Tenés que confiar en mi”, dijo Agustín, sentado en el cuarto de radio. “Confío en vos, pero tenés que acordarte de ese número”, le respondió Sergio, quien seguía conectado el teléfono inalámbrico con las baterías de una lámpara portátil, que había encontrado de casualidad, y los cables pelados de los equipos dañados.
- 02322 430120, 02322 430120, 02322 430120. Es un número de Buenos Aires.
- Excelente- dijo el provinciano, mientras marcaba el número. -El parche está hecho, pero no sé cuánto durará la batería. Esperó que esté.
- Yo también lo espero- respondió Agus, quien luego tomó el teléfono y apoyó el auricular en su oído, al tiempo que del otro lado de la línea sonaba y sonaba, pero nadie atendía.
Mientras esperaba ansioso, nuestro viajero recordó que al marcharse del departamento de Victoria, ella lo había visto desde la ventana del primer piso que daba a la calle. Cuando él se volteó y la vio, ella cerró las cortinas. Entonces el siguió caminando despacio, triste pero con una extraña sonrisa dibujada en su rostro. Cerró su campera de cuero y atravesó aquella callecita de adoquines adornaba con antiguos faroles que alumbraba la noche que acaba de arribar.
- ¿Hola?- se escuchó decir a una mujer del otro lado de la línea.
- ¿Victoria?- preguntó Agus con los ojos bien abiertos y con los rastros de sangre aún en su nariz.
- ¿Agustín?
- Vicky, Vicky, contestaste.
- Agus, ¿dónde estás?- preguntó ella mientras caminaba de un lado al otro de su living, en el mismo departamento dónde habían hablado por última vez, ocho años antes, y ahora se veía un amplio y brillante árbol de Navidad.
- Estoy, estoy, estoy en un barco. Estuve en una isla, Vicky. Dios mío, Vicky, ¿Sos realmente vos?
- ¡Si, soy yo!- dijo ella llorando.
- Me creíste. Todavía te preocupas por mí.
- Agus, estuve buscándote los últimos tres años. Sé sobre la isla. Estuve investigando y luego cuando hablé con tu amigo Carlitos, entonces supe que estabas con vida. Ahí me di cuenta que no estaba loca.
Agustín sonrió lleno de felicidad y con lágrimas en sus ojos cansados, y luego la conexión empezó a llenarse de interferencia.
- Agus, ¿estás ahí?
- ¡Si, si, sigo acá! ¿Podés escucharme?
- Si, si, ahora te escucho mejor.
- Te amo, Vicky. Siempre te amé. Lo siento mucho. Te amo.
- Yo también te amo- dijo ella con la voz entrecortada.
- No sé dónde estoy, pero…
- Te encontraré, Agus…
- Te prometo…
- No importa qué…
- Regresaré contigo…
- No me rendiré…
- Lo prometo…
- Lo prometo…
- ¡Te amo!
- ¡Te amo!- dijeron él casi al mismo tiempo que ella, tras lo cuál, se cortó definitivamente la comunicación.
Luego, nuestro viajero se quitó el auricular del oído y Sergio, quien había permanecido toda la charla parado a su lado, le dijo: “Lo siento, la fuente de poder se murió. Es todo lo que teníamos”. Agustín entonces se volteó y se acercó hasta su amigo y le estrechó la mano.
- Gracias, Serg. Fue suficiente.
- ¿Ahora estás bien?
- Si. Estoy perfecto.
AA
Marzo 2010
Amé esa parte de la historia!
ResponderBorrarC.B.