Los hinchas demostraron una vez más, la noche del martes 8 de junio, su total desacuerdo con las medidas de seguridad que no les permitía ir a la cancha de visitante. En la puerta de la AFA, alrededor de 200 simpatizantes de River expresaron su enojo por no poder ingresar al día siguiente a la Bombonera. Petardos, bombas de estruendo y banderas acompañaron los insultos hacia Javier Castrilli, Mauricio Macri y Julio Grondona.
Muchos de esos hinchas-manifestantes habían estado horas antes en el Estadio Monumental, donde habían agotado las plateas San Martín y Belgrano, medias y bajas, para el partido revancha del 17 de ese mes.
Mientras se realizaba la protesta, en el Departamento Central de Policía Federal se reunieron autoridades de esa fuerza, Castrilli, Omar Totti, gerente de Operaciones de Boca, Pedro Santaeugenia, encargado de la seguridad en Boca y su par de River, Oscar Arteach, para ajustar los detalles del operativo.
Algunas de las resoluciones que salieron como producto de esa reunión fueron que cada hincha debía mostrar su entrada y carnet en la zona de pre cacheo donde los controlaría el personal administrativo de Boca y de seguridad privada, a cargo del club local, que los socios tuvieran su cuota al día y que pudieran cotejarse sus datos de filiación con los documentos de identidad.
También se resolvió que los abonados a plateas o palcos en la Bombonera pudieran llevar a un acompañante que no debía ser mayor a los 6 años.
Las autoridades recomendaron a los hinchas boquenses que llegaran con la anticipación suficiente para evitar aglomeraciones en las entradas de la cancha y a los dirigentes de River se les recomendó arribar junto al plantel para evitar hacerlo en sus autos particulares.
Como en otros clásicos, las autoridades decidieron disponer de 4 ambulancias privadas a cargo de Boca y otras 2 del SAME, y vigilancia aérea desde un helicóptero de la Policía Federal.
Sin embargo, hubo un hecho muy llamativo. Los encargados de la seguridad calificaron al partido como de "mediano riesgo" debido a que no iba a estar presente la hinchada de River. ¡¿Cómo?! Si primero habían calificado el encuentro como de "alto riesgo". Claro, como ahora no había hinchada visitante, no eran tanmtos los riesgos y de esta manera, no había que ser exagerados en el operativo de seguridad.
Finalmente fueron 800 los policías federales -Boca pagó 650 adicionales- los que se encargaron del operativo cuando en el clásico por el torneo local había habido 1.100.
De esta manera, los encargados de la seguridad justificaron la ausencia de los hinchas de River. A través de la cantidad de policía lograron transmitir un argumento coherente aunque imposible de aceptar.
Muchas incógnitas quedaron luego de todas las absurdas medidas de (in)seguridad que se tomaron para estos dos superclásicos. Lo cierto es que el fútbol terminó siendo el perfecto reflejo de la realidad argentina, donde por muchos años estuvo ausente una seria política de seguridad lo que generó una actualidad muy difícil de modificar para las autoridades que trabajaban en el tema o dicen hacerlo.
Ante esta situación, el Comité de Seguridad en el Fútbol emitió esa misma noche un comunicado en el cual explicó que Boca-River jugarían sus partidos en horario nocturno y sin presencia de las hinchadas visitantes, a pedido de los dirigentes de los clubes.
Esta medida fue una forma de despegarse de una decisión polémica y, a su vez, de dejar en claro que esta modalidad de operativo de seguridad era aplicable sólo a este caso concreto y que no se iba a trasladar al resto de las competencias del fútbol argentino.
El comunicado señaló que el organismo "dispuso en su reunión celebrada el 2 de junio de 2004" que Boca y River jugasen sus partidos de Copa Libertadores "con la presencia de ambas parcialidades en horario diurno" y agregó que "el viernes 4 de junio se recibieron los pedidos de ambas instituciones para poder jugar por la noche sin público visitante, hecho que permitió la aceptación del organismo".
El texto explicaba que "la necesidad esgrimida por los clubes hizo que solicitaran que se autorizara la alternativa" de jugar de noche y sin visitantes, y que fue aprobada por el Comité.
Las críticas a esta serie de decisiones sin sentido provinieron de todos los sectores. Los jugadores no se quedaron callados y expresaron su malestar. El más duro fue Abbondanzieri, quien consideró que el cierre de las tribunas a los visitantes era “una vergüenza”.
“El mundo entiende que un Boca-River es el espectáculo que cualquier persona quiere ver y es lamentable que no se pueda organizar como corresponde", sostuvo el arquero.
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