NO FUERON LOS CANGREJOS VIII


VIII

“Muerte violenta producto de una asfixia por sumersión”, fue la conclusión del informe de la autopsia al cuerpo de Fernando que se conoció oficialmente el 1 de octubre a través de un comunicado de prensa de los fiscales Albert y Hurt.

De acuerdo a los peritos forenses, el joven falleció más de treinta días antes del hallazgo y no sufrió heridas vitales por golpes, arma de fuego o arma blanca. También se hallaron microalgas en la médula ósea del cadáver que se correspondían con las que se obtuvieron en el cangrejal, pero debido al avanzado deterioro de los restos (dañados post mortem por los animales de la zona y las mareas) no se pudo acreditar que allí se produjo el deceso, aunque tampoco había indicios de que haya estado en otro ambiente.

A su vez, los expertos en antropología, medicina, odontología y genética tampoco podían confirmar si existió participación de terceros o si fue producto de un asesinato, accidente o un suicidio a raíz del mencionado estado del cuerpo.

El único perito que se manifestó en disidencia al resto fue el del particular damnificado, que remarcó que en el cadáver detectó el fenómeno de “pink teeth” (dientes rosados en Inglés, aunque faltaban algunas piezas dentarias por la depredación animal y al exposición medioambiental), el cual era compatible con un traumatismo “antemortem”, es decir, en vida; por lo tanto, no podía descartarse la hipótesis de participación de terceras personas.

Además, este experto recordó el testimonio que indicó que Fernando se fue caminando por las vías que cruzaban el estuario en el que se situaba el cangrejal y que las mismas nunca son alcanzadas por el agua porque están en un terreno más alto. Entonces, ¿cómo se ahogó solo, en el caso de que no se haya apartado de ese trayecto?

Para Catalina, la respuesta era una sola: su hijo no se había suicidado y tenido un accidente, sino que lo habían asesinado policías provinciales.

Según la firme convicción de la mujer, avalada por otros testigos, Fernando no contaba con antecedentes suicidas sino que tenía proyectos de vida, lazos con la comunidad y luchaba por los derechos humanos. Y tampoco presentaba lesiones corporales que indicaran un accidente.

Por ello es que el abogado Pietravallo insistió con solicitar más medidas de prueba que fueron acompañadas por los fiscales Albert y Hurt, pero rechazadas por la jueza Marrone, quien a fines de octubre consideró que las partes acusadoras no buscaban la verdad sino “compeler la responsabilidad policial”.

Ante esta situación, dichos fiscales pidieron la recusación de la magistrada por “parcialidad”; sin embargo, la Cámara Federal la descartó a fines de diciembre, por lo que la investigación entró en un profundo letargo del que ni siquiera despertó cuandoa los dos meses, el cuestionado fiscal Menéndez finalmente decidió apartase de la causa.

Sólo una semana después del apartamiento de este instructor judicial, la Cámara autorizó algunas de las medidas de prueba solicitadas por los fiscales como el secuestro de dos patrulleros que habrían transitado por Bleriot en el horario en el que Fernando se encontraba en la zona, un nuevo allanamiento al puesto de vigilancia de esa localidad y el secuestro de los celulares de todos los policías investigados.

Sin embargo, estos peritajes no arrojaron luz a una investigación que nunca pudo escapar a la oscuridad con la que se manejó en un principio y, en definitiva, lo único que queda en claro hasta el momento es que en el caso de Fernando se violó la Convención Americana por los Derechos Humanos suscrita por nuestro Estado en 1969 en San José de Costa Rica.

Y esta convenció afirma, entre otras cuestiones esenciales, que “toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales”, y que “nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios”.

También sostiene que “toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella”, y “debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso”.

Y, además, establece que “toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales”.


AA
Julio 2021

NO FUERON LOS CANGREJOS VII


VII

Debido al estado en el que se hallaron los restos presuntamente de Fernando, los mismos fueron trasladados a la Capital Federal para posteriormente ser sometidos a una autopsia a cargo de los peritos más reconocidos del país y bajo procedimientos sumamente avanzados.
Por ello, la diligencia recién comenzó diez días después del hallazgo, con 15 expertos que analizaron los restos durante doce horas, al cabo de las cuáles informaron que los resultados iban a estar listos dentro de un mes, aproximadamente.
Mientras tanto, los investigadores tomaron muestras de material genético para cotejarlo con el ADN de Catalina y así confirmar la identidad de la víctima lo antes posible.
A comienzos de septiembre, la cuestionada jueza Marrone emitió un escueto comunicado de prensa en el que confirmó que los peritajes genéticos a cargo de los expertos en Antropología Forense confirmaban que los restos encontrados en el cangrejal pertenecían a Fernando.
Recién entonces, la familia del joven organizó una inhumación en el cementerio municipal del Fortín, en el que se llevó a cabo una breve ceremonia de la que participaron sólo los parientes más cercanos y amigos de Fernando, que prefirieron no realizar ninguna declaración pública y despedirlo en silencio.
Ya habría tiempo para retomar el reclamo de justicia y fue Catalina quien una semana después de la inhumación de su hijo viajó a la Capital para declarar como testigo ante los fiscales Albert y Hurt, ante quienes hizo un relato pormenorizado de lo ocurrido desde el momento en que denunció la desaparición de Fernando hasta que encontró el cadáver, y también reiteró sus críticas contra el accionar de la Policía provincial y el fiscal Menéndez.
La clave para esclarecer el caso pasaba por entonces en los resultados de la autopsia, los cuales iban a establecer la data y la mecánica de la muerte, entre otras cuestiones.
Sin embargo, la pesquisa no se centraba solamente en ese peritaje sino que continuó con distintas diligencias dispuestas por los nuevos fiscales, aunque en reiteradas ocasiones chocaron con la postura de la magistrada que seguía a cargo del expediente.
Casi un mes después del hallazgo del cadáver de Fernando, otro pescador de Cuatreros que recorría el cangrejal encontró una mochila a pocos metros del sitio en el que había sido localizados los restos de la víctima y al advertir que en el interior de la misma estaba la licencia de conducir de la víctima la entregó inmediatamente a la Policía Nacional.
Además de esa licencia, los investigadores hallaron dos teléfonos celulares deteriorados y sin chip, y una muda de ropa que presentaba daños, por lo que estos elementos fueron sometidos a distintos peritajes para determinar si se correspondían con la biodiversidad del lugar, las condiciones climáticas y/o la acción de otras personas.
Y entre esa ropa, los investigadores identificaron el mismo pantalón oscuro que vestía Fernando al momento de ser fotografiado de espaldas y junto al patrullero en Jakov, cuando había sido interceptado por Suárez y Contreras. 
Todos estos objetos fueron reconocidos por Catalina, mientras que los pesquisas continuaban buscando el DNI de Fernando, el cual, curiosamente, había sido utilizado días después de su desaparición de dar de alta dos líneas de telefonía celular.
Por ello, los expertos del Cuerpo de Investigaciones Judiciales de la Procuración iniciaron un estudio mediante la técnica “chip-off” para extraer la mayor información posible de los celulares encontrados adentro de la mochila y determinar si, a su vez, habían sido utilizados con esas dos líneas abiertas vaya a saber por quién, dado que en ese momento el titular del documento estaba supuestamente desaparecido.

NO FUERON LOS CANGREJOS VI


VI

El fin de semana largo de mediados de agosto comenzó con una “cuarentena” menos estricta en el Área Metropolitana, mientras que en el Interior aumentaba la circulación del Covid-19. A nivel nacional se registraban cerca de 6500 nuevos contagios en un día, y el comisario general Piedrabuena se convertía en uno de los nuevos enfermos de coronavirus, aunque su cuadro era leve y permanecía en reposo y aislado en su casa.
Y si bien se mantenía el ASPO, cada vez más ciudadanos se sentían hartos del encierro y ya no lo respetaban como en los primeros meses, aunque gran parte de ellos, sobre todos los trabajadores informales, no tenían otra opción que salir a buscar algún empleo o changa para poder comer ya que los subsidios del Estado para los afectados por las restricciones no alcanzaban.
También estaban aquellas personas que salían a pasear o esparcirse, como los tres hombres que el sábado 15 fueron a pescar al cangrejal contiguo a Cuatreros, en la zona vieja de San Basilio, un partido con casi 12 mil kilómetros cuadrados que había sido fundado en honor a un piloto naval de finales del Siglo XVIII, reconocido explorador y un aficionado investigador de la fauna de la costa de la región, en la que se destacaban los crustáceos.
Los cangrejos de mar como los de ese estuario suelen comer peces, otros crustáceos más pequeños, crías de tortuga, algas, plancton, gusanos y cadáveres de aves acuáticas, así como cualquier resto de animal muerto. 
Pero normalmente no atacan a los seres humanos y si lo hacen sólo provocan heridas menores, unos pinchazos apenas imperceptibles. 
San Basilio era la cabeza del partido al que pertenecían todas las demás localidades en las que Fernando había sido buscado, excepto por la Ciudad de la bahía, que tenía su propia autonomía y, a su vez, albergaba la sede de la Jefatura Departamental de Policía Local intervenida. 
Y fue uno de esos pescadores el que observó un cuerpo esqueletizado semienterrado en la arena y quien alertó inmediatamente al 911, por lo que rápidamente los policías nacionales, bomberos y autoridades judiciales se trasladaron hasta el lugar, el cual era de muy difícil acceso y al que ingresaron cuando ya había anochecido, por lo que el operativo se tornó extremadamente dificultoso, incluso para los expertos en Antropología Forense de la Procuración que habían viajado especialmente para sumarse a la búsqueda de Fernando.
Recién por la mañana, Catalina y el abogado Pietravallo pudieron acceder al sitio del hallazgo, donde los peritos encontraron restos óseos humanos imposibles de reconocer a simple vista.
Sin embargo, a unos 30 metros de distancia, los expertos secuestraron una zapatilla que la mujer reconoció como de su hijo, lo que constituyó un claro indicio de que el cuerpo semienterrado era el de Fernando, aunque nadie podía asegurarlo en ese momento.
Pero fue la madre del joven quien al retirarse del cangrejal dijo a la prensa que ella estaba convencida de que se trataba de su hijo muerto y que creía que el cuerpo había sido “plantado” en ese lugar, el cual ya había sido rastrillado en un comienzo de la investigación.
No sólo eso, según ella, la zapatilla encontrada cerca de los restos óseos estaba “intacta”, lo que reforzaba su hipótesis.
A su vez, la mujer se mostró muy molesta porque cuando ella llegó al lugar del hallazgo advirtió que el fiscal Menéndez hablaba con el comisario general Piedrabuena cuando no tenía por qué hacerlo ya que la Policía provincial estaba apartada de la causa.
Por su parte, el jefe de la fuerza, desde el aislamiento que cumplía en su propia casa, se encargó de desmentir esa supuesta conversación con el magistrado en declaraciones a distintos medios de comunicación, al tiempo que reiteró que el personal a su cargo no era responsable de lo sucedido y que si bien ya se había iniciado una investigación de Asuntos Internos, por el momento no había ningún elemento que justificase una sanción para los efectivos.
“Queremos que el caso se esclarezca lo más rápido posible. Lo más importante es llegar a la verdad”, afirmó el comisario general.

NO FUERON LO CANGREJOS V


V

Luego de las denuncias por amenazas, el allanamiento al puesto de vigilancia de Bleriot, la intervención de la Jefatura Departamental de la Policía Local y la separación del jefe de calle de Jakov, distintos organismos, nacionales e internacionales, por los Derechos Humanos instaron públicamente al Estado a tomar medidas para no sólo hallar a Fernando sino también para proteger a los testigos de la causa.

En tanto, la Procuración General de la Nación dispuso que dos fiscales federales especialistas en violencia institucional, Albert y Hurt, se sumaran a la investigación del fiscal Menéndez y este nuevo equipo, con base en territorio porteño, es decir, a unos 700 kilómetros de distancia del lugar del hecho; se enfocó en recabar más información sobre otros móviles policiales que podrían haber tenido contacto con Fernando o permanecido en la zona al momento de la desaparición.

Esas diligencias arrojaron rápidamente que el 8 de mayo un móvil de la Policía Local, perteneciente a una dependencia de la Ciudad en la bahía, estuvo ubicado en cercanías al estuario contiguo a Cuatreros. Y llamó la atención que no estuvo de paso, sino que se quedó varios minutos en el mismo sitio.

Al secuestrar ese móvil, los peritos hallaron un trozo de piedra turmalina de color negro entre un montoncito de tierra que había en el interior del baúl, el cual fue reconocido por Catalina como parte de un colgante que ella le había regalado a su hijo. 

Estos avances en la pesquisa llevaron a Pietravallo a reiterar ante la Cámara de Apelaciones su pedido para imputar y detener a los policías involucrados, pero el requerimiento volvió a ser rechazado por los mismos argumentos que había expuesto anteriormente la jueza Marrone.

Pero a diferencia de aquella ocasión, ahora, el abogado de Catalina contaba con el dictamen favorable de los nuevos fiscales, aunque ni esto fue suficiente para torcer el rumbo de la investigación.

Ya habían pasado casi cien días desde la desaparición de Fernando, cuando la oficial Ferrara fue citada por Albert y Hurt para ampliar su declaración testimonial y en esta oportunidad, a preguntas de los instructores judiciales, aportó más detalles y brindó algunas apreciaciones personales.

Si bien no pudo precisar el horario de su encuentro con el joven -lo estimó entre las 12.30 y las 13- la efectivo recreó el diálogo que mantuvo con él, quien, según ella, le explicó que estaba yendo a la Ciudad a buscar trabajo ya que debido a la pandemia había perdido su puesto en una cervecería del Fortín y que ya no podía seguir viviendo con su madre.

“Como su la mamá se oponía a que se fuera, él me dijo que prefirió no comentarle sus planes”, declaró Ferrara, quien remarcó que ella estaba preocupada por la desaparición de Fernando y que le molestaba que las sospechas recayeran sobre el personal policial.

“No saben lo mal que me siento porque fui una de las últimas personas que lo vio. Quiero que aparezca sano y salvo para no sentirme culpable”, afirmó.

Ferrara también manifestó que se sentía “hostigada” por el abogado Pietravallo, quien cada vez que cruzaba con ella le exigía que contara la verdad y dejara de “encubrir” a sus compañeros.

Y en el día 100, el letrado recibió un llamado anónimo con una supuesta pista que apuntaba a unos restos óseos que yacían en un desagüe de un camino de tierra cercano a la ruta, unos kilómetros más adelante del puente ferroviario, por lo que alertó de esta situación a los fiscales, quienes solicitaron una inmediata inspección en el lugar, adonde se dirigió Catalina para ver si podía reconocer aquello que pudiera ser encontrado allí.

Efectivamente, los restos óseos –presumiblemente humanos- estaban dentro del caño del desagüe, por lo que los peritos los secuestraron y enviaron a analizar a los laboratorios, y mientras se aguardaban los resultados, a unos 400 metros de distancia de ese sitio se hallaron prendas de vestir y zapatillas, pero estas no fueron identificadas por la madre de Fernando.


NO FUERON LOS CANGREJOS IV


IV

La madre de Fernando no se conformó con el apartamiento de la Policía provincial de la investigación del caso y, tras constituirse como particular damnificado a través del abogado Pietravallo, solicitó a la Justicia de Garantías que la causa pasase de la Fiscalía de Instrucción al Fuero Federal y que, a su vez, se la caratulara como una “desaparición forzada de persona” ya que había una fuerza de seguridad estatal involucrada.

Y una vez que el expediente quedó bajo la órbita del Juzgado Federal de la jurisdicción, con asiento en la Ciudad de la bahía y que abarcaba una vasta región de cientos de kilómetros a la redonda, y la Policía Nacional se abocó al operativo de búsqueda, entre otras tareas de campo, la pesquisa avanzó, lentamente, pero lo hizo.

Más allá de ampliar las declaraciones de los policías, el fiscal federal Menéndez dispuso el análisis de los teléfonos móviles de todos ellos y así se pudo recuperar la fotografía de Fernando junto al patrullero en Jakov tomada la mañana del 1 de Mayo por Contreras y con un celular de Suárez.

Pero esta imagen no se halló en ese aparato ya que el oficial dijo que lo había perdido y como tenía dos no lo repuso, sino que se obtuvo a través de la compañía telefónica.

La mencionada foto fue una pista que permitió a los investigadores determinar cómo estaba vestido Fernando, quiénes lo interceptaron, el horario y la identificación del móvil policial.

Mientras que del celular de Contreras sí se secuestró el audio con las indicaciones de Domínguez y que también resultó de gran relevancia para la pesquisa ya que en la jerga policial, “bajar” significaba trasladar a la dependencia. 

Mientras que el sistema de georreferenciación instalado en el patrullero de Jakov involucrado indicó que el móvil se dirigió hacia la dependencia de esa localidad tras la interceptación de Fernando, lo mismo que sucedió con el móvil del Galvagni.

En base a todos estos elementos, Pietravallo solicitó la imputación y detención de los policías investigados, pero la jueza federal Marrone, que debía velar por el debido proceso de instrucción a cargo del fiscal Menéndez, rechazó ese pedido por falta de pruebas, por lo que el abogado recurrió esa decisión ante la Cámara de Apelaciones del mismo fuero, que tampoco hizo lugar a su planteo.

Además, el letrado pidió ante la Cámara la recusación del fiscal y de la jueza, lo que también fue rechazado. 

En tanto, los operativos de rastrillaje a cargo policías nacionales y bomberos; con perros adiestrados, móviles terrestres y aéreos, y hasta un dron; se sucedían en toda la zona aledaña a la bahía, Cuatreros, el estuario, las vías, Bleriot, Jakov y El Fortín.

Y ante cada hallazgo de algún elemento sospechoso se encendían alarmas de todo tipo: de la familia, por un lado; y de la Policía provincial, por el otro; que mantuvieron distintos contrapuntos. Uno de ellos cuando Pietravallo denunció al jefe de calle Gamarra por amenazas luego de que le cuestionó el haber estado presente en un procedimiento del que sólo podían participar los policías nacionales.

Es más, la novia de Fernando denunció que otros efectivos provinciales la habían interceptado cerca de su casa, en la Ciudad, y advertido, también con tono amenazante, que dejara “de tirarle mierda” a la fuerza.

El clima tenso entre ambas partes aumentó aún más cuando el 31 de julio se allanó el puesto de vigilancia de Bleriot y en un montículo de basura se encontró un amuleto de madera, el cual fue identificado por Catalina como propiedad de Fernando.

“Se lo regaló mi mamá y es igual a los que también tienen los dos hermanos de Fer. Es para la suerte y de un gran valor afectivo. Por eso siempre lo llevaba en su mochila”, declaró la mujer.

Además, en el libro de guardia de dicha dependencia figuraban los datos de Fernando: nombre y apellido, DNI, y domicilio al cual se dirigía en la Ciudad.

Y a raíz de estos últimos episodios, el comisario general Piedrabuena decidió intervenir la Jefatura Departamental a la que pertenecían las dependencias de la región y separar a Gamarra de su cargo.


NO FUERON LOS CANGREJOS III

 


III

El hombre conducía su automóvil por la ruta desierta y en dirección a la bahía. Sólo lo acompañaba una voz en la radio que no lograba quitarle el aburrimiento, el cual se potenciaba con la monotonía del paisaje que lo rodeada. Por ello, apenas vio a Fernando haciendo dedo sobre la banquina, a la altura de Bleriot, decidió llevarlo.

-¿Hacia dónde vas? –preguntó el conductor.

-A la ciudad –respondió el joven.

-Yo también. Te puedo dejar ahí.

-No hace falta. Además, prefiero bajarme antes del puesto de control del kilómetro 714. Dónde está el puente ferroviario. ¿Puede ser?

-Sí, no hay problema. Pero, ¿para qué te querés bajar ahí?

-Porque quiero pasar primero por lo de un amigo.

-Ok. Como quieras.

Así fue que unos treinta kilómetros más adelante Fernando descendió del auto y comenzó a caminar por las vías del ferrocarril que se extendían al Este de la ruta y a medida que se adentraba en el estuario se alejaba de la misma hasta llegar a la estación de Cuatreros, localidad en la que vivía su amigo Javier y que se ubicaba cerca del puerto.

Toda esa zona que recorría el tren era un terreno que cambiaba al ritmo de las mareas pero, al mismo tiempo, trazaba una diagonal que permitía acortar las distancias con la Ciudad ya que la ruta debía extenderse por más kilómetros para bordear la costa en forma de herradura.

Además, las vías eran un camino supuestamente seguro ya que estaban bastante por encima del nivel del mar y no se inundaban prácticamente nunca.

Por su parte, Javier recibió esa misma tarde un mensaje de texto a su celular desde la línea de Fernando en el que éste le comentó que estaba sin señal y con poca batería, y que en un rato lo llamaría, pero esto no ocurrió.

Y como su amigo tampoco llegó a su casa, al anochecer le envió un mensaje para saber dónde estaba, pero la línea de Fernando no acusó recibo.

“Algo está pasando. El último mensaje que me mandó fue raro. Fer no escribe de esa forma”, le dijo Javier a sus padres, quienes alertaron de lo ocurrido a Catalina, la madre de Fernando que, a su vez, decidió esperar hasta la mañana siguiente para ir a denunciar la desaparición de su hijo en la comisaría del Fortín, donde iniciaron actuaciones por “averiguación de paradero” y dieron intervención a la Fiscalía de Instrucción en turno.

Tanto en sede policial como judicial, la mujer declaró que el último contacto que ella había tenido con su hijo había sido a las 13.30 del feriado, cuando lo llamó para preguntarle dónde estaba, aunque él no quiso decírselo y cortó.

Catalina dijo que también se comunicó con Lucía porque sospechaba que Fernando se dirigía a la Ciudad; sin embargo, la joven le explicó que él nunca había llegado allí.

Pero a pesar de lo extraño que resultaba esta situación, los policías de la zona evidenciaron poco interés en la búsqueda del joven, por lo que la madre y los amigos de éste iniciaron una campaña a través de las redes sociales para difundir el caso y pedir a toda aquella persona que hubiera visto a Fernando o supiera algo de él se presentara a declarar como testigo.

Entonces, los policías Gamarra, Suárez, Contreras, Domínguez y Galvagni debieron dejar asentado oficialmente cuál había sido la supuesta intervención de cada uno de ellos y al hacerlo negaron rotundamente haber llevado al joven detenido hasta alguna de las dependencias de la jurisdicción y aseguraron que le indicaron que regresara a su domicilio porque no estaba autorizado para circular en “cuarentena”.

Al mismo tiempo se descubrió que la automovilista que había llevado a Fernando desde Jakov a Bleriot, de apellido Ferrara, era también policía provincial y que cuando se encontró con el joven estaba de franco y vestida de civil.

Además, se supo que esta efectivo era la actual pareja de Suárez y prima de Contreras.

“En el viaje charlamos y me di cuenta que yo conocía a la madre del chico, pero cuando se lo comenté a él, me dijo que no le contara a nadie, especialmente a Catalina, a dónde se dirigía”, explicó Ferrara en la fiscalía.

Mientras que Galvagni agregó que él, antes de regresar su puesto de vigilancia, alcanzó a ver a la distancia que Fernando subía a un auto particular que transitaba por la ruta en dirección a la Ciudad aunque, aclaró, que no podía identificar al vehículo ni a su conductor porque se encontraba demasiado lejos.

En tanto, otro automovilista declararía luego que alrededor de las 16 de aquel 1 de Mayo, él regresaba a Jakov y a la altura del puente ferroviario se cruzó con una camioneta policial, perteneciente al destacamento de su pueblo y con varios efectivos uniformados a bordo.

De todos modos, la búsqueda de Fernando recién cobró impulso un mes después de su desaparición, cuando el caso llegó a los medios masivos de comunicación. Y fue la presión mediática la que colocó a la Policía provincial bajo la lupa, al punto que en pocas semanas terminó siendo apartada definitivamente de la investigación, a pesar de que el jefe de la fuerza, comisario general Piedrabuena, afirmaba públicamente que ningún efectivo era responsable de lo sucedido con el joven.


NO FUERON LOS CANGREJOS II


II

Después de caminar bajo un agradable sol un par de kilómetros desde la primera a la segunda entrada de Jakov, Fernando, quien vestía una campera deportiva azul con capucha y unos pantalones del mismo tono oscuro que su mochila, fue interceptado por dos oficiales de la Policía Provincial, Suárez y Contreras; quienes patrullaban ese tramo de la ruta a bordo de un móvil del destacamento local.
Los efectivos procedieron a identificarlo mediante su DNI, pero como el joven no tenía autorización para circular en el marco del ASPO lo demoraron, mientras consultaban vía telefónica con sus superiores de turno qué medida adoptar con él.
En el destacamento se encontraban aquella mañana del Día del Trabajador la oficial Domínguez y el jefe de calle Gamarra.
-¿Qué hacemos con este pibe? –preguntó Contreras desde su propio celular.
-Gamarra dice que le saques una foto a él y a su DNI y que me las mandes, así yo labro el sumario acá –respondió Domínguez-. Ah, y dice el jefe que si el pibe se hace el piola que lo bajen.
Tras esa conversación, Contreras tomó el celular de Suárez y con ese dispositivo lo fotografió a su compañero junto a Fernando de espaldas junto al patrullero.
Y si bien el procedimiento indicaba que la Policía debía dar intervención al Juzgado Federal de turno por el incumplimiento de la “cuarentena”, ninguno de estos efectivos lo hizo.
Por su parte, Fernando siguió su marcha a pie por la ruta, haciendo dedo, hasta que una automovilista lo llevó unos 25 kilómetros hasta el ingreso al siguiente pueblo, una comuna de apenas 150 habitantes que se había establecido a principios del Siglo XX alrededor de una estación de trenes y que debía su nombre a una aeronave militar que durante una expedición se había estrellado en ese diminuto territorio: Blériot.
Además de un puñado de empleados ferroviarios, allí sólo había una escuela, un jardín de infantes, un club social y deportivo, dos comercios y un puesto de vigilancia policial, los cuales estaban rodeados por calles de tierra y unos pocos árboles.
Pero Fernando no entró al pueblo sino que se recostó entre los amarillentos pastizales de la banquina de la ruta nacional para descansar ya que habían pasado diez horas de su partida de la casa de su amigo en El Fortín.
Desde esa posición, el joven pudo apreciar unas vacas pastando detrás de un alambrado de púas, pero no advirtió detrás suyo y de la mano contraria a dos muchachos que habían salido a caminar, aprovechando el clima diáfano del feriado, y entraban a Blériot por un sendero de ripio.
-¿Y ése quién es? –preguntó uno de estos chicos, que tenía una edad aproximada a la de Fernando, aunque éste aparentaba ser menor por su delgadez, baja estatura y menuda contextura física.
-No sé. Parece un nene perdido –contestó el otro muchacho.
-Voy a avisarle a mi viejo para que llamé al puesto de vigilancia, por las dudas.
Estos dos chicos continuaron por su camino y minutos después el teniente primero Galvagni, del puesto de vigilancia, se acercó hasta dónde se encontraba Fernando, quien ya había reanudado su marcha y caminado unos seis kilómetros más.
En esas circunstancias, el policía identificó al joven, quien le mostró su carnet de conducir, y se comunicó con la comisaría más cercana para consultar cómo proceder y desde allí le indicaron que debía dejarlo continuar.
Antes de hacerlo, el efectivo fotografió el carnet de conducir de Fernando con su celular y dejó asentado lo actuado en su libreta. Ya eran alrededor de las 15.45 y al joven aun le faltaban recorrer unos 70 kilómetros hasta la Ciudad. 

NO FUERON LOS CANGREJOS

Un joven desaparece misteriosamente en pleno aislamiento durante la pandemia de coronavirus, en una zona despoblada, de difícil acceso y con un clima adverso; tras lo cual, la Policía queda bajo sospecha.


I

El Fortín era una localidad de 9.500 habitantes ubicada en el extremo sudeste de la provincia, cercana a las costas del océano Atlántico, donde los pueblos originarios fueron desplazados de allí por el Ejército durante la segunda mitad del Siglo XIX y justo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial se produjo la fundación “oficial” de la comuna, la cual estuvo a cargo de unos hermanos vasco franceses.
Y como tantos otros pueblos de esa región, éste pasó a estar habitado en un comienzo por inmigrantes de distintas partes del mundo, como sus fundadores: alemanes del Volga, yugoslavos, húngaros, italianos, españoles, checoslovacos, sirios y libaneses, que establecieron sus predios rurales en una zona que luego sería declarada como “desfavorable”, como la vecina Patagonia, con vastas extensiones territoriales, enormes distancias entre una localidad y otra, y un clima riguroso, sobre todo en otoño e invierno.
Por su parte, Fernando, de 22 años, había nacido y vivido toda su vida junto a su familia en dicha localidad, aunque su novia, Lucía, residía en la Ciudad ubicada unos 120 kilómetros al norte, en la bahía que albergaba uno de los principales puertos del país.
De todos modos, no fue esa considerable distancia lo que provocó que la pareja entrara en una especie de impasse, sino la maldita pandemia por coronavirus, la cual alteró todos los aspectos de la vida cotidiana. 
A fines de abril de 2020, tras más de un mes de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) decretado por el Gobierno Nacional para tratar de frenar el avance del Covid-19, Fernando extrañaba a Lucía y estaba decidido a ir a verla, aunque esta “cuarentena” estricta le prohibía salir del Fortín. De hecho, sólo se permitía salir del hogar para tareas esenciales.
En ese marco, sin poder estudiar ni trabajar en forma presencial, Fernando pasó la noche del 30 de ese mes en la casa de un amigo, que vivía en su mismo barrio. Y alrededor de las 5 de la mañana siguiente se armó de suficiente valor para iniciar el extenso recorrido hasta el domicilio de su novia.
Y lo hizo a pie, ya que no tenía ningún vehículo propio ni funcionaba medio de transporte público alguno, excepto para quiénes estaban autorizados, lo que no ocurría en su caso.
“Me cansé de esperar. Me voy”, le dijo a su amigo al despedirse, tras lo cual, se dirigió hasta la ruta, cargando una mochila con una muda de ropa y otras pertenencias.
Y caminando a oscuras y con frío por la banquina, y en ocasiones por la propia traza de la ruta aprovechando el casi nulo tránsito vehicular, recorrió los primeros 17 kilómetros, cruzado los cauces de varios cursos de agua que terminaban desembocando en el mar, el cual, a medida que él avanzaba se iba acercando al horizonte a su derecha, aunque no lo alcanzaba a divisar aún.
Claro que no era un paseo, ya que el ASPO, además de prohibir la circulación en la vía pública, establecía la intervención de las fuerzas de seguridad para que hicieran cesar la acción de quien la violara, por lo que Fernando debía estar muy atento para pasar inadvertido.
Y alrededor de las 8.30, cuando ya había comenzado a clarear, se detuvo a descansar detrás de una estación de servicios situada a la vera del camino y luego de un rato comenzó a hacer “dedo”.
Fue entonces cuando un automovilista particular aceptó llevarlo y lo condujo otros 16 kilómetros hasta el ingreso a la localidad de Jakov, un pueblo aún más pequeño que el Fortín, fundado por constructores de origen croata que habían participado de la obra en el famoso Canal de Suez, en Egipto, y que luego formaron parte de la denominada "Conquista del Desierto".
El automovilista residía allí, por lo que dejó a Fernando al costado de la ruta y siguió su camino hacia el casco urbano; mientras que el joven reanudó su marcha a pie, a la espera de que algún otro conductor se solidarizara con él. Sin embargo, no fue un vehículo particular con el que se cruzó a continuación, cerca de las 10.

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Sinopsis: Camila, una estudiante universitaria es brutalmente asesinada cuando llegaba a su domicilio y las primeras sospechas apuntan a un exnovio extranjero presuntamente agresivo y a un compañero de la Facultad que, al parecer, lleva una doble vida. En tanto, a unos 25 kilómetros de distancia, cuatro jóvenes son atacadas en distintos hechos cometidos en plena calle, con la misma modalidad y en un radio de pocas cuadras a la redonda, cerca de donde reside Luciano, un muchacho con un pasado traumático. A simple vista, parecen todos casos aislados pero los investigadores, a partir de las nuevas tecnologías, van a descubrir que subyace única historia de violencia, arraigada en lo más profundo de la personalidad humana, que los une a todos y que acaba de despertar después de muchos años de permanecer adormecida.


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