1958-1961: Triunfo del acuerdo UCRI-Perón y los sindicatos recuperan la CGT*

* Basado en un texto de Julio Godio

En enero de 1958 se firmó el pacto Perón-Frondizi y en las elecciones de febrero de es año el peronismo apoyó a la UCRI, al tiempo que ésta se comprometió a legalizar al peronismo, entregar la CGT a los sindicatos y terminar con las persecuciones a los dirigentes políticos y sindicales de esa fuerza política.

 La UCRI no estuvo acompañada sólo por el peronismo sino también por el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda, y su triunfo significó una doble derrota para la Revolución Libertadora ya que, por un lado, puso en marcha un plan económico desarrollista-industrialista que fue la antítesis de los distintos programas de estabilización y crecimiento por exportaciones tradicionales aplicados durante el gobierno provisional y, por el otro, finalmente reconoció la legitimidad del peronismo y la apertura hacia el levantamiento de su proscripción.

 Para el peronismo, el triunfo de la UCRI y la perspectiva de recuperar la legalidad, significó el fin de la etapa de resistencia e intentos insurrecciónales, y para el sindicalismo afín se abrió la posibilidad de recuperar la CGT.

 De todos modos, el nuevo Gobierno era consciente de que su poder se basaba en una alianza circunstancial con el peronismo, que las FF.AA. estaban en su contra por el programa desarrollista-industrialista y con el acuerdo con Perón, y que tenía como enemigo a la UCRP.

 Para el presidente Frondizi, los primeros cien días fueron decisivos para emprender su plan económico, por lo que entre mayo y agosto del 58´ se lanzó a establecer alianzas con el peronismo, los sindicatos, la Iglesia y establecer una cooperación con los EE.UU.

 En ese marco, sus medidas fueron aumentar los salarios, la sanción de la Ley de Amnistía, la derogación de los decretos que imponían restricciones a la actividad político-sindical, el anuncio de una política petrolera basada en el autoabastecimiento con inversiones extranjeras en capital y tecnología, y el posicionamiento favorable a la libertad de enseñanza.

 La Ley de Amnistía y el levantamiento de prohibiciones al peronismo tuvieron efecto limitado ya que algunos jueces no la extendieron a políticos peronistas y no alcanzaron a Perón.

 Mientras que a través de su obra “Petróleo y Política” defendió la nacionalización de los yacimientos y el monopolio en la exploración, explotación y comercialización de los hidrocarburos. La idea fue lograr el crecimiento a base de sectores claves de la economía como energía, químicos, siderurgia, petroquímicos, trasporte, industria automotriz, etc.

 Pero esta política económica desarrollista generó la oposición frontal de la UCRP, la izquierda socialista y comunista, y el inicio de discrepancias dentro de la misma UCRI.

 En cuanto a la libertad de enseñanza, Frondizi anunció el objetivo de reglamentar el artículo 28 de la Constitución Nacional limitando el “monopolio oficial en materia de enseñanza”. Esto fue una concesión a la Iglesia Católica, por lo que la reacción estudiantil en contra fue masiva.

 Esa manifestación opositora fue liderada por la FUBA, que por entonces estaba controlada por una alianza entre la juventud de la UCRI y la Federación Juvenil Comunista, “La Fede”.

 Finalmente, estas medidas tomadas por Frondizi fueron una especie de “boomerang” para el presidente ya que la UCRP, el PC, el PS y el peronismo se opusieron a la política petrolera y un amplio bloque liberal-izquierda a la educativa.

1957: Parte II*

* Basado en un texto de Julio Godio.

 
Mientras tanto, en el movimiento sindical fracasaron los intentos del gobierno y de los partidos no peronistas de crear una fuerza antiperonista pese a la intervención de la CGT y sindicatos afiliados, al tratamiento preferencial a los gremios controlados por sindicalistas “democráticos”, y la operación directa del Estado en los conflictos obrero-patronales.

 De esta manera, la columna vertebral del movimiento obrero seguía intacta y esto se debió, en parte, al despliegue entre 1955 y 1957 de acciones reivindicativas contra los congelamientos salariales que se desarrollaron en los niveles de empresa y rama de actividad.

 Estas acciones reivindicativas permitieron reorganizar a los sindicatos y desarrollar una nueva forma de cooperación basada en acciones intersindicales entre peronistas y comunistas que llevaron a conformar una dirección sindical paralela a la CGT intervenida.

 Otra razón de consolidación de esa columna vertebral obrera fue la constitución en septiembre de 1957 de las 62 Organizaciones que se transformó en el núcleo de dirección política del sindicalismo peronista y permitió cohesionar se movimiento en todo el país.

 Sin embargo, el cuadro político de dirigencias sindicales no era homogéneo. A principios del 57´, existían los gremios democráticos, antiperonistas y vinculados al Gobierno; los democráticos independientes que criticaban al gobierno e iban acercándose a la oposición peronista-comunista; y los sindicatos no normalizados o intervenidos.

 Además, sobre la base peronista, comunista e independiente se creó la Comisión Coordinadora Intersindical de Gremios Normalizados (IS) que jugó un papel activo en apoyo a huelgas sectoriales ferroviarias y de municipales de ese año.

 De hecho, en junio se convocó a un paro nacional de una hora, el primero luego del golpe militar del 55´. Y si bien fue terminó siendo una medida de fuerza parcial, demostró el importante grado de recuperación de los sindicatos.

 Luego, el 12 de julio hubo una huelga general de 24 horas que si fue exitosa.

 En ese marco, el Congreso Normalizador de la CGT realizado en mayo resultó un fracaso para el Gobierno ya que a partir de esa convocatoria surgieron las 62 Organizaciones peronistas, los 32 Gremios Democráticos y las 19 Organizaciones comunistas e independientes. Aunque este último se disolvió a fines de año y luego se transformó en el Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical (MUCS) de orientación comunista.

 Las 62 Organizaciones demostraron que el sindicalismo peronista había recuperado su capacidad de hacer política y articuló un discurso sobre la base de un programa de cinco puntos:

1. Libertad de los detenidos gremiales y levantamiento del estado de sitio
2. Derogación del decreto reglamentario de huelga
3. Derogación del decreto de congelación de salarios
4. Aumentos de emergencia
5. Reanudación del Congreso de la CGT.

Sobre la base de estos puntos las 62 y 19 Organizaciones realizaron dos paros generales, uno de 24 y otro de 48, entre septiembre y octubre del 57´, en tanto que el “sector político” del peronismo permaneció pasivo y disperso.

AA
Septiembre 2011

1957: La resistencia sindical es política y partidaria - Parte I*

* Basado en un texto de Julio Godio.

En 1957 era difícil para el bloque militar-civil en el poder desarticular política e ideológicamente al peronismo ya que no alcanzaba con proscribirlo o intervenir la CGT para desalojar al Movimiento de la sociedad civil. Se lo podía desalojar temporalmente de la sociedad política pero resultaba imposible desarraigarlo culturalmente de la conciencia obrera y popular, ya que los trabajadores rechazaban todas las demás ideologías como el liberalismo, el socialismo y el comunismo, a las consideraba ajenas y opuestas a sus intereses, por lo que sólo se reconocían a sí mismos como peronistas.

 Dentro de los partidos políticos que daban sustento al Gobierno Provisional se plantearan dos posturas: una, la de reeditar una especie de Unión Democrática contra el peronismo, o la opuesta, la de intentar formar un bloque político liderado por Arturo Frondizi, presidente del Comité Nacional de la UCR, e incorporando subordinadamente al peronismo. 

 El frondizismo comenzó a jugar un papel de eje de la oposición al régimen de la Revolución Libertadora y planteo la necesidad de formar un frente "Nacional-Popular" que representara a la clase obrera, la pequeña burguesía, chacareros y al empresariado nacional, bloque cuyo enemigo era la oligarquía liberal. Esta estrategia de acercamiento veloz al peronismo incluyó la defensa del sindicalismo peronista.

 Pero esta postura no tardó en causar el enojo tanto del partido radical como del Gobierno, lo que produjo la división entre la UCRP (del Pueblo), una alianza entre liberales conservadores moderados liderada por Ricardo Balbín.; y la UCRI (Intransigente), liderada por Frondizi.

 La división de la UCR hizo inviable la realización de la asamblea Constituyente convocada para ese año por el boicot de los intransigentes que protestaron por la ausencia del prescripto peronismo.

 Así, durante 1957 se agravó la dicotomía entre democracia y pueblo, ya que, por un lado, el refuerzo por introducir reformas políticas liberales y democráticas quedaba restringido a los partidos y fuerzas sociales que sustentaban al Gobierno, mientras que las reivindicaciones sociolaborales concretas eran asumidas por el peronismo.

 El país político no sólo continuó dividido entre peronismo/antiperonismo, sino que le sumó la alianza en gestación entre la UCRI y el Movimiento que dio a esa contradicción la forma de oposición entre “liberalismo oligárquico” vs. “nacionalismo popular”.

 De esta manera, resultó imposible realizar las elecciones en un ambiente de tranquilidad social y aplicar una política económica de estabilización de los ingresos de la población, por lo que los iniciales objetivos de reestructurar la economía dejaron lugar a medidas de emergencia para evitar el deterioro de la situación social.

Libertad con respeto

 Los movimientos masivos, independientemente de las banderas que agiten, en este último tiempo tienden lamentablemente a asfixiar la individualidad de las personas a la hora de que éstas expresen su voz, su voto, tengan participación y tomen decisiones tanto en su vida privada como en el ámbito social. Tampoco parece ser una tendencia embanderarse con una especie de anarco individualismo, como una filosofía de vida opuesta al concepto de masas.

 A mitad de camino, los grupos no masivos conformados a partir de una asociación voluntaria de personas -y no me refiero a las denominadas "vanguardias"- pueden contar con una estructura horizontal que al momento de participar y decidir no condicione al individuo y su autonomía, lo que sí ocurre en las agrupaciones masificadas a raíz de la presencia inalterable de una única vía de poder vertical por la que las decisiones suben desde las bases hasta la cima desde donde luego regresan las políticas a aplicar.

 En este proceso basado en un enfoque sistémico en el que las partes dejan de ser “una” para formar un “todo”, no se cuestiona el derecho a que los que están en la base de esa pirámide voten libremente para elegir quien merece estar en la cima y al que le transfieren su poder, pero sucede que en casos como Argentina, muchas veces la elección no es libre y el que ejerce el liderazgo casi siempre termina por tomar decisiones que no respetan los intereses de aquellas masas que alguna vez le confiaron su voz y su voto.

 Las agrupaciones voluntarias no masivas pueden representar la mejor opción para trabajar en conjunto sin que, por un lado, las personas que las conforman pierdan la capacidad de expresarse individualmente y, por el otro, el poder no se concentre en muy pocas manos, que muchas veces son tan sólo dos.

 Se podría citar al peronismo como un ejemplo de movimiento de masas o el cooperativismo como una  agrupación voluntaria  no masivas; sin embargo, desde este comentario no se propone debatir sobre rótulos ni categorías, sino promover que las ideas se expresen en acciones concretas con el nombre que cada uno considere el más apropiado. Aunque, tal vez, esa tarea meramente nominal tampoco llegue a ser necesaria.

 En definitiva, se puede ser libre, siempre y cuando haya respeto por el prójimo, en especial, hacia el que piensa diferente a uno.

AA
Septiembre 2011

1956:Parte III

*Basado en un texto de Julio Godio.

En el interior del Gobierno Provisional se desarrolló a partir de febrero de 1956 una intensa polémica acerca de la naturaleza del aumento masivo del 10% en los salarios. Se plantearon dos posturas: Los duros como Álvaro Alsogaray y otros liberales de derecha sostenían que se debían mantener congelados los salarios y liberar los precios, y los blandos, entre los que se encontraba el propio Prebisch, postulaban la necesidad de convocar a negociaciones colectivas paritarias y que empresarios y trabajadores fijaran los incentivos salariales y condiciones de trabajo por rama de actividad, aunque el gobierno se reservaba la capacidad arbitral.

 Estas posiciones encerraban ideologías diferentes en función del sistema político. Las entidades empresariales corporativas, especialmente la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara de Comercio y la Sociedad Rural, en alianza con los duros pretendieron instalar un régimen fuerte desmantelando la estructura sindical y suprimiendo los sindicatos únicos por rama de actividad y la cotización sindical automática.

 Esta postura contó con el apoyo del Partido Socialista, mientras que entre algunos reformistas, como el ala de la UCR que respondía a Arturo Frondizi y el conservador popular Vicente Solano Lima, surgió la idea de concretar un compromiso con el sindicalismo peronista, resguardando la estructura sindical.

 Por su parte, el Gral. Aramburu, quien ideológicamente era más afín a los duros, terminó por apoyar a los blandos para evitar una confrontación con los sindicatos que debilitara al Gobierno, aunque sin romper alianzas con las entidades empresarias y los sectores políticos afines a ellas.

 El Gobierno convocó a paritarias y al mismo tiempo dictó un decreto que excluyó de sus cargos a todos los dirigentes sindicales de la CGT y centrales afiliadas en funciones desde el '52 al '55, y también continuó con el encarcelamiento de sindicalistas peronistas.

 En las paritarias se planteó un claro conflicto en el que los sindicalistas exigieron un aumento salarial del 40% pero los empresarios sólo aceptaron aumentos en función de la productividad. Esta puja desembocó en huelgas declaradas ilegales y la detención de sus dirigentes.

 En tanto, el Gobierno permaneció en una especie de impasse entre reprimir masivamente y disolver la CGT y los sindicatos únicos, o buscar un compromiso político con las organizaciones sindicales.

 Lo único concreto fue que los sindicatos recuperaron su capacidad de organización y resistencia, por lo que el Gobierno comenzó a ceder terreno y en las paritarias dio aumentos salariales del 30%.

 De todos modos, el oficialismo intentó desarticular el “poder sindical peronista” con un decreto que permitió la formación de varios sindicatos por rama de actividad y que la negociación colectiva se realizara a través de comisiones intersindicales. Pero esta política fue inviable ya que el sindicalismo democrático no contó con fuerza real y los trabajadores permanecieron fieles a su central única por actividad.

 Durante los conflictos laborales que se desarrollaron en 1956 surgieron nuevos dirigentes sindicales peronistas que luego constituyeron el núcleo directivo de la CGT como el metalúrgico Augusto Vandor.

 Estos dirigentes se encontraban en plena práctica de oposición-negociación cuando se produjo el levantamiento militar del general peronista Juan José Valle, quien fue finalmente derrotado y derivó en una represión brutal del Gobierno como en la denominada “Masacre de José León Suárez”.

 A partir del levantamiento, muchos sindicalistas peronistas fueron detenidos y a fines del 56´ se produjo una parálisis de la actividad gremial, lo que terminó profundizando la fosa entre la revolución Libertadora y la clase trabajadora.

 Es que la columna vertebral del peronismo había logrado durante ese año resistir el intento desarticulador de la CGT y restablecer sus vínculos con los obreros a través de paritarias y las huelgas etc., y generar rápidamente una generación de dirigentes de relevo a los líderes proscriptos.

 Para principios de 1957, los sindicalistas peronistas ya se habían reagrupado en distintos núcleos activistas como la CGT Única e intransigente, el Comando Sindical y la CGT Autentica, lo que demostró que serían un duro hueso de roer para las ilusiones liberales de “desperonizar” a los trabajadores.

1956: Parte II

* Basado en un texto de Julio Godio.

El Plan Prebisch comenzó con una devaluación de la tasa de cambio para aumentar las exportaciones, lo cual originó un alza de los precios de los alimentos y los insumos importados. Se pensaba que en una segunda fase los industriales aceptarían recortar sus beneficios y aumentar los salarios para atenuar el impacto de la devaluación sobre los ingresos de los asalariados, y que en una tercera etapa -ordenando las variables principales de la economía y con un sindicalismo “paternalista” desarticulado- sería posible eliminar los regímenes de aumento salariales masivos y pasar a incrementar los salarios a través de remuneraciones diferenciadas de acuerdo a la productividad del trabajo.

 Pero Prebisch no conocía a fondo a los empresarios argentinos que no estaban dispuestos, ahora que podían actuar sin el control sindical, a rebajar sus beneficios y orientarse hacia un comportamiento empresarial competitivo. Por el contrario, pensaban que habían derrotado a los sindicatos y que la clase obrera debía aceptar la pérdida de sus conquistas socio-laborales; por lo que una comisión asesora dentro del Gobierno, del área de Economía y Finanzas encabezada por Kriger Vasena, criticaba abiertamente al secretario de la CEPAL.

 Ante esa situación, el Gobierno intentó primero convencer a los empresarios que no trasladaran los aumentos salariales a los precios pero los empresarios los recargaron entre un 20 y un 30 por ciento, lo que obligó al oficialismo a fijar precios máximos hasta febrero del '57. De esta manera, un Gobierno que había llegado para restablecer las “leyes del mercado” tuvo que adoptar una política estatal intervencionista.

 Por otro lado, los aliados sindicales del Gobierno eran impotentes para canalizar y limitar los reclamos de los asalariados en tanto no tenían inserción político-sindical en las plantas industriales. Salvo en la Federación Gráfica Bonaerense, La Fraternidad, la Asociación Bancaria y el Sindicato del Seguro, el “sindicalismo libre” carecía de existencia real y controlaba otros gremios sólo por la fuerza de la intervención estatal.

 Los comunistas, si bien apoyaron políticamente al golpe militar de septiembre, se fueron desplazando hacia la oposición y trataron de vincularse al sindicalismo peronista a partir de propuestas de unidad de acción del Movimiento Pro–Democratización e Independencia de los Sindicatos. Pero tampoco fueron escuchados por los trabajadores que desde 1945 eran anti Partido Comunista.

1956: Resistir es la consigna*

* Basado en un texto de Julio Godio

El Gobierno Provisional de Aramburu inauguró una nueva fase de la Revolución Libertadora con un programa económico que se caracterizó por ser empresarial y privatista, el desmantelamiento del modelo estatal-industrialista y distribucionista del peronismo y la desarticulación de las instituciones socio-políticas peronistas.

 La heterogeneidad social y política del agrupamiento liberal determinó que el ataque contra el “régimen nefasto” –como llamaban al peronismo- se ejerciera según pautas ideológicas propias a diferentes fuerzas convergentes en el Gobierno Provisional.

 El ataque a la estructura jurídico–política peronista fue llevado a cabo según los cánones del liberalismo político encarnado por conservadores, radicales, socialistas. El ataque a la política económica provino de distintas corrientes económicas “privatistas” vinculadas a las grandes organizaciones empresarias como la Sociedad Rural, Unión Industrial Argentina (UIA) y Bolsa de Comercio. Mientras que el ataque al sindicalismo fue fundamentado por ideólogos de origen socialista, anarcosindicalistas y sindicalistas, que acusaban a la CGT de haber permitido la “explotación de los trabajadores”.

 Los gobernantes de 1956 trataron de construir una cultura política liberal que contuviera distintos componentes ideológicos y que fuera hegemónica en la sociedad ya que esta sería la condición para retomar la historia truncada de 1945 y reconstruir el Estado previsto por la Constitución del 1853 de acuerdo a los cánones implantados por la Generación del ‘80.

 La confrontación con el peronismo en el campo de relaciones laborales adoptó características singulares, en tanto que para “desperonizar” a los trabajadores fue necesario emprender la titánica tarea de demostrar lo indemostrable: que el peronismo había permitido “la explotación”.

 En realidad el objetivo del nuevo Gobierno fue desarticular a los sindicatos para imponer el modelo económico al servicio de la “libre empresa”. Por eso, una vez derrotada la huelga general de la CGT en noviembre de 1955, el gobierno se encontró en condiciones de aplicar el “Plan Prebich” que consistió en modernizar el aparato productivo sobre la base del aumento de la productividad y las inversiones, y los recursos provenientes de las exportaciones.

 Raúl Prebisch era un economista argentino nacido en Tucumán y que entre 1950 y 1963 fue Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL).

1955: Parte II

* Basado en un texto de Julio Godio.

Mientras el sindicalismo peronista legitimizó al nuevo gobierno, la oposición histórica integrada por los socialistas, radicales, independientes y anarcosindicalistas se había convertido en “oficialista” y comenzó a ocupar sindicatos. La actitud de la CGT fue “reprobar” esa ocupación al tiempo que exigió elecciones libres.

Evidentemente, la cúpula de la CGT trató de adaptarse a la posición del gobierno en favor de la “democracia sindical” pero, al mismo tiempo, buscó reagrupar las fuerzas peronistas para resistir. En ese marco, la primera línea de los dirigentes sindicales peronistas del Consejo Directivo renunció en un gesto conciliador y la conducción de la central obrera quedó en manos del textil Andrés Framini y Luis Natalini, de Luz y Fuerza.

El 6 de octubre de 1955, el gobierno acordó con la CGT sobre las siguientes bases:
- Reconocimiento de sus autoridades.
- Convocatoria a elecciones en las uniones y federaciones en 120 días.
- Amnistía sindical.
- Interventores “imparciales” en los sindicatos ocupados.
- “Normalizar” la CGT después de las elecciones en las elecciones en las organizaciones sindicales.

 Respecto de este pacto, los nacionalistas y los liberales estaban unidos por el mismo punto: despolitizar la CGT fomentando un sindicalismo identificado con el peronismo pero que no actuaría en política. Se trataba de alcanzar un sindicalismo gremialista quebrando al peronista político, la "columna vertebral" del Movimiento.

En ese sentido, el gobierno anuló el Preámbulo del estatuto de la CGT en el cuál la central obrera adoptaba como filosofía sindical la Doctrina Peronista. La dirección provisoria de la confederación aceptó esa anulación y también que el 17 de Octubre fuese día laboral.

Los líderes cegetistas dialogaron con Lonardi y Cerruti Costa con la intención de abrir una brecha entre nacionalistas y liberales y exigieron al Gobierno que los interventores de los sindicatos cesaran de apoyar a la oposición sindical y frenaran las amenazas contra los dirigentes peronistas.

En tanto, la oposición sindical organizada en la Comisión Pro-Recuperación de los sindicatos libres y con hegemonía socialista exigió al ministro de Trabajo que “devolviese los sindicatos a los trabajadores democráticos”. Esta presión fue muy fuerte porque si bien el sindicalismo "democrático" antiperonista no contaba con el apoyo masivo de los trabajadores, tenía a su favor al sector liberal del gobierno que comenzó a desplazar a los nacionalistas.

Como resultado de la presión del sindicalismo democrático, Costa, pese a estar en desacuerdo, decidió confrontar con la CGT y comunicó a la central que las elecciones serían convocadas por el propio Ministerio de Trabajo.

La posición del Gobierno para normalizar a los sindicatos era inaceptable para el sindicalismo peronista que se vio obligado a iniciar una contraofensiva para impedir la implementación de las nuevas normas electorales y el 1 de noviembre amenazó al gobierno con realizar una huelga general.

Para los liberales, el comportamiento conciliador de Costa había permitido a la CGT, a menos de dos meses de la Revolución Libertadora, pasar de fuerza derrotada a amenazar al nuevo orden político con un paro. Así que los militares “gorilas” actuaron con rapidez y el mismo día para el que estaba anunciada la potencial huelga la Marina de Guerra ocupó el Ministerio de Trabajo con el objetivo claro de obligar a Costa a aplicar las normas electorales o renunciar.

El ministro de Trabajo restableció el diálogo con la CGT., neutralizó la ofensiva liberal y llegó a un compromiso con el sindicalismo peronista de mantener las autoridades de la central y nombrar con consulta a ella “los veedores militares y civiles” en 80 organizaciones sindicales que iban a realizar elecciones.

De esta manera Costa logró un “armisticio” entre el gobierno y el sindicalismo peronista pero resultó precario ya que comenzó dentro del gobierno una contraofensiva general para defenestrar a los nacionalistas. Así, el 11 de noviembre se constituyó la Junta Consultiva como órgano asesor del Gobierno y que estuvo presidida por el almirante Isaac Rojas y compuesta mayoritariamente por miembros de fuerzas antiperonistas: 4 socialistas, 4 conservadores, 4 demócratas progresistas, 4 radicales y 4 por dos partidos juntos que al principio apoyaron a los nacionalistas y luego se pasaron al “gorilismo” militante.

Finalmente, el 13 de noviembre Lonardi fue desalojado del poder y reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, líder del sector liberal del Ejército.

Luego de ascenso de Aramburu, el sindicalismo peronista trató de evitar la consolidación en el poder del bloque militar-civil liberal con una huelga para el 15, 16 y 17 de noviembre que intentó abarcar la defensa del sector nacionalista del Gobierno y el inicio de la lucha por el retorno del peronismo al poder.

La huelga carecía de posibilidades de éxito ya que la clase obrera estaba desmoralizada, el sindicalismo peronista estaba aislado y además carecía de apoyo político y militar. Por lo que la represión del Gobierno fue inmediata ocupándose sindicatos y detenido a cientos de dirigentes sindicales.

El 16 de noviembre, la huelga fue levantada por la CGT y así fracasó el primer intento del sindicalismo peronista de establecer alianzas con la corriente nacionalista-católica de las FF.AA. Además, la central obrera fue intervenida y un día después asumió el nuevo secretario general, un interventor militar, el capitán Patrón Laplacette.

A partir de entonces y hasta 1961, el sindicalismo peronista fue excluido de la conducción formal de la CGT y debió recurrir a la creación de direcciones clandestinas de varias centrales también clandestinas para tratar de conservar la dirección del movimiento sindical.