VIII

Agustín despertó y aún sostenía el teléfono satelital mientras Enrique trataba de sacárselo. “Dame el teléfono”, le ordenó el jefe militar y luego le arrebató el aparato. Ante esa situación, Sergio empujó a Oscar, pero Francisco intervino: “¡Cálmense todos! Escuchame Enrique, Daniel sólo quería hablar con él (por Agus) y le traje el teléfono”.
-¿Dejaste que Daniel hablara con él?
- Dijo que podía ayudar.
- Daniel ni siquiera puede ayudarse a sí mismo- intercedió el médico del barco.
- Afuera, ahora- ordenó Oscar a Agus, que seguía en silencio, aturdido, a pesar de que la alarma ya había terminado de sonar -El capitán quiere hablar con vos.
- Y yo quiero hablar con el capitán- sostuvo Sergio.
- Me voy a asegurar de decírselo. Mientras tanto, sentate.
Luego, Enrique, Omar y el médico salieron del camarote y cerraron con llave la puerta. Nuestro viajero, en tanto, miró que en su palma tenía escritas las cifras que Daniel le había dicho por teléfono y él luego contado al científico en la UBA, y buscó la linterna con la que lo habían revisado los ojos.”Necesito regresar”, indicó, mientras se iluminaba la vista.
-¿Regresar a dónde? ¿A la isla?- preguntó Sergio.
- Dijo que me podía ayudar. Me dijo lo que tenía que hacer.
- Agus, explicame qué pasa.
- ¿Agustín? ¿Vos sos Agustín?- inquirió el enfermo.
- ¿Te conozco?- dijo Agus.
- Soy Jorge Méndez. Soy el oficial de comunicaciones. Antes de que me ataran acá, todas las llamadas hacia y desde el barco pasaban por mí. Y cada tanto tenía esta luz titilando en mi consola. Una llamada entrante. Pero teníamos órdenes de nunca atenderla.
-¿Y? ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
- Esas llamadas provenían de tu novia, Victoria Williams.
Agustín lo miró sorprendido y luego se volvió a desmayar.

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