Entonces, el acusado declaró que les comunicó a los evadidos de quién venía la orden y lo hizo a los gritos para que pudieran escuchar los periodistas presentes. Según Sosa, ante esa situación dos o tres de los presos intentaron retomarlas armas depuestas a lo que él les advirtió: << ¡Cuidado que esto va a ser una matanza de todos!>>.
Luego, Sosa contó que la mañana del 21 de agosto, su superior, el capitán Fernández, le indicó que los encargados de vigilar a los prisioneros en la base estaban cansados por realizar la misma tarea todo el tiempo, por lo que le sugirió que él debía pasar al menos una vez al turno noche para hacer un cambio de personal y horario.
El acusado declaró que la noche de ese día él cenaba en la casa oficial y que excapitán Herrera se ofreció a acompañarlo al sector de los calabozos. También dijo que lo acompañó el teniente Del Leal aunque no precisó en carácter de qué lo hizo.
Según Sosa, al llegar a la guardia vio a los prisioneros que estaban formados fuera de sus celdas y que el teniente Bravo le dijo << esta gente se porta muy mal>>.
<< Con intención de aplacar los ánimos y creyendo que los penados no tenían ningún resentimiento por mi anterior intervención (por la negociación del aeropuerto), les empecé a hacer una perorata>>, explicó Sosa, quien señaló que les pidió a los detenidos que << tuvieran un poco de paciencia>> porque los infantes de Marina estaban formados para otras tareas, no cuidar de los presos.
El imputado declaró que en ese momento nada le hizo prever lo que terminaría sucediendo y admitió que llevaba su pistola en su cartuchera sin seguro y con una bala en la recámara. Y dijo que recién conoció lo ocurrido a través del posterior sumario del capitán Bautista: la llave de Pujadas que lo tiró al piso, el disparo y las ráfagas de las PAM que habían sido del teniente Bravo, Del Leal, << de un cabo joven de Infantería y otra persona>>.
Respecto de esa persona, Sosa admitió ante la Justicia la posibilidad de que haya sido el suboficial Marandino y concluyó su declaración asegurando que él no dio << ninguna orden>>.
Fuente: La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez.
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