Salir a cortar - Parte I


Era un día invernal, pero la temperatura se presentaba más acorde a una jornada de primavera. El sol de la tarde bañaba la plaza frente a la Casa de Gobierno y en cuyos alrededores se ubicaban la Catedral, el Ministerio de Economía y la casa central del Banco de la Nación. << Un lindo viernes para salir temprano de la oficina y regresar temprano a casa>>, pensó Pilar Madwich cuando abandonó el estudio jurídico para el que trabajaba a tan sólo dos cuadras de la plaza, donde tenía previsto tomar el subte para volver a su domicilio.

La joven caminaba ligero por la vereda del Ministerio en dirección a la estación subterránea, cuando del otro lado de la calle, en la esquina noreste de la plaza, Fabio Agostinelli la vio pasar. Entonces, el muchacho no dudó un instante y apenas el semáforo se puso en rojo, cruzó la calle a la carrera, de frente hacia Madwich, quien seguía caminando con la mente ocupada en otras cuestiones que nada tenían que ver con lo que ella estaba haciendo ene se momento ni con el lugar.

La noche anterior, durante un 2x1 de whisky en un bar cercano a su departamento en el que festejaba el Día del Amigo, Agostinelli había llegado a la conclusión de que tenía que cortar por lo sano y como buen defensor prometió << salir a cortar de una, para no darle tiempo al rival>>. Así fue que por la soleada tarde capitalina, vestido con la número 16 de la azurra, pantaloncillos blancos, medias azules y canilleras negras que hacían juego con los botines del mismo color, Agostinelli se lanzó con la pierna derecha extendida hacia adelante y la izquierda flexionada hacia una Madwich desprevenida, a quien le aplicó un tackle deslizante a la altura de la canilla. <<¡¡¡Aaahhhh!!!!>> gritó la muchacha presa del dolor y de la confusión ya que entre tantos transeúntes vestidos de traje y llevando portafolios no pudo distinguir quien había sido ese jugador que la había derribado apenas unos metros antes de llegar a la escalera que la descendería hasta el andén del subte.

Instantes después, arribó al lugar Tim Wesley, vestido con el uniforme titular de la Escuela de Árbitro de la Liga de Fútbol de Gran Bretaña, quien se paró frente a Agostinelli y, sin mediar palabra, le mostró la tarjeta roja; mientras Madwich seguía en el piso, adolorida y sin que ningún otro peatón se animara a intervenir. La joven estaba dejando escapar sus primeras lágrimas y sin atinar a levantarse trató inútilmente de alcanzar los pañuelos descartables del interior de su cartera, la misma que el jugador le había regalado para su último cumpleaños.

Por su parte, Agostinelli no ensayó ninguna protesta ante el hombre de negro y luego, en silencio y de brazos cruzados, vio como éste ayudó a levantarse a la joven golpeada que no pudo apoyar su pierna izquierda en el suelo porque tenía la tibia muy inflamada.

<< ¡¿Qué hacés loco de mierda!?>>, exclamó Madwich apenas reconoció a Agostinelli, quien se esforzaba para no sonreír. Después, el jugador levantó sus brazos hasta la altura de los hombros sin decir absolutamente nada más que un << ¡Ma´fangulo!>>, tras lo cual, dio media vuelta y se fue caminando despacio por la plaza. << ¿Y vos? ¡¿Le hacés caso a tu amigo?! ¡Son dos enfermos!>>, le dijo la joven a Wesley, quien no acusó recibo y aguardó junto a ella la llegada de los médicos ya alertados de la agresión.

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