugar que a su hija, lo que fue interpretado por lo habitantes del barrio no sólo como un robo más sino como una venganza.
A raíz de este hecho, los vecinos organizaron una reunión con el comisario en la sociedad de fomento, cuyo director pidió que dada las reiteradas amenazas el encuentro fuese custodiado por personal de Gendarmería Nacional en vez de la policía provincial que, a su vez, estaba bajo la lupa por su supuesta connivencia con los delincuentes a pesar de que luego del tiroteo había montado un puesto de control vehicular en la entrada al barrio donde inspeccionaban a cada motociclista que pasaba por allí.
La reunión en la sociedad de fomento transcurrió tensa pero en orden hasta que, de pronto, se presentó en el lugar el tal “Gabi”, quien a los gritos acusó al vecino justiciero de haberlo querido matar cuando él simplemente pasaba caminando y solo por la esquina de su casa desde donde, según argumentó, no vio ningún asalto ni “motochorro”.
Atónitos, los vecinos comenzaron a insultar al sospechoso y al menos siete de ellos lo reconocieron como uno de los autores de los robos que cada uno había sufrido en las últimas semanas en el barrio. “¡Fue él!, ¡fue él!”, coincidieron las exclamaciones desesperadas de estas víctimas, ante lo cual, los gendarmes se lo llevaron demorado a la comisaría local, adonde sólo uno de esos siete vecinos se animaron después a presentarse para radicar la denuncia formal. Y con una sola denuncia por “robo simple”, ya que la víctima no alcanzó a ver ninguna arma, la Justicia no tuvo más remedio que excarcelar a “Gabi” a las pocas horas.
El miedo había triunfado y terminó de coronarse cuando luego de la liberación del sospechoso las amenazas contra los vecinos asaltados proliferaron en el muro de Facebook creado especialmente por los habitantes del barrio para canalizar los reclamos y denuncias, y así presionar a las autoridades, aunque sólo unos pocos periodistas se interesaron en el caso.

AA
Diciembre de 2016

Los lados de la montaña (II)

Basado en hechos reales

El jueves 14 de julio se produjo la primera nevada fuerte de la temporada de invierno, lo que mejoró el ánimo de toda la gente que vivía del turismo, comerciantes, hoteleros, gastronómicos, agencias de viajes, empresas de transporte y operadores del cerro donde se practicaban los deportes de nieve.
Ese mismo día, Lucas, de 29 años y oficial ayudante de la policía local, salió uniformado de su casa alrededor de las 13 para presentarse a tomar servicio en la comisaría 42da. con jurisdicción en el humilde barrio 2 de Abril, en la zona del Alto. Sin embargo, sus jefes dijeron que nunca llegó a la seccional.
Por la noche, cerca de las 20, una comisión policial de dicha comisaría se dirigió hasta el domicilio que Lucas alquilaba en la costanera del lago y se entrevistó con la novia de éste, Daniela, quien confirmó que no sabía nada de su pareja desde que había salido a trabajar.
Unas dos horas después, los sargentos Irusta y Morales, allanaron sin orden judicial la habitación de Lucas donde manipularon la computadora portátil del oficial desaparecido, al parecer, en busca de pistas sobre su paradero.
Recién a la mañana siguiente la Justicia intervino en el caso e inició una investigación formal que incluyó como primeras medidas una inspección en la vivienda de Lucas y el sector de la costa más cercano al domicilio, y un rastrillaje en un descampado ubicado detrás del hipermercado del Alto.
Mientras se lo buscaba, los investigadores constataron que el teléfono celular de Lucas estaba apagado o fuera de servicio.
En tanto, los padres y los dos hermanos de Lucas, que residían en la zona centro de la provincia viajaron hasta la ciudad cordillerana donde se entrevistaron con el fiscal de la causa, que ante la falta de noticias sobre el paradero del oficial ayudante comenzó a tomarles declaración a los policías que trabajaban con él.
Pero estos testimonios no arrojaron buenos resultados y la primera pista se obtuvo a la semana siguiente cuando los pesquisas descubrieron que una cámara de seguridad de un comercio del centro comercial de la ciudad captó una imágenes de la parada de colectivos habitualmente utilizada por Lucas y en las que aparentemente se lo vio al oficial ayudante abordar un auto color gris que pasó por el lugar.
Sin embargo, las imágenes analizadas no eran del todo claras, por lo que los investigadores no pudieron identificar el vehículo ni confirmar que se había tratado del policía desaparecido.
A este inconveniente se sumó horas después que la fiscalía recibió un primer informe de los cruces de llamados del celular de Lucas pero el mismo estaba incompleto, al parecer, por problemas técnicos.
Ante la falta de respuesta por parte de los investigadores, la familia del oficial ayudante realizó una primera marcha frente a la Unidad Regional de la Policía, situada en el Centro Cívico de la ciudad, para reclamar por el esclarecimiento del caso.
Así, la desaparición de Lucas se conoció a nivel nacional, por lo que los rastrillajes se intensificaron, especialmente, en la extensísima costa del lago, donde a los policías provinciales y bomberos se sumaron efectivos del Plan del Manejo del Fuego con sus helicópteros.
Por su parte, la familia de Lucas volvió a marchar por el centro de la ciudad y exigió que la policía local fuese apartada de la investigación ya que sospechaba que podía estar involucrada. Luego de este reclamo, el Ministerio de Seguridad provincial resolvió desplazar de sus cargos al jefe de la Unidad Regional, a los dos comisarios de la seccional 42 y a los sargentos Irusta y Morales.
A tono con la gravedad que estaba implicando el caso, el Ministerio Público resolvió crear una comisión de fiscales para investigar lo ocurrido con Lucas y sumar a la pesquisa a tres fueras federales: Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y Gendarmería Nacional (GN) para trabajar en tierra y Prefectura Naval (PN) para los procedimientos en el lago. Sin embargo, esta última medida no implicó el desplazamiento de los policías provinciales, que siguieron formando parte del operativo de búsqueda.
Además, el Gobierno provincial ofreció una recompensa de 250 mil pesos para aquellas personas que aportasen datos para localizar al oficial ayudante desaparecido, tras lo cual, el equipo de fiscales comenzó a recibir distintos mensajes anónimos que apuntaron contra la policía local.
Siguiendo esta pista, los investigadores judiciales ordenaron a las fuerzas federales allanar distintas dependencias policiales de la ciudad y en base a los datos obtenidos en esos operativos el juez Campana abrió un expediente paralelo por encubrimiento e incumplimiento de deberes de funcionario público en el que quedaron imputados los sargentos Irusta y Morales y otro efectivo, Meyreles, que no prestaba servicios en la ciudad pero que quedó acusado de querer adquirir un teléfono celular con un chip a nombre de Lucas y un DNI falso a nombre del desaparecido.
Pero al ser indagados por el magistrado, estos tres policías negaron estar vinculados con la desaparición del oficial ayudante y Meyreles hasta dijo que no conocía a Lucas al tiempo que denunció que había sido otro efectivo, Valenzuela, quien le había aportado el chip y el DNI apócrifo, por lo que éste último también quedó imputado.
La familia de Lucas, desesperada, se reunió con el gobernador que luego del encuentro admitió que “un sector” de la policía provincial estaba “bajo sospecha” y criticó la “pasividad” de la fuerza en la investigación.
En tanto, la búsqueda de Lucas se amplió a otros lagos de la zona con el aporte de un robot subacuático de la PN, pero tampoco hubo resultados positivos. Entonces, la Justicia, que seguía recibiendo llamados anónimos que apuntaban contra la policía local, enfocó los rastrillajes en El Alto, especialmente, en la ruta Circunvalación, que dividía esa zona en dos: norte y sur.
Se trató de un terreno amplio, con muchos descampados con densa vegetación y formaciones rocosas elevadas, lo que demandó mucho tiempo y esfuerzo de parte de los efectivos de las fuerzas de seguridad. Y, sobre todo, conocimiento del lugar, por lo que los policías provinciales fueron parte activa de esos rastrillajes.
El martes 9 de agosto se realizó un primer operativo que abarcó el sector sur de los alrededores de la ruta y el mismo dio negativo. Pero al día siguiente, cuando los efectivos rastrillaron el sector norte finalmente hallaron un cadáver en avanzado estado de descomposición a unos 500 metros de la traza de Circunvalación.
A simple vista, el cuerpo tenía uniforme policial y junto al mismo había una pistola, por lo que todo indicaba que se trataba de Lucas, pero no se pudo identificar a la víctima en el lugar, hasta donde llegaron los hermanos del oficial ayudante acompañados de sus abogados, quienes solicitaron al juez Campana que la fuerza local, que había sido la que encontró el cadáver, abandonara el operativo y que los peritajes estuviesen a cargo de los especialistas de GN.
Luego de casi un día se trabajos en el lugar del hallazgo del cuerpo, este fue trasladado a la Morgue Judicial donde a través de las huellas dactilares se confirmó que se trataba de Lucas y que presentaba un balazo en la cabeza.
Ante estos primeros datos, la familia de Lucas gritó a los cuatro vientos que el cuerpo había sido “plantado” y que se había montado una escena para simular un “suicidio” y también revelaron que ellos contaban con informantes anónimos que afirmaban que el oficial ayudante había sido asesinado en otro lugar, una sede alejada de la Policía Montada ubicada en un camino alternativo que conducía al cerro.
Estas mismas fuentes, que decían temerle a la policía local, dijeron que a Lucas los habían matado sus propios compañeros dela fuerza ya que había descubierto la complicidad de éstos en el crimen de Micaela, la joven madre que en abril había permanecido 15 días desaparecido y luego apareció asesinada al sur de Circunvalación,  a tan sólo un kilómetro del donde se halló el cadáver del oficial ayudante, en lo que se convirtió en el tercer femicidio cometido en la ciudad en lo que iba del año.
Las coincidencias entre ambos hechos resultaron llamativas dado que la mujer había desaparecido cuando se dirigía al barrio 2 de Abril y fue vista abordar un auto desconocido, y su cuerpo fue hallado en una zona que ya había sido rastrillada previamente. Y, al igual que con el caso del oficial ayudante, no había ninguna pista sobre la identidad de el o los autores materiales del crimen. 
Por todo ello, los familiares de ambas víctimas marcharon juntas el jueves 11 de agosto en una movilización que reunió a miles de vecinos que se mostraron conmocionados por la situación que les imprimía un profundo temor porque los que debían cuidarlos y protegerlos estaban siendo investigados como los presuntos responsables de los dos crímenes.
En medio de esa consternación –la cual no era compartida por toda la población ya que ciertos sectores estaban más preocupados porque la temporada había sido buena sólo durante las dos semanas de receso escolar-, los fiscales del caso Lucas, aún sin contar con los resultados finales de la autopsia, afirmaron públicamente que no había “ninguna duda” de que se trataba de un asesinato y descartaron la hipótesis del suicidio.
Los instructores judiciales, respaldados por el fiscal general de la provincia, también reconocieron que los peritajes arrojaban que donde se halló el cuerpo no era la escena del crimen primaria y que las sospechas apuntaban a la sede de la Policía Montada. La principal duda era si, tal como lo denunciaban los informantes anónimos, la víctima había sido asesinada allí o en otro lugar, o si en esa dependencia sólo ocultaron el cuerpo hasta que decidieron tirarlo en el descampado como una especie de mensaje mafioso, ¿destinado a quién?


AA
Agosto 2016

Un paseo por las sierras - Parte III

Uno de los puntos negativos de la villa, establecida a fines de 1920´ con el nombre de “paraje El Sauce” -los de las afueras solían llamarlo “el pueblo de los alemanes” a pesar de que también había austríacos, suizos y eslavos-, fue el tránsito vehicular, el cual aumentaba considerablemente durante las vacaciones y superaba una infraestructura vial prevista para una población de 7.800 habitantes, sin semáforos, lomos de burro ni reducidores de velocidad y con libre estacionamiento y unos pocos inspectores de tránsito, lo que implicaba un riesgo principalmente para los peatones que debían tener cuatro ojos atentos en todas direcciones a la hora de cruzar una calle.
“El principal problema de la Argentina somos los propios argentinos, no los inmigrantes extranjeros. Fijate ´Maciek´, claramente, la mejor persona que hemos conocido en este viaje”, le confesé a Carla, quien a pesar de tener una ideología contrapuesta a la mía coincidió plenamente.
En contraposición, cabe destacar la excelente calidad del servicio y, sobre todo, de la gastronomía, en especial, la de los desayunos de la posada basados en productos artesanales como los crocantes panes de nuez y los “caracoles” de manzana o chocolate, los cuales se podían combinar perfectamente con deliciosos dulces de todo tipo: manzana con arándanos, naranja con almendras y frutilla con ananá, entre tantos otros.
A gusto con estas comodidades, los tres días restantes de nuestra estadía la pasamos entre la posada y el centro de la villa, todo ello enmarcado en una compleja temporada de verano cuyo balance fue dispar entre los propios operadores turísticos locales.
En ese sentido, Ana de Rothe, presidenta de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica de Calamuchita (AHAB) señaló en declaraciones a un periódico de la villa que ya desde el Oktoberfest se pudo advertir que la temporada iba a ser “muy floja” y que estas malas expectativas se confirmaron en diciembre, cuando, según ella, la cantidad de reservas fue “la peor de los últimos cinco años”.
Para De Rothe, tras el cambio de gobierno y después de las fiestas, la situación fue mejorando aunque en resumen el nivel de ocupación resultó ser “malo”.
Por su parte, Juan Manuel Cáceres, presidente del Centro de Comercio de Villa General Belgrano, reconoció su disconformidad con la temporada y al factor político le sumó el climático como razones de estos resultados insatisfactorios.
“La temporada no es mala pero tampoco de las mejores”, sostuvo Cáceres y opinó que a su criterio “el nivel de ocupación es bueno pero el nivel de gasto es bajo”.
Y con eso último coincidió Maciek, quien a diferencia de otros comerciantes de la villa trató de mantener sus precios para no ahuyentar a los turistas, prefiriendo ganar menos a directamente no ganar, un concepto con el que muchos integrantes de este sector clave de la economía nacional no parecieran estar totalmente de acuerdo. Y para muestra basta un botón: a fines de 2012, tras uno de los peores Oktoberfest de los últimos años y en pleno auge de las restricciones para la compra de divisa extranjera que complicaba los viajes al exterior, algunos hoteleros y gastronómicos locales creyeron que era “el momento de romperles el culo” a los turistas que no podía adquirir dólares fácilmente y debían gastar sus pesos dentro del país para que no fueran absorbidos por la inflación, y el resultado de esta política fue un verano desastroso.
Finalmente, y más allá de los balances ajenos, Carla y yo concluimos en que lo más importante de un destino turístico es que el visitante vuelva y nosotros prometimos volver a la villa, y a la misma posada, algún día no muy lejano en el calendario.


AA
Febrero 2016

Un paseo por las sierras - Parte II

Una de las pocas ocasiones en la que salimos de la villa durante la semana que vacacionamos allí fue al cuarto día para visitar La Cumbrecita, el denominado “pueblo peatonal + reserva natural + pueblo wi fi” ubicado unos 38 kilómetros al oeste. Salimos de la posada poco antes del mediodía y desde la terminal volamos al ras del suelo en un “pájaro blanco” algo destartalado durante casi una hora hasta arribar por una ruta zigzagueante desde la que se podía apreciar el paisaje de las sierras, y pasando de largo por las poblaciones de Athos Pampa, Intiyaco y Villa Berna, hasta la base de la mencionada cumbre, a unos 1450 metros sobre el nivel del mar.
Arrancamos el paseo cruzando el puente de ingreso sobre el Río Medio y cargando en nuestras espaldas una mochila con provisiones de agua y comida para pasar la mayor parte del tiempo en la excursión. Siguiendo los sabios consejos del polaco “Maciek”, quien ya nos había sugerido realizar este paseo por la mañana dado que según él las condiciones climáticas eran las mejores para hacerlo esa misma jornada, caminamos a través del centro comercial del pueblo –con una arquitectura típica de montaña- hasta la Plaza de Ajedrez y desde allí, en vez de tomar el sendero bajo nos dirigimos por el alto, una especie de callejuela de piedra que se abría paso entre los distintos lugares de alojamiento de estilo alpino hasta pasar por una fuente y hasta la Plaza de los Pioneros.
Hasta allí el camino presentaba una leve pendiente ascendente y era sencillo. En cambio, al tomar por el Paseo del Bosque, el terreno dejó de ser de piedra y comenzaron a aparecer los primeros charcos de barro ya que bien temprano, justo antes del amanecer había llovido torrencialmente, lo que justamente había ayudado a bajar la temperatura del aire que nos agobiaba desde el inicio de nuestras vacaciones.
Salimos de las frescas sombras del bosque y arribamos a la Capilla, una pequeña construcción de piedra con techo de madera y tejas a dos aguas y desde allí seguimos unos pocos minutos más hasta toparnos con una bifurcación ante la cual debíamos tomar una decisión: ascender a la Cascada Grande por un camino más largo, sinuoso y difícil o dirigirnos rápidamente y sin mayores complicaciones a la Olla. Resolvimos visitar ambos lugares y primero hacer la parte más dura y luego la accesible.
Así iniciamos el ascenso a la cascada por un sendero angosto que atravesaba el corazón del bosque y que estaba repleto de raíces y rocas, por lo que en muchas ocasiones hubo que trepar casi en cuatro patas. Tardamos unos veinte minutos en llegar a la caída de agua donde varios paseantes aprovechaban el claro para tomar sol y darse un chapuzón reconfortante. Ya antes de llegar a poner un pie en el agua, uno se sentía mojado por las gotas voladoras de la cascada que caía pesadamente convirtiéndose en la única resonancia del lugar.
Tras un breve descanso allí, en el que nos hidratamos y tomamos una serie de fotografías, descendimos por el mismo camino de ida hasta nuevamente la bifurcación, donde paramos a almorzar a la sombra de unos árboles al costado del camino.
Luego continuamos con nuestro plan de visitar la Olla, un recorrido de apenas tres minutos que desembocaba en un espejo de agua calmo repleto de bañistas que realizaban peligrosos clavados desde las rocas. Mojamos nuestros pies cansados en el agua fría y poco después, tras consultar el mapa, decidimos continuar hacia el Este, bordeando el arroyo Almbach hasta el Lago de las Truchas.
Aquí también debimos elegir entre este trayecto u otros más ambiciosos como el de subir al Cerro Wank, ubicado a 1750 metros sobre el nivel del mar; trepar a las Tres Cascadas y/o pasear por el Peñón del Águila. Es que si bien conservábamos energías suficientes para realizar dichos trayectos, éstos demandaban mayor tiempo del que disponíamos ya que queríamos evitar las contingencias de los bruscos cambios de clima y, en ese sentido, quedar atrapados en una posible tormenta a mitad de camino.
En ese marco, la opción del Lago de las Truchas implicó un recorrido sencillo y breve, y también el más tranquilo, ya que el espacio era grande y los paseantes no se topaban unos con otros tan recurrentemente, por lo que pudimos hallar un rinconcito a la sombra junto al agua para descansar un largo rato mientras calculábamos cuántos nos iba a demorar el regreso hasta la base para tomar el colectivo de regreso a la villa. Y la obvia conclusión fue que debíamos haber arribado al inicio de la excursión unas dos horas antes, para no tener que dejar de visitar sitios atractivos de las cumbres, aunque los que sí recorrimos los disfrutamos al máximo.
Finalmente abordamos el mismo “pájaro blanco” destartalado de la ida y a medida que nos alejábamos de La Cumbrecita, que cuenta con apenas 1.000 habitantes permanentes y a la vez recibe la visita de 360.000 turistas al año, un cielo plomizo cubrió toda la zona alrededor de las 17, al igual que las tres tardes anteriores, como si se tratase del mecanismo de un reloj suizo o del “five o´clock tea” de los ingleses, los cuales nunca fallan y se repiten todos los días a la misma hora.


Un paseo por las sierras


El tramo final del viaje de ida comenzó al amanecer, primero con una breve parada para cargar combustible en Río Cuarto desde donde el micro atravesó luego una serie de localidades rurales típicas del sur cordobés hasta llegar a Embalse, donde descendieron los primeros pasajeros. Nunca había estado allí y aquel enorme espejo de agua rodeado de sierras verdes me impresionó por su tamaño y por su belleza ya que al otro lado del dique, ubicado justo debajo de la ruta por la que transitábamos, una cascada que caía desde unos 100 metros de altura, aproximadamente, esparcía su spray sobre nuestras cabezas y nos imprimía una profunda sensación de vértigo, promovida al mismo tiempo por la extrema cercanía del asfalto con el precipicio.
A partir de allí el camino se volvió ondulante, con permanentes subidas y bajadas, y de a poco se fue adentrando en las sierras donde los bosques refugiaban a Villa del Dique y Villa Rumipal, dos pequeños y pintorescos pueblos pintorescos a los que se dirigía la mayoría de los viajantes que nos acompañaban en el colectivo de dos pisos que había partido de la terminal porteña de Retiro y había circulado sigilosamente hasta ese punto en el que las ramas de los frondosos árboles comenzaron a raspar contra los ventanales laterales a medida que el vehículo se abría paso en las calles angostas de estos destinos turísticos que suelen ser difíciles de encontrar en un mapa.
El color esperanza brotaba por todos los rincones de aquel paisaje que se fue develando ante nuestras miradas cegadas por un intenso sol matinal que bañaba con su luz el valle de Calamuchita hasta arribar a Santa Rosa, la siguiente parada. Aquí, la terminal se asemejó más a una terminal y las dimensiones del pueblo crecieron a la par de nuestra ansiedad por llegar finalmente a nuestra meta: Villa General Belgrano.
“Tengo la sensación de que nos vamos a enamorar de este lugar”, le dije a Carla apenas el micro tomó por la ruta de acceso a la villa donde luego nos hospedamos en una posada de campo construida en 1942 y que en sus primeros años también funcionó como una escuela de habla alemana y rigurosa disciplina.
Esta posada tenía el aspecto de un verdadero vergel que incluía un amplio jardín, una pileta de natación y un fresco bosque de acacias, al tiempo que era atendida por el polaco "Maciek", quien estaba casado con una argentina a la que había conocido en Londres.
Nuestro hospedaje se ubicaba a tan solo 200 metros del coqueto centro comercial construido principalmente en madera, ladrillo visto y tejas coloradas, y desde el que se podía acceder fácilmente y a pie a distintos paseos por los arroyos Los Molles, La Loma y El Sauce.
Entre caminata y caminata por la avenida principal Julio A. Roca degustamos platos centroeuropeos y, obviamente, bebimos cerveza artesanal tirada, no envasada, tal como nos recomendaron apenas llegamos los lugareños conocedores del tema. También asistimos en nuestras tres primeras noches a la Plaza José Hernández donde se celebró la denominada “Sommerfest”, una versión veraniega de la Fiesta Nacional de la Cerveza que se realiza en Octubre.
Esta especie de “mini Oktoberfest” ofreció, además de las cervezas artesanales, una variedad de platos típicos como salchichas con chucrut, brochetes con distintas carnes y fondue de quesos, y bailes y desfiles de representantes de las diversas colectividades del lugar que coparon el escenario principal.
De esta manera quedó servido en bandeja un merecido descanso en un destino turístico hermoso, tranquilo, cálido -tanto por su clima como por la gente que nos recibió en la posada junto a dos adorables ovejeros alemanes- y que definitivamente atrapa, al punto que uno no siente deseos de irse de allí.


El triple crimen de General Rodríguez y la denominada "ruta de la efedrina" - Parte II

En noviembre de 2010, la causa por la denominada “mafia de los medicamentos” tuvo como imputado a Pérez Corradi, a quien el juez federal Norberto Oyarbide acusó de “facilitar con habitualidad, cuanto menos en el período que va de abril de 2008 a junio del mismo año, su caja de ahorro XXX en el Banco XXX, para que en la misma se depositaran cheques librados en su mayoría por Multipharma S.A. (propiedad de Carlos Torres, también acusado de integrar la asociación ilícita) y por la Obra Social Bancaria Argentina, entre otras, y a la orden de Droguería San Javier S.A. y endosados a Néstor Lorenzo, presidente de dicha droguería, para posteriormente ser retirados los importes en efectivo desde la entidad bancaria”.
En su declaración indagatoria ante el juez, Pérez Corradi admitió que se dedicaba al cambio de cheques, pero negó conocer que era ilícita la actividad de la droguería del acusado Lorenzo.
Cuando a principios de diciembre de 2010 el magistrado dictó el procesamiento de Pérez Corradi no sólo le imputó “blanquear” activos recaudados ilegalmente por Lorenzo y Juan José Zanola, titular de La Bancaria y sindicado líder de la asociación ilícita, sino también por Forza, en distintos negocios vinculados a medicamentos adulterados.
“Se tiene por acreditado, con el grado de probabilidad positiva que esta etapa del proceso requiere, que Pérez Corradi aplicó mediante la receptación y posterior depósito en su caja de ahorros, los cheques mencionados, cuya sumatoria asciende a la suma de $312.677, fondos estos que tienen su origen en las actividades ilícitas que desarrollaran Néstor Lorenzo y Juan José Zanola (…) con la consecuencia posible de que tales valores o el dinero en efectivo que el encausado entregaba a cambio, adquirieran la apariencia de un origen lícito”, sostuvo Oyarbide.
Para el juez, Pérez Corradi “conocía perfectamente cómo se movía el mercado de comercialización de sustancias medicinales, no solo en sus aspectos lícitos, sino también en aquellos aspectos delictuales relacionados con la venta de medicamentos adulterados, falsificados, vencidos, extraídos de sus canales habituales de distribución por corresponder a programas gratuitos de distribución cuyo fomento venía dado por el Estado en diversas esferas”.
“Tan es así que el justiciable conocía perfectamente las aristas ilícitas del mercado de los medicamentos, que no resta más que reparar que los inicios de la relación que tuvieron el encausado y Sebastián Forza allá por el año 2001 era de compra y venta de medicamentos y se extendió durante varios años”, agregó el magistrado.
Por entonces, Pérez Corradi estaba detenido en el marco del juicio de extradición a cargo de la jueza federal de San Isidro Arroyo Salgado, causa por la que el empresario había sido apresado en octubre de 2008 en el barrio porteño de Palermo ya que había un pedido de captura de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA) que lo acusaba de haber enviado a ese país unas 1.500 pastillas de oxicodona.
En los últimos días de 2010, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la decisión de la jueza Arroyo Salgado de extraditarlo a los EE.UU y así fue que Pérez Corradi permaneció preso hasta diciembre de 2011, cuando la Sala II de la Cámara Nacional en lo Criminal y Federal revocó su prisión preventiva por considerar que no existían “riesgos procesales”.
Luego, en marzo de 2012, cuando el fiscal del triple crimen, Juan Ignacio Bidone, pidió su captura, las fuerzas de seguridad lo fueron a buscar a su último domicilio conocido, en el partido bonaerense de San Isidro, pero no lo pudieron localizar y desde entonces se desconoce su paradero.
Por su parte, el ex policía y socio de Ferrón, Salerno, también quedó procesado en la causa por la “mafia de los medicamentos” y será sometido a juicio oral por ese caso junto a Zanola, Lorenzo Torres y otros imputados.
Al declarar en el juicio por el triple crimen, antes de ser excarcelado en la causa de Oyarbide, Salerno admitió que a Forza lo conoció en mayo de 2008 “por temas vinculados al rubro farmacéutico” y que “fue dos o tres veces a la oficina de Pilar para ver qué productos” le podía proveer.
“Contaba de su vida privada, era mediático. Un día comíamos con Damián (por Ferrón) y otra persona y aparece Forza; justo en la televisión pasaban lo de Maschwitz (en referencia al laboratorio de drogas sintéticas) y Forza dijo: 'Ése allanamiento pasó porque yo hablé'”, indicó Salerno y agregó: “También dijo que comercializaba efedrina, que tenía no sé qué cantidad y necesitaba un comprador”.
En ese marco, este testigo recordó que él se enteró a través del médico cirujano Gustavo Rischiuto, quien trabajaba con Ferrón, que “Forza había llevado efedrina” a sus oficinas.
“El 25/07 Damián me convocó a la confitería que está atrás del Sheraton de Pilar, estaba Rodrigo Posas Iturbe (absuelto en la causa de Maschwitz), Bina, Damián, yo y otra persona. Se habló del precio de la efedrina, Posas Iturbe y Bina decían que compraban a 200 pesos el kg. y Damián que eran 200 dólares. Se armó una discusión. Después me explicaron que Silvio Salerno (primo del declarante) y Bina habían arreglado una venta de efedrina y Posas Iturbe me quería conocer a mí porque supuestamente era el que traía la efedrina. Forza llegó cuando nos íbamos y refirió temeroso que vio la camioneta dePérez Corradi, color verde militar, camuflada, en el estacionamiento”, dijo y continuó: “Al retirarse el mexicano me presenta a Bina, él me dice que cobraba $17.000 por mes para sacar la droga a Panamá y de allí a México”.
Según Salerno, Pérez Corradi estaba “interesado en comprar efedrina” aunque, aclaró que él “no sabía que Pérez Corradi y Forza se conocían”.
“Pérez Corradi en marzo me pide que vaya aJuan B. Justo y Corrientes, nos reunimos, me preguntó si seguía en el negocio de la efedrina, contestándole que no,siendo su reflexión: 'Damián te está cagando, me están cagando el negocio, los tengo que boletear'. Resalto en esta expresión el uso de plural. En otra reunión Pérez Corradi me dijo que tenía vinculaciones con policías, gente del Gobierno y yo le creo, porque después de esto a mi me llamó una secretaria que un ministro quería hablar conmigo,también de Inteligencia Naval”, declaró.
Salerno afirmó que él “no tenía relación con Tarzia” aunque sabía que “una vez lo fue a buscar a Damián” y que se lo “dijeron después que pasó todo” y concluyó que tenía “una farmacia en Nazca y Juan B. Justo, a cinco o seis cuadras de donde aparece la Vitara” de Ferrón.
Por último, el médico Rischiuto declaró en el debate lo que había manifestado en 2008 en la causa por la efedrina secuestrada en Maschwitz. Y según este testigo, “Salerno y Ferrón hablaban de la efedrina como algo común, como una droga más”.
“Un día que yo estaba en la oficina de Pilar, toca timbre una persona y Ferrón dijo no la puedo hacer subir, acompañame que hablo abajo, era un tal Pablo que le reclamaba U$S 25.000, y Damián le dijo que la habían tenido que usar, porque le habían secuestrado la hija a Salerno, vamos a conseguir efedrina y te vamos a devolver la plata, esto fue más o menos un mes antes de la desaparición de los chicos. Este chico decía que a él lo apuraba el que le dio la plata para traer la efedrina. Después me enteré que se habían gastado la plata, Salerno para la casa y Ferrón para la camioneta, pero como que la iban a reponer, por los negocios con la efedrina”, reseñó.
De acuerdo al médico, “Salerno le vendía efedrina a Pérez Corradi” aunque por el tipo de vida que éste llevaba, consideró el testigo que no era el único proveedor.
“Salerno, Ferrón y Forza retirarían efedrina de un depósito de Barracas, de Riky Martínez, y se la iban a vender a un mexicano, fue un jueves o viernes antes de las vacaciones de invierno. Esperaron todo el día al mexicano que no llegó y Riky Martínez le decía que tenía que cerrar el depósito, que los muchachos se iban. Al otro día yo pasé por la oficina, me iba al norte, estaba Ferrón solo, me contó que se encontraron con el mexicano Rodrigo,en el Open de Pilar, estaba borracho, ellos le querían vender a 2.000 o 3.000 dólares y el mexicano que estaba con otros muchachos querían pagar a valor pesos, el otro muchacho que estaba con el mexicano, después supo por Salerno que era Leopoldo Bina. Como que éste era el nexo entre Rodrigo, Ferrón y Forza”, indicó la sentencia.
En el mismo fallo quedó asentado que “Salerno le comentó el día de esa reunión que vio en el estacionamiento del Open de Pilar, la camioneta de Pérez Corradi, se había asustado, como que los vigilaba, para ver si hacía negocios fuera de él.” y que “el día de la reunión con Posas Iturbe, como éste no aparecía y Riky le decía que tenía que cerrar el depósito, los muchachos se iban y quien iba a cargar los700 kg. Forza se fue y volvió con un canasto de lavadero,con 30 kg. de efedrina”.
“Salerno estuvo en ésa reunión, en un momento se retiró, fue a buscar plata a la casa del primo, porque era plata que el mexicano le había adelantado para conseguirle efedrina, sino aparecía la efedrina tenía quedarle la plata”, declaró el médico.
Rischiuto agregó que Salerno le “dijo que frente a la Comisaría 50,cuando fueron por la aparición de la camioneta de Ferrón, estaba la camioneta de Pérez Corradi” y sentenció: “Salerno me comentó que Pérez Corradi pagó $100.000 para que maten a Forza, esto fue cuando habían desaparecido pero aún no habían aparecido los cadáveres, agregando de su cosecha 'estos tres boludos van ha aparecer tirados en un zanjón en Moreno'”.
“Supongo que Salerno no era el único que le vendía efedrina a Pérez Corradi”, indicó el médico y concluyó: “Creo que Salerno era incapaz de matar a alguien, pero pudo no hacer nada para que no los maten. Salerno le tenía terror a Pérez Corradi”.

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Enero 2016

El triple crimen de General Rodríguez y la denominada "ruta de la efedrina" - Parte I

La reciente evasión del penal de General Alvear, y la posterior recaptura que demandó 15 días, de los hermanos Cristian (44) y Martín (42) Lanatta, y de Víctor Schillaci (35), condenados a prisión perpetua por los homicidios de Sebastián Forza (34), Damián Ferrón (37) y Leopoldo Bina (35), derivó, en tantas otras cosas, en volver a centrar la atención en Ibar Esteban Pérez Corradi (38), sobre quien pesa actualmente una orden de captura nacional e internacional como presunto autor intelectual del triple crimen. De hecho, se aumentó a 2 millones de pesos la recompensa para quienes aporten datos que permitan localizarlo y detenerlo, mientras que sus abogados le piden que se entregue a la Justicia.
Por ello es que vale la pena recordar algunos de los testimonios que apuntaron contra este sospechoso, según consta en la sentencia de 278 fojas del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 2 de Mercedes que en diciembre de 2012 condenó a los hermanos Lanatta, a Víctor Schillaci y a su hermano Marcelo (36).
Solange Bellone, la viuda de Forza, declaró en el juicio por el triple crimen cometido en agosto de 2008 que “a la única persona que Sebastián no le dejaría de pagar era a Pérez Corradi porque tenía mucho miedo de que lo mate”.
“Era su enemigo. Me dijo que le había pagado todo”, sostuvo la mujer que, de acuerdo al fallo, “dio cuenta de distintos hechos que habían padecido tras la cesación de pago” como cuando “las empleadas la llamaron un día porque en el jardín delantero de la farmacia habían tirado una bomba casera”.
“También le dejaron frente a la farmacia una silla de ruedas con un cartel advirtiendo que la próxima vez la iba a necesitar”, indicó la sentencia mientras que Bellone sostuvo que “Sebastián le atribuyó esto a Pérez Corradi”, por lo que “se hizo la denuncia” y “les pusieron custodia”.
“En esta época empieza a estar cerca Julio Pose, a quien conoció por Néstor Lorenzo de la droguería San Javier (procesado por la denominada 'mafia de los medicamentos' y próximo a ser sometido a juicio oral). Aquél era como un custodio sin uniforme, hablaba con él todo el tiempo, venía a casa. Una semana antes de la desaparición llama Pose y me pide le diga a Sebastián que le atienda el teléfono porque había un problema, ya que se había portado mal con unos mexicanos y el único modo de arreglarlo era a través de él; sin embargo Sebastián dijo que no era así y me mostró luego un mail de un tal Jesús (Martínez Espinoza, condenado por el montaje de un laboratorio de drogas sintéticas descubierto el 17 de julio de 2008 en Ingeniero Maschwitz)(1)“, declaró la viuda.
Luego, Bellone “hizo referencia que el lunes antes de la desaparición le contó que había tenido que tomar algo para enfrentar a Pose, de quien una semana y media antes más o menos había perdido contacto, pero que después todo estaba bien con éste. Al otro día se habían juntado en un bar donde también estuvieron Damián (Ferrón) y Leo (por Leopoldo Bina)”.
Según la viuda, “Sebastián estaba contento porque había encontrado a un pibe sano y con empuje como él, era Ferrón, y en la última semana hablaba mucho con él y con Bina, los tres iban a hacer un negocio juntos”.
“El último día que lo vi -mañana de la jornada que desapareció- Sebastián me dijo que iba a estar con Damián”, precisó Bellone y agregó que entre los lugares que frecuentaba Forza se encontraba “el Auchan (hoy Wal Mart) de zona sur”.
En ese sentido, la testigo recordó que en “la última comunicación que tuvo con su esposo, después de mediodía” Forza le dijo: “Me está siguiendo el enano”, en referencia, según ella, a “Pose”.
“No le di importancia, no lo noté mal”, concluyó la mujer.
Por su parte, Néstor Lorenzo fue descripto en el fallo como alguien “estrechamente vinculado a la Obra Social de los Bancarios (2) y amigo de Pose” y quien “le compra el stock (de efedrina) a Forza cuando éste se iba a concursar” a pesar de que “Lorenzo ya había tenido trato comercial con Forza, éste le había hecho una mala jugada y por eso la relación estaba trunca”. Así fue Pose actuó de “contacto” entre ambos.
“(Lorenzo) Tuvo trato con Pérez Corradi porque los cheques que el testigo le dio a Forza en la mencionada negociación, pertenecientes a la obra Social Bancaria, Forza se los descontó a Pérez Corradi y a veces venían devuelta y por eso mantenía contacto”, indicó la sentencia.
De acuerdo a la Justicia, “Seacam, farmacia de Forza, tenía una facturación de $3.000.000, pero aquella circunstancia, sumado a que las obras sociales no pagaban con puntualidad, que el Hospital Francés le debía mucho dinero y que pensaba que los cheques de (Martín) Magallanes (por el socio de la víctima en la droguería en 2004/5) iban a venir rebotados, lo llevó a presentar a Seacam en concurso de acreedores el 2 de febrero del 2008.”
En ese sentido, Rubén Ramírez, abogado de Forza, declaró que “Pérez Corradi no quería el concurso” y que “Sebastián le pidió a (Guillermo) Martinero (otro abogado de la víctima) que le arregle una reunión con Pérez Corradi para arreglar la deuda, pero no lo logró, esto lo consiguió Pose, y Forza entregó cheques de La Bancaria y saldó la deuda. Pérez Corradi le preguntó a Lorenzo si los cheques eran buenos, respondiendo éste afirmativamente”.
Este testigo contó que en una reunión que tuvo con Francisco Chiarelli, abogado de los mexicanos detenidos en Ingeniero Maschwitz por el laboratorio de metanfetamina, aquel le dijo que “Ferrón, Forza y Bina querían seguir con el emprendimiento de (Luis) Tarzia (3), Forza ponía la plata, Ferrón la efedrina y Bina la sacaba del país” y que las tres víctimas “iban a comercializar efedrina con Martínez Espinoza”.
Ramírez relató que “pocos días antes de la desaparición, Forza estaba eufórico, porque había logrado hacer un contacto con Martínez Espinoza, por eso necesitaba formar cuatro o cinco SRL para importar efedrina en pequeñas cantidades, para que no le pasara lo que a Segovia, que lo descubrieron por importar 2.000 kg.” y que “Martínez Espinoza le dijo por mail que montara la operación que dejó Tarzia”.
“Él (por Forza) decía que iba a montar un negocio de millones de dólares”, afirmó el letrado y agregó que sabía que “a veces” la víctima se reunía en el Wal Mart de zona sur y que “portaba armas” de fuego.
“Cuando aparece la camioneta quemada (por la Suzuki Vitara de Ferrón), empiezan a moverse y cuando al segundo día aparece que también faltaba Bina, no sabíamos por dónde venía. No por deudas ni por medicamentos, porque hasta ahí en la causa no había pasado nada. Después aparece el tema de la efedrina y que (el ex policía José Luis) Salerno (socio de Ferrón) ya vendía a Pérez Corradi, nos damos cuenta que podía ser que los tres se hubieran metido en el negocio que tocara los intereses de Pérez Corradi”, recordó Ramírez, quien concluyó que después del triple crimen supieron que “Bina sacaba” la efedrina del país.
En tanto, Chiarelli, abogado de Tarzia y Martínez Espinoza, declaró: “En largas charlas que tuve con Tarzia me pidió que hablara con Forza por el tema de la efedrina porque yo no sabía bien qué era, no sé si lo llamé o me llamó él”.
Este testigo contó que Forza le vendió una droguería a Tarzia “para lograr personería para comprar efedrina legalmente, pero esa compañía no tenía los trámites en el SEDRONAR, fue una venta de humo”.
“Con Forza tuve dos reuniones, una donde le pedí los $300.000 que Tarzia había pagado por esa sociedad y él dijo que no había problemas, y otra que vino con dos personas más, me dice que estaba en contacto con Espinoza, esto fue poco antes de la desaparición, y que ya estaban armados para el tema de la efedrina. Forza dijo cual era la función de cada uno de ellos, después supe al ver las fotos en los medios que era Bina el que manejaba el aeropuerto de Ezeiza para poder exportar efedrina y Ferrón conseguía sin problemas la efedrina. Yo interpreto que ellos buscaban que yo intercediera ante Martínez Espinoza para que le comprara la efedrina”, indicó el testigo y confirmó que Tarzia “vinculó a Pérez Corradi con Forza por la efedrina”.
Por otro lado, “Riky” Martínez declaró que Tarzia y Forza “siempre andaban juntos y que el segundo de ellos le dijo “tengo una persona que conozco de hace cinco años, (Martín) Lanatta, que trabaja en el RENAR, que me va a presentar a alguien que me va a proveer efedrina”.
“Me dijo que tenía una reunión con Lanatta, jueves o viernes, esa semana que desapareció”, declaró Martínez y añadió que “Tarzia discutió con Forza porque le había vendido efedrina con sal” pero que “después de eso se arregló” el vínculo entre aquellos dos.
Mientras que Magallanes sostuvo que “Pérez Corradi financiaba a Forza cuando éste tenía Seacam, estando solo”, que supo de una “ruptura” entre aquellos dos y que “conoció a M. Lanatta por Forza” y que éste “obtenía licencias para portar armas y era instructor de tiro”.