“Dos días después (26 de octubre de 1976) nos reunimos con el P. Bergoglio en casa de mi madre. Yo estaba sin documentos y no podía moverme. Ese día quedamos en que el P. Provincial trataría mi incardinación con Mons. Novak (N. de R.: Jorge, primer obispo de la diócesis de Quilmas). Ese día me dijo que no era necesario que yo firmara las divisoras porque para hacer el trámite más expedito él había hecho un acta bajo testigos, con lo que quedaba clara mi salida de la Compañía. Yo entendí que eso se había hecho en ese momento y en razón de que yo no podía salir de la casa de mi madre y para celebrar mi incardinación. El Provincial no me dijo que con esta carta me habían expulsado, tampoco me dijo que eso había sido el 20 de mayo (o sea, tres días antes de caer preso) como Ud., P. Moura, le informó al P. Jalics. Además, después de los cinco meses de cadenas, falta de luz, incomunicación, y susto, yo me sentía mareado con todas las emociones: poder moverme, ver la luz, ver los seres queridos y la cantidad ininterrumpida de gente que hasta la noche tarde pasaban por la casa de mi madre. Interiormente me sentía inseguro y con deseo de que se arreglen las cosas de cualquier manera después de los sustos y amenazas de muerte vividos en la prisión. Para agravar las cosas, el día siguiente la policía empezó a buscarme y tuve que esconderme. El P. Bergoglio informó al Mons. Novak sobre mi persona verbalmente. Lo hizo delante de mí para que no hubiese problemas, según dijo. Informó muy favorablemente. Dijo, además, que yo no salía de la Compañía por ningún problema sacerdotal, ni religioso, ni disciplinar. Que el único problema era el de tensiones entre grupos humanos. El P. Bergoglio, con protección de la Nunciatura, hizo el trámite de mis documentos. Me facilitó mi documentación de la Compañía. Pagó mi viaje a Roma porque la diócesis no podía hacerlo. Aquí, en Roma, intervino para que se me recibiera en el Colegio Pío Latino y para facilitar mi ingreso en la Gregoriana. En el trámite de incardinación y de mi traslado a Roma entiendo que se comportó con mucha diligencia y corrección. Mi obispo quedó muy agradecido de ello. Pero explicaciones sobre lo ocurrido anteriormente no puedo darme ninguna. Él se adelantó a pedirme que por favor no se las pidiera porque en ese momento se sentía muy confundido y no sabría dármelas. Yo tampoco le dije nada. ¿Qué podía decirle? Volviendo al acta bajo testigos. Ud., P. Moura, en junio, cuando lo vi junto al P. Jalics, me habló de una reunión de testigos donde el P. Bergoglio me hizo una intimación o algo por el estilo. Ahora, el Profesor Cardone me ha vuelto a hablar de ello. Esa reunión no existió ni nada por el estilo. Yo nunca recibí ninguna intimación. Según Ud., le dijo al padre Jalics (que) esa reunión había sido el 20 de mayo, tres días antes de mi prisión. La última vez que yo vi al P. Bergoglio fue entre 7 ó 10 días antes de mi prisión a propósito del problema de mi licencia y allí, él mismo me dio licencias para celebrar en casas de la Compañía, cosa que no creo se le hubiese ocurrido hacer sin me intimaba la salida. Además, estuvimos solos, sin testigos. Además, si hubiese existido esa reunión, ¿a qué venía la explicación que me dio en casa de mi madre, después de que quedé libre, diciéndome que para hacer los trámites más expeditos había hecho firmar mi acta por testigos? ¿Cómo se explica que haya un acto ficticio en el que se me expulsa de la Compañía sin que yo lo sepa justo tres días antes de mi prendimiento?”, expresó Yorio en la misiva.[1]
Yorio, nacido en 1932 en la localidad bonaerense de Santos Lugares, partido de Tres de Febrero, estudió Derecho Canónico durante su estadía en Roma. Luego regresó a la ciudad de Quilmas donde, ya fuera de la Compañía de Jesús, ejerció diversos cargos en la diócesis hasta que fue nombrado párroco en Berazategui. En 1997 se trasladó a la arquidiócesis de Montevideo y allí se desempeñó como párroco en la comunidad Santa Bernardita. Finalmente, murió el 9 de agosto de 2000 de un paro cardíaco.
Por su parte, Jalics viajó a Alemania en 1978 y actualmente reside en una casa espiritual de Alta Franconia, en Baviera. “Estos son los hechos: Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por Bergoglio”, afirmó el padre en un comunicado publicado el 20 de marzo de 2013, un día después de la asunción del nuevo Papa, en la página web de los jesuitas en Alemania.[2]
Según el jesuita, es falso suponer que su secuestro y el de Yorio “se produjeron por iniciativa del padre Bergoglio” y, en ese sentido, afirmó: “Antes me inclinaba por la idea de que habíamos sido víctimas de una denuncia. Pero a fines de los 90´, después de numerosas conversaciones, me quedó claro que esa suposición era infundada”.[3]
Jalics reconoció que no fue hasta años después de su liberación y de haber dejado Argentina cuando habló sobre lo sucedido con Bergoglio. “Después celebramos juntos una misa y nos abrazamos solemnemente. Yo me he reconciliado con lo sucedido y considero, por lo menos por mi parte, el asunto cerrado”.[4]
“En síntesis, lo expuesto permite afirmar que la reacción eclesiástica, entre otras, reflejada por diversas gestiones realizadas tanto por los superiores de la Orden a la que pertenecían los religiosos como por otras autoridades de la Iglesia Católica Argentina persuadieron acerca de la liberación de los secuestrados al régimen imperante.
“Asimismo, el conocimiento que Jalics y Yorio tenían del peligro que corrían sus vidas, por la actividad desplegada, era de conocimiento público ya que precisamente el régimen dictatorial creía ver en el trabajo pastoral en las villas una fachada que escondía la guerrilla”, concluyó la sentencia del TOF 5.[5]
AA
Marzo 2013
[1] http://www.cij.gov.ar/adj/pdfs/ADJ-0.528228001325176851.pdf, páginas 760-761.
[2] Télam, miércoles 20 de marzo de 2013.
[3] Idem. 2.
[4] Idem. 2.
[5] http://www.cij.gov.ar/adj/pdfs/ADJ-0.528228001325176851.pdf, página 761.
[1] http://www.cij.gov.ar/adj/pdfs/ADJ-0.528228001325176851.pdf, páginas 760-761.
[2] Télam, miércoles 20 de marzo de 2013.
[3] Idem. 2.
[4] Idem. 2.
[5] http://www.cij.gov.ar/adj/pdfs/ADJ-0.528228001325176851.pdf, página 761.
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