Sueños Escritos: III

 El lugar donde me encontraba era oscuro y cavernoso, con distintos ambientes en desnivel separados por arcadas. Desde que aparecí allí no estuve solo ya que acompañaba a varios de mis amigos y compañeros del secundario que estaba de festejo. Dedujo aquella situación porque los vi bien vestidos, incluso uno de ellos llevaba un traje, y reunidos alrededor de una torta.

 Al mismo, en un sector del salón principal, un grupo de policías de civil, encabezado por el comisario, un típico pelado de bigotes, rodeaban a un hombre mayor de edad al que pretendía reducir, por lo que lo tomaban de los brazos.

 Cuando me quise acercar hasta esas personas, el comisario me cruzó a mitad de camino y me contó que ese hombre lo tenían que detener porque había atropellado y matado a un transeúnte, y luego huido sin auxiliar a la víctima. “Un boludo”, opinó el jefe policial.

 Luego, mientras mis amigos y compañeros seguían reunidos a la distancia, el comisario me condujo hacia el sector opuesto del salón, donde había una especie de laboratorio.

 Allí se encontraba Jack Shepard, con su ambo blanco, y al verlo me sorprendí porque no podía entender cuál era su relación con todo lo que estaba sucediendo en ese lugar.

 Ante mi asombro, Jack y el comisario me explicaron que estaban analizando al hombre detenido porque éste tenía un problema cerebral, por lo que me acerqué hasta el sospechoso-paciente en el mismo momento en que los policías que lo sostenían en el aire, boca abajo y con la cabeza hacia mi lado.

 Y en medio de esa maniobra los efectivos abrieron con sus propias manos el cráneo del hombre, como si se tratara de un matambre, y pude ver en el centro de la cabeza un trozo esférico de carne blancuzca, del tamaño de una pelota de tenis.

 Impresionado, di media vuelta y me encontré de frente con Jack que me dijo que quería hacerme unos análisis para saber si yo podía padecer el mismo tumor, por lo que segundos después me desperté con una extraña sensación en la coronilla y con dolor de cabeza.

AA
Febrero 2011.

Sueños Escritos: II

 Miré al frente y me encontré parado en la popa de un enorme crucero pero que tenía los camarotes bajo cubierta y en ella amplias velas recogidas ya que la embarcación de impulsaba a motor. Había mucha gente a bordo de la misma, pero no pude reconocer a nadie, sólo alcancé a ver la figura del capitán que timoneaba al lado mío. Atardecía cuando el barco se acercó a la costa de la ciudad y comenzó a bordear el sector de la orilla compuesto por altos montes verdes. El capitán me dijo en ese momento que había que ir despacio porque esperábamos a unos amigos que estaban prisioneros e iban a escaparse en el crucero, por lo que en cualquier momento iban a saltar desde los montes a la cubierta.

 El crucero siguió navegando muy lentamente hasta alcanzar el muelle donde, en vez de nuestros amigos, apareció Hitler con un grupo de custodios dispuestos a abordar la embarcación. Como el líder nazi abordó por la fuerza y, al mismo tiempo, era el captor de los prisioneros que pretendíamos rescatar, el capitán siguió su curso y aceleró la marcha. Pero a los pocos minutos, soltó el timón y se arrojó al agua.

 Ante esa situación, entré en pánico porque no sabía timonear, los mismos que el resto de los tripulantes, que comenzar a correr de un lado al otro del crucero pero ninguno se hizo cargo de navegar, por lo que el crucero fue cada vez más rápido y en dirección a la costa que empezaba a cerrarse ya que se trataba de una bahía.

 Sin moverme desde lo alto de la popa, vi como el barco se incrustó en el puerto que se asemejó al de una isla flotante ya que se fue partiendo en dos, como una maqueta de plástico. Ante esa situación los tripulantes decidieron arrojarse del barco mientras que en tierra, las personas, que se veían como en miniatura, fueron aplastadas por esta especie de Titanic sin control. Hasta que finalmente la embarcación se detuvo tierra dentro, en un barrio de casas bajas con jardín y amplias veredas custodiabas por tupidos árboles.

 Tras encallar, descendí del barco y me interné en un chalet de ladrillos. Era de noche y en el jardín de esta vivienda, que fue utilizado como refugio muchas otras personas, reinaba la oscuridad. Allí, se presentó Julio, quien comenzó a reprenderme e insultarme ya que me señalaba como el responsable del terrible accidente. Es que, según él, el barco pertenecía al colegio en el que yo había curado y del que Julio era socio honorario, por lo que la institución debía hacerse cargo de los costos de los daños ocasionados en la ciudad.

 No entendí por qué me culpaba, ni mucho menos la forma violenta e irrespetuosa en lo que lo hacía, por lo que la sorpresa me impidió explicarle que yo no había podido hacer nada para evitar tremenda tragedia ya que no sabía timonear el barco y que, en realidad, lo que buscábamos era rescatar a nuestros amigos prisioneros.

 Pero Julio estaba muy agresivo, por lo que Mariano, un ex compañero del colegio que estaba en el chalet que estaba vestido con un traje negro, corbata y zapatos del mismo color y camisa blanca, intercedió y le pidió que se calmara.

 Más que defenderme, “Pato”, como lo apodan a Mariano, quiso aprovechar que conocía a Julio desde que era un niño y sus padres eran amigos de este. A partir de esa mediación, Julio se calmó un poco y se quedó charlando con Mariano, mientras me retiraba del chalet, en medio de la oscuridad, con lágrimas en los ojos y lleno de angustia, la misma que sentí apenas abrí los ojos y me encontré acostado en mi cama, con una mañana lluviosa y ventosa como escenario de un nuevo día.


AA
Enero 2010.

Sueños escritos

A continuación, se estrena una nueva sección que consta escribir sobre lo que recuerdo de mis sueños. Claro que ustedes no pueden saber si estaré faltando o no la verdad, tan cierto como que yo no puedo controlar mi subconsciente. Por lo tanto, no les cabe otra posibilidad que analizar el contenido de lo que escribo y compararlo con los aspectos que alcancen a conocer de mi personalidad para tener una vaga idea de si estas historias realmente ocurrieron en mi mente y que significado podrían llegar a tener. Cabe aclarar, que sólo me remitiré a lo sueños que involucran a personajes famosos ya que es imposible que el lector conozca a todas las mismas personas que yo y les asignen un valor. 



Lo primero que vi fue a Kirchner en el hall de un edificio que parecía un aeropuerto. Las paredes eran de mármol negro y el piso del mismo material pero de un gris reluciente. Él se encontraba en un rincón junto a uno de los laterales en el que había una gran puerta de vidrio blindado que no podía abrirse. Mientras tanto, el hall estaba copado por un grupo comando.

Por su parte, Darín permanecía encerrado en un habitáculo parecido a una cabina que se conectaba al hall por un blindes espejado, por lo que él podía ver lo que ocurría afuera, pero los de afuera no podían verlo.

Darín luchó hasta que encontró una ranura en el blindes que le permitió arrancarlo con sus manos y salir de esa cabina en el momento en que se disponían a dispararle a Kirchner. Ante esa situación, Darín se abalanzó sobre la tiradora y le empujó la mano que empuñaba el arma, por lo que el disparo salió hacia el piso, rebotó y dio en las paredes hasta que impactó en otro de los comandos que cayó muerto en el acto.

Luego, Darín se apoderó de las armas del resto y de un salto se paró delante de Kirchner, pero dándole la espalda, como si fuera un escudo humano, y pasando su brazo izquierdo por arriba de su cabeza le entregó una pistola ametralladora que Kirchner tomó y cargó con suma habilidad.

Los comandos no atinaron a hacer nada, de hecho, casi ni aparecieron en el cuadro, y los dos hombres salieron del hall y abandonaron el edificio bajando por unas escaleras. Afuera había sol y ambos se fueron caminando a la par por la vereda. Y en ese instante se escuchó la voz en off de Darín: “´Hagamos la revolución en el mundo´, me dijo. ´Si, del tránsito´, bromeé. Y me respondió: ´Juro, si juro´”.

En la siguiente escena del film dirigido por mi mente pude ver a Kirchner sentado en la cima de una profunda tosquera en la que el agua estaba calma pero enturbiada por una sustancia blancuzca. Allí, él, siempre de traje, charlaba con una chica a la que le decía que estaba solo, a lo que ella le indicó que se buscara a alguien que lo acompañara. Pero Kirchner le respondió que le costaba hacerlo, a diferencia de los jóvenes como ella a los que les resultaba más fácil.

Al final, me alejé de la tosquera caminando en el agua, que resultó no estar sucia, hasta un rancho cercano, construido en madera y que tenía una puerta de alambre. Entré y me senté en un piso en desnivel, más bajo que el de la calle…

AA
Noviembre 2010.