Diario de un crimen: 35 y 36

El juez de Garantías Darío Martínez dispuso, antes de resolver si aceptaba o no el requerimiento de la fiscalía, realizar una audiencia para que todas las partes, en especial la defensa de los rugbiers, tuviesen la oportunidad de exponer en forma presencial y oral sus argumentos a favor y en contra del planteo de la doctora Zambrano.
Todos los acusados tenían un mismo abogado, el doctor Torelli, quien fue el principal orador durante dicha audiencia, la cual se celebró en la villa turística, que seguía convulsionada por el crimen de Francis, a más de un mes de cometido el hecho.
Aquella fue una extensa jornada que comenzó cuando los ocho detenidos fueron trasladados antes del amanecer desde la cárcel hasta el Juzgado de Garantías bajo un fuerte operativo de seguridad que fue filmado casi en forma íntegra por las cámaras de los distintos móviles periodísticos que siguieron los vehículos del servicio penitenciario por las distintas rutas y caminos.
Los rugbiers llegaron esposados y escoltados a primera hora de la mañana y en la puerta del juzgado los aguardaba un grupo de vecinos se había reunido allí con pancartas con la foto de Francis y leyendas en reclamo de justicia. “¡Asesinos!”, gritaban los manifestantes más exaltados.
En esta oportunidad no hubo presencia de turistas ya que la temporada de verano estaba por terminar los turistas, a lo que se sumaba que la sede judicial se ubicaba lejos del centro de la villa y en el medio de un barrio de residentes permanentes.
El recinto del juez Martínez no era demasiado amplio, por lo que sólo pudieron ingresar a la audiencia los acusados, abogados y empleados judiciales; mientras que los familiares de los rugbiers permanecieron en una sala contigua.
Durante su exposición, el defensor Torelli solicitó al magistrado una morigeración de la prisión preventiva y sugirió un arresto domiciliario con monitoreo electrónico para los ochos imputados.
En tanto que los abogados Barrera y Alvarez pidieron sumar a la acusación los agravantes de “alevosía” y el de matar “por placer”; lo cual no cambiaba la pena en expectativa porque los rugbiers ya estaban imputados de “homicidio calificado”, aunque sí describía un accionar extremadamente violento ya que implicaba que se aprovecharon del estado de indefensión de la víctima y que lo asesinaron por ninguno motivo más que porque así lo quisieron.
Por su parte, la fiscal Zambrano ratificó todos los extremos de su requerimiento y aclaró que como aún restaban conocerse los resultados de distintos peritajes, en los próximos días iba a ampliar su acusación.
Antes de finalizar la audiencia, el juez brindó a los imputados la posibilidad de realizar algún comentario o declaración, aunque estos dichos no iban a tener ninguna validez en el expediente.
Fue Bruno el único de los acusados que aceptó hablar y tras ponerse de pie se dirigió brevemente al magistrado: “Nunca tuvimos la intención de matarlo.”
Minutos después del mediodía, el juez dio por concluida la audiencia y los rugbiers fueron trasladados inmediatamente de regreso a la cárcel, lo que demandó otras dos horas de viaje.
Y al retirarse del juzgado, otra vez los vecinos agitaron sus pancartas y los insultaron. “¡Gusanos!”, se escuchó gritar a más de uno de los manifestantes.
En tanto, el defensor Torelli aprovechó para presentar en la mesa de entradas del despacho del magistrado una denuncia contra la doctora Zambrano por supuesta privación ilegítima de la libertad, falsedad de instrumento público e incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Además, el abogado de los rugbiers pidió la nulidad de una testimonial, de una rueda de reconocimiento y las indagatorias por considerar que hubo irregularidades durante la realización de las mismas que las invalidaban.
Y si bien estos planteos fueron remitidos al fiscal general de la costa, David Estévez, para que se pronunciara al respecto antes de que el juez tomase una decisión, Martínez dejó en claro cuál era su criterio sobre la causa cuando un día después de la audiencia oral dictó la prisión preventiva de los ochos acusados.
En su fallo, el magistrado mantuvo la imputación tal cual la expuso la doctora Zambrano y remarcó los imputados “ejercieron especial violencia” sobre la víctima y exteriorizaron “un claro accionar dirigido a concretar su muerte”.
Por ello es que no sorprendió que poco después, tanto el fiscal general como el propio juez desestimaran las denuncias por irregularidades y pedidos de nulidad interpuestos por la defensa que, por su parte, recurrió estas decisiones junto al dictado de prisión preventiva ante la Cámara de Apelaciones.

Diario de un crimen: 29, 30 y 31

A pocas horas de cumplirse el primer mes del crimen de Francis, los abogados de la familia de la víctima, los doctores Barrera y Alvarez, difundieron a la prensa, aunque en off the record, los resultados del análisis de los smartphones de los acusados, en los que surgieron una serie de mensajes de texto y de audio de Whatsapp producidos durante la madrugada del homicidio y que comprometían, aún más, a los rugbiers, quienes, por entonces, acababan de ser trasladados a una Unidad Penitenciaria ubicada a mitad de camino entre el lugar del hecho y la ciudad en la que ellos residían con sus respectivas familias.
Allí, los imputados fueron alojados en cinco celdas de a dos y no mantuvieron contacto directo con el resto de los detenidos del pabellón ya que comían en sus propios calabozos y utilizaban las duchas en horarios distintos a los demás presos que en los primeros días les gritaban insultos y amenazas a la distancia.
Hasta esa vieja cárcel, en la que habían estado detenidos notorios homicidas de la historia criminal del país –muchos de los cuales habían sido defendidos en su momento por los abogados Barrera y Alvarez, quienes en los últimos años habían dejado a los acusados para ser parte querellante en las causas penales más resonantes- se dirigieron tres veces por semana los padres de los rugbiers en el marco de un régimen de visitas especial que también difería del de los otros presos.

Según el informe que los peritos informáticos de la Policía Federal entregaron a la fiscal Zambrano, los imputados formaban parte de un grupo de Whatsapp llamado “La Ovalada” y en el que además de ellos había un integrante más identificado únicamente a través de su apodo “Salvi”, lo que resultaba una novedad para los investigadores que procuraban determinar si este joven también había tenido participación en el crimen.

-Estoy yendo para la casa ¡Vengan! -dijo Lautaro en un audio del grupo a las 4.46.
-¿Dónde están? -preguntó Martín en un texto a las 4.53.
-La ubicación manda afuera del boliche -respondió César segundos después.
-¿Dónde es eso?-repreguntó Martín.
-Se los llevó el GAD -indicó César.
-¿Qué? -insistió Martín.
-Estoy buscando a César. Me dice ´vení al mercado que pasamos siempre´, estoy en el mercado a la vuelta del hotel y no está… -señaló Lautaro en un audio de las 4.55.
-Estoy en el supermercado, pero un poco más adelante -explicó César casi automáticamente.
-Martín, Ariel y yo estamos en la casa. ¿Los demás? -intervino Alexis a las 4.56.
-Ahora estoy cerca de donde está el pibe. Están todos a los gritos y llegó la Policía y la ambulancia. Parece que caducó -señaló Lautaro en un audio.
-Estamos yendo para la casa -dijo César a las 4.57.

A las 5.48, Lautaro compartió una foto en el grupo mientras estaba comiendo junto a Martín en un local de comidas rápidas del centro de la villa.
-The Police -escribió Martín a las 5.49.
-¿A qué hora cierra? -preguntó César a las 5.54.
-No cierra -respondió Lautaro.
-Vengan para la casa -sostuvo Bruno a las 5.59.
-Chicos, no se cuenta nada de esto a nadie -indicó César en un nuevo audio de las 6.06.
-Amigos, dejen de hablar -sugirió Marcos prácticamente al instante.
-Los otros chicos ya me están preguntando si nos peleamos -añadió.
-Son re loros. Paren -concluyó a las 6.07.

-La Policía está afuera de la casa -escribió César a las 10.38.
-Sí, todo mal -señaló Bruno a las 10.39.
-Salgamos -finalizó César instantes más tarde.

La difusión pública de estos mensajes fue un nuevo golpe que agitó el caso en la opinión pública que, con suma atención, siguió a través de los medios el debut de las visitas de los padres de los rugbiers a la cárcel, en cuya entrada principal los periodistas montaron guardia durante horas aunque sólo lograron obtener el testimonio de Augusto, el papá de Martín, el único de los familiares que se detuvo ante los micrófonos y cámaras para realizar declaraciones.
“No sé qué se les pasó por la cabeza, pero sí estoy seguro de que no son asesinos”, afirmó el hombre, quien llevaba colocados unos anteojos para el sol que ocultaban su mirada.
Para el padre de Martín se trató de “una tragedia lamentable” y aclaró que su hijo estaba “alcoholizado” al momento del hecho y que no recordaba la pelea, aunque esto no “justificaba” su accionar.
-¿Tiene miedo? –preguntó una periodista.
-Claro que sí. Tengo miedo de no verla nunca más en libertad –respondió Augusto.
-¿Y qué le diría a los padres de la víctima?
-Intenté llamarlos varias veces pero no pude hablar con ellos. No sabría qué decirles. Si yo tengo este dolor, no me imagino el que sienten ellos.

El día 30 fue uno muy especial porque el cumplirse el primer mes del crimen, los padres de Francis encabezaron una multitudinaria marcha frente al Congreso Nacional, la cual se replicó en las principales ciudades de todo el país. También estuvo en la primera fila de manifestantes Juliana, la novia del joven asesinado, acompañada de familiares de otras víctimas de delitos violentos.
“¡Perpetua!”, exclamaban los más exaltados; mientras que otros simplemente marchaban en silencio con velas encendidas, pancartas, afiches y banderas con la imagen y/o el nombre de Francis.
“Todo se nos vino abajo. Él era nuestro sostén. Ahora mi casa está vacía. Lo estoy esperando pero sé que no va a volver. Sólo quiero justicia”, afirmó Gabriela, la madre de la víctima, su único hijo.
La mujer fue la primera en tomar el micrófono y subirse al escenario montado en el extremo norte de la plaza frente al parlamento, cuyos alrededores estuvieron cerrados al tránsito durante horas debido a la gran cantidad de personas que se acercaron hasta allí.
“Francis era un chico decente, decente, con proyectos, y lo mataron a traición. No le dieron ni siquiera la oportunidad de defenderse”, afirmó la mujer, entre lágrimas, y sostenida de la mano por su esposo y padre de la víctima, Silvio.
Junto al matrimonio estuvo uno de los diáconos del colegio al que había asistido el joven asesinado, a quien describió como un chico “simple, sencillo, que iba de frente y actuaba desde el amor”.
Por su parte, Julieta pidió a la gente que “tenga memoria y conciencia de los que pasó” para que un hecho así no se volviese a repetir.
En tanto, Silvio se encontraba tan quebrado emocionalmente que no pudo hablar ante el público y sólo agradeció el apoyo de todos los presentes.

Las imágenes de las masivas marchas por Francis aún se repetían en los sitios web de noticias y las redes sociales cuando un día después de aquellas movilizaciones la fiscal Zambrano solicitó a la Justicia de Garantías el procesamiento con prisión preventiva de todos los acusados, excepto de Johnny y Alexis, quienes recuperaron inmediatamente la libertad desde la unidad penitenciaria y regresaron en un hermetismo absoluto a su ciudad.
En su requerimiento, la doctora valoró como pruebas de carga los testimonios, las imágenes de video, los reconocimientos en rueda y el análisis de las comunicaciones; avaló la actuación policial y consideró que los imputados acordaron un “pacto de silencio” apenas ocurrido el crimen y que hasta la actualidad lo seguían manteniendo.


Diario de un crimen: 4, 5 y 6


Una de las principales medidas de prueba que dispuso la fiscal Zambrano para avanzar en el esclarecimiento del crimen de Francis fue una larga serie de ruedas de reconocimiento a la que los detenidos se sometieron ante los distintos testigos presenciales del hecho que desfilaron durante tres jornadas por la sede de la Jefatura Departamental de la Policía Local, adonde la doctora mudó su oficina para que todo el personal afectado a la investigación pudiera trabajar cómodamente ya que el edificio de la Unidad de Funcional de Instrucción (UFI) era apenas más amplio que un consultorio médico.
Además, había que tener en cuenta la gran cantidad de acusados y testigos afectados a esta diligencia, a la que se sumaron jóvenes que los policías convocaban para sumarse a las ruedas junto a los sospechosos por su parecido físico con estos.
Así fue que los efectivos policiales, por orden de la fiscalía, en cada uno de los tres días y bien temprano por la mañana, salieron a recorrer las calles del centro de la villa turística en busca de muchachos con características fisionómicas similares a las de los rugbiers.
Los primeros en participar de las ruedas fueron los amigos de Francis que estuvieron junto a él al momento del hecho, al tiempo que la metodología diseñada por la fiscalía fue la de colocar a un solo acusado acompañado de dos “extras” ante cada uno de los testigos, razón por la cual, el desarrollo de esta medida de prueba se prolongó durante 72 horas, período en el que afuera de la Jefatura Departamental, que estuvo permanentemente rodeada por decenas de periodistas y cámaras de video y fotográficas, se tejieron infinitas versiones extraoficiales.
En este punto, la prensa parecía devorarse el caso, sin verse desalentada por el hecho de que la sede policial donde se “cocinaba” la noticia estaba ubicada en medio de los médanos, lejos del centro de la villa y bajo un sol castigador del que resultaba imposible ocultarse al aire libre ya que sólo había acacias, ni un solo pino o árbol bajo el que pudiesen refugiarse del calor y los rayos ultravioletas. Por ello, los periodistas, camarógrafos y reporteros gráficos únicamente pudieron recurrir a los vehículos que funcionaban como móviles, que aportaban un poco de sombra y aire acondicionado.

A Juancho, Leo, Lisandro, Sebastián y Tommy primero les mostraron placas fotográficas de los sospechosos y luego ellos los observaron en rueda. Todos coincidieron en señalar a Martín como la persona que primero le aplicó golpes de puño a Francis cuando éste aún estaba de pie y luego le propinó patadas en el rostro luego de que cayó al suelo. Es más, uno de los testigos describió que el acusado utilizó su pierna derecha para impactar en el hemisferio izquierdo de la cara de Francis. Además, estos testigos reconocieron la camisa verde agua y las bermudas del sospechoso que fueron secuestradas en la casa alquilada por los rugbiers.
Más aún, Tommy lo señaló como el agresor que le gritó a la víctima: “A ver si pegás ahora, ¡negro de mierda!”
Luego, Leo, Lisandro y Tommy también reconocieron a César como el joven que le pegó a Francis en la cabeza, cara y pecho cuando ya estaba en el piso; y también identificaron sus jeans y remera blanca ya secuestradas. A su vez, Juancho señaló a Marcos como la persona que le pegó primero a Francis antes de que éste quedara tirado en el suelo. El testigo describió que él estaba a no más de tres metros de distancia y que vio cómo aplicó un puñetazo en el rostro de la víctima, lo que al mismo tiempo coincidía con una de las secuencias de video incorporadas al expediente.
Por su parte, Leo reconoció al mismo acusado como uno de los agresores que golpeó a Francis en el suelo y que lo empujó a él contra un auto cuando quiso intervenir para detener el ataque.
Mientras que Tommy sólo pudo ubicar a Marcos junto a Martín dentro del boliche, no afuera.
En tanto, Julio reconoció a este imputado como el agresor que tenía “un rodete” en el pelo y que al momento de agredir a Francis le dijo: “Adentro pegaban de atrás, pero ahora afuera vamos a ver quién gana...”
En otra de las ruedas, Sebastián identificó al imputado Ariel como el que iba adelante del grupo de agresores y que al momento de iniciar el ataque exclamó: “¡Vamos ahora!” Y el testigo agregó que cuando él quiso retirar a sus amigos que eran golpeados este acusado se lo impidió.
Respecto de este acusado, Leo coincidió en que le impidió que defendiera a Francis y le pegó una trompada.
Por otro lado, Tommy reconoció a Lucho como quien le pegó “tres piñas” adentro del boliche cuando se originó el incidente inicial junto a la barra.

En cuanto a los testigos presenciales que no formaron parte del grupo de amigos de Francis fueron positivos los reconocimientos por parte de Timoteo, un hombre que atendía un maxiquiosco ubicado a pocos metros de la escena del crimen al momento del hecho.
Esta persona identificó a todos los acusados mencionados anteriormente y fue el único en hacerlo con Esteban, Bruno y Lautaro. Respecto del primero dijo que lo vio pegarle a Francis cuando éste se encontraba de pie pero que cuando cayó no lo agredió más; del segundo manifestó que también agredió en un inicio y que después del hecho lo vio “dando vueltas” por los alrededores; y del tercero contó que no le pegó a la víctima sino a un amigo de ésta.
Una vez finalizada todas las ruedas, los únicos dos acusados que no fueron reconocidos por ninguno de los testigos fueron Johnny y Alexis.