III

La previa del clásico se centró en la figura de Maradona. Hasta ese momento Diego había sido el mejor jugador del torneo y ya había anotado un golazo ante Italia. Pero ante Inglaterra, el astro argentino iba a asegurar ante los ojos del mundo que era la máxima figura del planeta.
Argentina formó con: Pumpido; Brown, Ciciuffo y Ruggeri; Giusti, Batista, Olarticoechea y Enrique; Burruchaga y Maradona; y Valdano.
Inglaterra tuvo a los siguientes once titulares: Shilton; Stevens, Butcher, Fenwick y Sansom; Steve, Hoddle, Hodge y Reid; Beardsley y Lineker.
El partido fue ampliamente favorable al equipo argentino que, si bien no pudo marcar las diferencias en el primer tiempo, tuvo el dominio absoluto del desarrollo de las acciones del juego. Sin embargo, lo mejor llegaría recién en el complemento.
A los 6 minutos del segundo tiempo llegó el primer gol de Maradona. Este encaró y tocó para Valdano, que quiso devolverle el pase pero Fenwick se interpuso. El rebote salió hacia atrás y el Diez fue a buscarlo. Saltó con Shilton a la altura del punto de penal y con su puño izquierdo metió la pelota en el arco ¿Gol?, si, ya que el árbitro tunecino All Bennaceur no vio la infracción y corrió hacia la mitad de la cancha mientras los ingleses protestaban.
Para los argentinos fue un gol de “vivo”, una “picardía”. Después del partido, hasta el propio Maradona sostuvo que se trató de un gol marcado por “la mano de Dios”. Mientras que los ingleses lo vivieron como un insulto y hasta el día de hoy lo ven como un puñal en la espalda.
“Todavía odio a Maradona”, dijo el arquero Shilton en el Mundial de Francia 98´, tres años después de que el argentino se disculpara públicamente en una conferencia que dio en la Universidad de Oxford. “Aquello era para ponerse malo; corrió a celebrar el gol dando a entender que lo había marcado de manera legal cuando el sabía que había golpeado el balón con la mano”, agregó el guardavalla llenó de rabia.
Ese gol fue un triunfo en sí mismo para los argentinos. Fue como burlarse de los ingleses, a quiénes injustamente culpaban de una guerra sin sentido. “El primer gol fue como robarle la cartera a un inglés”, sostuvo Maradona.
Luego, cuatro minutos después vino otro gol que todos recordarán por siempre. Maradona corrió 53,5 metros en 10,6 segundos con la pelota pegada a su pie izquierdo. En el camino eludió a cinco rivales, incluido al arquero y marcó el 2 a 0.
Así lo vivió su autor: “Yo arranqué atrás de la mitad de la cancha, sobre la derecha, la pisé, giré y pasé entre Beardsley y Reid. Ahí me puse el arco entre ceja y ceja. Con un enganche hacia adentro lo pasé a Butcher y a partir de ahí me empezó a ayudar Valdano. Porque Fenwick, que era el último, no me salía; lo esperaba a él, esperaba la descarga hacia adentro, que era lo lógico. Si Fenwick me salía yo se la daba a Valdano y el quedaba solo contra Shilton. Pero Fenwick no me salía, yo lo encaré, amagué para adentro y me fui por afuera, hacia la derecha.
Yo sigo y ya lo tenía a Shilton de frente; estaba en el mismo lugar que en aquella jugada en Wembley. Iba a definir de la misma manera pero Dios me ayudó, me hizo acordar. Hice así, tic y Shilton se comió la gallina. Entonces llegué al fondo y le hice tac, adentro. Al mismo tiempo Butcher, el grandote rubio, que me había alcanzado de nuevo ¡me pegó un patadón! Pero no me importaba nada, nada de nada. Había hecho el gol de mi vida”.
Para Maradona fue el “gol soñado”, aquel que imaginó de chico en los potreros de Villa Fiorito. Mientras que para los periodistas, hinchas y rivales, fue una verdadera “obra de arte”, la más brillante maniobra individual que se haya visto en una cancha de fútbol. De hecho, la FIFA lo eligió como el mejor gol de la historia de los mundiales.
Inglaterra se repuso del 2-0 gracias al aporte del ingresado John Barnes y emparejó las acciones. El moreno delantero desbordó por izquierda siempre y en uno de sus centros Lineker descontó. Sobre el final Inglaterra casi lo empata pero Brown la rechazó el balón en la línea del arco y la mandó al córner.
Finalmente Argentina se alzó con la victoria y pasó a semifinales, donde venció a Bélgica 2 a 0 con otras dos obras maestras de Maradona. Luego vino la final y el 3-2 sobre Alemania Federal para que los argentinos festejaran el segundo título mundial.
Mientras tanto, los ingleses se fueron del Mundial con una sensación mezcla de bronca, resignación y tranquilidad. Robson aseguró estar “totalmente satisfecho” por lo hecho por su equipo. También criticó al árbitro por el primer gol de Maradona pero no busco excusas y prefirió elogiar el segundo tanto: “Fue sencillamente un milagro”.

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Junio 2003

II

En medio de un clima tenso y confuso había por delante un partido definitorio para las esperanzas de ambos equipos de llegar a las semifinales del Mundial.
Por un lado estaba la Argentina de Carlos Bilardo, con un plantel totalmente distinto del que había jugado en España 82´ con César Menotti. Un equipo al que le había costado clasificar a la Copa del Mundo y que había recibido muchas críticas de la prensa especializada y de los hinchas.
Pero esas críticas se disiparon rápidamente luego de que Argentina ganara el Grupo A de la ronda clasificatoria. Debutó el 2 de junio con 3 a 1 frente a Corea del Sur. Luego, el 5, logró un valioso empate ante Italia por 1 a 1; y finalmente, el 10, se aseguró el pase a octavos y el primer puesto con un triunfo ante Bulgaria por 2 a 0.
El conjunto a esta altura estaba confiado y sereno. “El mejor momento del equipo fue en el primer tiempo contra Italia, pero estoy tranquilo porque todo funciona”, dijo Bilardo tras obtener la clasificación.
Argentina tuvo que enfrentar el 16 de junio al duro conjunto uruguayo en los octavos de final. El clásico rioplatense siempre es complicado pero el equipo de Maradona ganó 1 a 0 y pasó a la siguiente ronda. “Vamos por el buen camino”, señaló el entrenador en relación a las posibilidades de Argentina de ganar el Mundial. Su equipo ya estaba entre los ocho mejores y era candidato al título.
Por el otro lado estaba una irregular Inglaterra, que no había tenido tantos problemas para llegar al Mundial pero empezó a sufrir desde el debut, el 3 de junio, en Monterrey. Allí, perdieron sorpresivamente ante Portugal por 1 a 0.
El entrenador Robson encontró las explicaciones de la derrota en la temperatura de la ciudad mexicana. “El calor de Monterrey influyó, definitivamente. Allí es muy difícil jugar”, dijo el coach inglés y agregó: “La gente de Monterrey es muy especial y el sol también; ambos dan calor, nada más que uno beneficia y el otro perjudica”.
No fueron los ingleses los únicos que se quejaron de las altas temperaturas que tenían que soportar. Algunos jugadores de otros equipos, argentinos como Maradona y Valdano, también protestaron ante los organizadores porque los encuentros se disputaban al mediodía, cuando las temperaturas alcanzaban su pico máximo. Un infierno.
De todos modos, las fallas de Inglaterra eran futbolísticas. El 6 de junio volvió a defraudar al empatar 0 a 0 ante Marruecos. Sin embargo, el 11 y ante Polonia, el equipo británico apareció con todo y ganó por 3 a 0. Además de clasificar, el equipo logró el primer puesto del Grupo F. El héroe fue el delantero del Everton, de 22 años, Gary Lineker, quien anotó los tres goles.
En octavos de final Inglaterra debió enfrentar al equipo paraguayo. Allí, el 18 de junio, los ingleses ratificaron que ya se habían reconciliado con su mejor fútbol y ganaron por 3 a 0, y otra vez, la figura fue Lineker, que en esta ocasión marcó dos goles.

El Dios Maradona y sus dos milagros

El encuentro entre Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de la Copa del Mundo jugada en México en 1986 fue, sin lugar a dudas, el clásico más recordado de la historia entre estos dos países y uno de los mejores partidos de todos los mundiales disputados hasta la fecha.
Este cotejo épico, que se disputó el 22 de junio y en el estadio Azteca de México D.F, tuvo todos los ingredientes que un buen clásico debe tener para entrar en las páginas doradas del libro del fútbol. Tuvo buen juego, un marco espectacular, un gol ilegítimo que despertó una eterna polémica, otro que fue una obra de arte y un final dramático ¿Se puede pedir algo más?
Este partido era, además, el primer enfrentamiento entre argentinos e ingleses después de la Guerra de Malvinas de 1982. Por lo que el clima bélico calentó los ánimos de los hinchas, jugadores y cuerpos técnicos de ambos países. En especial del lado de los sudamericanos, que veían en el fútbol una manera de vengar la memoria de los soldados caídos en las islas.
“Este es un partido para que se confundan los imbéciles”, dijo Valdano momentos previos al encuentro frente a los ingleses. “El encuentro entre Argentina e Inglaterra tiene suficientes elementos para que valga por sí solo, representa un choque de estilos absolutamente distintos”, sostuvo el delantero argentino y agregó: “La mezcla de la política y el deporte es permanente pero la política no está metida dentro de una cancha. Allí somos hombres que tenemos la misión de jugar y no otra cosa”.
Valdano no fue el único jugador argentino que en ese momento intentó aportar palabras de cierta tranquilidad. El jueves 19, luego del entrenamiento, un grupo de periodistas ingleses rodeó a Maradona y le preguntaron la relación entre el conflicto armado y el match.
-Nosotros vamos a jugar un partido de fútbol y trataremos de ganarlo como siempre- respondió Diego.
-Pero la política mister Diego, la política tiene su influencia...- insistió uno de los periodistas.
-Yo no hablo de política, juego al fútbol.
Ante esa actitud de presión de la prensa británica, el director técnico inglés, Robby Robson, pidió que ambos equipos hicieran el reconocimiento del campo del Azteca juntos, para evitar roces y así calmar un poco los ánimos.
Lo cierto es que, como se supo muchos años después, los jugadores argentinos jugaron contra Inglaterra sin dejar de pensar en lo que había pasado en 1982. Se trataba de un sentimiento que compartían con todo el país. “Era como ganarle más que nada a un país, no a un equipo de fútbol. Intimamente sabíamos que habían muerto muchos pibes argentinos, que los habían matado como pajaritos” sostuvo Maradona en 2002
“Nosotros hacíamos culpables a los jugadores ingleses de todo lo que había sucedido. Sí, ya sé que era una locura pero así lo sentíamos y era más fuerte que nosotros”, agregó el astro.

IV

Al finalizar el partido, Maradona aún se lamentaba por ese gol que no pudo ser y que hubiera sido magnífico. Cuando llegó a la concentración su hermano menor, El Turco, lo llamó por teléfono:
-¡Boludo!, no tendrías que haber tocado, le hubieras amagado, si ya estaba tirado el arquero- le dijo.
-¡Hijo de puta!, vos porque lo estabas mirando por televisión- respondió Maradona.
- No Pelu, si vos le amagabas, enganchabas para afuera y definías con derecha ¿Entendés?- replicó el más pequeño de los Maradona, que apenas tenía siete años pero que llevaba el fútbol en la sangre, como su ídolo Diego.
A pesar de la derrota, la prensa local demostró el día después que había quedado más que conforme con la actuación del equipo. “Argentina no fue mezquina. El fútbol de la selección es de alta escuela”, publicó Clarín. Con respecto a Maradona sobraron los elogios. “Hizo cosas espléndidas con su calidad sin par”, sostuvo el diario La Nación.
La magia de Maradona cautivó a todos los ingleses inclusive. “Fue un supershow a cargo de Maradona, pues deleitó a los espectadores con sus ingeniosas maniobras”, escribió The Evening Star, que llamó al argentino como “The wonder boy” (El chico maravilla).
La prensa británica coincidió en que Argentina no mereció perder y que el equipo inglés también sintió que se llevó demasiado. “La diferencia estuvo en que aprovechamos todas nuestras oportunidades y Argentina no”, dijo Greenwood, quién finalmente admitió la grandeza de Maradona. “Es una superestrella”, señaló.
Mientras Inglaterra disfrutó al mantener la paternidad sobre Argentina en Wembley, el equipo de Menotti siguió de gira por Europa sin dramatizar y conformes con lo realizado. Primero partieron a Dublin donde dos días más tarde derrotaron a la selección de Irlanda por 1 a 0 y luego fueron a Viena, donde golearon a Austria por 5 a 1 y Maradona brilló con tres goles.

AA
Junio 2003

III

Argentina formó de la siguiente manera: Fillol; Olguín, Passarella, Van Tuyne y Tarantini; Barbas, Gallego y Maradona; Santamaría, Luque y Valencia.
Mientras que Greenwood dispuso a estos once titulares: Clemence; Neal, Sansom, Watson y Thompson; Coppel, Kennedy, Wilkins y Keegan; Johnson y Woodcock.
El encuentro comenzó a las 12 ante una multitud que colmó las tribunas de un Empire Stadium expectante y ansioso, que miraba con recelo al árbitro escocés Brian Robert McGinlay.
Los hinchas se comportaron de maravilla, tanto los argentinos como los ingleses. La Royal Artillery Band tocó los himnos de ambos países y, por primera vez desde el Mundial del 66´, las canciones patrias no fueron silbadas ni abucheadas. Fue una fiesta.
Apenas comenzó el partido ya estaba claro que Maradona iba a ser la gran figura del encuentro. A los 3 minutos de juego ya había rematado al arco y su tiro había sido detenido por Sansom. Y al minuto 17 tuvo otra gran chance pero otra vez fue neutralizada por un defensor rival.
Era un partido de ida y vuelta. Inglaterra estaba explotando muy bien el juego de sus laterales para crear peligro. Así, a los 42 minutos, Coppel se escapó por derecha, mandó el centro y Johnson, que estaba detrás de Passarella, cabeceó y puso el 1 a 0.
Argentina se fue al vestuario en desventaja de manera inmerecida. En el complemento salió a buscar el gol con todo pero a los 5 minutos ya estaba 2 a 0 abajo. Gallego había dado un mal pase que fue interceptado por Kennedy; éste mando otro centro que rebotó en Fillol y otra vez Jonhson marcó el gol para el conjunto local.
Pero Maradona estaba dispuesto a dejar todo en la cancha para llevarse un buen resultado. Estaba imparable. A los 53 minutos se fue por derecha y Sansom no tuvo más remedio que derribarlo con infracción. Penal y gol de Passarella. Así Argentina quedaba 1 a 2.
El estadio enmudeció durante los siguientes 11 minutos, hasta que Maradona dibujó con su pincel zurdo una jugada para el recuerdo.
La estrella tomó la pelota cerca de la mitad de la cancha, sobre el costado derecho y arrancó. Primero eludió a Coppel y Kennedy, y encaró hacia el área rival. Allí dejó en el camino a Thompson y a Watson, y cuando salió a taparlo Clemence, le pegó con la parte externa de su botín zurdo. Parecía que iba a ser un golazo, pero la pelota se fue muy cerca del palo derecho y se perdió detrás de la línea de fondo.
Fue una jugada espectacular, muy parecida a la que 6 años más tarde, en otra cancha pero contra el mismo rival iba a tener un desenlace positivo e iba a pasar a la inmortalidad. Fue un ensayo de lo sería el mejor gol de la historia de los mundiales.
Argentina desperdició su chance de empatar pero Inglaterra no perdonó. Faltando 12 minutos, Johnson envió un centro que lo capturó Copel, quien cedió a Keegan y éste remató al gol. Fue el 3 a 1 definitivo.

II

El entrenador Greenwood tenía motivos para no preocuparse por Maradona. Primero, porque su equipo estaba en un gran nivel en la Copa Europea de Naciones y segundo, porque debía pensar como iba a alinear a su equipo ya que tenía muchos lesionados.
Por un lado, Inglaterra venía de obtener tres triunfos como local por la copa ante Dinamarca, Bulgaria e Irlanda del Norte, sin haber recibido goles en contra. Además, había cosechado dos victorias como visitante, una ante los irlandeses en Belfast y la otra ante España, en un amistoso jugado en Barcelona.
La gran figura de su equipo era Kevin Keegan, ex delantero del Liverpool, que en esos años había sido vendido al Hamburgo de Alemania por 680.000 dólares. Pero este atacante sufría de una lesión en su rodilla derecha por lo que su participación estuvo en duda hasta el último minuto.
Además, el delantero del Birmmingahm, Trevor Francis, socio de ataque de Keegan, estaba descartado también por una lesión. La idea de Greenwood era la de colocar a Laurie Cunningahm, del Real Madrid, pero los españoles no lo autorizaron para que viaje y juegue.
Finalmente, el entrenador inglés tuvo que resolver el problema convocando a Tolly Woodcock del Colonia de Alemania, que llegó pocas horas antes del partido porque los dirigentes germanos tardaron en dejarlo ir a reunirse con su selección.
Argentina esperaba confiada en la concentración del Royal Garden Hotel ya que en los entrenamientos del campo de deportes del Banco de Inglaterra no había habido ningún contratiempo. “No vinimos a robar un resultado” dijo el entrenador argentino, César Luis Menotti y aseguró que sentía mucho respeto por los ingleses, que se trataba de “rival muy difícil” pero que ambos equipos tenían “paridad de chances”.
La idea de Menotti era de salir a ganar y dar un buen espectáculo. Confiaba en que el desempeño de Maradona iba a ser “el factor sorpresa” ya que iba a marcar las diferencias en zonas de la cancha donde los ingleses no se lo esperaban.
También contaba con que, como manda la historia de Wembley, Inglaterra iba a salir a ganar, gustar y festejar, y que si no lo lograba con el correr de los minutos, se iba a poner nerviosa. Como dijo Napoleón: “Al enemigo hay que mostrarle enseguida lo que más teme”. Y lo que los ingleses más temen de los futbolistas argentinos es su habilidad de potrero.
Pero el cuerpo técnico argentino relativizó que los jugadores ingleses estaban pasando por un gran momento. Cinco de los once titulares que enfrentarían a Argentina pertenecían al Liverpool, que en ese momento era el bicampeón de Europa, nada más y nada menos.

El ensayo de México 86´

El clásico argentino inglés disputado el 13 de mayo de 1980 en Wembley fue catalogado por la crítica especializada como uno de los mejores partidos de fútbol a nivel mundial debido a la calidad de juego exhibida por sus protagonistas.
Salió un partido bárbaro que se convertiría con el correr de los años en un ensayo de lo que ocurriría en la Copa del Mundo de México 86´. También fue, y esto no es menos importante, el último Argentina–Inglaterra previo a la Guerra de Malvinas de 1982.
Las hostilidades provocadas después del clásico del 66´ ya parecían haber sido superadas pero faltaba poco tiempo para que nacieran nuevas razones para que volvieran a odiarse.
La selección Argentina llegó a este encuentro amistoso como la campeona del mundo ya que se había adjudicado el torneo de 1978 disputado en su tierra. En el equipo todavía estaban los jugadores que habían participado en esa gesta deportiva histórica con el capitán Daniel Passarella a la cabeza.
A esta experiencia se le habían sumado la calidad de jugadores jóvenes que en 1979 se habían coronado campeones en el Mundial Sub 20 de Japón. Entre estos pichones de crack se encontraba Diego Maradona a quien acompañaban Juan Barbas y Ramón Díaz.
Así, Argentina llegaba como favorita para romper con la racha adversa en enfrentamientos contra ingleses en el estadio de Wembley. El equipo pisó suelo inglés el 11 de mayo proveniente de Buenos Aires, donde el 30 de abril había derrotado a la República de Irlanda por 1 a 0 con una anotación de Maradona, su máxima figura.
El Diego tenía sólo 19 años, jugaba en Argentinos Juniors y por ese entonces ya se hablaba de un posible pase al Barcelona de España en 6 millones de dólares, una cifra increíble para la época. Los argentinos le decían “El Pibe de Oro” y ya lo calificaban como el mejor jugador del mundo.
Con esta chapa a cuestas llegó a Gran Bretaña, donde todos los ojos se posaron en él. “¿El primer Maradona o el segundo Pelé?”, tituló el matutino londinense The Sunday Telegraph en una entrevista al jugador argentino. “Yo sólo quiero ganarle a Inglaterra”, fue una de las respuestas del futbolista al periodista inglés. Los elogios no le importaban.
Sin embargo, el director técnico inglés, Ron Greenwood, no se mostró muy preocupado por la estrella de Maradona pero si resaltó la calidad del encuentro. “Para Inglaterra es muy beneficioso jugar con un rival de jerarquía como Argentina, en especial en esta etapa en que nos preparamos para las finales de la Copa Europea de Naciones”, dijo.
“Sólo después de que juegue en Wembley se podrá decir que es el mejor jugador del mundo”, agregó el entrenador.

IV

“Un cotejo que no alcanzó el nivel técnico esperado”, publicó Clarín al día siguiente. Y comentó: “Sólo hubo dos emociones que matizaron un partido discreto”. Mientras que La Nación tituló: “Fútbol opaco y multitud decepcionada”.
Para la crítica especializada, a la Argentina le faltó “dinámica” e imponer el ritmo de juego que quería sin dejarse llevar por el rival. Reclamaron que el equipo no tuvo “identidad propia”. Además, todos reprocharon la expulsión de Bertoni, que fue “justa” y que se trató de una “actitud reprobable”, de un puñetazo “descalificador” que “no admite justificaciones y que anula cualquier reconocimiento”.
Bertoni, luego del partido dio las explicaciones del caso: “No sé, el me venía pegando, me siguió todo el partido, pero yo reaccioné muy mal. Fue un momento en el que no pensé. Me di vuelta y ... . Yo les quiero pedir perdón a todos, estoy muy arrepentido”.
Mientras tanto, la prensa británica criticó duramente la actitud de los jugadores argentinos. “Por la noche Inglaterra no sabía si celebrar su empate o protestar por lo ocurrido en el campo de juego”, publicó el Daily Mirror, mientras que The Guardian habló de que el equipo inglés estuvo rodeado de un clima de “constante hostilidad”.
Revie, conforme con el resultado, fue contundente al referirse a los incidentes: “Fue una mala actitud del muchacho argentino. A veces hay que soportar la marca a presión o recibir algún foul fuerte, pero no es para reaccionar así. Es una lástima porque es uno de los mejores delanteros”.
Pasó un clásico más ante Inglaterra y Argentina siguió con su racha de tres partidos sin poder vencer a los ingleses. “El resultado importa poco”, dijo Menotti y agregó: “Estamos trabajando con la mente puesta en 1978”.
Estas declaraciones reflejaban claramente cuál era la línea de pensamiento que sostenía el seleccionador argentino. Pero fuera de la esfera pública, y hablando de los deseos de todo el pueblo de Argentina, todos y cada una de las personas que habitaban este país se habían quedado con una espina clavada al no poder haber derrotado a un rival al que no podían vencer desde 1964.
Por suerte para él, y todos los argentinos, ese trabajo dio sus frutos ya que Argentina obtuvo su primera Copa del Mundo, a la que los británicos no pudieron ni clasificar. “Espero volver aquí en 1978”, había dicho Revie antes de dejar Buenos Aires. Se quedó con las ganas.

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Junio 2003

III

El equipo argentino jugó con los siguientes titulares: Baley; Killer, Passarella, Pernía y Tarantini; Ardiles, Gallego y Bochini; Bertoni, Luque y Ortíz.
Por su parte, Inglaterra puso a estos once: Clemence; Neal, Hughes, Watson y Cherry; Greenhoff, Talbot y Keegan; Wilkins, Pearson y Channon.
Al salir los equipos al campo de juego la Banda del Regimiento de Granaderos a Caballo tocó la marcha de San Lorenzo y los himnos de ambos países. Allí comenzaron las hostilidades. Los argentinos silbaron e insultaron la canción inglesa, lo que presagiaba un partido de pierna fuerte y a cara de perro.
Poco había pasado desde que el árbitro uruguayo pitó el inicio del partido, cuando Talbot se escapó por la derecha y envió un centro. En el medio del área, Pearsons, completamente solo, cabeceó y puso el 1 a 0. Iban sólo dos minutos.
Argentina reaccionó enseguida, atacó y a los 16 minutos tuvo su premio. Bertoni, tras una gran maniobra individual por la banda derecha, fue derribado por Watson en la puerta del área. Ardiles se paró para patear el tiro libre pero amagó y pasó por arriba de la pelota; detrás suyo apareció la calidad de Bertoni, que con un chanfle perfecto, clavó la pelota en el ángulo derecho de Clemence.
El primer tiempo terminó con una Argentina que atropellaba a Inglaterra y que le creaba peligro, pero el segundo tiempo fue muy distinto.
El partido se hizo muy friccionado. Era constantemente interrumpido por las infracciones de ambos equipos. Y finalmente llegó el exceso, la violencia innecesaria. Iban 37 minutos del complemento y el lateral izquierdo inglés Trevor Cherry, que ya estaba amonestado por faltas reiteradas contra Bertoni, volvió a tumbar al delantero argentino.
Este esperó que la pelota saliera jugada para otro lado para luego aplicarle un golpe de puño al inglés en medio de la cara. Enseguida se armó un tumulto en torno al jugador caído y hubo empujones, mientras Ruíz iba a consultar sobre lo que había sucedido con el juez de línea de ese sector.
Tras esa charla, el árbitro le mostró la roja a Bertoni y la segunda amarilla a Cherry, quién además de perder dos dientes, tuvo que retirarse de la cancha protegido por dos auxiliares ingleses que utilizaron sus sacos para cubrirlo de los proyectiles que provenían de las tribunas.
Luego, Argentina tuvo una chance muy clara para ganar cuando el partido se moría, pero la fiesta ya se había empañado con el juego brusco y los golpes.

II

Argentina estuvo concentrada desde el 8 de junio en el complejo del Sindicato del Seguro en Moreno, en al zona oeste del Gran Buenos Aires. Pero hubo un gran ausente: Hugo Gatti. El arquero de Boca había lesionado contra Alemania y debía ser operado. A esto se le sumaron las lesiones de Julio Villa, quién quedó descartado, y la de Luis Crrascosa, que estuvo en duda para el partido hasta último momento.
El 10 de junio el equipo inglés llegó a la Argentina pero sin su director técnico ¿El motivo? Don Revie todavía no había llegado de Finlandia, adonde había ido a ver el amistoso entre el local e Italia, rival con quién definía la clasificación al Mundial el 16 de noviembre siguiente.
Los ojos argentinos se posaron sobre un chiquitín inglés llamado Kevin Keegan, que en esos momentos deslumbraba en las filas del Liverpool. Era, para muchos, el rey del fútbol inglés. “No es para tanto; yo sólo trato de cumplir con mi equipo. El resto lo determina la gente, aunque creo que no soy un rey”, sostuvo Keegan en la conferencia de prensa realizada en Ezeiza.
Unas horas más tarde, llegó al aeropuerto internacional, Don Revie, en el vuelo 661 de Britsh Caledonian y se mostró bastante preocupado por el momento que atravesaba su selección. “Estamos probando nuevas tácticas pero hasta ahora no se nos dan los resultados”, dijo el ingles, a quién los números no le cerraban porque Italia había ganado 3 a 0.
De todos modos, el entrenador inglés confiaba en su equipo. Sabía que eran un grupo muy joven pero de buen nivel. También conocía muy bien al seleccionado argentino ya que admiraba su fútbol y, además, todos sus jugadores estaban en óptimas condiciones físicas.
Los argentinos, por su parte, y a pesar de las lesiones, creían que Inglaterra no era más rival que Alemania y que la victoria era posible. “Se les puede ganar con movilidad”, aseguró Luque.
El partido se disputó el 12 de junio en la Bombonera. Las entradas ya se habían agotado dos días antes por lo que en las tribunas no cabía ni un alfiler. La recaudación había alcanzado los 33.080.000 pesos, poco más que los 33.059.000 que se habían recaudado frente a Alemania Federal y mucho más que los 31.750.000 del partido frente a los polacos.
Al mismo tiempo, el diario La Nación publicaba que ese mismo día daba comienzo “La semana Británica en Harrods”, un hecho curioso. El evento implicaba que en la famosa tienda porteña, ubicada en Florida y Paraguay, iba a haber una muestra de réplicas de la corona británica y que sería decorada al estilo del Picadilly Circus londinense. Mientras tanto, los jugadores se sacaron chispas.

Más animaladas

Argentina atravesó en 1977 un clima futbolero efervescente. La pelota estaba en todos los rincones de la vida de cualquier ciudadano. El país estaba a punto de organizar el XI Campeonato Mundial y por ese motivo no se hablaba de otra cosa que no fuera de fútbol ¿Quién era la principal estrella? La selección dirigida por César Luis Menotti.
Así, el clásico Argentina–Inglaterra se enmarcó en este ambiente mundialista enfervorizado por un país que estaba en medio de una dictadura militar y buscaba un desahogo entre tanto sufrimiento.
Esta pasión también era impulsada desde el Gobierno, que encontró en el fútbol un elemento de propaganda que le daría grandes resultados para ocultar las violaciones a los derechos humanos que perpetraba contra su propia población.
En el mes de mayo de 1977, a poco más de un año del Mundial, las selecciones europeas comenzaron a aterrizar en Argentina para disputar partidos amistosos y conocer las distintas sedes. A su vez, el equipo local aprovechó esta oportunidad para organizar una serie de partidos preparatorios en el estadio del club Boca Juniors.
Menotti había asumido como director técnico después del Mundial de Alemania 74´ y estaba conformando un equipo que combinaba la experiencia de jugadores que habían estado en aquella Copa del Mundo, con jóvenes que hacían sus primeras armas en la selección.
El equipo contaba con la trayectoria de Luque y Kempes, y con el aporte de Daniel Bertoni, un puntero joven que jugaba en Independiente. Éste tuvo un rol fundamental en toda la preparación al Mundial y, especialmente, en el partido contra Inglaterra. Ni que hablar de la importancia de sus goles, que junto a los de sus dos compañeros antes mencionados, fueron vitales en la conquista argentina de 1978.
La serie de amistosos arrancó el 29 de mayo con un inobjetable triunfo frente a Polonia, rival en el debut de Argentina en el Mundial. Fue por 3 a 1 ante una multitud y con una gran actuación de Bertoni, que marcó dos goles. Luego vino una dura caída ante el campeón mundial, Alemania Federal. Fue el 5 de junio y por 3 a 1. El panorama no era el más alentador para enfrentar a los ingleses.
Pero Inglaterra venía peor. Estaba en el grupo 2 de las Eliminatorias para el Mundial 78´ y había perdido su invicto en Wembley ante Gales por 1 a 0. De visitante, había cosechado dos derrotas más, una ante Escocia por 2 a 1 y otra ante el puntero del grupo, Italia, por 2 a 0. Así sus chances para clasificar eran bastante pocas.
Con ese pesado equipaje fue que los ingleses se embarcaron con destino a Sudamérica. Primero hicieron una escala en Río de Janeiro, donde empataron 0 a 0 con Brasil. Allí dejó una imagen más que buena, que preocupó a Menotti, quién estuvo presente en ese partido para estudiar a su próximo rival. “Es un equipo que complica siempre. No dejan espacio y combaten con gran agresividad todas las pelotas divididas”, concluyó de entrenador argentino.

IV

Al día siguiente del partido, la prensa argentina festejó el resultado. “La noche que Argentina soñó en Wembley”, tituló El Gráfico. Mientras que Clarín calificó el partido como “un meritorio empate”. A su vez, La Nación destacó el rendimiento del equipo en el segundo tiempo: “Eficaz reacción argentina”.
Por su parte, toda Inglaterra lamentó que el triunfo se le escapara en los últimos minutos. “Perdimos en el ritmo sobre el final. En esos minutos intentamos pases imposibles en cambio de replegarse y esperar que el cotejo terminara 2 a 1”, dijo el director técnico británico.
La prensa británica fue más allá de los lamentos y acusó a Ithurralde de haber inventado el penal que terminó en el empate argentino. “Una extraña decisión dejó un curioso empate”, señaló The Times que además subrayó que “Argentina hizo recordar a los hechos tristes del Mundial del 66´”.
The Daily Mail, mucho más sensacionalista, tituló algo no muy original: “¡Animals, animals...!” y sostuvo que “los argentinos, una vez más, dieron fe de ser jugadores sucios”, haciendo mención al incidente entre Hughes y Glaría, pero omitiendo el hecho de que los hinchas de su equipo silbaron e insultaron el himno argentino y le arrojaron una botella a Ithurralde cuando este se retiraba de la cancha.
Un repertorio de animaladas de los serios, educados, caballerezcos, y siempre correctos, lords ingleses.

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Junio 2003

III

La previa del partido despertó, como siempre, un gran interés por las calles de Londres mientras los equipos aguardaban confiados y listos. A 48 horas del pitazo inicial, del lado argentino Ayala y Heredia ya habían llegado a la concentración desde España, y por los ingleses, el director técnico, Joe Mercer, entrenaba a puertas cerradas. “Estamos preparados”, aseguró el entrenador.
El equipo argentino tuvo a estos once titulares: Carnevali; Glaría, Perfumo, Bargas y Sa; Squeo, Telch y Brindisi; Ayala, Balbuena y Kempes.
La selección inglesa, por su parte, contó con esta alineación: Shilton; Hughes, Watson, Todd y Lindsay; Weller, Brooking y Bell; Channon, Worthington y Keegan.
El encuentro era para Inglaterra la oportunidad de reivindicarse ante su público tras la eliminación del Mundial mientras que Argentina buscaba no hacer más papelones y cumplir con un digno papel. De ahí que los locales salieron a atacar desde el inicio de las acciones en tanto que los sudamericanos se replegaron y jugaron al contraataque.
A los 10 minutos, el centrofoward inglés, Worthington, demostró ser un tanque que arrasaba con todo, por arriba y por abajo, y así asustó en un par de ocasiones a Carnevali. El dominio británico no se estancó y Channon metió un tiro en el poste izquierdo del arco argentino.
Argentina no hacía pie, sólo Telch aguantaba el vendaval inglés. Por eso, antes de que terminara el primer tiempo, nadie se sorprendió cuando Channon puso el 1 a 0. Camino a los vestuarios se produjo un escamoteo. Al parecer, Hughes, el único jugador del equipo que estuvo en 1966, se burló de Glaría -algunos sostuvieron que lo escupió- y este le respondió con un golpe. El inglés cayó aparatosamente y la gente comenzó con el grito de “¡Animals!”.
Según Glaría, él sólo trató de “agarrarlo” mientras que Mercer, después del partido, aseguró que Hughes tenía un “fuerte golpe en el ojo”, aunque coincidió con que la actitud de su jugador era “muy censurable” y que se lo había hecho saber.
El segundo tiempo fue al comienzo un monólogo de Inglaterra, que a los 8 minutos ya estaba 2 a 0 con un gol del gigante Worthington, quién marcó tras capturar un rebote en el travesaño. Parecía que el triunfo inglés era inevitable... .
Pero Argentina mejoró. Ingresó Houseman por Brindisi y le dio más juego al equipo. Al minuto 13 Ayala desbordó, mandó un centro y Kempes, de zurda, puso el 1-2 con un violento remate. Esto animó a los jugadores argentinos, que fueron por más aunque se expusieron a la veloz contra de los ingleses.
Faltaban tres minutos para que terminara el partido y volvió a aparecer Kempes. Tomó la pelota por la izquierda y se llevó a todos los rivales a la rastra, obligando a Hughes a derribarlo dentro del área. Ithurralde cobró penal y otra vez el estadio estalló con el grito de “¡Animals!”. Al Matador no le importaron los insultos y puso el definitivo 2 a 2.

II

Apenas el equipo argentino puso un pie en el aeropuerto de Heathrow aparecieron los incidentes. Primero un hecho extra futbolístico, como el estallido de dos bombas a cargo del ejército irlandés que provocó un caos en la terminal. Y segundo, las agresiones de la prensa británica contra los sudamericanos. “Regresaron los hijos de los animales”, fue la tapa del sensacionalista matutino The Guardian.
El ambiente también estaba enrarecido porque el fútbol inglés no pasaba por su mejor momento. Inglaterra, sorpresivamente, había quedado afuera del Mundial 74´ luego de haber terminado segunda en el grupo que disputó con Polonia -campeón olímpico en 1972- y Gales.
El equipo dirigido por Alf Ramsey estaba en un proceso de cambio. Si bien aún quedaban algunos jugadores que habían ganado la Copa del Mundo en 1966, como Collin Bell, y que habían alcanzado los cuartos de final en México 70´, se trataba de un grupo joven. Había muchachos con mucho futuro pero con poca experiencia como, por ejemplo, Kevin Keegan, quien recién empezaba a triunfar en el conjunto del Liverpool.
El equipo británico le había ganado a Gales en Cardiff pero no pudo en la revancha en Wembley y empató 1 a 1. Luego vino la derrota ante Polonia como visitante por 2 a 0 y la clasificación comenzó a parecer cada vez más imposible.
Finalmente, el 17 de octubre de 1973, Inglaterra empató 1 a 1 con los polacos de local y se quedó afuera del Mundial de Alemania.
De esta manera, ante tamaño fracaso deportivo, acabó la era de Ramsey como director técnico de la selección inglesa de fútbol luego de 11 años, en los que consiguió nada más y nada menos que la única Copa del Mundo, que adorna las vitrinas de la Football Association.
Por su parte, Argentina seguía inmerso en un mar de dudas. En lo futbolístico, Yazalde, la estrella internacional del equipo, había concentrado pero estaba en duda por una lesión. Mientras que en lo político, Fernando Mitjans, el presidente de la AFA que había sido elegido el 19 de mayo sin intervención del Poder Ejecutivo, tambaleaba en su cargo por diferencias con la Secretaria de Deportes.
Mitjans se había rehusado a participar de la Comisión de Apoyo para la organización del Mundial 78´ en Argentina y, además, no quería que los ingresos del PRODE fueran a parar a los fondos para la realización de aquel torneo. Esto lo llevó a que el 6 de junio, mientras Argentina daba lástima en Alemania, Mitjans renunciara a su cargo.
Paralelamente, el clásico despertaba polémicas, como la decisión de que el argentino Arturo Ithurralde refereara el match entre Argentina e Inglaterra. Ante tanta hostilidad, el embajador Manuel de Anchorena tuvo que presentar una protesta en el Foreign Office para detener la campaña “argentinofóbica” de la prensa británica.
Para meter más presión a una olla que estaba por explotar, también eran recientes los incidentes en el partido entre el Celtic y el Atlético de Madrid de Ayala y Heredia, en Glasgow, por las semifinales de la Copa de Campeones de Europa. Eso recrudeció las agresiones destinadas a los argentinos. “Ayala, el villano de Glasgow”, tituló The Daily Mirror, que además sostuvo que era “una vergüenza” si Cap lo incluía entre los titulares.
El entrenador argentino y sus jugadores trataron de poner paños fríos a la situación. “Nosotros venimos a jugar al fútbol. De una vez por todas los problemas deportivos entre ambos países deberán olvidarse y mirar hacia delante”, sostuvo Cap. Mientras que Perfumo, el único sobreviviente del 66´ dijo: “Nosotros vamos al Mundial y tenemos que conformar un equipo, no pegar patadas”, en referencia a la preocupación de los periodistas ingleses que querían saber si los jugadores argentinos iban a ser rudos y pegar mucho.

El regreso de las animaladas

El accidentado encuentro entre Argentina e Inglaterra en 1966 marcó un antes y un después en la historia de esta rivalidad. El recuerdo de la expulsión de Rattín y la reacción británica al grito de “¡Animlas!” aún estaba fresco en la memoria del planeta futbolístico cuando el 22 de mayo de 1974, ambos equipos volvieron a enfrentarse en el estadio de Wembley, en un partido amistoso que formó parte de la preparación para el Mundial de Alemania de ese mismo año.
El ambiente ya venía caldeado desde hacía un buen tiempo. Unos años antes, dos equipos argentinos habían logrado por primera vez la Copa Intercontinental luego de haber relegado, nada más y nada menos, que a dos conjuntos británicos.
Primero fue el Racing Club de Avellaneda, que en 1967 derrotó 1 a 0 al Celtic de Glasgow en un partido desempate en Montevideo con el gol inolvidable del Chango Cárdenas.
En segundo turno le tocó a Estudiantes de La Plata, que en 1968 logró un heroico empate de visitante ante el Manchester United de Bobby Charlton y un rotundo triunfo en su cancha. Así, dos grandes del fútbol británico habían sufrido un duro golpe, que aparentemente, les costó asimilar.
Argentina se había clasificado para el Mundial 74´ sin problemas, superando en su zona a Bolivia y Paraguay. Atrás había quedado la amargura de la eliminación ante Perú por la eliminatorias para México 70.
El director técnico del equipo era Néstor Sívori, quien había cosechado tres victorias y un empate en la clasificación mundialista y un resonante triunfo en Munich ante Alemania por 3 a 2. Sin embargo, por diferencias con el interventor de la AFA, Baldomero Gigán, Sívori renunció a su cargo en enero, a menos de seis meses antes de que empezara la copa.
Gigán, quién ya había tenido una charla previa con Vladislao Cap, enseguida lo designó a este como el entrenador de la selección, en una demostración más de desorganización y favoritismo, una característica de esos años del fútbol argentino.
Roberto Perfumo, integrante de ese plantel, recuerda esos tiempos difíciles: “No había un mínimo de organización y no teníamos la menor información de cómo jugaban nuestros rivales.”
Lo cierto es que Cap asumió el 14 de enero. “¿A dónde va la Selección?”, se preguntaba la revista deportiva El Gráfico a principios de abril. Es que Argentina había disputado amistosos en el interior del país y su rendimiento fue muy pobre.
El equipo partió a Europa para comenzar su preparación 37 días antes de que comenzara la Copa del Mundo y con 40 jugadores. En el viejo continente lo esperaban los que militaban en los clubes del exterior. Estos eran Ayala y Heredia, del Atlético Madrid; Bargas, del Nantes; Carnevali, de Las Palmas; y Héctor Chirola Yazalde, del Sporting Lisboa.
En mayo, Argentina empató con Granada 0 a 0 en España y luego venció a Francia, en París, 1 a 0 con gol de Kempes, a esa altura la figura del equipo. De allí, sin convencer con su juego se fue a Londres a enfrentar a Inglaterra en medio de un clima sumamente hostil.

IV

Las repercusiones del partido fueron numerosas y se prolongaron durante varios días. Se habló mucho de que si no hubieran expulsado a Rattín, Argentina hubiera ganado la Copa del Mundo, ya que había jugado bien no sólo en los partidos que ganó, sino también ante los equipos que resultaron campeón y subcampeón, como Inglaterra y Alemania Federal, respectivamente. “El conjunto argentino tuvo en este torneo un rendimiento notable”, publicó La Nación, al hacer un balance de la actuación de la Selección Argentina.
Sin embargo, una mirada objetiva de la época de los que estuvieron presentes en ese partido, nos acerca a la realidad. “El juez fue, sin dudas, parcial, pero no sé si Argentina ganaba con once hombres”, dijo Francisco Capote, periodista deportivo de Europa Press, de Madrid.
Lo cierto es que la FIFA fue muy dura con Argentina. Multó con 1000 francos suizos a la AFA, suspendió a Rattín por cuatro partidos y a Roberto Ferreiro por tres, por haber agredido al árbitro. También fue suspendido Onega, por escupir a un funcionario.
Es más, el máximo órgano de fútbol estudió seriamente la posibilidad de que la selección argentina no participara de las eliminatorias para la Copa del Mundo de México en 1970.
Por su parte, los ingleses se motivaron aún más tras la victoria ante los argentinos, y así pudieron imponerse al Portugal de Eusebio en las semifinales por 2 a 1, con dos goles de Bobby Charlton. En la final venció a Alemania Federal por 4 a 2 en tiempo suplementario y otra vez de la mano de la polémica, ya que el 2-1 de Hurst todavía no se sabe si picó o no detrás de la línea de gol del arco alemán.
Así, Inglaterra se coronó campeón en su tierra y entró al salón de la fama del fútbol, su deporte, el que había nacido en los campos de cricket y primo del rugby. “Podrán decir que ganamos porque teníamos el público a nuestro favor, que Alemania era mejor, que Portugal mereció llevarse la Copa, que le ganamos a Argentina con la ayuda del árbitro.... Admito cualquier opinión, pero no acepto discusión alguna en torno a los merecimientos ingleses en función de los esfuerzos y sacrificios realizados”, festejó Max Marquis, comentarista de la BBC.

AA
Junio 2003

III

Los sudamericanos se dieron cuenta de que no estaban invitados a la fiesta cuando los representantes de las delegaciones de Argentina y Uruguay fueron citados para que presenciaran el sorteo de los árbitros que se llevaba a cabo en un hotel londinense pero, curiosamente, cuando llegaron al encuentro, el sorteo ya se había realizado.
Así, Argentina–Inglaterra fue refereada por un alemán, mientras que Alemania–Uruguay tuvo un árbitro inglés. Las crónicas de la época hablaron de un penal no cobrado para Uruguay y dos expulsiones polémicas en contra de los charrúas. Los argentinos temieron, y con razón, de que algo similar les ocurriera.
Argentina formó así: Roma; Ferreiro, Perfumo, Albretch y Marzolini; Solari, Rattín y González; Onega, Artime y Más.
Por su parte, Inglaterra alineó a los siguientes once jugadores: Banks; Choen, Wilson, Stiles y J.Charlton; Ball, Morre y B.Charlton; Peters, Hunt y Hurst.
El árbitro alemán, Rudolf Kreithlen pitó el inicio de un partido mal jugado. Poco se puede rescatar de este clásico, en cuanto a lo futbolístico. Pero lo que quedará por siempre en el recuerdo es la expulsión de Rattín a los 36 minutos del primer tiempo.
En ese momento los locales metían presión contra el arco de Roma y en muchas ocasiones los jugadores argentinos recurrieron a las faltas sistemáticas para cortar el juego inglés. Hubo una infracción de Perfumo en la mitad de la cancha y Rattín, gran conocedor de las mañas para hacer tiempo, decidió enfriar el partido y pedirle al árbitro un intérprete.
Hasta ahí todo normal. El primer pedido fue desoído por Kreithlen, pero a la segunda vez este expulsó a Rattín del campo de juego. El capitán argentino jura que nunca insultó, por lo que de ser así, la expulsión era una injusticia.
Era verdad que los argentinos le protestaban todos los fallos al juez alemán, pero este reaccionó exageradamente ante cosas comunes de un partido de fútbol. “El árbitro estaba perdiendo el control del partido y quiso dar un ejemplo de autoridad. Pero lo hizo en el momento inadecuado y con el hombre equivocado”, dijo Joe Mercer, directivo de la F.A inglesa en ese entonces.
Lo que ocurrió luego si fue con mala intención y mereció la expulsión. Rattín se retiró del campo y se sentó en la roja alfombra real. Cuando lo echaron de allí, se dirigió al vestuario y en el camino estrujó el banderín del córner que tenía la bandera inglesa. Todo el estadio le comenzó a tirar latas de cerveza y gritó “¡Animals!”.
Los medios argentinos criticaron duramente la labor del árbitro alemán, a quién responsabilizaron de la derrota argentina. “El de Kreithlen fue un arbitraje malintencionado, parcial de toda parcialidad, y la expulsión de Rattín, el broche de oro. Una expulsión que de ninguna manera se justificó”, sostuvo el diario Clarín.
Mientras que La Nación, que antes de que jugaran Argentina y Uruguay había pedido que los jueces fueran “justos y equitativos” aseguró que las expulsiones de los jugadores sudamericanos “eran una rara coincidencia”.
El partido siguió y Argentina aguantó hasta donde pudo el asedio constante pero poco claro del equipo local. A diez minutos del final, Inglaterra pudo marcar el gol de la victoria a través de un cabezazo de Hurst y pasó a semifinales.
En cambio, Argentina hizo las valijas, gritó a los cuatro vientos que había existido un complot en su contra y regresó a su país. En Ezeiza, los jugadores fueron recibidos como “los campeones morales”. Esta fue la denominación que utilizó, en el agasajo en la Casa Rosada, el presidente de facto Gral. Juan Carlos Onganía, quién había derrocado a Arturo Illia mientras la Selección estaba en Europa.

II

El fútbol argentino de mediados de los 60´ era víctima de una gran desorganización. A pocos meses de que iniciara el Mundial, el director técnico de aquel entonces, Osvaldo Zubeldía, fue reemplazado por Juan Carlos Lorenzo, el ex entrenador de Argentina en Chile 1962.
El Toto rearmó el plantel que había formado Zubeldía y convocó a muchos jugadores que habían estado con él cuatro años antes. El panorama de Argentina se oscureció aún más luego de una gira preparatoria definida por el propio equipo como “desastrosa”.
Sin embargo, a pesar de la mala tarea de los dirigentes, los jugadores argentinos mostraron buenos rendimientos durante el torneo y estuvieron a la altura que exige la competencia internacional.
Poco antes de empezar el Mundial, el temor de los jugadores argentinos eran los rivales, en especial los europeos. Creían que eran superjugadores, que tenían un gran estado físico y que los iban a pasar por arriba. Pero cuando entraron a la cancha las cosas no fueron tan así.
El tan ansiado debut fue el 13 de julio en el estadio Villa Park, en Birmingham, frente a España. Argentina ganó 2 a 1 con dos goles de Artime y luego vino el duro choque contra Alemania Federal. Allí, el equipo argentino rescató un valioso 0 a 0, ya que jugó gran parte del partido con 10 hombres por la expulsión del defensor de San Lorenzo, Mario Albretch.
Esa infracción fue utilizada por los ingleses para calentar los ánimos ya que la Britsh Broadcasting Televisión (BBC) colocó en su presentación de informes deportivos la patada de Albretch al alemán Weber. El propio Ramsey calificó a los jugadores argentinos como “animals” (animales) debido a su juego brusco.
Argentina, mientras tanto, se sentía confiada, a esperas del partido definitorio con Suiza. “Ganamos el primer partido casi sin chance, según la opinión de todos. Alemania pisaba y no nos pisó. No quiero hacerme ilusiones ni me gusta que la gente piense que ya somos campeones. Le aseguro que a Alemania no quisiera enfrentarla otra vez, pero podemos ganarle a cualquiera y perder con cualquiera”, dijo Rattín.
-Si se clasifica Argentina, ¿quién le gusta: Inglaterra o Uruguay?- preguntó el periodista.
-Mire... Yo prefiero a Inglaterra. ¿Sabe por qué? Porque Uruguay nos conoce, nosotros los conocemos y puede ensuciarse el partido. No porque no les podamos ganar. Ya le digo, el equipo está para ganarle a cualquiera. Pero Uruguay es distinto- sentenció el capitán Rattín.
Lo cierto es que Argentina venció a Suiza 2 a 0 con goles de Artime y Ermindo Onega y clasificó para enfrentar al equipo local el 23 de julio en un Wembley que desbordaba de gente. Los argentinos querían la revancha de la derrota que habían sufrido ante los británicos en el Mundial anterior, mientras que los locales estaban cada vez más obsesionados con la copa.

La expulsión de Rattín

Muchos años de disputas pasaron para que los británicos, los “padres” del fútbol, al fin organizaran la VIII Copa del Mundo en su tierra. Fue en 1966, cuando Inglaterra se convirtió en “el candidato” a llevarse el trofeo, sensación, que se vivió antes, durante y después del torneo. Los ingleses estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para quedarse con la Jules Rimet y, como si eso fuera poco, contaron con el inmenso apoyo de la FIFA, cuyo presidente era Stanley Rous, ex titular de la Football Association (F.A).
Dadas las circunstancias, no extrañó que a lo largo del campeonato ocurrieran incidentes que favorecieron a Inglaterra, en particular, y a otros equipos europeos, en general. ¿Las víctimas? Las selecciones sudamericanas, que debieron soportar sanciones dudosas, como las designaciones a dedo de los árbitros y expulsiones de jugadores claves, como la del capitán argentino Antonio Rattín.
Todos estos condimentos hicieron que este torneo sea recordado como “El Mundial de la polémica”. En este marco totalmente favorable a los locales y evidentemente negativo para el equipo argentino, se disputó un nuevo clásico. Pero no fue uno más, sino que se convirtió en el partido que significó el nacimiento de la gran rivalidad, ya no sólo futbolística, entre ambos países.
Inglaterra se había sentido desde el comienzo obligada a ganar la copa. Su director técnico, Alf Ramsey, había dispuesto un largo período de preparación. “A todo aquel que no se sienta en condiciones de soportar un período ininterrumpido de prácticas y trabajos, se le invita a decirlo ahora y a retirarse a tiempo... sin rencores”, les dijo el técnico a sus dirigidos en el primer entrenamiento.
Los locales, con las figuras de Bobby Charlton y Bobby Moore, llegaron al partido contra Argentina ganando el Grupo 1. Allí, jugando ante multitudes cada vez más enfervorizadas, empató sin goles en el debut contra Uruguay, derrotó a México 2 a 1 y finalmente consiguió la clasificación y la primera colocación al vencer a Francia por un claro 2 a 0.
El equipo argentino, por su parte, había llegado a los cuartos de final luego de terminar en la segunda colocación del Grupo 2, debajo de la poderosa Alemania Federal. Lo había logrado en base a dos triunfos y un empate, por lo que llegaba también de manera invicta al choque frente a los ingleses.