II

La furia
Los familiares y amigos de Diego no estaban conformes con como marchaba la investigación del crimen del joven. Ellos sostenían que los responsables eran los policías de San Carlos que la noche del asesinato estaban patrullando los alrededores del boliche “Invasión”.
Por esa razón, los allegados a la víctima e integrantes de distintos grupos piqueteros salieron a marchar la semana siguiente al crimen por las calles de la localidad de Isidro Casanova.
La protesta comenzó a las 11 frente al local bailable y estuvo encabezada por los padres de Diego, Raúl y Silvia, y el grupo de amigos más cercanos al joven.
Encolumnados detrás, marcharon residentes de la vecina localidad de Gregorio de Laferrere, donde vive la familia Diego, y decenas de jóvenes que portaban banderas y pancartas de grupos piqueteros y políticos como el Polo Obrero, el Movimiento Social de los Trabajadores (MST) y el Partido de los Trabajadores Socialista (PTS).
Primero, los jóvenes exigieron Justicia a los gritos y realizaron pintadas con aerosol en las paredes del boliche pero la situación comenzó a descontrolarse cuando algunos lograron forzar las rejas del local e ingresaron al predio.
Los violentos se taparon las caras con pasamontañas y destruyeron a palazos todo lo que encontraron a su paso: espejos, luces y bafles. Aprovechando el descontrol, un grupo de chicos saqueó un quiosco que hay dentro del local y robaron golosinas, cigarrillos y dinero de la caja.
En medio de los destrozos y saqueos uno de los manifestantes tomó un aerosol y con un encendedor creó una especie de lanzallamas casero con el que empezó a incendiar las barras del boliche donde se venden los tragos. En cuestión de minutos, el local entero quedó envuelto en llamas.
Mientras el local bailable ardía llegó un patrullero Fiat Siena y una camioneta de la comisaría de San Carlos y antes de que los efectivos policiales intentaran frenar la furia de los manifestantes, éstos comenzaron a tirarles piedras de todos los tamaños que iban encontrando en la calle.
Los dos agentes que iban en el Siena fueron alcanzados por las piedras por lo que se subieron a la camioneta policial y escaparon del lugar abandonando el móvil. Esta oportunidad fue aprovechada por los enardecidos manifestantes quienes se apoderaron del patrullero, le rompieron los vidrios, entre varios lograron volcarle y finalmente lo prendieron también fuego.
“Llegaron con aerosoles e incendiaron todo. Un vecino llamó a la policía y cuando llegó el patrullero fue peor”, contó un vecino que tenía un taller de GNC al lado del local bailable.
Por su parte, Adrián, uno de sus integrantes del Polo Obrero, opinó: “Entendemos la bronca de la familia. Nosotros la acompañamos, pero no participamos de los destrozos. Eso sí: que llegara un patrullero fue una provocación”.
Cuando llegaron los bomberos de la zona arribaron al lugar de los incidentes, lograron apagar las llamas pero el patrullero ya estaba totalmente destruido. A pesar de ello, hubo gente que empezó a desarmarlo e, inclusive, un hombre con una llave cruz logró aflojar las tuercas y se llevó las llantas del vehículo.
En tanto, mientras unos chicos saltaban arriba del techo de lo que quedaba del Siena –que había sido dado vuelta por los revoltosos- otro hombre abrió el capot y se llevó algunas piezas del motor.
Mientras ocurría estos destrozos que fueron transmitidos en vivo y en directo por los principales canales televisivos de noticias, otro grupo de manifestantes cortaron la Ruta 3 a la altura de la avenida Marconi, a 200 metros de la disco, donde se encontraban los familiares de Diego, entre ellos, la mamá, que llevaba en sus manos una foto del joven.
Dos horas después de que los manifestantes cortaran la Ruta 3, 15 camionetas de la Jefatura Departamental La Matanza, con más de 30 policías, llegaron a la puerta de “Invasión” y comenzaron a disparar al aire. En el lugar había gente que desarmaba y se llevaba las maderas que adornaban el frente del local bailable.
Pasadas las dos de la tarde la protesta finalizó, pero, a raíz de los incidentes, la familia Diego decidió no ir a manifestar ante la comisaría de San Carlos, que estaba vallada y custodiada por más de 30 hombres del Cuerpo de Infantería.

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