Millones en juego

El fútbol mueve multitudes y nadie lo discute. Siempre fue así. Pero en los últimos años empezó a movilizar millones en dinero en efectivo. En la actualidad son exorbitantes los valores que se manejan para los pases de jugadores, publicidad, y transmisión de partidos. Y ese superclásico inolvidable era parte de esa realidad moderna.
Macri, cuando oficializó el lanzamiento de la gira que el plantel iba a realizar por Europa, Asia y los Estados Unidos desde el 19 de julio al 5 de agosto de 2004, sostuvo: “Boca, al ganar tres de las últimas cuatro copas Libertadores y haber ido a tres de las últimas cuatro copas Europeo-Sudamericana que se jugaron en Japón, se ubicó entre los cinco mejores equipos del mundo. Y eso, lógicamente, trae ingresos, como la oferta que nos llegó para hacer la gira por Europa, Asia y los Estados Unidos, donde Boca jugará, entre otros, con Manchester United y PSV, de Holanda”.
Por la gira, la entidad de la Ribera recibiría aproximadamente 1.500.000 dólares, cifra con la que compraría más tarde la opción del pase del volante colombiano Fabián Vargas que había llegado del América de Cali y estaba a préstamo.
Un River campeón de América era para sus dirigentes una vidriera para terminar de concretar las millonarias transferencias al exterior. Tal como lo hizo con Cavenaghi, quien un mes después del partido se fue a jugar a un equipo de Rusia. “No hay que olvidarse de que River también tiene muchos jugadores a préstamo (Ameli, Tuzzio, Garcé, Juan Fernández, Coudet, Salas, Montenegro y Gallardo), de los que habitualmente son titulares, y eso también se negocia de otra manera si tenés ingresos por una vuelta olímpica”, dijo un dirigente millonario.
Canal 13 tenía los derechos para transmitir a Boca y con los 50,9 puntos de ráting del choque en la Bombonera hizo un negocio redondo ya que no le quedó un segundo de publicidad por vender en las cinco horas de transmisión.
Más allá del valor deportivo que implicaba para los jugadores que iban a disputar esta semifinal histórica derrotar a su archirival y llegar a la final del torneo de clubes más importante de América, había millones de motivos más para ganar.
El equipo que obtuviera la clasificación ya se aseguraba 900 mil dólares, ya que esa cifra le correspondería por el sólo hecho de jugar la final. Pero, llegar a esta instancia brindaba la posibilidad de obtener 1,4 millones en caso de ganar el título.
Luego, hubo otras especulaciones como, por ejemplo, los 210.000 dólares que Boca recaudaría en su cancha si llegaba a la final, o los 570 mil que ganaría River si la primera final se jugaba en el Monumental.
Lo cierto era que ambos querían toda la torta, no sólo un pedazo. Ambos planteles ya se imaginaban una excursión a Japón para enfrentar en la final intercontinental al Porto en un partido que ponía en juego nada más ni nada menos que 1,6 millones de dólares. Una cifra similar, pero en pesos, fue la que River había logrado recaudar para la revancha tan esperada al vender 66 mil entradas.
En tanto, los canales de televisión se relamían. Los ingresos por publicidad por la sola transmisión de la segunda semifinal rondaban los 880.000 dólares.

Infiltrados Parte II

A escasas 48 horas del partido revancha, el tema de la seguridad también se sumó a la discusión. Otra vez se rumoreaba en el ambiente la teoría de los hinchas infiltrados que estaban dispuestos a generar incidentes. Esta hipótesis de conflicto era alimentada por el abogado de los hermanos Di Zeo, José Monteleone, quien aseguraba que la barra brava del club xeneize tenía en su poder 1.200 entradas para ingresar en el Monumental.
Desde Núñez la reacción fue inmediata y el miércoles 16 los dirigentes decidieron aplicar el derecho de admisión. Las instrucciones eran que a todo hincha que se le encontrara alguna identificación con Boca se le prohibiera el ingreso al estadio o se lo expulsara de inmediato si es que ya estaba adentro. Es más, la Subcomisión del Hincha de River pidió a los espectadores que concurrieran con la camiseta del club puesta: “Si no traes tu camiseta, sós bostero...”, fue la consigna.
Además, la dirigencia millonaria se comunicó con la comisaría 51ra. de la Policía Federal, encargada del operativo de seguridad para el partido. “Hablamos con la Policía para ejercer el derecho de admisión”, confirmó Mario Israel, vicepresidente de River.
Por su parte, Aguilar llamó a Castrilli para informarle la novedad y evaluar un panorama de la situación. Al respecto, Damián Pussetto, coordinador del Prosef, dijo: “Difundir o asegurar versiones o rumores de determinado número de entradas en poder de una barra brava apunta a una sola dirección: generar miedo y caos. Están tomadas todas las previsiones para que nada pase”.
El martes 15, en el Departamento Central de la Policía Federal, hubo una reunión de las autoridades de seguridad –también estuvo el fiscal contravencional Pavlovsky- en la que se informó sobre los detalles del operativo de seguridad para el superclásico en Núñez.
El comisario Enrique Capdevila, de la seccional 51ra., informó que se iban a destinar 797 policías adicionales para llegar aproximadamente a los 850 en total. También indicó que el barrio se iba a cerrar desde muy temprano y sólo ingresarían los vecinos y quienes tuvieran entrada y que se harían cacheos desde zonas alejadas del estadio, con la presencia de personal de la entidad, seguridad privada y agentes de la Policía Federal.
Además, como novedad, en este operativo se agregarían integrantes de la División Eventos Especiales, que eran especialistas en identificar hinchadas ya que conocían los rostros de los barras. “Se va a filmar todo el recorrido del micro de Boca, desde que salgan del hotel hasta que entren al vestuario. Y lo mismo se hará cuando se vayan”, anticipó Pussetto.

Los hombres de negro pelean entre sí

El ex juez Juan Carlos Biscay no tuvo mejor idea que salir a generar más polémica con respecto a los arbitrajes a sólo 48 horas de la tan esperada y hablada revancha superclásica. No sólo puso un manto de sospecha al calificar a algunos de sus colegas de “presionables” sino que responsabilizó de ello al mismísimo presidente de la AFA, Julio Grondona.
“Hay árbitros que son presionables y otros que son débiles. Los dirigentes saben dónde apuntar”, dijo Biscay y agregó: “Yo puedo asegurar que en cada momento de la historia hubo dirigentes inteligentes que mandaron mensajes subliminales porque sabían quiénes tenían determinadas características de personalidad”.
El ex referee señaló a Grondona como “el responsable” del “pésimo” estado del arbitraje argentino. “Ahí (por la Escuela de Árbitros) están los (Carlos) Crespi, los (Humberto) Dellacasa, los (Abel) Gnecco... Es lamentable que estén en la formación de los árbitros. Pasar de Ángel Coerezza a Carlos Coradina es de locos”, opinó.
Coradina era un ex juez que en aquel entonces se desempeñaba como director de la Escuela de Árbitros. Para muchos era un extraño ya que siempre tuvo poca exposición en los medios de comunicación. Pero ante las declaraciones de Biscay salió a hablar con un discurso conciliador y responsable. “Un colega debe respetar a otro. Si él se dejaba presionar será un problema de él. Los árbitros de hoy no se dejan”, expresó.
Además, coincidió con quienes ven exacerbada la susceptibilidad general en los tramos finales de los certámenes. "En esta etapa de definiciones todos están más sensibles. Lo que antes era un error humano ahora no lo es. El árbitro vive para acertar, pero cuando se equivoca todo el mundo piensa que lo hizo a propósito. El error del árbitro forma parte del juego", consideró.
Por su parte, uno de los que iba a ser asistente de Baldassi en la revancha, Gilberto Taddeo, le quitó relevancia a la discusión. “Esto siempre fue así: el árbitro es el chivo expiatorio. Pero no hay que buscar más que eso, y yo lo tomo como viene. Yo estoy muy tranquilo y no siento ninguna presión. Los jueces de aquí son gente que sabe lo que hace, pero también son seres humanos. No se puede pensar que, por un error, un juez quiera favorecer o perjudicar a algún equipo”, señaló el juez de línea.

Buenos aires

El técnico Astrada brindó el martes 15 una rueda de prensa. A diferencia de Bianchi, el entrenador millonario atendió a los periodistas con paciencia y una postura que demostraba confianza y, sobre todo, tranquilidad. “Esto no es la vida o la muerte. Es una instancia decisiva que ninguno de los dos equipos quiere perder”, afirmó.
De todos modos, la actitud de bajo perfil del entrenador no implicaba restarle importancia a lo que estaba en juego. “Vamos a tener la actitud que se necesita en estos partidos: disputaremos cada pelota dividida con todo para que después puedan desequilibrar los más aptos para eso”, indicó.
Astrada quiso dejar bien en claro que sus jugadores iban a dejar todo en la cancha pero no de manera brusca o desleal, como sí había ocurrido en el primer encuentro. “No debemos entrar en los roces, sino poner la cabeza en la elaboración de las jugadas para marcar la diferencia”, opinó.
Tan seguro de sus fuerzas estaba el entrenador que hasta vaticinó un resultado: “Estoy convencido de que resolveremos el partido antes de los penales”.
El técnico millonario no confirmó la alineación titular. En cambio, dispuso que los 25 jugadores anotados para la Libertadores se concentraran ese martes a la noche, por lo que las dudas persistían. “Lo tengo en la cabeza. Creemos que Tuzzio va a llegar y vamos a esperarlo hasta último momento ¿Coudet? Es una posibilidad, claro... En esta oportunidad, una instancia decisiva, necesitamos la colaboración de todos (...) Creemos conveniente en estos momentos estar todos juntos”, dijo “El Jefe”.
Es que una fuerte contractura en los gemelos de la pierna izquierda seguía sin permitirle a Tuzzio moverse con normalidad. Mientras que, en cuanto a lo táctico, en la mitad de la cancha no se sabía si iba a estar Husain o Coudet. Lo seguro era que, por los suspendidos Gallardo y Garcé iban ingresar Montenegro y Juan Fernández, respectivamente, y que Salas estaría en el banco.
Montenegro había jugado hasta ese momento dos superclásicos oficiales y en ambos arrancó en el banco. Entró por Mascherano en el encuentro que Boca ganó 2-0 en el Monumental en 2003 y por Gallardo en el partido que su equipo ganó 1-0 en la Bombonera un mes antes. En cambio, en la semifinal de ida ni siquiera había ingresado.
“En este momento estamos muy tranquilos y muy confiados en lo que tenemos: hay plantel y hay equipo como dar vuelta la desventaja”, dijo Montenegro sobre el ánimo que había en River en las horas previas al decisivo choque.
Sobre el clima agresivo de días anteriores que “calentaba” el ambiente y promovía la repetición los incidentes del primer partido opinó: “No creo que los jugadores volvamos a cometer el mismo error ya que sabemos lo que nos jugamos. Debemos pensar que sólo es un partido de fútbol. Ojalá el viernes se hable sólo de fútbol...”.

Malos aires

Por primera vez desde que Bianchi era entrenador xeneize el plantel practicó el martes 15 de junio en la Bombonera a puertas cerradas para los socios y la prensa, lo que indicaba que en Boca se respiraba un aire enrarecido. El lunes al mediodía, los jugadores se habían retirado del entrenamiento en Casa Amarilla con la instrucción de regresar al otro día a las 11. Sin embargo, pasadas las 22, un integrante del cuerpo técnico llamó uno por uno a los futbolistas para comunicarles que la práctica se adelantaba para las 9.15 ¿Qué pasó? Fue una maniobra para despistar a la prensa y así evitar que los periodistas puedan hablar con los jugadores a medida que estos iban llegando a la práctica.
Ese martes, a diferencia de otros días, el Museo de Boca y la confitería del club permanecieron cerrados hasta las 11, horario para el que justamente había sido citada la prensa. También hubo más personal de seguridad en los accesos al estadio que el habitual de un entrenamiento semanal. La práctica que duró aproximadamente una hora. El director técnico probó con la siguiente formación: Abbondanzieri; Perea, Schiavi, Burdisso y Rodríguez; Ledesma, Villarreal, Vargas y Cagna; Tevez y Barros Schelotto.
Bianchi charló 15 minutos con estos once jugadores y así definió la alineación titular para la revancha. Finalmente decidió el ingreso del colombiano Perea por Calvo -sufrió en esa práctica un desgarro en el muslo derecho- de Cagna por Caneo, de Tevez -más descansado que el partido de ida- por Barijho y de Ledesma por el suspendido Cascini.
Esto último fue una gran sorpresa ya que en los días previos parecía que Cardozo iba a ser el titular ya que antes de su lesión había mostrado un buen nivel. En cambio Ledesma, apenas había disputado un puñado de minutos en su carrera profesional.
Todo se desarrolló en un clima de tranquilidad hasta que se produjo un pequeño susto para el cuerpo técnico. El “Mellizo” Barros Schelotto sufrió una molestia en la cadera derecha pero enseguida se realizó estudios que determinaron que no sufría nada grave, por lo que no tuvo problemas para ser titular.
Tras el entrenamiento, los jugadores compartieron un asado en el quincho aledaño al estadio, mientras un centenar de hinchas gritaba desde la calle, reclamando saludos y autógrafos. Cagna, el capitán que estaba de regreso, tomó la palabra y al retirarse de la Bombonera enfrentó a una prensa enojada por quedarse afuera de la práctica y dispuesta a seguir generando polémica con las declaraciones cruzadas.
“No opino de las declaraciones de los jugadores de River, no me interesan. Trataremos de jugar un partido muy importante y lograr la clasificación. No va a ser un partidito así no más...”, sostuvo el capitán de Boca mostrando un perfil conciliador.
Cagna era el referente del equipo por experiencia. El volante había debutado en esta clase de encuentros en 1996, cuando Boca le ganó a River 3 a 2. El jugador xeneize llevaba 8 superclásicos oficiales en su haber. Había ganado cuatro veces, empatado dos y perdido dos. Hasta ese entonces no había convertido goles.
Con respecto a la posibilidad de que se volvieran a suceder hechos de violencia, el mediocampista de Boca indicó: “Lo que esperamos es que todo lo que pase dentro de la cancha sea dentro de las reglas y en buena ley”.
Los aires por La Boca, sin dudas, estaban raros. El clima era muy tenso y nunca antes se había visto tan nervioso a Bianchi, una persona que siempre se había caracterizador por no dramatizar el fútbol.
Los motivos había que buscarlos por el lado de las presiones. Es que en Boca sabían que el campeonato local ya casi se les había escapado en manos de los millonarios, por lo que acceder a la final de la copa se había convertido en la única obsesión.
A pesar de la presión, el mundillo bostero confiaba en las posibilidades del equipo. Alfredo Graciani, ex delantero del club sostuvo: “En los partidos importantes Boca demuestra toda su madurez. La conducción de un técnico tan capaz como Bianchi será fundamental. Boca es un equipo de grandes batallas y le tengo mucha confianza”.
Otra gloria xeneize, Norberto Madurga señaló: "Al equipo lo observo bien, pese a que no se encuentre en su mejor nivel. La diferencia que posee Boca en el resultado no es definitiva, pero sí importante. Pienso que será un encuentro muy duro y friccionado".
Para Ángel Clemente Rojas, uno de los mayores ídolos de toda la historia del club, Boca tenía “todas las de ganar”.
“Primero, porque no puede jugar tan mal como lo hizo cuando se enfrentaron por el Clausura; segundo porque el otro día, por la Copa, ya se puso en ventaja cuando estaban 11 contra 11; y tercero, porque River jugará con toda la presión encima. Hay que aguantar la primera media hora, viejo... Si River no hace un gol ahí, chau, se acabó. ¡Ah! Y por la historia, además. Porque ellos nunca fueron mejores que Boca. Nunca”, dijo “Rojitas”.

Bajo la lupa

Los planteles de ambos equipos ya habían hablado de todo, en especial, de los arbitrajes. Pero salvo el blanco de todas las críticas –Claudio Martín- ningún otro referee había realizado comentario alguno hasta aquel lunes 14, cuando varios de los referentes de la comunidad arbitral coincidieron en echar culpas sobre la actitud de los jugadores.
El árbitro Juan Pablo Pompei, por ejemplo, opinó: "Los jugadores son muy propensos a la protesta sistemática. (...) Hay como una psicosis a futuro".
El ex árbitro Juan Bava pensaba de manera similar: "Hay temas que van más allá del arbitraje. Un referee se puede equivocar o no, pero yo nunca vi dos jugadores peleándose en una cancha. Ni siquiera en los túneles. Por eso, lo que está pasando parece exceder el debate sobre la calidad del arbitraje".
Horacio Elizondo, árbitro en actividad, comentó: "Con tantas cosas en juego, hoy están todos más alterados de lo normal. Veo más violencia verbal y psicológica que física".
El titular del Sindicato de Árbitros de la República Argentina, Guillermo Marconi, coincidió también con los demás: "El arbitraje argentino es sano. No se puede dudar. Los jugadores están muy descontrolados, y en el superclásico por la Copa se vieron actitudes que parecían del pasado".
Por su parte, la Asociación Argentina de Árbitros emitió ese mismo día un comunicado en repudio de los cuestionamientos sobre la honorabilidad de los jueces y rechazó los supuestos complots de los que se hablaban.
Por otro lado, también se hizo público que desde el viernes 11 el árbitro de la revancha, Héctor Baldassi, se había auto concentrado en una estancia del Gran Buenos Aires para apartarse de la polémica desatada.
El presidente de la Escuela de Árbitros, Carlos Coradina, dijo al respecto: "Cuanto más aislado esté, mejor... Está bien para que se aleje de todo tipo de presión. Yo voy a hablar con él como hago con todos los árbitros. O como hacen los técnicos con sus jugadores. La consigna será que vaya tranquilo pero prevenido".

Siguen algunas dudas y la batalla mediática

El lunes 14 las formaciones de los equipos, en especial la de Boca, empezaron a quedar definidas. En la Bombonera, el entrenamiento de los xeneizes contó con dos jugadores recuperados físicamente. Neri Cardozo y Cagna ya habían superado el desgarro en el muslo izquierdo y esquince en la rodilla izquierda, respectivamente, y se habían puesto a disposición de Bianchi.
Para entonces se especulaba con que el juvenil Cardozo iba a ser titular en lugar del suspendido Cascini –en ese caso Villarreal pasaba a jugar de cinco- mientras que respecto de Cagna la idea era que sustituyera a Caneo.
El entrenador planeaba también realizar algún cambio en defensa con el ingreso de Luis Perea por José María Calvo. Por pedido de Bianchi, el defensor colombiano ensayó ejecuciones de centros desde el sector derecho.
Ese mismo día también fueron citados para el superclásico: Caballero, Pablo Alvarez –quien había tenido una destacada actuación frente a Olimpo en la última fecha del Clausura-, Ledesma, el delantero brasileño Pedro Iarley, Cángele y Barijho, de los cuales uno iba a quedar al margen del banco de los suplentes.
Si bien la parte futbolística parecía marchar sin problemas para Boca, las declaraciones cruzadas seguían a la orden del día. En el club millonario, Astrada y el juvenil defensor Nasuti habían criticado duramente al plantel de la Ribera: "Lloran por anticipado", fue la acusación que hicieron por lo bajo, luego de que en Boca señalaran que temían por un complot arbitral en su contra para eliminarlos del torneo.
Además, el clima no estaba para bollos ya que el domingo, River le había ganado 2-1 a Lanús por el campeonato local con un gol polémico y había estirado la ventaja sobre Boca a cuatro puntos cuando quedaban seis por jugar.
Barijho fue el primero en responderles a sus adversarios. "Yo me muero de la risa; a veces a algunos jugadores les ponen un micrófono adelante y no se dan cuenta de lo que dicen... Estaba mirando la televisión junto con mi señora y, realmente, me dio mucha gracia lo que dijeron. Por ahí, ellos quieren quedar bien con su gente; no hay que tomarlos en serio. Con tantos partidos importantes que tiene este plantel, no se va a preocupar por lo que digan otros", dijo.
Cascini, por su parte, señaló: "No somos un equipo que llora, hablamos por lo que vemos y lo que sucede es decir, los errores que se están cometiendo en nuestra contra. Nadie me puede decir nada porque Martín se equivocó en el primer partido". Y respecto de Nasuti puntualizó: "No puedo entender por qué dice lo que dice. Debe estar mal asesorado. Si fuera compañero de este chico le diría que se calle la boca".
Sin embargo, conscientes de que habían cometido un error al descalificar a los jugadores xeneizes, tras la práctica del lunes, los futbolistas millonarios intentaron bajarle el perfil a la batalla mediática que se había generado.
El arquero Lux fue breve acerca del presunto complot mencionado en Boca: "Es un problema de ellos, yo no me meto. No quiero opinar sobre esas declaraciones". Ameli, en tanto, directamente prefirió también guardar silencio: "No, no voy a opinar de eso. Hablemos de fútbol".
El que soltó algunas frases más fue Lucho González. Pero el volante esquivó la polémica con la misma facilidad con la que gambetea rivales en la mitad de la cancha. “¿Si hablamos de no entrar en roces? No... en el partido uno no mide las consecuencias porque está con las pulsaciones muy altas, pero es lógico que la idea nuestra es jugar este partido sin entrar en ningún tipo de forcejeo”, opinó.
Mientras tanto, Astrada trataba de solucionar algunos problemas con su defensa ya que Tuzzio padecía una fuerte contractura en los gemelos de la pierna izquierda y estaba en duda su participación. Su reemplazante, de ser necesario, iba a ser Nasuti.
El otro jugador que tenía inconvenientes físicos era Mascherano, quién padecía un esguince en el tobillo izquierdo. Sin embargo, el propio volante aseguró su presencia al manifestar tras la práctica que ya casi no sentía dolor.
En cambio, quien ya tenía un lugar asegurado entre los 16 era Salas. El chileno había entrenado a la par de sus compañeros y demostrado que su lesión estaba totalmente superada.

Dos amigos que sólo quieren jugar

Tevez y Mascherano no jugaron el domingo 13 para sus respectivos equipos por el torneo local sino que disputaron un encuentro solidario en el centro de exposiciones porteño de La Rural junto a un grupo de niños. Estas dos estrellas del fútbol argentino, que unos meses más tarde se consagrarían subcampeones con la selección mayor en la Copa América de Perú y campeones en los Juegos Olímpicos de Atenas –un título que ningún otro equipo de la historia del país había conseguido antes- reflejaban uno de los pocos sentimientos puros que el superclásico había dejado.
Al enfrentar a los periodistas que estaban en el lugar no polemizaron. Ellos no hablaron de malos arbitrajes, complots y agresiones. En cambio, sólo se refirieron, como en la previa del primer partido copero, a lo exclusivamente futbolístico.
“Va a ser raro jugar en un Monumental lleno de hinchas de River, pero no me asusta. En la Bombonera pasó lo mismo y bueno... Ojalá que podamos ganar y hacer un buen partido. Nosotros estamos muy bien”, dijo Tevez.
En frente, su amigo Mascherano agregó: “Será un partido muy duro, luchado y parejo. Anímicamente estamos bárbaro. Vamos punteros en el Clausura y confiamos en dar vuelta el resultado en el Monumental”.
“Va a ser una final anticipada. El que gane acá tendrá muchas chances de quedarse con el torneo. Estoy tranquilo”, sostuvo el atacante xeneize.
Mascherano, distendido, soltó la siguiente frase: “Lo único que digo es que hay que ganar por toda la gente de River que irá a la cancha. Es una presión linda jugar con el Monumental lleno y esperamos que todo salga bien. Repito: estamos muy bien de ánimo y la última derrota ya quedó en el olvido”.

No aflojan

El domingo 13 de junio el matutino La Nación título una de sus notas en la sección deportiva de esta manera: “Urgente, enfriar varias cabezas”. La idea era criticar los excesos verbales que los jugadores de ambos equipos habían tenido el día anterior y que no hacían más que incitar a la violencia.
“Es como si se cansaran de vernos campeones”, era una de las frases más escuchadas en la Bombonera por ese entonces según el mismo diario. Daba la impresión de que ninguno de los protagonistas de esta historia quería aflojar.
Ese día trascendió que Bianchi se había comunicado con Macri, que se encontraba en Barcelona, España, para expresarle su preocupación por los arbitrajes que Boca estaba teniendo en la copa.
En cuanto a lo estrictamente futbolístico, el técnico tenía a esas alturas dos candidatos en mente para reemplazar al expulsado Cascini en la alineación titular de cara a la revancha. Uno era Cagna, si se recuperaba de su lesión. En caso contrario, quien tenía muchas chances era el juvenil Pablo Ledesma.
Por el potro lado, Astrada estaba obligado a reemplazar a Gallardo y Garcé. En ese sentido barajaba la posibilidad de pasar a Tuzzio al costado derecho, pero éste no estaba cien por cien ciento físicamente. Las mejores chances las tenía Cristian Nasuti, primero, y Juan Fernández, spués.
Para reemplazar a Gallardo, la carta confirmada era la de Daniel Montenegro, quien por orden del entrenador dejó la concentración que compartía con los jugadores que esperaban el partido del domingo frente a Lanús por el Clausura. La idea era que descansara y se uniera a los que iban a jugar el desquite frente a los xeneizes.
En el entrenamiento del día anterior, los futbolistas que habían jugado frente a Boca realizaron ejercicios físicos individuales. Mascherano, con un esguince leve en el tobillo izquierdo, y Husain, con una molestia en el abductor derecho, no habían practicado con el resto del plantel. El que si se entrenó al mismo ritmo que sus compañeros fue Salas, quien finalmente estaría en el banco de los suplentes en la revancha monumental.

Otros escándalos coperos

Lamentablemente para los que amamos el fútbol, los incidentes en el superclásico no fueron los primeros en registrarse en partidos por la Copa Libertadores. Unos d elos primeros casos se vivió el 2 de agosto de 1962, en la segunda final entre el Santos y Peñarol. Los brasileños habían ganado el encuentro de ida por 2-1 y en la revancha disputada en Brasil, los uruguayos ganaban por 3-2 cuando promediaba el segundo tiempo y el árbitro chileno Carlos Robles recibió un piedrazo y uno de los líneas un botellazo. Como consecuencia, hubo discusiones y los brasileños obligaron a Robles a seguir con el partido. Santos llegó al empate y festejó la obtención del título aunque el árbitro informó que había suspendido el partido a los 52 minutos con el resultado 3-2 en favor de Peñarol.
Racing y Estudiantes disputaron en 1968 tres encuentros por las semifinales. “La Academia” ganó 2-0 la ida en Avellaneda y Estudiantes 3-0 en La Plata. En ese partido, el 24 de abril, fueron expulsados Carlos Pachamé, por el lado platense, y Roberto Perfumo en el visitante. Tres días después, en el desempate en River, fueron expulsados Aguirre Suárez en Estudiantes, y Alfio Basile, Togneri y Nelson Chabay de Racing, quienes terminaron detenidos en una comisaría policial por un decreto del gobierno de facto de turno.
Boca y Sporting Cristal protagonizaron el 17 de marzo de 1971 un verdadero bochorno. De los 22 jugadores sólo tres no fueron sancionados por la Confederación mientras que once jugadores xeneizes y ocho de los peruanos amanecieron en la comisaría. La nota dramática fue que la madre del peruano “Chito” De La Torre, que sufría de diabetes, murió de un ataque cardíaco cuando vio por televisión como se peleaba su equipo. Boca fue sancionado y se retiró del torneo.
Hubo otros casos, por ejemplo, los cuatro jugadores expulsados de Estudiantes ante el Gremio de Brasil en 1983; el línea uruguayo Ramón Barreto con la cabeza vendada; el perro policía que le mordió la cola a Navarro Montoya en Chile en la semifinal entre Colo Colo y Boca de 1991; la despedida de River en 2003 en Cali ante el América, con tres jugadores expulsados y corridas después del partido, y la lista sigue...

A explicarle a la Justicia

Los incidentes durante el Boca-River desembocaron en citaciones judiciales y denuncias porque concretamente se constituyeron en una contravención, es decir, un delito menor, tan leve que ni siquiera está contemplado en el Código Penal sino que tiene una propia tipificación. Por ello, durante el transcurso de la semana posterior al superclásico, varios futbolistas alternaron su preparación para el desquite con la concurrencia a los tribunales.
Abbondanzieri fue interrogado la mañana del martes 15 por el fiscal contravencional Gabriel Unrein, en el marco de un expediente que fue caratulado como "maltrato físico y hostigamiento", abierto en perjuicio de Gallardo. Ese día, y ante el mismo oficial de Justicia, también declaró el preparador físico millonario, Gabriel Macaya, contra Guillermo Barros Schelotto, que lo golpeó durante los incidentes.
En este caso trascendió un viejo rencor entre Macaya y Barros Schelotto. Al parecer, la bronca venía de cuando Macaya trabajaba en Vélez, en los tiempos en los que el arquero José Luis Chilavert y Guillermo (por entonces, en Gimnasia) vivían amenazándose. El profe esta vez quiso separar, fue a sacar del medio a Ameli y recibió dos piñas.
Por otra parte, el fiscal Martín Lapadú convocó a varios jugadores de River por el uso de pirotecnia en el ómnibus que los condujo a la Bombonera; en ese trámite también declaró Aguilar, quien le entregó al fiscal la lista con los nombres de los jugadores millonarios que viajaron en aquel micro.
Meses después, en la instrucción de esa causa contravencional, el fiscal comprobó que desde el vehículo se utilizó pirotecnia y bengalas, algo prohibido en espectáculos deportivos, y sancionó a Constanzo y Cavenghi con multas y trabajo comunitario.
Mientras tanto, el abogado Juan Manuel Lugones radicó una denuncia penal contra Gallardo y Ameli, por presunta infracción a la ley nacional contra la violencia en espectáculos deportivos. El letrado solicitó que a ambos jugadores se les prohibiera la entrada al Monumental para el partido revancha. La causa quedó radicada ante el Juzgado en lo Correccional porteño número 2, bajo el número 34.378/04.

Las dos caras de una misma moneda

Algunas horas antes de la autocrítica del árbitro Martín, Marcelo Gallardo decidió hablar después de la práctica de la tarde de aquel viernes polémico. El volante se despachó con duras críticas hacia los jugadores de Boca y el juez del encuentro.
“A mí me pegan, me levanto y sigo jugando; me vuelven a pegar, me levanto y sigo jugando. No me hago el guapo con todo el mundo. Por eso, a los que quieren ganar de guapos no los soporto. En un momento, cuando le hago la falta a Cascini, veo que se levanta a guapear y yo lo único que hago es protegerme para que no me pase por arriba”, dijo “El Muñeco”.
Respecto de su expulsión, el volante sostuvo: “En ningún momento le pego un cabezazo a Cascini, como dice Martín. Yo me paré delante de él para que no me pasara por arriba. Cuando el árbitro me saca la tarjeta roja, por un momento yo pensé: este tipo realmente no tuvo ningún tipo de criterio, porque no merecía amonestar ni expulsar a Cascini... Son cosas que pasan en un partido. No hubo agresión de mano ni de nada y era un foul como para sacarme una amarilla a mí, nada más, y la cosa se terminaba ahí. Martín no tuvo criterio”.
¿Qué pasó después para el volante de River? Bueno, Gallardo prefirió dar vagas explicaciones y muy pocos detalles. “Fue un poco loco lo que pasó. En diez años de carrera nunca tuve un problema así. Después del partido, más tranquilo hice una autocrítica porque no me siento orgulloso de lo que pasó”, recordó.
El presidente Aguilar, por su parte, defendió públicamente a Gallardo: “Son contadas las expulsiones de Gallardo en su carrera, por lo que debe haber sido una situación límite”. Astrada, en tanto, trató de hacer entender a los periodistas algo que no tenía mucha lógica: “Sólo puedo decir que hay que entender que las pulsaciones están muy arriba y desde afuera todo se ve fácil”.
El clima en la otra punta de la ciudad de Buenos Aires no era muy distinto del que se respiraba en Núñez. El entrenamiento de Boca de ese viernes en la Bombonera también reflejaba bronca por lo sucedido y poco se rescataba del triunfo. Un claro ejemplo de que los incidentes y las polémicas habían empañado el juego.
Bianchi se retiró de la práctica e hizo un pequeño balance del primer partido. Explicó por qué su equipo no ganó por una diferencia más amplia. Si bien admitió fallas en el funcionamiento de sus dirigidos, también hizo hincapié en el arbitraje.
“Hubo muchas claves por las que no ganamos por mayor margen. Nos faltó abrir la cancha y River se defendió bien, salvo el penal no cobrado y el gol anulado a Calvo”, dijo el entrenador.
Pero a la hora de hablar de los incidentes, Bianchi fue más honesto que los millonarios. “Hubo actos y gestos agresivos, pero no salió ningún jugador lesionado. No sé lo que pasó porque estaba a 70 metros del tumulto. Lo que tengo en claro es que si hay desorden en mi casa es por culpa mía.”, opinó.
Muy diferente fue la postura de Macri, quien se burló de sus rivales como una manera de criticar la actitud de los jugadores millonarios ante los incidentes. “Los jugadores de River están nerviosos porque la Libertadores es casi una obsesión para ellos”, dijo el presidente xeneize.
Cascini, por su lado, se defendió de las acusaciones de sus rivales: “Gallardo me tira el cabezazo y Martín me saca primero la tarjeta roja a mí. No entiendo lo que hizo.(...) Lo que no acepto de Gallardo fue la agresión a Abbondanzieri”, sostuvo el volante central.
Clemente Rodríguez, jugador de perfil bajo, enfrentó a la prensa y no dudó en darle la razón a su compañero Cascini y atacar al volante de River. “La actitud de Gallardo fue lamentable. Demostró que no tiene h... para pelear de frente”, afirmó el defensor.
La guerra verbal entre jugadores, entrenadores y dirigentes rivales había comenzado. El clima se tornó muy tenso y agresivo y abarcó a personajes que habitualmente mantienen una actitud irreprochable, como el volante colombiano de Boca, Fabián Vargas.
“Ellos empezaron con las agresiones físicas y verbales. Salieron a calentar el partido. Querían ganar de boquilla. Fue así. River nos provocó y quiso ganar el partido hablando”, sostuvo Vargas sobre cómo comenzaron los incidentes del partido.
El colombiano había jugado frente a River por la Libertadores de 2003 cuando su equipo de aquel entonces, el América de Cali, eliminó al conjunto millonario en los cuartos de final al ganarle por 4 a 1.
Este antecedente era para Vargas una probable razón de por qué los jugadores de River le pegaron y agredieron tanto en el superclásico. “Yo creo que hay algunos que todavía están calientes por la última eliminación en Colombia”, indicó.
Ese mismo día, el diario Clarín publicó una nota sobre los ánimos en Boca bajo el título “La teoría del complot”, como una forma de señalar el descontento de los xeneizes respecto del arbitraje no sólo de Martín sino del referato en general que, según ellos, favorecía a River y los perjudicaba.
“¿Cómo nos sentimos? Mirá, estamos recalientes porque es como si nos quisieran voltear”, dijo en estricto off the récord uno futbolista de Boca a ese matutino.
Según Clarín, a Boca le sobraban argumentos para sostener la teoría del complot en su contra. Entre ellos, la falta clara de Rojas a Barros Schelotto que merecía la segunda amarilla y la consecuente expulsión del defensor, sanción que nunca llegó; y el gol anulado a Calvo por un offside inexistente.
Esta acción apuntó al árbitro asistente Juan Carlos Rebollo y a recordar que justamente él había convalidado el gol de Sand en el último River-Racing por el Clausura, que nació en una posición adelantada clara de Coudet no cobrada y que les permitió a los de Núñez quitarle la punta local a Boca.
Otro argumento esgrimido fue, sin dudas, el penal del epílogo cometido por Coudet e ignorado por el árbitro.
Según la misma fuente citada por Clarín, Bianchi y preparador físico Luis Santella compararon lo ocurrido en la Bombonera con los octavos de final de la Libertadores de 1995, cuando entrenando a Vélez Sarsfield, enfrentaron a River.
En aquella oportunidad, Javier Castrilli -en aquel entonces era árbitro- expulsó en el partido de ida a los defensores velezanos Horacio Cardozo y Víctor Sotomayor por cosas, que según Bianchi y compañía, “sólo él vio”.
Después, en la revancha el árbitro Francisco Lamolina le anuló al defensor de Vélez Roberto Trotta -que hubiera sido el gol de la clasificación- por “un foul inventado”.
Finalmente, Vélez, que el año anterior había sido campeón del mundo con el Virrey, quedó eliminado de la copa al perder por penales.

Días de polémica

Las versiones periodísticas sobre los incidentes ocurridos en el primer partido ocupaban el sábado 12 de junio todas las páginas de las secciones de deportes. Algunos medios criticaban la posibilidad de que no hubiera sanciones para todos los que estuvieron involucrados y los días de polémicas se avecinaron.
El diario La Nación tituló una de sus notas: “Más vergüenza. Después del bochorno no habrá castigo de oficio para los futbolistas; la CSF (Confederación Sudamericana de Fútbol) sólo sancionará a los expulsados Cascini, Gallardo y Garcé”.
Esto se debió a que el informe entregado por el árbitro Claudio Martín sólo se refirió a las expulsiones de estos tres jugadores y no mencionó absolutamente nada respecto de las agresiones que protagonizaron casi los dos planteles completos.
La explicación oficial se escuchó de las palabras de Eduardo Deluca, secretario general de la CSF. "Normalmente no se suele sancionar a jugadores que no están especificados en el informe del árbitro. Mi decisión en este caso mucho no cuenta por tratarse de clubes argentinos, pero es poco probable que se actúe de oficio a causa de lo que se vio por televisión", dijo el dirigente.
Hasta ese entonces, Gallardo, Cascini y Garcé estaban suspendidos provisionalmente los que les quitaba la posibilidad de estar presentes en la revancha del jueves 17.
El martes 15, en las oficinas de la Confederación Sudamericana se terminó por confirmar lo que se vaticinaba. Dos fechas para cada uno de los futbolistas que vieron la roja y nada para el resto.
En su informe Martín admitió haber cometido errores en algunas jugadas polémicas que dejó el superclásico. Por ejemplo, la mano de Coudet, en la que debió sancionar penal.
“Si yo hubiera visto la mano en el partido, la hubiera cobrado. Quizás actué en forma mecánica y dejé seguir la jugada. Si así ocurrió fue mi responsabilidad y no la del juez de línea Rebollo (Juan Carlos), que controlaba ese sector. Pero recién cuando lo vi por televisión me di cuenta de que fue penal”, admitió el árbitro.
Para Martín, las agresiones entre los jugadores fueron algo fuera de lo común. Quizá así se pueda explicar su pasividad ante los hechos. “Me sorprendió ver a una persona como Gallardo reaccionar de esa manera. No es habitual en él ese comportamiento. Cuando se armó el mayor revuelo, yo quedé en el medio y la verdad es que me costó identificar a los agresores. Me encargué de averiguar de quién era el brazo que había lesionado en la cara al arquero y me di cuenta de que se trataba de Gallardo, que ya estaba expulsado”, expresó.
El cuarto árbitro, Gabriel Brazenas, tampoco comprobó ninguna otra agresión como la de Gallardo a Abbondanzieri: “Todo fue tan rápido que no se pudo ver bien quién pegó en ese tumulto ni tampoco cómo comenzaron los incidentes”, dijo y luego agregó: “Mi función como cuarto árbitro es colaborar con el principal del partido para observar e informar sobre hechos de violencia, porque tengo facultad de intervenir, y si, por ejemplo, hubiera visto quién le pegó a Macaya, lo habría señalado. Pero no lo vi”.
El viernes 11 de junio a la noche, en una producción de Fox Sports se vio una escena para la discusión. El asistente Rebollo y Martín compartían el siguiente diálogo:
- Lo tenés que echar a Abbondanzieri- le dice el asistente.
- Buscame a otro, buscame a otro- respondió el juez principal.
El testimonio de Brazenas y el video del canal de cable demostraron una vez más, no sólo la falta de capacidad técnica de los árbitros, sino también la falta de integridad moral de los mismos.

Lo más visto de la tele

El rating del partido que jugaron Boca y River por la primera semifinal de la Copa Libertadores demostró que el fútbol en Argentina es pasión de multitudes. El encuentro midió nada más y nada menos que 50,9 puntos, con picos de 59,3, por lo que se estima que hubo más de tres millones de personas frente a la pantalla de Canal 13.
Fue lo más visto en la televisión en lo que iba del 2004 y también superó la mejor medición de 2003 que se registró con el capítulo final de la telenovela emitida por el canal Telefé “Resistiré”, que midió 41,9 puntos.
Nada, en lo que iba del año, había alcanzado la cifra del superclásico. El éxito de "Los Roldán", que se veía por Telefé, a las 21,30, mantenía un promedio de 36 puntos de ráting. Y su medición más alta fue de 40,8, el 19 de febrero.
Comparado con otros eventos deportivos también batió récord. En segundo lugar había quedado el partido que Brasil le ganó a la Argentina por 3 a 1 por las eliminatorias de Alemania 2006, el 2 de junio en Belo Horizonte y que hizo 36,4 puntos por América.
Lo cierto es que ni siquiera en 2003 hubo una cifra de espectadores tan grande como la que siguió el partido Boca-River. De hecho, el récord de audiencia fue de 46,3 puntos y corresponde también a la Copa Libertadores.
Fue para la final entre Boca y Santos. El segundo programa más visto fue "Los simuladores", que por Telefé logró 32,2 puntos de ráting.
Para la primera semifinal copera, el encendido de televisores fue de entre el 82 y 83 %, un 2 % más de lo habitual en ese horario. Se calcula que el 60 % del total de encendido (TV abierta y cable) se lo llevó el partido.
En lo que iba del 2004 las transmisiones deportivas habían sido las de mayor ráting. Boca-Sao Caetano, por ejemplo, promedió 34.3 puntos con picos de 49,4 en la definición por penales.
En otros rubros, lo mejor de 2004 fueron los 36,2 puntos que midió la entrevista de Susana Giménez a Diego Maradona en la quinta de General Rodríguez cuando el astro abandonó la clínica en la que había estado internado en grave estado.
A nivel mundial, unos 51 millones de televidentes vieron aquel año en los Estados Unidos el capítulo final de la serie Friends. En España, el casamiento real de Felipe y Letizia Ortiz lo vieron 25 millones de telespectadores.

Entradas y medidas de (in) seguridad: Parte IV

Como si este primer superclásico no hubiera generado polémicas, el remanente de 3.000 entradas que sufrió Boca –algunos dirigentes dijeron que sobraron hasta 10 mil- puso en evidencia las deficiencias políticas que manchaban el fútbol argentino.
El vicepresidente de Boca, Pedro Pompilio, criticó la decisión de que los partidos se jugaran sin hinchada visitante como una manera de explicar lo inexplicable: "Lo sucedido merece un replanteo de todo el mundo. El fútbol no se merece esto. Estamos deteriorando el espectáculo. Sobraron 3000 entradas. Esto es increíble”.
En tanto, por los pasillos de la AFA nadie apoyaba esta política de seguridad para organizar partidos. "Tenemos una intervención encubierta, esto es una dictadura", gritó uno de los dirigentes. Según ellos, "no se puede jugar el día que ellos decidan y a la hora que ellos quieran. No puede ser que al fútbol argentino no lo manejemos”, fue el comentario que se oyó por esos días.
Por su parte, en River, las 3.000 plateas disponibles, más unas pocas populares y el remanente de lo devuelto por las filiales de todo el país fueron era puestas a la venta a partir del lunes 14 de junio a las 10. Es que en el Monumental de Núñez, el sábado 12 y domingo 13 sólo se vendieron los boletos para el partido con Lanús por el Clausura.

Las voces del vestuario

Los jugadores de Boca festejaron la victoria ante River con mucha mesura ya que la diferencia de un gol no garantizaba nada de cara a la revancha. Sin embargo, en sus declaraciones a la prensa, el plantel resaltó la importancia de haber triunfado en un encuentro tan decisivo.
"Ganar era lo más importante para nosotros; no nos vamos con bronca porque no hayamos podido sacar una diferencia más grande. Había que ganar y lo hicimos ante un rival tan duro como River", dijo Barros Schelotto.
El “Mellizo” sabía, por su experiencia copera, que esta clase de definiciones eran partidos a 180 minutos. "Todavía no hemos ganado nada y falta un partido más, en el Monumental. Será como una final anticipada, porque ellos buscarán revertir el resultado. Veremos qué pasa, pero nosotros estamos confiados y eso es importante", dijo.
Sobre el juego brusco que generó incidentes, Barros Schelotto utilizó su típico discurso de guerrilla para atacar a sus rivales. “Varios jugadores de River pegaron de atrás, lo que habla muy mal de ellos. Quisieron llevarnos por delante y no los íbamos a dejar”.
Fabián Vargas fue otro de los pocos jugadores xeneizes que habló con la prensa. "Resultó un partido caliente y muy luchado, donde merecimos ganar por una diferencia mayor. De todas maneras, lo importante era sacar una ventaja en nuestra cancha y cumplimos. Ahora, la obligación de dar vuelta la historia la tiene River", explicó.
En tanto, durante su conferencia de prensa, el técnico de Boca habló primero de los aspectos netamente del juego: "Hay que ser sincero. Muchas situaciones de gol no creamos. Boca jugó mejor en el primer tiempo. Y en el segundo no encontramos un receptor en el área grande para aprovechar los desbordes. Monopolizamos la pelota pero no tuvimos profundidad".
“Once contra once hicimos un gol y dominamos. Diez contra nueve lo puse a Tevez para aprovechar el hombre de más pero no dio resultado", agregó el entrenador.
Sin exageraciones ni generar polémica, Bianchi, como es costumbre, también apeló al sentido común respecto de los incidentes entre los jugadores: “Lo de Roberto no lo vi. No sé como se puede hacer ese corte. Si hay desorden en mi casa, la culpa es mía”.
Sobre las decisiones del árbitro, el Virrey opinó: "Me pregunto por qué lo echaron a Cascini... Parece que un gol que no nos cobraron no fue offside. Y me pareció que fue penal la mano de Coudet. Habría que preguntarle al referí por qué no lo cobró”.
Por su parte, Cascini fue de los más críticos con respecto al arbitraje: “No nos dio un gol válido y un penal que vio todo el mundo. A veces no hay que ver únicamente a los árbitros, sino también a los que están afuera”, expresó en clara referencia al juez de línea Rebollo, quien señaló un inexistente offside en el gol anulado a Calvo.
De la vereda opuesta, Astrada defendió a sus dirigidos de quienes los acusaban de incitadores a la violencia y desleales. “Los jugadores de River pusieron la pierna cuando debían ponerla. Si no hubiera sido así, me habría ido disconforme”, indicó.
El entrenador millonario mostró una visión diferente a la de Bianchi al sostener que su equipo no fue menos que su rival. "En ningún momento del partido Boca fue superior a nosotros. Supo aprovechar esa jugada del centro y la transformó en gol", dijo.
Astrada, además, criticó la expulsión que derivó de la gresca de la etapa inicial. “No entiendo la roja a Gallardo, porque ni siquiera tenía amarilla. Pero había que compensar la expulsión de Cascini”.
Para Claudio Husain hubo injusticia también en el marcador. "Fue un partido bastante luchado, que estaba para cualquiera. Era un empate. Ellos marcaron en una jugada desgraciada nuestra y después vinieron las expulsiones y todo cambió. Igualmente, en River lo podemos dar vuelta", sostuvo el volante.
El volante mostró también una postura casi indiferente a los incidentes, como si fueran algo prácticamente normal: “Creo que el árbitro debió encarar las cosas de otra manera. De cualquier manera creo que son reacciones propias de un clásico caliente”.
Por su lado, Aguilar vio optimista para el partido de vuelta. "Perder no es positivo, pero es una circunstancia. Faltan jugar 90 minutos y River tiene buenos jugadores como para poder dar vuelta la historia. Soy muy optimista para el encuentro de la semana que viene. River aguantó bien el partido pese a jugar gran parte con un hombre menos. Tuvimos posibilidades para empatarlo pero no se dio. Otro gol en contra hubiese sido difícil de levantar. Con este resultado, no es tan imposible. El equipo demostró tener mucho temple en un partido complicado que sacó bien adelante", explicó el dirigente.
También habló como si los incidentes del primer tiempo le pasaran por el costado, como si nada de lo que había sucedido fuera responsabilidad de su club. "A nadie le gusta ver lo que pasó. Pero el que jugó al fútbol, sabe que éste es un deporte sanguíneo y puede haber incidentes como los de esta noche. No hay que magnificar. No fue un momento feliz. No condenó conductas. Pero está en claro que esto no tiene nada que ver con la tradición de River", opinó.
Luego, y sólo contra todos, Martín salió a defenderse: "Yo entré a la cancha con la convicción de que no hubiera juego brusco. Pero a los 5 minutos había dos amonestados y los que pegaron de más son los que se fueron expulsados". Al árbitro se le preguntó si había más jugadores informados y adelantó que no. Y de la única jugada puntual que habló fue la de la mano de Coudet: "Si fue penal, fue culpa mía (de no cobrarlo) y no de (el asistente) Rebollo. Pero no la vi".

Vivencias únicas

Más de 6.000 hinchas de River palpitaron el superclásico en el Monumental, donde hubo dos pantallas gigantes y dos más pequeñas, todas instaladas en el campo de juego, cerca del arco de espaldas a la avenida Figueroa Alcorta. La presentación estuvo a cargo del periodista Gastón Recondo y la transmisión fue la misma que se vio por Canal 13, pero con los relatos por los altoparlantes de Atilio Costa Febre.
Media hora antes de iniciado el partido, los simpatizantes se emocionaron con imágenes de de gratos recuerdos de su equipo. Luego, la gente que se situó en la tribuna Centenario y en las plateas media y baja, no perdieron oportunidad para insultar a Javier Castrilli por entender que éste no les había permitido estar presentes en el partido.
En la parte más baja de las plateas, las banderas de González Catán, Ingeniero Budge, Drago, Versalles y San Martín, entre otras, decoraron el estadio como cualquier domingo por la tarde.
Días antes el partido, Gallardo vaticinó: "Vamos a ser 11 contra 70.000". Tenía razón el volante millonario porque en la Bombonera, como nunca antes, eran todos de Boca. Los hinchas xeneizes, como no había con quién confrontar, también se dedicaron a hostigar con cánticos a Castrilli y hasta una bandera flameó en uno de los palcos con una leyenda contundente: "Castrilli, retiráte y deja vivir el fútbol".
Si bien la costumbre marcaba que las vueltas olímpicas se daban por la mitad para que no se enojen los visitantes, en la previa, el equipo de Boca campeón de la Liga Nacional de básquetbol la dio completa ya que no había quién los insultara.
Una vez que rodó la pelota, quien sufrió, y mucho, fue el árbitro Claudio Martín, quien a ante cada fallo en contra de Boca fue correspondido con una tormenta de abucheos. Lo mismo sucedió con cada jugador millonario que tocaba el balón.
Se sabe que el superclásico es un evento que trasciende lo meramente deportivo y se convierte en una atracción sin igual para los turistas extranjeros. Pobres los que fueron y se quedaron sin ver la colorida y estruendosa rivalidad entre las dos hinchadas más grandes de Argentina. Como les pasó a los integrantes del seleccionado de rugby de Gales, que estaba de gira por nuestro país.
Tras el despropósito generado por jugadores y cuerpo técnico en el primer tiempo, los simpatizantes xeneizes no tenían otro objetivo en la mira que los jugadores de River. Por eso cada uno de los millonarios que tocó la pelota recibió un rugido de furia en su contra. Los hinchas de Boca entonaron el clásico —nunca más cierto que aquella noche—: "Y ya lo ve, y ya lo ve, es para River que lo mira por tevé".
En el Monumental, los de River gritaron fuerte: "Cada vez son menos, ¡qué vergüenza los bosteros!". Y en la Boca, los locales les respondieron a los hinchas que no veían. Con el gol de Schiavi explotó la Bombonera y se enmudeció todo el barrio de Núñez.
Cuando llegaron las expulsiones, la masa local exclamó: “¡Y pegue, Boca pegue!”. En el estadio de River, recién advirtieron las tarjetas rojas cuando Cascini y Gallardo se fueron. Y tras la expulsión de Garcé, se palpó una sensación de frustración, mezclada con aceptación por la decisión del árbitro.
Los códigos del fútbol a veces no se quiebran. Coudet tiró afuera la pelota al ver lesionado a Clemente Rodríguez y la Bombonera aplaudió. Una actitud valorable para rescatar dentro de tanta locura desatada.
Los hinchas de Boca siguieron el segundo tiempo con un murmullo. El Monumental estuvo en silencio hasta diez minutos antes del final. Entonces renació el aliento. Pero llegó el tiro libre indirecto del cierre y se callaron. Cuando pasó el peligro, respiraron. Y hubo celebración.

El árbitro también jugó

La actuación del árbitro Claudio Martín fue, sin dudas, fundamental para el desarrollo del partido y, en definitiva, para el resultado del mismo, aunque cabe aclarar que los jugadores condicionaron al juez con su propensión al juego brusco y las protestas permanentes. Por ejemplo, hubo 32 infracciones, una cada tres minutos.
La idea de Martín era, a sabiendas de que el clima venía caldeado desde los días previos, que el partido no se le fuera de las manos. Al minuto de juego Villarreal cometió un fuerte foul y el árbitro sacó su primera tarjeta amarilla.
Ese fue un acierto pero tres minutos más tarde quiso dar el mismo mensaje a los jugadores de River y amonestó a Maxi López por forcejear en reiteradas ocasiones con Schiavi. Esta decisión pareció algo exagerada porque no se trataron faltas graves.
Después, a los 11 y 14 minutos, sacó otras dos amarillas. A esta altura, el partido estaba caliente y se estaba metiendo mucha pierna fuerte. Las amonestaciones fueron para Cascini y Rojas por bruscas infracciones.
Sin embargo, su perfil de severo se fue a la basura a los 18 minutos. Allí, Rojas cometió una violenta infracción contra Guillermo Barros Schelotto y Martín, para no tener que echarlo porque ya cargaba con una amarilla, no lo amonestó y peor aún: ni siquiera cobró la falta.
Con su confianza perdida y el encuentro totalmente fuera de su control, sus decisiones comenzaron a carecer de sentido primero y de Justicia después. A los 28, Schiavi cabeceó al gol pero antes se había sacado la marca de Amelli con un empujón.
Martín no la vio y el línea, que estaba mejor ubicado tampoco, aunque esta jugada era más difícil de apreciar por la aglomeración de jugadores dentro del área millonaria.
A lo 31 se desataron las agresiones extra futbolísticas y echó a Cascini y Gallardo con rojas directas. Esa decisión fue la correcta; sin embargo, no amonestó a nadie más, cuando hubo golpes a la vista de todos de por parte de varios jugadores, como los casos de Barros Schelotto y Amelli.
Con el clima hecho un infierno Martín tuvo su acción más destacada. Podría haber intentado bajar el perfil y esperar a que terminara el primer tiempo para que se calmaran los ánimos pero a lo 41 Garcé le pegó una patada a Vargas y fue expulsado merecidamente.
A Garcé, evidentemente caliente desde los incidentes de minutos anteriores, se le fue la pierna de manera descalificadora y Martín eligió aplicar el reglamento como se debe y no le importó condicionar aún más a River al dejarlo con nueve hombres.
El comienzo del segundo tiempo mostró a un árbitro más sereno pero más permisivo cuando en realidad los jugadores no le daban los motivos para hacerlo. Todos se seguían pegando y peleando.
Amelli le pegó deliberadamente a Barijho cuando este estaba caído y agredió verbalmente y con gestos a Vargas. Pero Martín recién le sacó una amarilla a los 32 por reiteración de faltas.
Poco antes, Martín cayó otra vez preso de su mala ubicación y tuvo que pitar a instancias del juez de línea Juan Carlos Rebollo que cobró un inexistente offside de Barros Schelotto que derivó en gol anulado a Calvo.
El partido se moría y el mercurio del termómetro seguía subiendo, casi a punto de explotar. Fueron otros cuatro minutos seguidos –del 45 al 49- en los que Martín volvió a sacar amarillas. Primero amonestó a Lux por hacer tiempo y luego a Barijho y Coudet por protestar.
Pero su falla más grosera estaba por venir. Al minuto 50 del segundo tiempo –en realidad había adicionado tres- Tevez ejecutó un tiro libre cerca en el borde del área grande. La barrera de River estaba en el punto del penal sin guardar la distancia reglamentaria. El tiro del delantero iba al arco pero en el camino se encontró con los brazos de Coudet que, como un arquero, se arrojó sobre el balón. Penal claro. Pero no para Martín.
Los números del historial del árbitro hablaban de un perfil más bajo, propenso a no sacar tantas tarjetas de entrada y a castigar falta con exagerada severidad. “Quería parar de entrada el juego brusco; a lo mejor no fue la mejor táctica”, sostuvo luego del partido.
Martín tenía en su haber, hasta el primer chico del superclásico copero, 110 expulsiones en 226 partidos, con un promedio de 0,49 tarjetas rojas por encuentro. Mientras que su media en cuanto a las amonestaciones era de 5 por partido.
Las críticas al arbitraje inundaron las páginas de los principales matutinos del país. El diario deportivo Olé, que se caracteriza por su punto vista popular, que encarna el enfoque del hincha que vive el partido desde la tribuna, calificó el desempeño de Martín con un 2. “Arrancó con un rigor exagerado que no mantuvo y cerró la noche ignorando un penal de Coudet”, señaló el matutino especializado.
El Diario Popular, si bien no es un medio que trata sólo deportes le brinda mucho blanco a esa sección por lo que tiene experiencia en la materia. Este matutino, que apunta a un lector de clases medias bajas y bajas, donde todo es blanco o negro y no hay lugar para los tonos grises, calificó al arbitraje con un 1.
“Arrancó bien, llevando el cotejo con rienda corta, pro a los 17 minutos dudó cuando tenía que expulsar a Rojas y ya no pudo recomponer su labor. Tras las rojas a Gallardo y Cascini se desató el escándalo. Hubo empujones, insultos y golpes de puño, aunque para el árbitro... no pasó nada, porque prefirió mirar para otro lado y no sancionar disciplinariamente a los jugadores que se involucraron en el tumulto, por lo que el encuentro estuvo detenido durante ocho minutos. Martín ya no había visto el empujón de Schiavi a Amelli, en el gol del zaguero de Boca, y el penal de Coudet, en la última acción del juego. Un punto a favor de su actuación fue la correcta expulsión de Ariel Garcé, que castigó al colombiano Vargas”, opinó el Popular.
El diario Clarín, el de mayor tirada del país, no califica a los arbitrajes con puntos, sino con conceptos. Al de Martín lo describió como “malo”. El matutino La Nación tiene el mismo método y lo calificó con un “mal”.
“Fue decididamente una mala noche para el árbitro Claudio Martín. En un partido con tantos condimentos y con un clima tan caliente, Martín cometió muchos errores, algunos de ellos fundamentales para el desarrollo del partido. (...) Si bien acertó con las tres expulsiones, no tuvo decisión para mandar a los vestuarios a otros que participaron del escándalo del primer tiempo. Tuvo firmeza para amonestar correctamente en el comienzo, pero luego careció de criterio para juzgar de la misma forma acciones que merecían sanciones. (...)”, fue la calificación conceptual de La Nación, en la que se destacó al penal no sancionado a favor de Boca por mano de Coudet en la última jugada del partido como “la omisión más grosera”.

¡Ah!, el partido

Uno de los personajes centrales de esta historia es el defensor de Boca Juniors, Rolando Schiavi, quien para los diarios La Nación, Olé y Popular fue la figura del primer clásico de la semifinal de la copa, al otorgarle 8, 9 y 8 puntos respectivamente.
Clarín no lo eligió como figura, sin embargo, lo calificó con 7 puntos –su compañero Vargas fue el mejor con 8- y promedió así entre todos estos medios gráficos un 8. Un punto más que el ya mencionado Vargas y los jugadores de River, Lux y Tuzzio.
Para el ex zaguero de Argentinos Juniors este partido fue un duelo especial, con sabor a desquite. Es que en esa misma cancha, hacía menos de un mes, Schiavi había bailado al ritmo de las gambetas de Maxi López. Un rival que en este partido copero no pudo pasar al defensor xeneize y que se vio forzado a jugar por el lado de la cancha donde estaban Burdisso y Clemente Rodríguez.
La cabeza de Schiavi marcó el único gol del superclásico y significó la segunda conquista del defensor en la copa, ya que había convertido ante Bolívar. Después sólo anotó el primer penal de la serie contra Sao Caetano.
No era la primera vez que Schiavi coqueteaba con las redes de los arcos rivales por partidos de copa. Entre las semifinales y finales de la Libertadores 2003 había convertido tres goles. Dos de ellos al América de Cali. El primero, de cabeza, en el partido de ida que terminó 2-0 y el segundo, de penal, en el encuentro de vuelta que terminó 4-0. Y el tercer gol, quizá el más importante, lo gritó en la segunda final ante el Santos en Brasil, al poner el 3-1 definitivo con un remate desde los doce pasos.
En el duelo con López, Schiavi impuso su rigor físico y obligó al delantero a jugar lejos del arco y de espalda. Así, López fue totalmente inofensivo y el defensor se erigió como el pilar del triunfo.
Todos los medios hablaron más de los incidentes y del resultado final que del juego mismo. Aunque es cierto que hubo poco en es aspecto para resaltar debido a un estado de alteración general evidencia a los 15 minutos cuando ya había cuatro jugadores amonestados. El eje de la cuestión fueron los roces. Mucho se había hablado en la previa y había que ver quién era el más guapo. Evidentemente, habían quedado secuelas del duelo reciente que había ganado River por el Clausura.
Fue un desarrollo de ritmo intenso, marcado por las faltas reiteradas. Hubo una iniciativa de Boca, más ofensivo en los primeros minutos, mientras que River mostró una postura contenida, de estudio. Los millonarios se dedicaron exitosamente a impedirle a su rival la elaboración de jugadas de ataque limpias y claras.
A pesar del dominio territorial y de balón de los locales, la primera jugada de riesgo fue para River. A los 17, López le ganó en el mano a mano a Burdisso, desbordó, amagó una y otra vez, y lanzó el centro atrás, rasante. Pero Cavenaghi y González que llegaban por el centro del área no pudieron conectar el pase y dejaron pasar la oportunidad de anotar.
Como si se hubiera sentido llevado por delante, Boca respondió al minuto. Tiro libre que llegó al área millonaria en forma de centro, cabezazo de Schaivi, rebote en Husain y Lux que finalmente la sacó al córner cuando el balón se metía cerca del ángulo.
Los de Bianchi sacaron ventajas con las pelotas paradas. A los 28 ocurrió una jugada similar a la anterior. Tras un córner, la defensa de River rechazó, pero la pelota le volvió a Barros Schelotto, quien mandó el centro al primer palo, a madia altura. Schiavi zafó de la marca de Amelli con infracción y casi agachándose cabeceó al gol. Fue el 1-0 para Boca que desató la euforia en el estadio.
Después de las peleas vinieron los cambios tácticos. Cuando a los 31 Martin expulsó a Cascini y Gallardo, Vargas pasó a jugar de ocho y Villarreal de cinco. Mientras que Caneo dejó de jugar libre y se recostó sobre la izquierda. Por el lado del equipo de Núñez, el mediocampo quedó conformado por sólo tres jugadores, en línea y sin enganche.
A los 42, a raíz de la expulsión de Garcé, Astrada decidió seguir hasta entrado el segundo tiempo con tres defensores, con Mascherano dando una mano sobre el sector derecho de la defensa.
Boca, entonces, en el tramo final del primer tiempo, le entregó a River el control de la pelota, a ver si de contra encontraba los espacios que no había visto hasta entonces aunque sin pena ni gloria.
En el segundo tiempo, Bianchi mandó a la cancha a Tevez para tratar de hacer prevalecer ese hombre de más. El delantero jugó recostado sobre la izquierda, unos metros retrasado, y Barros Schelotto fue decididamente a la franja derecha, bien de wing.
En Boca aumentó la producción de juego, pero no resolvió el problema de la falta de contundencia. Elaboró más jugadas en la ofensiva pero no llegaba con claridad hasta el arco rival. Se diluía en los últimos metros.
Los hinchas xeneizes pensaron que con el ingreso de Tévez se iban a aprovechar mejor los espacios para definir el resultado, pero “El Apache” sorprendió a propios y extraños porque no abrió la defensa rival, no prevaleció en la individual, no metió pases-gol ni definió como él sabe.
En defensa de Tevez hay que decir que no tuvo socios para jugar. Porque lo encontró a Guillermo —de buen primer tiempo— en su peor momento. Porque Barijho —su reemplazante en el área— no tuvo una buena noche.
Al verse superado numéricamente en defensa, Astrada decidió a los 5 minutos del segundo tiempo hacer ingresar a Juan Fernández para armar la línea de cuatro en el fondo y sacó a González. River quedó con un 4-2-2.
A los 54 se produjo una de las pocas llegadas a fondo de Boca. Barijho quedó mano a mano con Lux tras una habilitación de Villarreal, pero el arquero fue más rápido y ganó el duelo rechazando la pelota.
El temor se apoderó de River y a los 59 ingresó Coudet por Cavenaghi para poner tres en el medio y aguantar el 0-1 con uno sólo delantero allá arriba.
A los 74 Boca llegó otra vez y estuvo muy cerca del 2-0. “El Mellizo” desbordó por la derecha, llegó hasta el fondo y mandó el centro atrás. Calvo conectó el pase y la pelota fue directa a la red ¿Gol? No. El juez de línea Juan Carlos Rebollo cobró un inexistente offside del delantero xeneize.
Bianchi sabía que estaba ante una inmejorable oportunidad de marcar otro gol y así marcar una diferencia más tranquilizadora para el partido revancha. Por eso, a los 80 metió a Cángele por un cansado Barros Schelotto y lo colocó de wing izquierdo, y a Tévez lo pasó al costado derecho.
River siguió con su tarea de aguantar como sea. A los 82, un exhausto Mascherano dejó la cancha en lugar de Sambueza. Así Coudet pasó a la derecha, su lugar natural, y el recién ingresado quedó en la izquierda. La idea de Astrada fue la de tratar que sus dirigidos tuvieran más tiempo la pelota y alejar a Boca del arco de Lux. Pero su plan no le funcionó.
El desarrollo se hizo cada vez más tenso, friccionado. Boca iba como sea y River esperaba, rezando y esperando que el reloj corriera. Llevado de la mano del colombiano Vargas los xeneizes buscaron hasta el final, pero no supieron encontrar los caminos para llegar al gol.
La última jugada del encuentro fue para el infarto. A los 95 hubo tiro libre ejecutado por Tévez en la puerta del área y Coudet detuvo el disparo que iba a al arco con sus brazos. ¿Penal? No. Martín, rubricando su mala noche, ni siquiera atinó a sancionarlo.
Boca justificó la victoria en el segundo tiempo, cuando creó algunas situaciones de gol amén de su ventaja numérica. Pero no sacó muchos réditos ya que cuando tuvo claridad para elaborar, le faltó contundencia para definir.
Después de jugar todo el segundo tiempo con uno menos, River al cabo respiró aliviado porque aguantó el 0-1 hasta el final. Y era un resultado que no le quitaba muchas chances para la revancha en el Monumental.
Con el 1-0 fueron 10 las victorias que Boca sumó sobre River en la Copa Libertadores. De esta manera duplicó en triunfos entre sí a su gran rival.