“Entre la noche del martes 15 y la madrugada del miércoles 16 nos revisan individualmente dos personas de civil, que más tarde identificamos como médicos navales. (…) La revisación es prolija. Previamente nos desnudan de manera total. Existe preocupación por constatar si tengo lesiones, especialmente magulladuras, lastimaduras o heridas. No advierten lesión alguna”. (…)
“A las cinco de esa madrugada nos entregan colchonetas y dos mantas por persona, nos encierran en las celdas con cerrojo y candado, y nos dejan dormir hasta aproximadamente el mediodía del miércoles 16.
“Esa noche aparece el oficial de marina Bravo, de treinta años aproximadamente, rubio, bigotes, quien luego está casi permanentemente con nosotros, actúa desde el comienzo con rudeza y nos somete a un rígido trato militar.
“Esa misma noche fui víctima de un castigo que me impuso el capitán Sosa. Yo conversaba con mis compañeros en la celda. Sosa me prohibió hacerlo y me impuso silencio. Me ordenó entonces ponerme de pie y dispuso, impartiendo a un suboficial la orden correspondiente, que pasara toda la noche de plantón. Invocó el honor del Ejército y la Marina y nuestro sometimiento a las autoridades militares. Más tarde, mientras yo cumplía dicho plantón, dejó sin efecto la sanción. Esa noche dormimos sin ser molestados de manera especial.
“La custodia, a la vez que impresionante, era en cierto modo ridícula. (…) En el pasillo, entre dos líneas de celdas estaban apostados soldados y suboficiales con armas sin seguro, en número tal que para caminar era menester abrirse camino entre soldados y oficiales.
“Para sacarnos de las celdas se usó al comienzo un procedimiento muy singular. (…) se desalojaba el pasillo, se abría la celda y se nos hacía caminar en dirección al hall encajonados de frente por varios hombres uniformados con las armas sin seguro y apuntando. Luego, al llegar a la puerta de salida de ese hall, nos daban la voz de alto y desde allí nos conducían al baño encajonados desde atrás a muy corta distancia, (…). Un soldado ingresaba con cada uno de nosotros al baño y permanecía allí, encañonándonos.”
Según Camps, de esa manera transcurrió desde el miércoles hasta la noche del jueves 18 de agosto. “Desde entonces, regularmente, nos entregaban las colchonetas y mantas a las diez de la noche y las retiraban alrededor de las cuatro, hora en que nos conducían individualmente para someternos a interrogatorios en el ala contigua del mismo edificio, en una habitación donde éramos interrogados por oficiales de la Marina y del Ejército y por personas de civil, funcionarios policiales de organismos nacionales de seguridad”, indicó.
“Todos sin excepción –yo desde luego- nos negamos a responder a las diversas preguntas que nos formulaban, negativa que provocaba las consiguientes amenazas, agravios e insultos cada vez más agresivos y apremiantes”.
Fuentes: La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez.
Feliz día del periodista!!!!!!!!!!!!!!!! =)
ResponderBorrarMuaaá