Apenas cayó el muro que los había separado de sus compatriotas durante 28 años, cientos de jóvenes marcharon hacia Occidente -sin armas excepto por sus ideas- hasta las puertas del cuartel de la policía secreta que los había espiado, perseguido, detenido y torturado. Allí se encontraron con un agente que al ver que los manifestantes pretendían copar el edificio abandonó su puesto inmediatamente. Momentos después apareció un oficial de inteligencia, de contextura pequeña y ojos penetrantes, que les lanzó la siguiente advertencia: “Mis camaradas tienen autorización de disparar en emergencias como esta.”
Ante semejante amenaza, los civiles se dispersaron pero con la promesa de que iban a volver y así lo hicieron hasta que el cuartel capituló; mientras que aquel oficial terminó siendo presidente de una potencia mundial.
AA
Junio 2018.
Este texto participó de la convocatoria abierta “128 palabras desobedientes” de la Municipalidad de Berazategui.
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