El equipo argentino sufrió para la revancha una sola modificación obligada por el desgarro de Cecconato. En su lugar ingresó Tucho Méndez. Por su parte, Inglaterra presentó siete cambios. Ingresaron el arquero Merrick, el zaguero Ramsey, los volantes Johnston y Dickisnon, y los delanteros Broadis, Finney y Lofthouse.
Ante 91.397 personas y una lluvia torrencial que comenzó a azotar la ciudad de Buenos Aires desde poco antes de las 14, una hora antes del partido, Argentina e Inglaterra intentaron jugar un encuentro de fútbol, que más bien se pareció a uno de waterpolo.
Cuando los ingleses parecían adaptarse mejor al desastroso estado del campo de juego, Ellis decidió suspender el partido cuando apenas se habían disputado 22 minutos. Los visitantes querían seguir a toda costa, pero el árbitro no cambió su decisión. “Resultaba materialmente imposible seguir jugando. Mientras la pelota pueda rodar, el cotejo debe proseguirse, pero cuando la ball flota, ya cabe una sola decisión: la suspensión”, explicó el árbitro inglés.
Lo cierto es que Inglaterra pidió jugar el partido al día siguiente, pero la AFA se negó al argumentar que, tal como lo dice el reglamento internacional, se necesitan al menos cinco días para organizar un encuentro. Para colmo, los ingleses debían partir el 19 hacia Chile y de ahí irían hasta Montevideo y Estados Unidos, por lo que no tenían fechas libres para reprogramar el partido.
De esta manera, los 68 minutos que restaban jugar nunca se disputaron y la FIFA dio por terminado el partido con un 0 a 0. Así, Inglaterra se quedó con la sangre en el ojo al no disputarse la revancha. Justo ellos, que se jactaban de que nunca habían perdido un partido de esa índole.
Finalmente, el fútbol argentino tuvo su premio. Logró vencer a los ingleses en un partido internacional por primera vez en su historia. Y aunque haya sido en un amistoso y a pesar de que digan que Inglaterra no puso a todos sus titulares, el logro fue inobjetable e histórico.
AA
Junio 2003
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