El Comité de Seguridad informó el lunes 7 que en el primer clásico copero iba a haber 800 efectivos policiales en el operativo de control y vigilancia, unos 200 menos que en el último superclásico disputado en la Bombonera. Parecía una broma de mal gusto que después de tanto que se había hablado de las medidas seguridad dispusieran menos personal que en el antecedente más cercano.
Pero claro, de alguna manera los dirigentes y las autoridades del área tenían que justificar la insólita ausencia de los hinchas visitantes y, al mismo tiempo, querían demostrar que se trataba de un partido de “alto riesgo”. O sea que fuimos víctimas de nuestra propia creación.
Ese mismo día comenzó el expendio de localidades en Boca. De 8 a 18, en Casa Amarilla y sólo se iban a vender adicionales a 7 pesos para que los asociados puedan ingresar en las tribunas populares. En aquella jornada se vendieron 15.304 localidades. Mientras que las 2700 plateas que había disponibles fueron reservadas para los invitados vinculados al club. Estas últimas eran las entradas de protocolo y “de favor”, como se las conoce comúnmente.
Por su parte, en River decidieron instalar tres pantallas gigantes y los socios iban a poder acceder al estadio gratis para ver el partido.
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