Los pasteros de diarios


Transitar, ya sea por motivos de ocio o laborales, por el barrio porteño de Puerto Madero, el más joven de la Ciudad de Buenos Aires, puede resultar una experiencia muy placentera debido a la posibilidad de disfrutar, aunque sea por unos minutos, de su moderna y lujosa infraestructura, sus amplios espacios verdes y su extrema higiene, lo que lo convierte en una especie de maqueta o sitio turístico del Primer Mundo.
De hecho, uno puede dejar estacionado su auto durante varios días en el mismo lugar y es casi nula la probabilidad de que algo malo le ocurra. Es más, se lo podría dejar sin cerrarlo con llave y no correr ningún riesgo.
Y esto se debe, en gran parte, a la presencia de los efectivos de la Prefectura Naval Argentina (PNA), de los vigiladores privados de los numerosos edificios de viviendas particulares, hoteles y diversos locales comerciales, y del funcionamiento de las cámaras de seguridad que la convierten en una zona sumamente segura.
He recorrido las calles y plazas de este barrio durante años -más de diez-, especialmente por la tarde y sin prestarle demasiada atención a algunos detalles, como la existencia de un puesto de diarios que estaba siempre cerrado cada vez que pasaba por el mismo -tal vez, debido al horario-, y sólo en los últimos días me enteré de una expresión con la que se identifica a determinados personajes que, sigilosamente, también transitan por el barrio.

El reciente fallo del juez federal Julián Ercolini en el que el ingeniero informático Diego Lagomarsino fue procesado como “partícipe necesario del homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego” del fiscal de la UFI-AMIA Alberto Nisman, cometido en enero de 2015 en el complejo Le Parc de Puerto Madero, puso de manifiesto las tareas de inteligencia que aparentemente se llevaban a cabo en torno a la figura de la víctima.
En esa resolución -de 656 páginas y a la que se puede acceder a través del Centro de Información Judicial (CIJ)-, el magistrado manifestó que si bien “no pudo ser comprobada” la “existencia de personal de los servicios de inteligencia”, en esta etapa del proceso “existen diversos elementos de prueba que abonan esta presunción”.
Una de las “particularidades” que remarcó el juez fue la del “puesto de diarios ubicado en la intersección de la calle Aimé Painé con la Av. Azucena Villaflor” -en la esquina de Le Parc- al cual se refirieron varios vecinos del lugar con precisiones “sugestivas”.
Una mujer del barrio que declaró como testigo en la causa contó que los vecinos del complejo “no querían que ese puesto de diarios estuviera allí por una cuestión estética, no lo querían en la esquina, hicieron alguna fuerza no sé si por medios legales o por Prefectura, para que no se instalara. Sin embargo pese a todo el puesto se instaló”.
Esta testigo aclaró que Le Parc ya tenía “un diariero desde que empezó el edificio” y que éste no pertenecía al puesto de diarios nuevo.
“El diariero original que no tiene puesto ni nada siguió manteniendo sus clientes. El puesto nuevo
 prácticamente no tenía clientes de Le Parc, era un puesto de diarios medio muerto. Yo pensaba siempre este hombre va a morir, no pasaba gente, nadie le compraba”, indicó la mujer.
Según este testimonio, el sospechoso puesto de diarios “estuvo abierto alrededor de un año” y que “después de lo de Nisman, a los tres meses aproximadamente, este puesto se cerró, y quedó ahí, cerrado”.
“Se me ocurrió después del hecho que podía ser alguien que lo estuviera vigilando, no lo sé, pero es lo que se me ocurrió pensar. El puesto ahora sigue allí cerrado, lo cual también me resulta raro porque es muy caro como para tenerlo ahí en desuso”, añadió.

Por su parte, otro vecino de Le Parc declaró que “siempre” le “llamó la atención” aquel puesto de diarios porque “tenía pocos diarios”.
“Si yo en vez de bajar a las 11 de la mañana, bajaba a la 1 del mediodía a comprar el diario, él ya no tenía nada”, describió el testigo que recordó al hombre que atendía el puesto como una “persona amable, simpática y sociable”, aunque nunca supo su nombre.
Respecto de este diarero, el vecino declaró que también le llamaba la atención “lo formado que estaba” ya que le resultó “una persona muy por encima de la media de lo que puede ser una persona que vende diarios, muy informado sobre todo, política, economía”.
Y remarcó que lo que más lo sorprendió fue que al día siguiente a que encontraron muerto a Nisman, él bajó “a comprar el diario y charlar con él suponiendo que él podría estar enterado de lo que había pasado, y no estaba, su puesto estaba cerrado”.
“Supuse que se habría tomado vacaciones, pero pasó el tiempo y él no aparecía y su quiosco siempre estaba cerrado, como si lo hubiesen abandonado”, sostuvo y agregó que el supuesto diarero reapareció “un día”, unos “seis meses” después del hecho: “Le pregunté qué había pasado y no recuerdo exactamente qué me dijo pero me acuerdo que me dijo algo pero al mismo tiempo no me dijo nada. Y después de ese día, desapareció, nunca más lo vi y el quiosco quedó siempre cerrado.”

Por otro lado, el juez Ercolini destacó como “otro elemento objetivo que fortalece” la hipótesis de la “vigilancia” que la Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no tenía registrado “permiso alguno otorgado ni vigente en el mes de enero del 2015 para el emplazamiento y/o utilización de puesto de diario alguno ubicado en Juana Manso 1185, ni asimismo en la intersección de Azucena Villaflor y Aimé Painé”.
Finalmente, el supuesto diarero, identificado como AJZ, se presentó a declarar ante la justicia y en su testimonial, según el juez Ercolini, surgieron “diversas inconsistencias que resultan llamativas” ya que primero dijo “desconocer” a Nisman pero “a la postre sostuvo que le vendía diarios y que
 incluso recordaba el piso en el que aquél vivía”.
El supuesto diarero también dijo lo “dejaron sin suscripciones” y que por eso se fundió pero luego afirmó que, en realidad, “nunca” tuvo suscripciones.
“Tampoco debe perderse de vista que las explicaciones que dio en torno a la forma en la que adquiría los diarios a través de un amigo apodado 'Cacho' que supuestamente luego revendía, cuando en realidad después dijo que las ventas eran casi nulas, refuerzan la idea del extraño funcionamiento que tenía ese local de periódicos y revistas estratégicamente ubicado”, afirmó el magistrado en su resolución.
De hecho, a partir de estas vacilaciones y reticencias de parte de AJZ, la fiscalía suspendió la declaración testimonial del supuesto diarero y secuestró su teléfono celular para investigar la posible comisión de algún delito.

La principal hipótesis del juez Ercolini es que el potencial personal de inteligencia en cuestión pertenecía a la PNA, fuerza federal que tiene jurisdicción en todo Puerto Madero, como en cualquier otra zona costera del país.
En ese sentido, un marinero que oficiaba como adicional dentro de Le Parc, declaró que el sábado 17 de enero de 2015 -la noche del día siguiente Nisman fue hallado muerto de un balazo en la cabeza dentro del baño de su departamento- él prestó funciones entre las 7 y las 19, y que en ese lapso “advirtió la presencia de un efectivo integrante de la brigada de inteligencia del destacamento Puerto Madero de Prefectura Naval Argentina sentado en un banco en el Boulevard frente al complejo en cuestión, cuyo nombre no recuerda, estaba vestida con ropas de civil”.
Este testigo dijo que ésa fue la única vez que vio personal de la Brigada de Inteligencia en el lugar, que creía que estuvo allí por media hora y que no le preguntó el motivo de su presencia porque “a esta persona lo ve habitualmente en el destacamento”.
En tanto, un prefecto que se encontraba asignado a la guardia externa de vigilancia de la víctima, declaró que “tenía entendido que el jefe reforzó la seguridad con personal de inteligencia que no vestía el uniforme”.
“Quizás caminaban por mi lado y yo no lo sabía”, declaró el prefecto que aclaró que él supo de esto “por versiones de todos los compañeros que hablaban de la denuncia del doctor Nisman”. (N. de R.: el fiscal había denunciado a la ex presidenta de la Nación, Cristian Frnández, y otros funcionarios y allegados a su gobierno por el encubrimiento del atentado a la AMIA en 1994).
Y luego continuó: “Desconozco donde ellos tienen su oficina para trabajar. Porque ellos dependen directamente del jefe, con nosotros prácticamente no tienen relación.”
“En una ocasión posterior a la denuncia, cuando entré a Le Parc, personal de adicional que estaba ahí en ese momento me indicó una persona de civil que era de  inteligencia, me dijo, mirá el que está allá, casi en el boulevard, son los de inteligencia que mandan por la cuestión de la denuncia”, declaró el prefecto y detalló que “esto tiene que haber sido el sábado 17, casi a las 22”.
Si bien coincidió con el supuesto agente de inteligencia que dijo haber visto el marinero, la descripción de esa persona no fue la misma ya que el prefecto dijo que era “flaco” y de “tez blanca”, y el otro había dicho que tenía la piel “oscura” y era “gordito".
Sin embargo, ambos testigos sí coincidieron en que esa persona tenía el pelo oscuro y prendas de vestir del mismo tono.
Un detalle que agregó el prefecto es que él vio que esta persona llevaba un aparato de radio ya que “se escuchaba el chillido de un Nextel”.
“Iba caminando por Azucena Villaflor, entonces yo le miré, él me miró, yo levanté la mano para saludarlo y él le contestó el saludo”, recordó.
Y por último declaró que el personal adicional que realizaba la guardia de 22 a 6 le dijo que la primera vez que vieron a un supuesto servicio de inteligencia había sido el 14 de enero, jornada en la que Nisman presentó su denuncia formal por el encubrimiento del atentado a la AMIA y cinco días antes de comparecer ante el Congreso para informar a los legisladores.

Mientras que desde la Dirección de Inteligencia Criminal de la PNA y del Servicio de Seguridad de Puerto Madero negaron ante la justicia la existencia de una consigna de personal de civil y/o inteligencia respecto a Nisman y/o el complejo Le Parc, y explicaron que “los agentes de ese tenor recorren toda la jurisdicción”.
En ese sentido, el juez Ercolini destacó que el mencionado prefecto que declaró como testigo dijo que las personas como la que apuntó eran conocidas como “Pasteros” y que éstos realizaban un curso básico a diferencia de los que efectuaba el resto del personal de inteligencia que duraba aproximadamente de un año.
“En la guardia creo que ni figuran”, relató el prefecto y agregó: “Si existe un registro de los Pasteros lo tiene el jefe (...) no sé exactamente si están regulados de la misma forma que los de inteligencia que hicieron el curso completo.”
Por ello es que el magistrado concluyó en que este personal figuraba en registros diferentes a los aportados por la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal de PNA.

En definitiva, para el juez de la causa quedó acreditado que, más allá de todo lo que rodeó -en el más amplio sentido de la palabra- la escena del crimen, Lagomarsino, quien en 2006 había sido presentado a Nisman por un tal "Moro" -agente de inteligencia del Ejército o la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA)- aportó el arma homicida a el o los autores materiales del hecho que luego de disparar contra el fiscal intentaron simular un suicidio con el aporte de cuatro policías federales afectados a la custodia de la víctima y que quedaron procesados por "encubrimiento" e "incumplimiento de los deberes de funcionario público".
Y si bien el perito en Informática siempre se declaró inocente, reconoció ante la justicia que "Moro" fue quien lo había aleccionado sobre cómo manipular el arma, la cual él mismo entregó al propio Nisman la tarde del sábado 17 de enero, cuando se presentó en el departamento del fiscal a pedido de éste, quien estaba seriamente amenazado hacía bastante tiempo.


AA
Enero 2017

La Guerra en la ex Yugoslavia: Bosnia-Herzegovina - Parte XII


Slobodan Prajlak, nacido el 2 de enero de 1945 en la ciudad bosnia de Ĉapljina, fue miembro del Ministerio de Defensa de Croacia y comandante en jefe del Consejo de Defensa Croata (CDC) durante la guerra en la ex Yugoslavia.

En abril de 2004 se entregó por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante ese conflicto bélico ny en septiembre de 2013 lo condenaron a 20 años de prisión.

Por ese mismo caso, también fueron sentenciados a 25 años de cárcel Jadranko Prlić, presidente del CDC y Primer Ministro de la República Croata de Bosnia y Herzegovina; Bruno Stojic, jefe del Departamento de Defensa del CDC; Milivoj Petkovic, otro comandante en jefe del CDC -ambos recibieron la misma pena que Prajlak- y otros dos miembros de la Policía Militar del CDC que fueron condenados a penas de 16 y 10 años de prisión.

Según el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), en julio de 1993, los enfrentamientos estallaron entre las fuerzas del CDC y los miembros del ejército bosnio musulmán que actuaba en la región central de Bosnia. Entre ese mes y septiembre del mismo año, las fuerzas de la CDC expulsaron a miles de civiles de los enclaves musulmanes a otros territorios bajo dominio bosnio. Las autoridades del CDC utilizaron también centros de detención como las prisiones militares Dretelj y Gabela.

A menudo, los detenidos fueron alojados en condiciones inhumanas y de hacinamiento, y eventualmente algunos de ellos fueron asesinados mientras se encontraban bajo custodia. Además, en el primero de los centros también alojaron a prisioneros serbios.

Respecto de Prajlak, éste tenía conocimiento de que las fuerzas de la CDC estaban deteniendo a la población musulmana de Prozor y también de los crímenes que se cometerían en el municipio de Mostar; en especial, los asesinatos, la destrucción de edificios como las mezquitas y el Puente Viejo, y el ataque contra miembros de organizaciones internacionales. Para la justicia, el comandante en jefe facilitó el asesinato de musulmanes que no pertenecían a ninguna fuerza armada y la destrucción de propiedades en Stupni Do en octubre de 1993; y no hizo ningún esfuerzo serio para evitar los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas de la CDC.

Prajlak siempre se declaró inocente, por lo que su defensa apeló la sentencia, cuestión que fue tratada hoy por el TPIY.

“Durante el pronunciamiento público de la sentencia de apelación, el Tribunal confirmó confirmó la sentencia del Sr. Praljak de 20 años de prisión. Inmediatamente después, el Sr. Praljak bebió un líquido mientras estaba en la corte, y rápidamente cayó enfermo”, indicó el TPIY en un comunicado de prensa difundido esta tarde en su página web (www.icty.org).

Según el informe oficial, Parjlak “fue asistido de inmediato por el personal médico del TPIY” al tiempo que “se convocó a una ambulancia”, tras lo cual, “fue trasladado a un hospital cercano (en La haya) para recibir asistencia médica adicional” y donde finalmente murió.

El comunicado añadió que a pedido del tribunal, “las autoridades holandesas han iniciado una investigación independiente” de lo ocurrido.





Miércoles 29 de noviembre de 2017.

La Guerra en la ex Yugoslavia: Bosnia-Herzegovina - Parte XI


Ratko Mladić, ex Comandante del Estado Mayor del Ejército de los Serbios de Bosnia (ESB) fue condenado hoy a prisión perpetua por genocidio, crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos, entre otros graves delitos cometidos durante la guerra de la ex Yugoslavia desde 1992 y 1995.
Así lo resolvió la sala Primera del Tribunal Internacional Penal para la ex Yugoslavia (TIPY), quien le atribuyó al ex líder militar serbio un rol preponderante en la masacre de Srebrenica, perpetrada a fines del conflicto armado en Bosnia y Herzegovina.
También lo condenaron por persecución, exterminio, asesinato, deportación y actos inhumanos contra civiles en Sarajevo y por la toma de rehenes de personal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para obligar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a detener ataques aéreos contra objetivos serbios de Bosnia.
“Las circunstancias fueron brutales; aquellos que intentaron defender sus hogares se encontraron con una fuerza despiadada. Hubo ejecuciones en masa y algunas víctimas sucumbieron después de ser golpeadas. Muchos de los perpetradores que habían capturado a los musulmanes bosnios mostraban poco o ningún respeto por la vida o la dignidad humana”, afirmó el juez holandés Alphons Orie, presidente del tribunal integrado por Bakone Justice Moloto (Sudáfrica) y Christoph Flügge (Alemania).
Según los jueces, Mladić jugó un papel decisivo en la comisión de estos crímenes y “contribuyó significativamente a la consecución del objetivo común de expulsar permanentemente a musulmanes y croatas del territorio reclamado por los serbios en Bosnia y Herzegovina”.
En un fallo por mayoría, los jueces determinaron que entre mayo de 1992 y noviembre de 1995, Mladić contribuyó significativamente a establecer y llevar a cabo una campaña de francotiradores y bombardeos destinada a difundir el terror entre la población civil de Sarajevo.
Durante este período, sus fuerzas atacaron a diario y deliberadamente a la población civil, a menudo en lugares que tenían poco o ningún valor militar, lo que provocó la muerte y lesiones de miles de ciudadanos.
Para el juez Orie, a los habitantes de Sarajevo “se los obligó a vivir en un estado de constante angustia”  y “cada vez que ellos o sus seres queridos dejaban sus hogares, se preguntaban si serían atacados por francotiradores o fuego de artillería”.
Respecto a la toma de rehenes, entre el 25 de mayo y el 24 de junio de 1995, las fuerzas serbias de Bosnia detuvieron a personal de la ONU y lo trasladaron a diversos sitios de poca importancia militar donde las víctimas fueron encadenadas o esposadas, a veces a punta de pistola.
Previamente, en marzo de ese mismo año, Mladić firmó órdenes para una operación estratégica contra el enclave de Srebrenica con la intención de vaciarlo de su población bosnia musulmana y convertir el territorio serbio.
Las fuerzas serbias finalmente ingresaron a dicho territorio el 11 de julio de 1995, cuando mujeres, niños y musulmanes bosnios fueron sacados a la fuerza de allí y llevados a distintas bases donde los ejecutaron.
La sentencia conocida hoy en la ciudad holandesa de La Haya, puede ser apelada por la defensa del ex líder militar serbio y la cuestión será tratada por Mecanismo Residual Internacional de Tribunales Penales.
El juicio comenzó el 16 de mayo de 2012, casi un año después de la captura del ahora condenado, y se llevaron a cabo 530 audiencias, en las que declararon 592 testigos y se exhibieron 10 mil pruebas que sirvieron para acreditar la comisión de 2 mil hechos adjudicados.
Desde su creación en 1993, el TIPY ha condenado a 155 personas por graves violaciones a los derechos humanos cometidas en la ex Yugoslavia entre 1991 y 2001, y actualmente tiene en curso sendos procedimientos para otros seis acusados.
Por su parte, Mladić nació el 12 de marzo de 1942 en el municipio bosnio de Kalinovik y fue entrenado en la academia militar del Ejército Popular Yugoslavo (EPY) en Belgrado. En 1991, fue nombrado Comandante del Noveno Cuerpo del EPY en Knin, Croacia. Luego, el 12 de mayo de 1992 fue nombrado Comandante del Estado Mayor de la ESB y estuvo a cargo del mismo durante todo el conflicto bélico.
El 24 de julio de 1995, Mladić fue acusado por el TIPY y permaneció prófugo hasta el 26 de mayo de 2011, cuando finalmente lo detuvieron en el norte de Serbia.
Y al igual que a Mladić, el TIPY condenó a otros ex líderes militares serbios por los crímenes cometidos en Bosnia y Herzegovina como Radovan Karadžić, Momčilo Krajisnik y Biljana Plavšić.

Fuente: http://www.icty.org/

Robledal del monte


La hermosa, pero severa, Doña Ignacia y el rústico, y a la vez agradable, Don Anastasio  nacieron a principios del Siglo XX en el municipio vasco de Beasain, aunque recién se conocieron al finalizar la Primera Guerra Mundial y a 11 mil kilómetros de distancia de su pueblo natal, en el extremo oeste de la provincia de Buenos Aires, justo en el límite con La Pampa, donde sus respectivas familias se instalaron para dedicarse a la actividad agropecuaria ya que se trataba de un vasto territorio verde, llano y con unos pocos montes que servían para brindar algo de sombra durante los intensos veranos o cierto resguardo en la época de lluvia invernal.
Mientras los padres y hermanos de Doña Ignacia vivieron de campo en campo y  ofreciéndose como mano de obra barata para distintos terratenientes, los familiares de Don Anastasio se radicaron en su propia tierra, en la que fundaron una escuela rural. Y si bien estas familias desarrollaron estilos de vidas distintos y hasta en determinados puntos contrapuestos, ésta no se trata de una típica historia de amor entre una joven pobre y un muchacho rico.
Cada familia es un mundo aparte, podría decirse sin demasiado riesgo a equivocarse. Sin embargo, todas ellas (dis) funcionan de un modo similar ya que los roles de sus integrantes son básicamente los mismos y lo que varía, principalmente, es la cantidad miembros de los grupos familiares.
Por ejemplo, Doña Ignacia era la menor de nueve hijos y la preferida de sus padres; en tanto que Don Anastasio siempre fue un chico conflictivo, que tenía un sólo hermano mayor que se encargaba de cuidarlo y, sobre todo, de evitar que se metiera en problemas como faltar al colegio, el cual estaba ubicado en el patio trasero de su propia casa.

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La principal razón por la que Doña Ignacia y Don Anastasio contrajeron matrimonio siendo tan jóvenes probablemente haya sido que apenas iniciada la relación entre ambos, ella quedó embarazada de Arturo, quien sería el único hijo de la pareja.
Todo parecía marchar de manera normal, o al menos de acuerdo a los estándares de aquella época, pero a los pocos años la mujer advirtió que ni siquiera su unión con los Robles –el apellido de la familia de su esposo- le iba a permitir abandonar la dura vida en el campo, ya sea trabajando para alguien más como lo había hecho de niña o en su propio latifundio como ocurrió después de casada.
Entonces, cuando su hijo tuvo la edad suficiente para asistir a la escuela por sus propios medios y aprender los oficios que le enseñaba su padre, decidió, de un día para otro, dejar todo eso atrás y desaparecer.
Tras la abrupta e inesperada partida de Doña Ignacia, nadie, ni su esposo ni su familia, supo a dónde se había marchado ni con quién, aunque sí entendieron, pero no aceptaron, que nada malo le había ocurrido y que se había marchado por decisión propia, buscando una nueva vida lejos de todos ellos.
Don Anastasio quedó sumido en una profunda vergüenza, por lo que luego de asegurarse que su hermano mayor cuidaría de Arturo del mismo modo que lo hacía con sus propios hijos, montó a su caballo y salió a buscar a Doña Ignacia. Y antes de partir, estando en la plaza del pueblo, le prometió a su hijo que pronto volverían a estar los tres juntos, pero esto no consoló al niño, quien rompió en un llanto desgarrador mientras veía a su padre alejarse a toda prisa por los caminos cubiertos de barro y en dirección al saliente.
Sin embargo, lo único que Don Anastasio encontró, tras recorrer durante días enteros otros pueblos más cercanos a los cascos urbanos, fue su muerte. Afortunadamente para él, no se trató de un deceso violento y traumático, sino que su corazón simplemente dejó de latir, tal vez por cansancio, tal vez por tristeza, o sólo porque sí, porque le llegó su hora.

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El pequeño Arturo quedó prácticamente huérfano en menos de un mes y si su padre se había sentido devastado por la partida de su esposa, difícil imaginarse lo que ese niño habrá sufrido. Por ello, su tío y sus primos, a los que él llamaría “hermanos de crianza”, procuraron brindarle la mayor contención posible y así lo hicieron hasta que siendo adolescente decidió ingresar a la Marina Mercante para viajar por el mundo.
Así, Arturo conoció los principales puertos de Brasil, como Río de Janeiro –incluyendo sus infaltables carnavales- y San Pablo; el Mar Argentino hasta el Canal de Beagle; la costa chilena y hasta la gélida y blanca Antártida.
Pero estos viajes debieron interrumpirse cuando Estela, una bella adolescente que el marinero había conocido en una de sus visitas a su pueblo en el oeste bonaerense, y cuya una de sus hermanas menores se había casado con uno de los “hermanos de crianza” de él, quedó embarazada y decidieron casarse.
Parecía que la historia de Don Anastasio se repetía en la vida de su hijo, quien había encontrado una mujer tan joven y hermosa como su madre, y que procedía de una familia gallega oriunda de Orense, la ciudad natal del papá del cantante Julio Iglesias. De hecho, Estela se jactaba de que sus padres habían conocido al artista de bebé, antes de emigrar a la Argentina, aunque aquel había nacido en Madrid.
Sin embargo, Arturo y Estela prefirieron radicarse en el conurbano bonaerense, cerca de las principales ciudades como la Capital Federal y La Plata, donde ambos pudieron desarrollar mejor sus respectivos oficios: ella como costurera y él como mecánico.
Y a pesar de que ninguno de los dos había terminado siquiera la escuela primaria, ambos lograron progresar y pudieron comprarse su propia casa y tener, de a uno por vez, sus propios vehículos particulares, entre ellos, una moto con sidecar en la que Arturo, a escondidas de su esposa, solía salir a buscar a su madre como un fantasma callejero, oculto a la vuelta de cualquier esquina.

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Pasaron varios años hasta que, contra todos los pronósticos, Arturo finalmente localizó a su madre, quien residía con una nueva pareja, pero sin hijos, en la localidad platense de Punta Lara, en el extremo de la provincia opuesto al lugar en el que había sido vista por última vez hacía más de dos décadas.
De qué manera la halló, todavía sigue siendo el mayor misterio familiar; lo cierto es que cuando Arturo fue a visitarla junto a su esposa y el pequeño José -el único hijo del matrimonio- para que reencontrarse y que ella conociera a su nuera y nieto, Doña Ignacia se rehusó a recibirlos y le pidió, por favor, que no volviera a contactarse con ella.
Ante esta situación, Arturo murió por segunda vez sin haber resucitado después de la primera, si es que eso es realmente posible; y nunca más volvió a acercarse a su madre, quien recién se contactó con él cuando José cumplió 18 años y ella ya había enviudado y se encontraba muy enferma, en el tramo final de su vida.

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La incapacidad para expresar sentimientos y emociones propios fue, sin lugar a dudas, la principal característica de esta familia. Y fue esa falta de comunicación la que terminó por arruinarla hasta el punto de que sus miembros se alejaron tanto el uno del otro que se quedaron solos.
Para algunos la soledad puede ser una elección, para otros una especie de castigo o penitencia; lo cierto es que cuando Arturo yacía en la cama del hospital, anciano y muy enfermo luego de haber malgastado su salud y su dinero en tabaco, alcohol y prostitutas, sus últimas palabras a su hijo José fueron: “Prefiero morirme, así no tengo que aguantar más la cara de culo de tu madre.”
José siguió la tradición del linaje Robles y al partir su padre sintió que una gran parte de él, también lo había hecho. Perdido, desatendió a su esposa y a sus tres hijos y se refugió aun más en su “exitoso” trabajo como secretario de empresarios millonarios, lo que le valió un fortísimo reproche de parte de su madre, con quien evidentemente no se había llevado del todo bien nunca. Y si él, Estela y Arturo lograron convivir, más o menos pacíficamente, durante décadas, lo hicieron gracias a que el primero funcionó como una especie de amortiguador entre marido y mujer.
La muerte de Arturo fue el principio del fin tanto para José como para su madre, y mientras él abandonó definitivamente a su esposa e hijos y entabló una serie de relaciones ocasionales con distintas mujeres de los estratos bajos de la sociedad que sólo lo acompañaban por conveniencia económica, ella se resguardó en su nuera y sus nietos, que fueron los que se encargaron de cuidarla cuando casi muere de una enfermedad del corazón, misma aflicción que padecía su hijo.
Resulta prácticamente imposible de creer que una madre deje de querer a su propio hijo. Podría decirse que va contra todas las leyes de la Naturaleza. Pero lo cierto es que además del abandono de Doña Ignacia; en la recta final de su vida, Estela no volvió a hablar con José, quien una vez jubilado quiso volver a vivir con ella, pero la mujer directamente lo echó de la casa y hasta cedió los derechos de la misma a sus nietos para que su único heredero no recibiera absolutamente nada.
Las historias familiares se repiten como en un círculo, muchas veces vicioso como en este caso; o como en los anillos del tronco de los robles duros y resistentes al paso del tiempo; firmes en el cada vez más raquítico monte de la vida.

AA
Junio 2017

Oro y sangre


La Capital del Petróleo o del “Oro Negro” está ubicada a los pies de un cerro de 220 metros de altura y a orillas del océano, en el corazón una la principal zona hidrocarburífera del país, y es la ciudad más poblada de su provincia y la segunda en importancia en la región sur del territorio nacional.
 Fundada a principios del Siglo XX, sus primeros residentes permanentes fueron unos inmigrantes galeses acostumbrados a la vida junto al mar, a los que luego se sumaron italianos, sudafricanos y, obviamente, argentinos.
 Desde un comienzo, este lugar funcionó como una colonia agrícola y ganadera que comerciaba sus productos a través de su propio puerto, el cual construyó el gobierno nacional y que fomentaría la actividad de la pesca.
 En medio de un clima árido y ventoso, la ciudad cambió para siempre en poco tiempo, a partir del  hallazgo de petróleo fluyendo por sus venas subterráneas, lo que provocó un boom económico por más de 70 años en los que también de desarrolló la actividad ferroviaria y militar.
 Pero a medidos de los '90 se desató una crisis total, la cual incluyó hasta un desplazamiento del cerro que dividió la ciudad prácticamente en dos y generó una serie de multitudinarias manifestaciones sociales que retumbaron en toda la nación.
 Recién a mediados del Siglo XXI la ciudad se reactivó pero las secuelas de los males acaecidos previamente siguieron afectando a sus más de 177 mil habitantes, distribuidos en dos zonas: la norte y la sur.
 La primera de esas zonas se caracteriza por su tradición petrolera y ferroviaria -ésta creció de la mano del oro negro- y cuenta con varias localidades que en los '80 intentaron obtener una municipalidad propia pero no lo lograron. En tanto, la sur es la más antigua y allí conviven los barrios comerciales con los más pobres y densamente poblados.

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Según datos de la justicia local, durante 2016 se consumaron en toda la ciudad un total de 22 homicidios dolosos, lo que arrojó una Tasa de Homicidios (TH) cada 100 mil habitantes de 12,7; más alta que la de la Capital Federal (6) y la provincia de Buenos Aires (8) pero más baja que la de otros distritos importantes del Interior del país como Rosario (20).
 Además de ser la ciudad con más asesinatos en toda su provincia, también registró en el mismo período la mayor cantidad de causas penales por otros delitos graves como el abuso sexual (130 casos) y los robos (1370).
 Mientras que del total de homicidios, trece fueron “simples” -peleas circunstanciales y ajustes de cuentas principalmente-, seis “agravados” -incluyen los cometidos en robos y con armas de fuego- y tres “femicidios”, es decir, por mediar violencia de género, existir una relación de pareja con la víctima y porque ésta se trató de una mujer.
 Uno de dichos femicidios fue cometido en perjuicio de Valeria, una joven de 24 años oriunda de Salta que residía en la Capital del Petróleo desde 2015 junto a su concubino, Mario, también salteño y de profesión albañil.
 Una fría noche de sábado de mediados de agosto pasado, Mario regresó a la pieza que la pareja habitaba en un barrio de la zona sur de la ciudad y comenzó a discutir con la joven, a quien terminó atacando con una de las herramientas con las que trabajaba en la construcción: un martillo.
 Con este pesado instrumento, el hombre, un año mayor que la mujer, golpeó varias veces en la cabeza a la víctima, que comenzó a gritar y sus gritos de auxilio fueron escuchados por el dueño del inquilinato que se acercó de inmediato hasta la habitación y al ver lo que ocurría forcejeó con Mario hasta arrebatarle de sus manos el martillo.
 Sin embargo, en medio de la lucha cuerpo a cuerpo, el albañil extrajo un cuchillo de cocina de entre sus ropas y le aplicó a Valeria al menos 24 cortes en tórax y abdomen, los que le provocaron la muerte en el lugar.
 Finalmente, el dueño del inquilinato logró reducir a Mario hasta que llegó la Policía y lo detuvo en una escena del crimen donde hallaron el cuerpo de Valeria tirado en el suelo, sobre un charco de sangre.
 Tras quedar preso, Mario declaró ante la justicia que él padecía epilepsia y que habitualmente sufría convulsiones, una de las cuales lo atacó en momentos en que se produjo el crimen de Valeria, por lo que debido a esto, según él, no podía recordar nada de lo ocurrido
 “No lo hice queriendo. Estaba todo bien con mi pareja y cuando recuperé el conocimiento ya estaba en prisión. No entiendo por qué hice esto, estoy arrepentido”, indicó el albañil, quien fue sometido a una serie de estudios médicos que concluyeron que, en realidad, se encontraba ubicado en tiempo y espacio, no padecía alucinaciones auditivas o visuales y comprendía la criminalidad de sus actos.
 De esta manera, la justicia lo consideró imputable y lo envió a juicio sin beneficiarlo con la excarcelación ya que entendió que existían riesgos procesales, como entorpecimiento de la investigación y riesgo de fuga.
 Y a la hora de elevar la causa a juicio -cuya fecha de inicio aun no fue fijada- la justicia valoró, entre otras pruebas, el testimonio clave del dueño del inquilinato que, además de presenciar el femicidio, declaró que si bien la pareja parecía “re enamorada” el “problema” era que Mario “se drogaba y bebía alcohol” con frecuencia.
 Por todo ello, Mario será juzgado por el delito de “homicidio doblemente agravado”, por mediar violencia de género y una relación con la víctima, y en caso de ser hallado culpable recibirá la pena de prisión perpetua.

AA
Febrero 2017