La Capital del Petróleo o del “Oro Negro” está ubicada a los pies de un cerro de 220 metros de altura y a orillas del océano, en el corazón una la principal zona hidrocarburífera del país, y es la ciudad más poblada de su provincia y la segunda en importancia en la región sur del territorio nacional.
Fundada a principios del Siglo XX, sus primeros residentes permanentes fueron unos inmigrantes galeses acostumbrados a la vida junto al mar, a los que luego se sumaron italianos, sudafricanos y, obviamente, argentinos.
Desde un comienzo, este lugar funcionó como una colonia agrícola y ganadera que comerciaba sus productos a través de su propio puerto, el cual construyó el gobierno nacional y que fomentaría la actividad de la pesca.
En medio de un clima árido y ventoso, la ciudad cambió para siempre en poco tiempo, a partir del hallazgo de petróleo fluyendo por sus venas subterráneas, lo que provocó un boom económico por más de 70 años en los que también de desarrolló la actividad ferroviaria y militar.
Pero a medidos de los '90 se desató una crisis total, la cual incluyó hasta un desplazamiento del cerro que dividió la ciudad prácticamente en dos y generó una serie de multitudinarias manifestaciones sociales que retumbaron en toda la nación.
Recién a mediados del Siglo XXI la ciudad se reactivó pero las secuelas de los males acaecidos previamente siguieron afectando a sus más de 177 mil habitantes, distribuidos en dos zonas: la norte y la sur.
La primera de esas zonas se caracteriza por su tradición petrolera y ferroviaria -ésta creció de la mano del oro negro- y cuenta con varias localidades que en los '80 intentaron obtener una municipalidad propia pero no lo lograron. En tanto, la sur es la más antigua y allí conviven los barrios comerciales con los más pobres y densamente poblados.
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Según datos de la justicia local, durante 2016 se consumaron en toda la ciudad un total de 22 homicidios dolosos, lo que arrojó una Tasa de Homicidios (TH) cada 100 mil habitantes de 12,7; más alta que la de la Capital Federal (6) y la provincia de Buenos Aires (8) pero más baja que la de otros distritos importantes del Interior del país como Rosario (20).
Además de ser la ciudad con más asesinatos en toda su provincia, también registró en el mismo período la mayor cantidad de causas penales por otros delitos graves como el abuso sexual (130 casos) y los robos (1370).
Mientras que del total de homicidios, trece fueron “simples” -peleas circunstanciales y ajustes de cuentas principalmente-, seis “agravados” -incluyen los cometidos en robos y con armas de fuego- y tres “femicidios”, es decir, por mediar violencia de género, existir una relación de pareja con la víctima y porque ésta se trató de una mujer.
Uno de dichos femicidios fue cometido en perjuicio de Valeria, una joven de 24 años oriunda de Salta que residía en la Capital del Petróleo desde 2015 junto a su concubino, Mario, también salteño y de profesión albañil.
Una fría noche de sábado de mediados de agosto pasado, Mario regresó a la pieza que la pareja habitaba en un barrio de la zona sur de la ciudad y comenzó a discutir con la joven, a quien terminó atacando con una de las herramientas con las que trabajaba en la construcción: un martillo.
Con este pesado instrumento, el hombre, un año mayor que la mujer, golpeó varias veces en la cabeza a la víctima, que comenzó a gritar y sus gritos de auxilio fueron escuchados por el dueño del inquilinato que se acercó de inmediato hasta la habitación y al ver lo que ocurría forcejeó con Mario hasta arrebatarle de sus manos el martillo.
Sin embargo, en medio de la lucha cuerpo a cuerpo, el albañil extrajo un cuchillo de cocina de entre sus ropas y le aplicó a Valeria al menos 24 cortes en tórax y abdomen, los que le provocaron la muerte en el lugar.
Finalmente, el dueño del inquilinato logró reducir a Mario hasta que llegó la Policía y lo detuvo en una escena del crimen donde hallaron el cuerpo de Valeria tirado en el suelo, sobre un charco de sangre.
Tras quedar preso, Mario declaró ante la justicia que él padecía epilepsia y que habitualmente sufría convulsiones, una de las cuales lo atacó en momentos en que se produjo el crimen de Valeria, por lo que debido a esto, según él, no podía recordar nada de lo ocurrido
“No lo hice queriendo. Estaba todo bien con mi pareja y cuando recuperé el conocimiento ya estaba en prisión. No entiendo por qué hice esto, estoy arrepentido”, indicó el albañil, quien fue sometido a una serie de estudios médicos que concluyeron que, en realidad, se encontraba ubicado en tiempo y espacio, no padecía alucinaciones auditivas o visuales y comprendía la criminalidad de sus actos.
De esta manera, la justicia lo consideró imputable y lo envió a juicio sin beneficiarlo con la excarcelación ya que entendió que existían riesgos procesales, como entorpecimiento de la investigación y riesgo de fuga.
Y a la hora de elevar la causa a juicio -cuya fecha de inicio aun no fue fijada- la justicia valoró, entre otras pruebas, el testimonio clave del dueño del inquilinato que, además de presenciar el femicidio, declaró que si bien la pareja parecía “re enamorada” el “problema” era que Mario “se drogaba y bebía alcohol” con frecuencia.
Por todo ello, Mario será juzgado por el delito de “homicidio doblemente agravado”, por mediar violencia de género y una relación con la víctima, y en caso de ser hallado culpable recibirá la pena de prisión perpetua.
AA
Febrero 2017