El primer chico

Desde el cabezazo de Fernando Cavenaghi que significó el triunfo millonario en la Bombonera el 16 de mayo, había una puñalada clavada en el corazón de Boca, y por eso los xeneizes estaban sedientos de revancha.
Carlos Bianchi, tenía bastante claro cuál era el nivel de juego que venía demostrando su equipo en los últimos partidos disputados. Por eso, ese jueves 10 de junio, horas antes de partir hacia la Bombonera, el “Virrey” arengó a sus muchachos.
"Venimos mal, no estamos jugando bien, pero vamos a salir con la actitud que siempre demostramos. Les dije que a Sao Caetano le íbamos a ganar por un gol de diferencia. Me equivoqué por muy poco, pasamos por penales. Todos los partidos son difíciles y los que vienen también serán muy duros. Seamos prudentes. Tengamos perfil bajo. No hablemos de más. Los quiero ver en la final”, fueron las palabras del entrenador.
Esa mañana no hubo declaraciones polémicas a la prensa de parte de los jugadores xeneizes, es más, algunos prefirieron evitar el contacto con los periodistas.
El hotel Intercontinental, el búnker xeneize, fue testigo del paso de varios de los familiares de los jugadores y hubo algo que llamó la atención y que contó un allegado al plantel: "Hablaban de cualquier cosa, menos del partido".
Como cada día que hay que jugar, Bianchi se levantó temprano, antes que todos, y leyó los diarios. Hubo almuerzo de pastas, siesta, charla técnica y a las 18.51 partieron rumbo a La Bombonera. A las 20.57 saltaron a la cancha.
Por el otro lado, la intimidad de River fue parecida a la de un día normal. Aunque, de seguro, la procesión fue por dentro. La mayoría de los jugadores se levantó casi sobre el mediodía, porque en la noche del miércoles, en la concentración del primer piso del Monumental, las charlas en las habitaciones se extendieron hasta pasadas la 2.
Entre los más madrugadores aparecieron Luis González y Daniel Montenegro, y uno de los más dormilones fue Eduardo Coudet.
A las 12.30 empezó el almuerzo con ensaladas y fiambres; pollo y pastas de plato principal; y después, frutas y ensalada de frutas.
Hubo siesta para algunos, navegación en Internet para otros y cartas para los desvelados. Todo hasta las 17, hora de la merienda. Y después, pasaditas las 18, Astrada dio la charla técnica en la que confirmó el equipo y el banco.
A las 18.37, el micro de la empresa Chevallier con el plantel de River a bordo salió hacia la Bombonera y más de 300 hinchas lo despidieron de espaldas a la platea San Martín. En el micro, Franco Constanzo, Daniel Montenegro, Maximiliano López y Fernando Cavenaghi se encargaron de ponerle música a la batucada riverplatense con bombos y redoblantes.
A las 19.20, el micro llegó a La Boca pero la alegría se excedió y comenzaron los problemas. Desde el mismo ómnibus salió un disparo de pirotecnia y se encendieron bengalas de humo, rojas y blancas.
Como si fuera poco, el plantel de River se bajó tapándose la nariz; lo que provocó la ira de los hinchas xeneizes que estaban en el playón de estacionamiento. La respuesta de estos no se hizo esperar. Les arrojaron algunas piedras al vehículo, mientras que la policía secuestró del ómnibus y una importante cantidad de pirotecnia.
Esta llegada con incidentes era un presagio de lo que sería el desarrollo del partido y una consecuencia directa de todo lo que se había dicho en los días previos al encuentro. El clima estaba muy tenso y este hecho disparó las declaraciones cruzadas de los dirigentes de ambos clubes.
Domingo Díaz, vicepresidente de River Plate, iba dentro del micro que llevaba al plantel y defendió a los suyos argumentando que ellos no incitaron los problemas. “La gente de Boca nos tiró piedras antes de entrar al estadio y se rompieron los vidrios”.
En contraposición, José Beraldi, vicepresidente del fútbol profesional de Boca Juniors declaró que “fueron los propios jugadores de River”, los que provocaron los destrozos.
Pero no se trató de una mera discusión ya que hubo una intervención directa de la Justicia. El fiscal Pavlosky pidió los nombres y número de documentos de todos los ocupantes del ómnibus; además, labró dos actas a los futbolistas: una por provocación y otra por uso indebido de pirotecnia.
"Se secuestraron algunos elementos dentro del ómnibus. Creemos que los jugadores de River incitaron a la violencia. Veremos que sanción merecen. Hablé con el conductor y no me supo decir quien rompió el vidrio. Sí me dijo que fue antes de llegar a la cancha", explicó el fiscal.
Al final, el micro de River fue confiscado por orden judicial y fue a parar a la comisaría 24ta. Por eso, el ómnibus Chevallier 4870 terminó con fajas de clausura y debió ir a la Bombonera el interno 4250 de la misma empresa para recoger a los jugadores de River.
Ya dentro de la tranquilidad del vestuario, los jugadores se encontraron con la prolijidad de siempre de los utileros: la camiseta envolviendo las medias y el pantaloncito; los botines de cada uno, el buzo para transpirar de repuesto para cada arquero, las calzas que siempre reclama Horacio Ameli, las binchas que siempre usan Lux y Garcé, y la remera con la foto del nene de “Lucho” González que el volante siempre se pone debajo la camiseta.
Ya cerca de las 20.56 llegó la orden de salir a la cancha.

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