Transitar, ya sea por motivos de ocio o laborales, por el barrio porteño de Puerto Madero, el más joven de la Ciudad de Buenos Aires, puede resultar una experiencia muy placentera debido a la posibilidad de disfrutar, aunque sea por unos minutos, de su moderna y lujosa infraestructura, sus amplios espacios verdes y su extrema higiene, lo que lo convierte en una especie de maqueta o sitio turístico del Primer Mundo.
De hecho, uno puede dejar estacionado su auto durante varios días en el mismo lugar y es casi nula la probabilidad de que algo malo le ocurra. Es más, se lo podría dejar sin cerrarlo con llave y no correr ningún riesgo.
Y esto se debe, en gran parte, a la presencia de los efectivos de la Prefectura Naval Argentina (PNA), de los vigiladores privados de los numerosos edificios de viviendas particulares, hoteles y diversos locales comerciales, y del funcionamiento de las cámaras de seguridad que la convierten en una zona sumamente segura.
He recorrido las calles y plazas de este barrio durante años -más de diez-, especialmente por la tarde y sin prestarle demasiada atención a algunos detalles, como la existencia de un puesto de diarios que estaba siempre cerrado cada vez que pasaba por el mismo -tal vez, debido al horario-, y sólo en los últimos días me enteré de una expresión con la que se identifica a determinados personajes que, sigilosamente, también transitan por el barrio.
El reciente fallo del juez federal Julián Ercolini en el que el ingeniero informático Diego Lagomarsino fue procesado como “partícipe necesario del homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego” del fiscal de la UFI-AMIA Alberto Nisman, cometido en enero de 2015 en el complejo Le Parc de Puerto Madero, puso de manifiesto las tareas de inteligencia que aparentemente se llevaban a cabo en torno a la figura de la víctima.
En esa resolución -de 656 páginas y a la que se puede acceder a través del Centro de Información Judicial (CIJ)-, el magistrado manifestó que si bien “no pudo ser comprobada” la “existencia de personal de los servicios de inteligencia”, en esta etapa del proceso “existen diversos elementos de prueba que abonan esta presunción”.
Una de las “particularidades” que remarcó el juez fue la del “puesto de diarios ubicado en la intersección de la calle Aimé Painé con la Av. Azucena Villaflor” -en la esquina de Le Parc- al cual se refirieron varios vecinos del lugar con precisiones “sugestivas”.
Una mujer del barrio que declaró como testigo en la causa contó que los vecinos del complejo “no querían que ese puesto de diarios estuviera allí por una cuestión estética, no lo querían en la esquina, hicieron alguna fuerza no sé si por medios legales o por Prefectura, para que no se instalara. Sin embargo pese a todo el puesto se instaló”.
Esta testigo aclaró que Le Parc ya tenía “un diariero desde que empezó el edificio” y que éste no pertenecía al puesto de diarios nuevo.
“El diariero original que no tiene puesto ni nada siguió manteniendo sus clientes. El puesto nuevo
prácticamente no tenía clientes de Le Parc, era un puesto de diarios medio muerto. Yo pensaba siempre este hombre va a morir, no pasaba gente, nadie le compraba”, indicó la mujer.
Según este testimonio, el sospechoso puesto de diarios “estuvo abierto alrededor de un año” y que “después de lo de Nisman, a los tres meses aproximadamente, este puesto se cerró, y quedó ahí, cerrado”.
“Se me ocurrió después del hecho que podía ser alguien que lo estuviera vigilando, no lo sé, pero es lo que se me ocurrió pensar. El puesto ahora sigue allí cerrado, lo cual también me resulta raro porque es muy caro como para tenerlo ahí en desuso”, añadió.
Por su parte, otro vecino de Le Parc declaró que “siempre” le “llamó la atención” aquel puesto de diarios porque “tenía pocos diarios”.
“Si yo en vez de bajar a las 11 de la mañana, bajaba a la 1 del mediodía a comprar el diario, él ya no tenía nada”, describió el testigo que recordó al hombre que atendía el puesto como una “persona amable, simpática y sociable”, aunque nunca supo su nombre.
Respecto de este diarero, el vecino declaró que también le llamaba la atención “lo formado que estaba” ya que le resultó “una persona muy por encima de la media de lo que puede ser una persona que vende diarios, muy informado sobre todo, política, economía”.
Y remarcó que lo que más lo sorprendió fue que al día siguiente a que encontraron muerto a Nisman, él bajó “a comprar el diario y charlar con él suponiendo que él podría estar enterado de lo que había pasado, y no estaba, su puesto estaba cerrado”.
“Supuse que se habría tomado vacaciones, pero pasó el tiempo y él no aparecía y su quiosco siempre estaba cerrado, como si lo hubiesen abandonado”, sostuvo y agregó que el supuesto diarero reapareció “un día”, unos “seis meses” después del hecho: “Le pregunté qué había pasado y no recuerdo exactamente qué me dijo pero me acuerdo que me dijo algo pero al mismo tiempo no me dijo nada. Y después de ese día, desapareció, nunca más lo vi y el quiosco quedó siempre cerrado.”
Por otro lado, el juez Ercolini destacó como “otro elemento objetivo que fortalece” la hipótesis de la “vigilancia” que la Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no tenía registrado “permiso alguno otorgado ni vigente en el mes de enero del 2015 para el emplazamiento y/o utilización de puesto de diario alguno ubicado en Juana Manso 1185, ni asimismo en la intersección de Azucena Villaflor y Aimé Painé”.
Finalmente, el supuesto diarero, identificado como AJZ, se presentó a declarar ante la justicia y en su testimonial, según el juez Ercolini, surgieron “diversas inconsistencias que resultan llamativas” ya que primero dijo “desconocer” a Nisman pero “a la postre sostuvo que le vendía diarios y que
incluso recordaba el piso en el que aquél vivía”.
El supuesto diarero también dijo lo “dejaron sin suscripciones” y que por eso se fundió pero luego afirmó que, en realidad, “nunca” tuvo suscripciones.
“Tampoco debe perderse de vista que las explicaciones que dio en torno a la forma en la que adquiría los diarios a través de un amigo apodado 'Cacho' que supuestamente luego revendía, cuando en realidad después dijo que las ventas eran casi nulas, refuerzan la idea del extraño funcionamiento que tenía ese local de periódicos y revistas estratégicamente ubicado”, afirmó el magistrado en su resolución.
De hecho, a partir de estas vacilaciones y reticencias de parte de AJZ, la fiscalía suspendió la declaración testimonial del supuesto diarero y secuestró su teléfono celular para investigar la posible comisión de algún delito.
La principal hipótesis del juez Ercolini es que el potencial personal de inteligencia en cuestión pertenecía a la PNA, fuerza federal que tiene jurisdicción en todo Puerto Madero, como en cualquier otra zona costera del país.
En ese sentido, un marinero que oficiaba como adicional dentro de Le Parc, declaró que el sábado 17 de enero de 2015 -la noche del día siguiente Nisman fue hallado muerto de un balazo en la cabeza dentro del baño de su departamento- él prestó funciones entre las 7 y las 19, y que en ese lapso “advirtió la presencia de un efectivo integrante de la brigada de inteligencia del destacamento Puerto Madero de Prefectura Naval Argentina sentado en un banco en el Boulevard frente al complejo en cuestión, cuyo nombre no recuerda, estaba vestida con ropas de civil”.
Este testigo dijo que ésa fue la única vez que vio personal de la Brigada de Inteligencia en el lugar, que creía que estuvo allí por media hora y que no le preguntó el motivo de su presencia porque “a esta persona lo ve habitualmente en el destacamento”.
En tanto, un prefecto que se encontraba asignado a la guardia externa de vigilancia de la víctima, declaró que “tenía entendido que el jefe reforzó la seguridad con personal de inteligencia que no vestía el uniforme”.
“Quizás caminaban por mi lado y yo no lo sabía”, declaró el prefecto que aclaró que él supo de esto “por versiones de todos los compañeros que hablaban de la denuncia del doctor Nisman”. (N. de R.: el fiscal había denunciado a la ex presidenta de la Nación, Cristian Frnández, y otros funcionarios y allegados a su gobierno por el encubrimiento del atentado a la AMIA en 1994).
Y luego continuó: “Desconozco donde ellos tienen su oficina para trabajar. Porque ellos dependen directamente del jefe, con nosotros prácticamente no tienen relación.”
“En una ocasión posterior a la denuncia, cuando entré a Le Parc, personal de adicional que estaba ahí en ese momento me indicó una persona de civil que era de inteligencia, me dijo, mirá el que está allá, casi en el boulevard, son los de inteligencia que mandan por la cuestión de la denuncia”, declaró el prefecto y detalló que “esto tiene que haber sido el sábado 17, casi a las 22”.
Si bien coincidió con el supuesto agente de inteligencia que dijo haber visto el marinero, la descripción de esa persona no fue la misma ya que el prefecto dijo que era “flaco” y de “tez blanca”, y el otro había dicho que tenía la piel “oscura” y era “gordito".
Sin embargo, ambos testigos sí coincidieron en que esa persona tenía el pelo oscuro y prendas de vestir del mismo tono.
Un detalle que agregó el prefecto es que él vio que esta persona llevaba un aparato de radio ya que “se escuchaba el chillido de un Nextel”.
“Iba caminando por Azucena Villaflor, entonces yo le miré, él me miró, yo levanté la mano para saludarlo y él le contestó el saludo”, recordó.
Y por último declaró que el personal adicional que realizaba la guardia de 22 a 6 le dijo que la primera vez que vieron a un supuesto servicio de inteligencia había sido el 14 de enero, jornada en la que Nisman presentó su denuncia formal por el encubrimiento del atentado a la AMIA y cinco días antes de comparecer ante el Congreso para informar a los legisladores.
Mientras que desde la Dirección de Inteligencia Criminal de la PNA y del Servicio de Seguridad de Puerto Madero negaron ante la justicia la existencia de una consigna de personal de civil y/o inteligencia respecto a Nisman y/o el complejo Le Parc, y explicaron que “los agentes de ese tenor recorren toda la jurisdicción”.
En ese sentido, el juez Ercolini destacó que el mencionado prefecto que declaró como testigo dijo que las personas como la que apuntó eran conocidas como “Pasteros” y que éstos realizaban un curso básico a diferencia de los que efectuaba el resto del personal de inteligencia que duraba aproximadamente de un año.
“En la guardia creo que ni figuran”, relató el prefecto y agregó: “Si existe un registro de los Pasteros lo tiene el jefe (...) no sé exactamente si están regulados de la misma forma que los de inteligencia que hicieron el curso completo.”
Por ello es que el magistrado concluyó en que este personal figuraba en registros diferentes a los aportados por la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal de PNA.
En definitiva, para el juez de la causa quedó acreditado que, más allá de todo lo que rodeó -en el más amplio sentido de la palabra- la escena del crimen, Lagomarsino, quien en 2006 había sido presentado a Nisman por un tal "Moro" -agente de inteligencia del Ejército o la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA)- aportó el arma homicida a el o los autores materiales del hecho que luego de disparar contra el fiscal intentaron simular un suicidio con el aporte de cuatro policías federales afectados a la custodia de la víctima y que quedaron procesados por "encubrimiento" e "incumplimiento de los deberes de funcionario público".
Y si bien el perito en Informática siempre se declaró inocente, reconoció ante la justicia que "Moro" fue quien lo había aleccionado sobre cómo manipular el arma, la cual él mismo entregó al propio Nisman la tarde del sábado 17 de enero, cuando se presentó en el departamento del fiscal a pedido de éste, quien estaba seriamente amenazado hacía bastante tiempo.
AA
Enero 2017