Las pruebas
El círculo de sospechas sobre Cozza se cerró definitivamente el viernes 24 de enero de 2003, cuando los investigadores recibieron los resultados de los peritajes balísticos que indicaban que una de las dos pistolas 9 milímetros, marca Pietro Beretta, secuestradas en la casa del empresario era la homicida.
Los pesquisas ya estaban al tanto de que a Cozza le gustaban y mucho las armas de fuego. Según los datos del Registro Nacional de Armas (Renar), el empresario tenía registradas siete pistolas del mismo calibre que la utilizada para asesinar a Marcos. Cinco de ellas eran marca Pietro Beretta, una era Browning y la restante una Taurus, todas registradas a través de la Compañía Norte SA.
Además de las armas, en los allanamientos realizados, los policías también habían secuestrado unas 200 municiones, tres cargadores y un chaleco antibalas.
El legajo de Cozza en el Renar señalaba que el empresario gastronómico había obtenido en enero de 1999 su credencial de portación de armas de fuego de uso civil.
Pero el arma no era todo el cuerpo probatorio que habían reunido los investigadores ya varios testigos también declararon que la camioneta de Cozza había sido reparada para ocultar lo ocurrido.
De acuerdo a esos testimonios, dos personas presuntamente allegadas a los hermanos Cozza preguntaron en las primeras horas posteriores al crimen en varios talleres mecánicos de Olivos por chapistas que pudieran reparar abolladuras en la parte derecha delantera de una 4x4 igual a la del supuesto asesino.
A estos elementos se sumó la grabación de un video efectuada por las cámaras de seguridad del restaurante Kansas que había captado las imágenes de Cozza persiguiendo al remís en su camioneta.
Además, una de las jóvenes que viajaba junto a Marcos apenas salió del hospital declaró ante la Justicia y reconoció a Cozza como el autor de los disparos y hasta recordó que era azul la camisa que llevaba puesta el empresario, del mismo color que el descripto por los testigos propuestos por la defensa.
“¿Esa no es la camioneta del dueño de Dallas?”, declaró la joven que le preguntó Marcos momentos antes de morir acribillado a balazos. Al escucharlo, el remisero dijo a los pasajeros si querían detenerse pero estos le respondieron que no y que continuara la marcha sin saber cuál iba a ser el desenlace.
Los sobrevivientes del brutal ataque demostraron valor al declarar ante la Justicia cuando se trataba de un caso que ocupaba las primeras planas de todos los medios de comunicación argentinos e internacionales. Estos testigos claves vivían por entonces encerrados en sus casas, completamente atemorizados. Es que las historias sobre los matones de los Cozza los asustaban ante la posibilidad de que los empresarios tomaran represalias en su contra.
II
El gran hermano
El hermano de Cozza fue un personaje clave en la historia de este caso ya que llevó adelante las más impensadas maniobras para defender al empresario ante la opinión pública y evitar que lo arrestaran.
“Yo ayudé a mi hermano a escapar en helicóptero. Lo salvé de que fuera a la cárcel. Yo lo protejo y no voy a ir preso por eso. Mi hermano se quiere entregar, pero le aconsejé que no se presentara hasta que se den todas las garantías. No es un asesino y no quiero que lo metan preso con los delincuentes comunes”, sostuvo en una entrevista con un importante matutino.
La estrategia del hermano del sospechoso prófugo era tratar de demostrar que Cozza había sido acusado injustamente porque era un empresario exitoso que despertaba envidia entre sus competidores.
Para él, la Justicia había armado una causa contra ambos para terminar con su negocio y hasta acusó al intendente de San Isidro, una firma petrolera y al dueño del principal restorán de la competencia.
Las disputas con otras empresas eran parte fundamental de la carrera gastronómica de los Cozza ya que gracias a los 8 millones de dólares que la petrolera le había pagado por una demanda judicial los hermanos habían construido su lujoso Dallas.
Antes de eso, los Cozza eran apenas los dueños de dos estaciones de servicio en San Isidro.
El hermano de Cozza no sólo señaló a otros sospechosos sino que dio otra versión completamente distinta de los hechos al sostener que el prófugo no había sido novio de Paula y que sí echó a Marcos y sus amigos porque una camarera les había dicho que no había más tragos para nadie y que el local estaba por cerrar.
“No se querían a ir, entonces llamé a la gente de seguridad, hubo una discusión y finalmente los chicos decidieron irse en un remís. Eso fue todo lo que pasó”, indicó.
La coartada del hermano de Cozza fue continuó el 22 de enero con el relato de dos testigos que dijeron haber visto al sospechoso en otro lugar al momento del crimen de Marcos.
Uno de esos testimonios fue el de Roby, el mejor amigo de Cozza, y que sostuvo que la noche del crimen cenó junto al empresario en Dallas, donde permanecieron hasta las 4, momento en que decidieron ir a su casa en San Isidro.
Se dirigieron a bordo de la camioneta de Cozza que, según el testimonio, fue conducida por su amigo y una vez en la vivienda, los dos hombres decidieron tomar el café y luego el empresario se habría ido a dormir.
Roby declaró que la mañana siguiente pasó a buscar a Cozza por su casa para viajar a Pinamar, donde el empresario iba a participar de un torneo de golf al que nunca asistió.
En la declaración, el testigo dijo que Cozza había manifestado que había cambiado de planes y que en vez de ir a Pinamar iría a Mar del Plata porque le habían hecho una cama.
El otro testigo fue un cliente de Dallas que dijo ante el fiscal que a las 4 de la madrugada, momento en que se cometió el crimen de Marcos, Cozza estaba en su restorán.
Sin embargo, estos dos testimonios resultaron endebles para los investigadores judiciales ya que ninguno de los dos hombres supo contestar la simple pregunta de qué ropa llevaba Cozza la noche del homicidio.
Los amigos del presunto asesino estaban tejiendo una telaraña de mentiras para tratar de salvarlo, a tal punto que empezó a cuestionarse la entrega que se había hecho de la camioneta 4x4 que recién fue puesta a disposición de la Justicia cinco días después del crimen.
Ante esa situación, los fiscales sospechaban que los amigos del prófugo habían arreglado una abolladura en la chapa de la camioneta que se había producido contra el remís en el que iba Marcos. Pero los investigadores hallaron luego en el auto de alquiler algunos restos de pintura de la 4x4 de Cozza.
El hermano de Cozza fue un personaje clave en la historia de este caso ya que llevó adelante las más impensadas maniobras para defender al empresario ante la opinión pública y evitar que lo arrestaran.
“Yo ayudé a mi hermano a escapar en helicóptero. Lo salvé de que fuera a la cárcel. Yo lo protejo y no voy a ir preso por eso. Mi hermano se quiere entregar, pero le aconsejé que no se presentara hasta que se den todas las garantías. No es un asesino y no quiero que lo metan preso con los delincuentes comunes”, sostuvo en una entrevista con un importante matutino.
La estrategia del hermano del sospechoso prófugo era tratar de demostrar que Cozza había sido acusado injustamente porque era un empresario exitoso que despertaba envidia entre sus competidores.
Para él, la Justicia había armado una causa contra ambos para terminar con su negocio y hasta acusó al intendente de San Isidro, una firma petrolera y al dueño del principal restorán de la competencia.
Las disputas con otras empresas eran parte fundamental de la carrera gastronómica de los Cozza ya que gracias a los 8 millones de dólares que la petrolera le había pagado por una demanda judicial los hermanos habían construido su lujoso Dallas.
Antes de eso, los Cozza eran apenas los dueños de dos estaciones de servicio en San Isidro.
El hermano de Cozza no sólo señaló a otros sospechosos sino que dio otra versión completamente distinta de los hechos al sostener que el prófugo no había sido novio de Paula y que sí echó a Marcos y sus amigos porque una camarera les había dicho que no había más tragos para nadie y que el local estaba por cerrar.
“No se querían a ir, entonces llamé a la gente de seguridad, hubo una discusión y finalmente los chicos decidieron irse en un remís. Eso fue todo lo que pasó”, indicó.
La coartada del hermano de Cozza fue continuó el 22 de enero con el relato de dos testigos que dijeron haber visto al sospechoso en otro lugar al momento del crimen de Marcos.
Uno de esos testimonios fue el de Roby, el mejor amigo de Cozza, y que sostuvo que la noche del crimen cenó junto al empresario en Dallas, donde permanecieron hasta las 4, momento en que decidieron ir a su casa en San Isidro.
Se dirigieron a bordo de la camioneta de Cozza que, según el testimonio, fue conducida por su amigo y una vez en la vivienda, los dos hombres decidieron tomar el café y luego el empresario se habría ido a dormir.
Roby declaró que la mañana siguiente pasó a buscar a Cozza por su casa para viajar a Pinamar, donde el empresario iba a participar de un torneo de golf al que nunca asistió.
En la declaración, el testigo dijo que Cozza había manifestado que había cambiado de planes y que en vez de ir a Pinamar iría a Mar del Plata porque le habían hecho una cama.
El otro testigo fue un cliente de Dallas que dijo ante el fiscal que a las 4 de la madrugada, momento en que se cometió el crimen de Marcos, Cozza estaba en su restorán.
Sin embargo, estos dos testimonios resultaron endebles para los investigadores judiciales ya que ninguno de los dos hombres supo contestar la simple pregunta de qué ropa llevaba Cozza la noche del homicidio.
Los amigos del presunto asesino estaban tejiendo una telaraña de mentiras para tratar de salvarlo, a tal punto que empezó a cuestionarse la entrega que se había hecho de la camioneta 4x4 que recién fue puesta a disposición de la Justicia cinco días después del crimen.
Ante esa situación, los fiscales sospechaban que los amigos del prófugo habían arreglado una abolladura en la chapa de la camioneta que se había producido contra el remís en el que iba Marcos. Pero los investigadores hallaron luego en el auto de alquiler algunos restos de pintura de la 4x4 de Cozza.
La última noche en Dallas
El empresario Cozza salió la madrugada de aquel jueves caluroso de enero de 2003 de su restorán Dallas, ubicado en plena avenida Del Libertador, a la altura de la coqueta Martínez, a bordo de su camioneta 4x4 y a gran velocidad, como si se lo llevara el diablo.
El gastronómico, de cuarenta y pico, inició entonces una frenética y alocada persecución de un remís en el que viajaban rumbo a San Fernando cuatro jóvenes, entre ellos Marcos, quiénes habían estado momentos antes es su local.
El conductor de la camioneta comenzó a hacerle juego de luces al remisero y al cabo de unas siete cuadras, siempre sobre la avenida, Cozza se puso a la par del auto y, desde el interior de la 4x4, disparó 14 veces con su pistola 9 milímetros.
Los balazos impactaron en la parte trasera del remís, ocupada por Marcos y sus amigas Paula y Gisella. El joven murió casi en el acto al recibir tres impactos en la espalda, mientras que las chicas y el remisero sufrieron diversas heridas.
El único de los tripulantes del auto que resultó ileso fue Marcelo, el amigo de Marcos.
Tras el ataque, Cozza huyó, mientras que las jóvenes y el remisero fueron trasladados al hospital de San Isidro para ser asistidos de las lesiones sufridas.
El día después del hecho, en una casa propiedad del empresario prófugo ubicada en Santa Rita, y en el interior de Dallas, los investigadores del crimen de Marcos secuestraron dos pistolas 9 milímetros, dos carabinas, un revólver 22 y otra arma de fuego de puño.
El fiscal de la causa ordenó entonces someter a esas armas incautadas a los peritajes balísticos de rigor para determinar si alguna de las pistolas era el arma homicida.
Durante el allanamiento, el hermano del sospechoso dijo a los policías que el empresario buscado se encontraba en Pinamar pero rápidamente determinaron que se trataba de una pista falsa, por lo que continuaron con los operativos de rastrillajes en otras ciudades de la costa atlántica bonaerense.
Mientras tanto, la situación de Cozza se complicaba más ya que varios testigos presenciales del crimen de Marcos lo señalaron ante la Justicia como el asesino.
En el caso de las dos mujeres que acompañaba a la víctima, éstas hicieron una breve declaración ante la policía mientras estaban internadas en el hospital donde se reponían de las heridas de bala sufridas esa trágica noche.
A partir de los datos reunidos hasta ese momento, los investigadores apuntaban a la hipótesis de una disputa pasional como móvil del crimen ya que Paula aparentemente había tenido una relación con Cozza y la noche del homicidio ella estuvo en Dallas besándose con Marcos y el empresario los vio y así estalló de ira.
De acuerdo a esa pista, los pesquisas creyeron que por esa razón Cozza primero echó a Marcos de su complejo gastronómico, luego lo persiguió y finalmente lo acribilló a tiros. Es más, sospechaban que la idea original del empresario era matar a todos los que viajaban en el remís.
Es que Cozza ya se había ganado hacía tiempo una reputación de hombre muy violento y mientras estuvo prófugo comenzaron a conocerse historias de suma brutalidad que compartió con su hermano, cómplice en casi todo.
Por ejemplo, en 1995 Cozza había sido condenado por el delito de exceso en la legítima defensa cuando persiguió a un joven que aparentemente le había robado y lo mató a balazos.
Y contemporáneamente al crimen de Marcos, el empresario tenía una causa abierta por amenazar con un arma de fuego al dueño de un restorán de la competencia.
Parecían tan peligrosos los hermanos Cozza y sus amigotes mafiosos que el intendente de San Isidro le pidió al ministro de seguridad bonaerense y al fiscal general que protegieran a los policías y funcionarios judiciales que investigaban el crimen del joven Marcos.
“Ya se conocía el perfil de Cozza, pudo haberse tomado medidas preventivas. Pudo haberse evitado la muerte de Marcos”, señaló el ministro.
El gastronómico, de cuarenta y pico, inició entonces una frenética y alocada persecución de un remís en el que viajaban rumbo a San Fernando cuatro jóvenes, entre ellos Marcos, quiénes habían estado momentos antes es su local.
El conductor de la camioneta comenzó a hacerle juego de luces al remisero y al cabo de unas siete cuadras, siempre sobre la avenida, Cozza se puso a la par del auto y, desde el interior de la 4x4, disparó 14 veces con su pistola 9 milímetros.
Los balazos impactaron en la parte trasera del remís, ocupada por Marcos y sus amigas Paula y Gisella. El joven murió casi en el acto al recibir tres impactos en la espalda, mientras que las chicas y el remisero sufrieron diversas heridas.
El único de los tripulantes del auto que resultó ileso fue Marcelo, el amigo de Marcos.
Tras el ataque, Cozza huyó, mientras que las jóvenes y el remisero fueron trasladados al hospital de San Isidro para ser asistidos de las lesiones sufridas.
El día después del hecho, en una casa propiedad del empresario prófugo ubicada en Santa Rita, y en el interior de Dallas, los investigadores del crimen de Marcos secuestraron dos pistolas 9 milímetros, dos carabinas, un revólver 22 y otra arma de fuego de puño.
El fiscal de la causa ordenó entonces someter a esas armas incautadas a los peritajes balísticos de rigor para determinar si alguna de las pistolas era el arma homicida.
Durante el allanamiento, el hermano del sospechoso dijo a los policías que el empresario buscado se encontraba en Pinamar pero rápidamente determinaron que se trataba de una pista falsa, por lo que continuaron con los operativos de rastrillajes en otras ciudades de la costa atlántica bonaerense.
Mientras tanto, la situación de Cozza se complicaba más ya que varios testigos presenciales del crimen de Marcos lo señalaron ante la Justicia como el asesino.
En el caso de las dos mujeres que acompañaba a la víctima, éstas hicieron una breve declaración ante la policía mientras estaban internadas en el hospital donde se reponían de las heridas de bala sufridas esa trágica noche.
A partir de los datos reunidos hasta ese momento, los investigadores apuntaban a la hipótesis de una disputa pasional como móvil del crimen ya que Paula aparentemente había tenido una relación con Cozza y la noche del homicidio ella estuvo en Dallas besándose con Marcos y el empresario los vio y así estalló de ira.
De acuerdo a esa pista, los pesquisas creyeron que por esa razón Cozza primero echó a Marcos de su complejo gastronómico, luego lo persiguió y finalmente lo acribilló a tiros. Es más, sospechaban que la idea original del empresario era matar a todos los que viajaban en el remís.
Es que Cozza ya se había ganado hacía tiempo una reputación de hombre muy violento y mientras estuvo prófugo comenzaron a conocerse historias de suma brutalidad que compartió con su hermano, cómplice en casi todo.
Por ejemplo, en 1995 Cozza había sido condenado por el delito de exceso en la legítima defensa cuando persiguió a un joven que aparentemente le había robado y lo mató a balazos.
Y contemporáneamente al crimen de Marcos, el empresario tenía una causa abierta por amenazar con un arma de fuego al dueño de un restorán de la competencia.
Parecían tan peligrosos los hermanos Cozza y sus amigotes mafiosos que el intendente de San Isidro le pidió al ministro de seguridad bonaerense y al fiscal general que protegieran a los policías y funcionarios judiciales que investigaban el crimen del joven Marcos.
“Ya se conocía el perfil de Cozza, pudo haberse tomado medidas preventivas. Pudo haberse evitado la muerte de Marcos”, señaló el ministro.
III
Luego de la increíble derrota de su equipo, Pekerman, ensayó varias respuestas a la gran cantidad de interrogantes que había quedado sobre la actuación argentina. “El fútbol tiene este tipo de partidos, de resultado injusto. Duele perderlos, claro. Pero sirven también para sacar experiencia de las situaciones vividas. Son desarrollos atípicos que se dan espaciadamente. Pero habrá que estar atentos. En un campeonato mundial no puede suceder una derrota así”, explicó.
Respecto de las modificaciones en la alineación titular que afectaron el rendimiento del equipo cuando este ganaba merecidamente por 2 a 1, Pekerman señaló: “Los cambios fueron obligados. Tuvimos problemas porque debieron hacerse con jugadores de buen desempeño. Y a los reemplazantes les cuesta un rato acomodarse en la cancha”.
La tristeza por el resultado negativo y, principalmente, la bronca por cómo los ingleses revirtieron el resultado en tan pocos minutos y sobre el final del partido, claramente se evidenciaba en todos y cada uno de los rostros de los jugadores argentinos.
“El balance fue muy positivo hasta faltando cinco minutos. Los dos goles nos dejaron mucha bronca. Es mérito de ellos por la insistencia y hay un desajuste nuestro que permitió que Owen apareciera solo. El equipo sintió los goles, no los cambios, porque los que entraron lo hicieron bien. La sensación que tenemos es de fastidio, de bronca, por todo lo que queríamos ganar este clásico”, indicó Sorin.
En cambio, en el seno del plantel de Inglaterra todo era satisfacción por una nueva victoria sobre su histórico y clásico rival. “Este triunfo es un gran resultado para nosotros. Lo ganamos con actitud y porque pusimos corazón, que fue lo que más me impresionó del equipo”, expresó Beckham.
La figura del partido, el inglés Owen, desbordaba de felicidad ya que, una vez más, tal como lo había logrado en el Mundial de Francia 98, amargó a los argentinos con sus goles. “Sabía que iba a tener mis chances”, sostuvo el atacante y agregó: “Esta clase de partidos se viven de una manera especial. Cuando ellos marcaron sus goles, sus jugadores y simpatizantes parecían volverse locos. Y nosotros, también”.
El entrenador Eriksson, por su parte, se mostró en la conferencia de prensa muy contento por el triunfo obtenido: “Dar vuelta el marcador dos veces es muy importante para nuestra confianza y para la del hincha. Para nosotros no fue sólo un partido amistoso”.
“Estamos jugando cada vez mejor y me siento extremadamente feliz por el triunfo. Estamos entre los cinco o seis seleccionados que pelearán en Alemania por el título de campeón”, finalizó el director técnico.
Mientras el domingo 13 de noviembre de 2005 la prensa argentina calificaba el partido como “Una derrota increíble” (diario La Nación) y “La Selección tuvo un final fatal y perdió el clásico con Inglaterra” (Clarín), los medios británicos destacaban en sus respectivas ediciones de ese mismo día el valor de un agónico triunfo obtenido nada más ni nada menos ante un rival histórico.
“¿Fue un amistoso? Para nada se lo puede calificar así. Este partido fue más fuerte y excitante que toda la campaña de Inglaterra durante las Eliminatorias europeas”, señaló el matutino sensacionalista The Guardian. “Tres goles y un funeral. Owen y Rooney fueron fundamentales para el triunfo de Inglaterra ante Argentina en un partido espectacular, a pura emoción”, fue el titular del diario The Independent.
Así como Eriksson candidateó a su equipo para ganar el Mundial de Alemania 2006, uno de los diarios más vendidos en Inglaterra también se emocionó con el triunfo de su equipo nacional ante Argentina. “SUSÚRRELO reservado... Inglaterra PUEDE ganar la copa del mundo”, tituló The Sun el domingo 13 de noviembre de 2005.
La última edición del clásico Argentina-Inglaterra no dejó mucha tela para cortar para los hinchas de ambos lados ya que las expectativas estaban puestas en Alemania. Dura fue la realidad para los fanáticos cuando más de ocho meses después, el equipo del entrenador sueco quedó eliminado en cuartos de final del Mundial al caer derrotado por Portugal en los penales.
Claro que su archirrival, Argentina, también vio frustrada su ambición de ganar su tercera Copa del Mundo ya que también fue eliminada en esa instancia y por la misma vía pero por el seleccionado local.
AA
Junio 2003
Respecto de las modificaciones en la alineación titular que afectaron el rendimiento del equipo cuando este ganaba merecidamente por 2 a 1, Pekerman señaló: “Los cambios fueron obligados. Tuvimos problemas porque debieron hacerse con jugadores de buen desempeño. Y a los reemplazantes les cuesta un rato acomodarse en la cancha”.
La tristeza por el resultado negativo y, principalmente, la bronca por cómo los ingleses revirtieron el resultado en tan pocos minutos y sobre el final del partido, claramente se evidenciaba en todos y cada uno de los rostros de los jugadores argentinos.
“El balance fue muy positivo hasta faltando cinco minutos. Los dos goles nos dejaron mucha bronca. Es mérito de ellos por la insistencia y hay un desajuste nuestro que permitió que Owen apareciera solo. El equipo sintió los goles, no los cambios, porque los que entraron lo hicieron bien. La sensación que tenemos es de fastidio, de bronca, por todo lo que queríamos ganar este clásico”, indicó Sorin.
En cambio, en el seno del plantel de Inglaterra todo era satisfacción por una nueva victoria sobre su histórico y clásico rival. “Este triunfo es un gran resultado para nosotros. Lo ganamos con actitud y porque pusimos corazón, que fue lo que más me impresionó del equipo”, expresó Beckham.
La figura del partido, el inglés Owen, desbordaba de felicidad ya que, una vez más, tal como lo había logrado en el Mundial de Francia 98, amargó a los argentinos con sus goles. “Sabía que iba a tener mis chances”, sostuvo el atacante y agregó: “Esta clase de partidos se viven de una manera especial. Cuando ellos marcaron sus goles, sus jugadores y simpatizantes parecían volverse locos. Y nosotros, también”.
El entrenador Eriksson, por su parte, se mostró en la conferencia de prensa muy contento por el triunfo obtenido: “Dar vuelta el marcador dos veces es muy importante para nuestra confianza y para la del hincha. Para nosotros no fue sólo un partido amistoso”.
“Estamos jugando cada vez mejor y me siento extremadamente feliz por el triunfo. Estamos entre los cinco o seis seleccionados que pelearán en Alemania por el título de campeón”, finalizó el director técnico.
Mientras el domingo 13 de noviembre de 2005 la prensa argentina calificaba el partido como “Una derrota increíble” (diario La Nación) y “La Selección tuvo un final fatal y perdió el clásico con Inglaterra” (Clarín), los medios británicos destacaban en sus respectivas ediciones de ese mismo día el valor de un agónico triunfo obtenido nada más ni nada menos ante un rival histórico.
“¿Fue un amistoso? Para nada se lo puede calificar así. Este partido fue más fuerte y excitante que toda la campaña de Inglaterra durante las Eliminatorias europeas”, señaló el matutino sensacionalista The Guardian. “Tres goles y un funeral. Owen y Rooney fueron fundamentales para el triunfo de Inglaterra ante Argentina en un partido espectacular, a pura emoción”, fue el titular del diario The Independent.
Así como Eriksson candidateó a su equipo para ganar el Mundial de Alemania 2006, uno de los diarios más vendidos en Inglaterra también se emocionó con el triunfo de su equipo nacional ante Argentina. “SUSÚRRELO reservado... Inglaterra PUEDE ganar la copa del mundo”, tituló The Sun el domingo 13 de noviembre de 2005.
La última edición del clásico Argentina-Inglaterra no dejó mucha tela para cortar para los hinchas de ambos lados ya que las expectativas estaban puestas en Alemania. Dura fue la realidad para los fanáticos cuando más de ocho meses después, el equipo del entrenador sueco quedó eliminado en cuartos de final del Mundial al caer derrotado por Portugal en los penales.
Claro que su archirrival, Argentina, también vio frustrada su ambición de ganar su tercera Copa del Mundo ya que también fue eliminada en esa instancia y por la misma vía pero por el seleccionado local.
AA
Junio 2003
II
El Stade de Geneve, donde jugaba el club suizo Servette, estuvo la tarde sábado 12 de noviembre de 2005 prácticamente colmado de espectadores que presenciaron el encuentro entre Argentina e Inglaterra. Las 32 mil entradas se habían comenzado a vender al público en general la semana anterior y las plateas costaban entre 70 y 130 francos, mientras que las populares rondaban los 52.
A pesar de que en Ginebra el 10 por ciento era de origen latinoamericano, el aliento en español era la minoría ya que los hinchas ingleses tenían reservadas unas 8 mil entradas populares mientras que los argentinos coparon 5 mil. El resto fueron ocupadas por simpatizantes europeos atraídos este clásico mundial.
Alrededor de las 17.30 la emoción comenzó a aflorar en el estadio cuando ambos equipos salieron a la cancha junto al árbitro suizo Phillipe Leuba. Argentina formó con Abbondanzieri; Zanetti, Ayala, Samuel y Sorin; Rodríguez, Demichelis, Cambiasso y Riquelme; Tevez y Crespo; mientras que Inglaterra lo hizo con Robinson; Young, Terry, Ferdinand y Bridge; Beckham, King, Gerrard y Lampard; Owen y Rooney.
El equipo sudamericano era el favorito en las principales casas de apuestas europeas y en los primeros 20 minutos del partido demostraron que las especulaciones y cálculos eran ciertos. En ese período, Riquelme se adueñó de la pelota y manejó los tiempos del encuentro mientras que sus compañeros estuvieron precisos y movedizos para mostrarse como variantes de pases en ataque.
Argentina exigió a Robinson en tres ocasiones en esa etapa del partido hasta que Crespo convirtió el 1 a 0 merecido. Riquelme, Tevez y Rodríguez condujeron con velocidad y precisión una réplica a partir de una pelota recuperada por Cambiasso hasta que el balón terminó en los pies de Crespo, quien derrotó al arquero inglés.
Tras el gol, Inglaterra pasó a dominar la zona media ya que Demichelis se metió casi entre los centrales para contener a Rooney, quien comenzó a llegar con peligro hasta el arco defendido por Abbondanzieri.
Así planteado el partido, la ventaja para Argentina duró poco porque Rooney igualó el marcador luego de un mal despeje de Ayala. Pero el defensor rápidamente se tomó revancha y puso a su equipo 2 a 1 arriba al empujar sobre la línea un cabezazo de Samuel tras un centro de Riquelme.
En los minutos finales del primer tiempo, Inglaterra presionó un poco más pero sin llegar a ser un aluvión capaz de modificar el resultado, mientras que Argentina tuvo más espacios para cotraatacar aunque lo hizo poco y sin buenos resultados.
En la primera media hora del segundo tiempo, el encuentro se desarrolló igual que al final de la etapa inicial. En esos minutos, los ingleses lograron mayor volumen de juego con el ingreso del habilidoso Joe Cole por la izquierda pero empezaron a buscar el empate a puro centro desaprovechando los huecos que el volante del Chelsea abría por el sector derecho de la defensa rival, custodiado por Zanetti.
Pero, de pronto, todo cambió. A los 29 minutos, Ayala –que había sido vital en el juego aéreo- se retiró de la cancha con molestias físicas y fue reemplazado por Coloccini. Este era el segundo cambio dispuesto por Pekerman ya que poco antes Saviola había ingresado por Crespo, afectado por una contractura.
A los 38 minutos, Riquelme le puso una pelota de gol a Saviola, quien quedó mano a mano con Robinson pero el arquero lo anticipó y evitó el 3 a 1 que en aquel entonces hubiera definido el resultado del partido. Sin embargo, la estructura de juego del equipo argentino se terminó de desmoronar cuando Riquelme acusó una fatiga muscular y un golpe y debió sentarse en el banco de suplentes seis segundos después de esa jugada.
Sin el control de la pelota, el equipo de Pekerman trató de aguantar pero no pudo detener el avance inglés. A los 41 minutos, Rooney le picó la pelota a Abbondanzieri pero el arquero, con una mano, evitó el empate. Sin embargo no pudo evitar que un minuto después, Owen -quien había entrado poco en juego- colocara el 2-2 con un cabezazo, tras centro de Gerrard, quien había desbordado a Zanetti.
El final del partido fue electrizante. A los 44 minutos, Argentina reaccionó y en un contragolpe, Cruz –que había reemplazado a un cansado Tevez- entró al área rival por la izquierda y cuando iba a rematar fue neutralizado por Gerrard, quien pareció cometerle penal al delantero. Casi sesenta segundos después de esa jugada polémica, Demichelis perdió la pelota sobre la línea de fondo, vino el centro inglés y Abbondanzieri desvió un cabezazo de Beckham desde tres metros de distancia.
Y, por último, lo que se esperaba que pasara, pasó. En tiempo de descuento, Cole envió otro centro más al área argentina y Owen, de cabeza, puso el 3 a 2 para Inglaterra. Fue triunfo para los británicos que lo festejaron afuera y adentro del estadio ya que lo había logrado de manera agónica e inolvidable.
A pesar de que en Ginebra el 10 por ciento era de origen latinoamericano, el aliento en español era la minoría ya que los hinchas ingleses tenían reservadas unas 8 mil entradas populares mientras que los argentinos coparon 5 mil. El resto fueron ocupadas por simpatizantes europeos atraídos este clásico mundial.
Alrededor de las 17.30 la emoción comenzó a aflorar en el estadio cuando ambos equipos salieron a la cancha junto al árbitro suizo Phillipe Leuba. Argentina formó con Abbondanzieri; Zanetti, Ayala, Samuel y Sorin; Rodríguez, Demichelis, Cambiasso y Riquelme; Tevez y Crespo; mientras que Inglaterra lo hizo con Robinson; Young, Terry, Ferdinand y Bridge; Beckham, King, Gerrard y Lampard; Owen y Rooney.
El equipo sudamericano era el favorito en las principales casas de apuestas europeas y en los primeros 20 minutos del partido demostraron que las especulaciones y cálculos eran ciertos. En ese período, Riquelme se adueñó de la pelota y manejó los tiempos del encuentro mientras que sus compañeros estuvieron precisos y movedizos para mostrarse como variantes de pases en ataque.
Argentina exigió a Robinson en tres ocasiones en esa etapa del partido hasta que Crespo convirtió el 1 a 0 merecido. Riquelme, Tevez y Rodríguez condujeron con velocidad y precisión una réplica a partir de una pelota recuperada por Cambiasso hasta que el balón terminó en los pies de Crespo, quien derrotó al arquero inglés.
Tras el gol, Inglaterra pasó a dominar la zona media ya que Demichelis se metió casi entre los centrales para contener a Rooney, quien comenzó a llegar con peligro hasta el arco defendido por Abbondanzieri.
Así planteado el partido, la ventaja para Argentina duró poco porque Rooney igualó el marcador luego de un mal despeje de Ayala. Pero el defensor rápidamente se tomó revancha y puso a su equipo 2 a 1 arriba al empujar sobre la línea un cabezazo de Samuel tras un centro de Riquelme.
En los minutos finales del primer tiempo, Inglaterra presionó un poco más pero sin llegar a ser un aluvión capaz de modificar el resultado, mientras que Argentina tuvo más espacios para cotraatacar aunque lo hizo poco y sin buenos resultados.
En la primera media hora del segundo tiempo, el encuentro se desarrolló igual que al final de la etapa inicial. En esos minutos, los ingleses lograron mayor volumen de juego con el ingreso del habilidoso Joe Cole por la izquierda pero empezaron a buscar el empate a puro centro desaprovechando los huecos que el volante del Chelsea abría por el sector derecho de la defensa rival, custodiado por Zanetti.
Pero, de pronto, todo cambió. A los 29 minutos, Ayala –que había sido vital en el juego aéreo- se retiró de la cancha con molestias físicas y fue reemplazado por Coloccini. Este era el segundo cambio dispuesto por Pekerman ya que poco antes Saviola había ingresado por Crespo, afectado por una contractura.
A los 38 minutos, Riquelme le puso una pelota de gol a Saviola, quien quedó mano a mano con Robinson pero el arquero lo anticipó y evitó el 3 a 1 que en aquel entonces hubiera definido el resultado del partido. Sin embargo, la estructura de juego del equipo argentino se terminó de desmoronar cuando Riquelme acusó una fatiga muscular y un golpe y debió sentarse en el banco de suplentes seis segundos después de esa jugada.
Sin el control de la pelota, el equipo de Pekerman trató de aguantar pero no pudo detener el avance inglés. A los 41 minutos, Rooney le picó la pelota a Abbondanzieri pero el arquero, con una mano, evitó el empate. Sin embargo no pudo evitar que un minuto después, Owen -quien había entrado poco en juego- colocara el 2-2 con un cabezazo, tras centro de Gerrard, quien había desbordado a Zanetti.
El final del partido fue electrizante. A los 44 minutos, Argentina reaccionó y en un contragolpe, Cruz –que había reemplazado a un cansado Tevez- entró al área rival por la izquierda y cuando iba a rematar fue neutralizado por Gerrard, quien pareció cometerle penal al delantero. Casi sesenta segundos después de esa jugada polémica, Demichelis perdió la pelota sobre la línea de fondo, vino el centro inglés y Abbondanzieri desvió un cabezazo de Beckham desde tres metros de distancia.
Y, por último, lo que se esperaba que pasara, pasó. En tiempo de descuento, Cole envió otro centro más al área argentina y Owen, de cabeza, puso el 3 a 2 para Inglaterra. Fue triunfo para los británicos que lo festejaron afuera y adentro del estadio ya que lo había logrado de manera agónica e inolvidable.
Una Ginebra amarga
El Mundial de 2002 significó para Argentina una de las mayores decepciones en la historia de su fútbol ya que había llegado al campeonato como favorito número 1 y luego quedó eliminado en la primera ronda, muy poco para la selección de un país que depositaba en el torneo las esperanzas de recuperarse de una terrible crisis económica, política y social que se había desatado brutalmente a fines del año anterior.
Como si todo eso fuera poco, el hincha argentino tuvo que soportar que Inglaterra se convirtiera en una de las principales razones de la temprana e inesperada, pero merecida, eliminación del equipo. Es que el seleccionado británico fue el que le propinó a Argentina esa dura derrota de la segunda fecha que la dejó en terapia intensiva hasta que el empate con Suecia lo sentenció a muerte.
Por eso, el amistoso que argentinos e ingleses disputaron el 12 de noviembre de 2005 en la ciudad de Ginebra, Suiza, significaba una especie de revancha para la selección sudamericana a más de tres años de aquella dolorosa derrota sufrida en Japón.
Ambos equipos llegaron a este encuentro con realidades similares. Si bien los dos habían conseguido semanas antes al encuentro la clasificación para el Mundial de Alemania 2006, el rendimiento no era el esperado por los hinchas de cada bando y la crítica especializada.
El equipo argentino era dirigido por José Pekerman, quien había reemplazado a Marcelo Bielsa –el entrenador de Corea y Japón 2002- tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 –donde el técnico santafesino logró la medalla de oro por primera vez en la historia de su país- y llegó a la sobria y clásica Ginebra el martes 8 de noviembre para comenzar con los entrenamientos con miras al amistoso frente a los británicos en el predio de Meyrin Football.
Respecto del equipo dirigido por Bielsa, los nombres eran casi los mismos pero otras cosas habían cambiado. La capitanía dejó de ser del defensor central Roberto Ayala y pasó a manos del lateral izquierdo Juan Pablo Sorín, mientras que el encargado de generar juego ofensivo había dejado de ser Juan Sebastián Verón –no convocado- y pasó a ser exclusiva responsabilidad de Juan Román Riquelme, uno de los jugadores preferidos del entrenador.
En tanto, la selección de Inglaterra, dirigida por el sueco Sven Goran Eriksson, contaba con todos sus jugadores estrellas, entre ellos, un viejo conocido de los argentinos y verdugo en el Mundial de 2002: David Beckham.
El volante derecho militaba por entonces en las filas del galáctico Real Madrid de España y se había convertido en el futbolista más famoso de la tierra.
Su talento para pegarle a la pelota y su imagen de sex symbol lo llevaron a ser un fenómeno social y comercial. Por ejemplo, Andrew Parker, coautor del libro "Fenómeno Beckham", lo describió como la figura masculina más influyente en Gran Bretaña para cualquiera que tenga entre 5 y 60 años. Por algo la película "Quiero ser como Beckham" rompió todos los récords de asistencia en el Reino Unido.
“Argentina es el segundo mejor equipo del mundo y cuenta con grandes jugadores. Va a ser un partido duro. Es un amistoso, pero estos encuentros nunca son amistosos”, señaló Beckham, quien estaba muy contento porque frente a los sudamericanos iba a cumplir su 50mo. cotejo como capitán de su seleccionado.
El delantero argentino Hernán Crespo jugaba por entonces en el equipo inglés Chelsea por lo que era compañero de varios de sus rivales. Por esa razón, el atacante sudamericano –que ya había enfrentado a los británicos en 1998, 2000 y 2002- estaba deseoso de enfrentarlos.
“Cuando se juega contra Inglaterra, no se necesita motivación. Es un derby a nivel mundial. No hay nada de amistoso en estos partidos, aunque una vez terminado el encuentro todos somos buenos amigos. Es un partido que siempre quieres ganar. Tenemos una historia muy bonita detrás y es emocionante poder participar en él”, explicó Crespo, quien tras el retiro de Gabriel Batistuta, máximo goleador de la historia de la selección, era considerado por Pekerman como el “9” titular.
En tanto, la crítica especializada mantenía serias dudas sobre la capacidad de conducción de Pekerman y en el ambiente ya se rumoreaba el posible ingreso de Diego Maradona al cuerpo técnico con miras al Mundial Alemania 2006. Sin embargo, el mejor jugador de la historia, al enterarse de esas versiones, declaró públicamente que, según él, no era el momento indicado para incorporarse al equipo nacional.
El entrenador argentino, por su parte, se mostró tras la práctica del jueves 11 de noviembre desilusionado por la negativa del mejor futbolista de todos los tiempos. “Me pone muy triste porque Diego es nuestro ídolo, nuestro máximo referente”, indicó Pekerman.
Como si todo eso fuera poco, el hincha argentino tuvo que soportar que Inglaterra se convirtiera en una de las principales razones de la temprana e inesperada, pero merecida, eliminación del equipo. Es que el seleccionado británico fue el que le propinó a Argentina esa dura derrota de la segunda fecha que la dejó en terapia intensiva hasta que el empate con Suecia lo sentenció a muerte.
Por eso, el amistoso que argentinos e ingleses disputaron el 12 de noviembre de 2005 en la ciudad de Ginebra, Suiza, significaba una especie de revancha para la selección sudamericana a más de tres años de aquella dolorosa derrota sufrida en Japón.
Ambos equipos llegaron a este encuentro con realidades similares. Si bien los dos habían conseguido semanas antes al encuentro la clasificación para el Mundial de Alemania 2006, el rendimiento no era el esperado por los hinchas de cada bando y la crítica especializada.
El equipo argentino era dirigido por José Pekerman, quien había reemplazado a Marcelo Bielsa –el entrenador de Corea y Japón 2002- tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 –donde el técnico santafesino logró la medalla de oro por primera vez en la historia de su país- y llegó a la sobria y clásica Ginebra el martes 8 de noviembre para comenzar con los entrenamientos con miras al amistoso frente a los británicos en el predio de Meyrin Football.
Respecto del equipo dirigido por Bielsa, los nombres eran casi los mismos pero otras cosas habían cambiado. La capitanía dejó de ser del defensor central Roberto Ayala y pasó a manos del lateral izquierdo Juan Pablo Sorín, mientras que el encargado de generar juego ofensivo había dejado de ser Juan Sebastián Verón –no convocado- y pasó a ser exclusiva responsabilidad de Juan Román Riquelme, uno de los jugadores preferidos del entrenador.
En tanto, la selección de Inglaterra, dirigida por el sueco Sven Goran Eriksson, contaba con todos sus jugadores estrellas, entre ellos, un viejo conocido de los argentinos y verdugo en el Mundial de 2002: David Beckham.
El volante derecho militaba por entonces en las filas del galáctico Real Madrid de España y se había convertido en el futbolista más famoso de la tierra.
Su talento para pegarle a la pelota y su imagen de sex symbol lo llevaron a ser un fenómeno social y comercial. Por ejemplo, Andrew Parker, coautor del libro "Fenómeno Beckham", lo describió como la figura masculina más influyente en Gran Bretaña para cualquiera que tenga entre 5 y 60 años. Por algo la película "Quiero ser como Beckham" rompió todos los récords de asistencia en el Reino Unido.
“Argentina es el segundo mejor equipo del mundo y cuenta con grandes jugadores. Va a ser un partido duro. Es un amistoso, pero estos encuentros nunca son amistosos”, señaló Beckham, quien estaba muy contento porque frente a los sudamericanos iba a cumplir su 50mo. cotejo como capitán de su seleccionado.
El delantero argentino Hernán Crespo jugaba por entonces en el equipo inglés Chelsea por lo que era compañero de varios de sus rivales. Por esa razón, el atacante sudamericano –que ya había enfrentado a los británicos en 1998, 2000 y 2002- estaba deseoso de enfrentarlos.
“Cuando se juega contra Inglaterra, no se necesita motivación. Es un derby a nivel mundial. No hay nada de amistoso en estos partidos, aunque una vez terminado el encuentro todos somos buenos amigos. Es un partido que siempre quieres ganar. Tenemos una historia muy bonita detrás y es emocionante poder participar en él”, explicó Crespo, quien tras el retiro de Gabriel Batistuta, máximo goleador de la historia de la selección, era considerado por Pekerman como el “9” titular.
En tanto, la crítica especializada mantenía serias dudas sobre la capacidad de conducción de Pekerman y en el ambiente ya se rumoreaba el posible ingreso de Diego Maradona al cuerpo técnico con miras al Mundial Alemania 2006. Sin embargo, el mejor jugador de la historia, al enterarse de esas versiones, declaró públicamente que, según él, no era el momento indicado para incorporarse al equipo nacional.
El entrenador argentino, por su parte, se mostró tras la práctica del jueves 11 de noviembre desilusionado por la negativa del mejor futbolista de todos los tiempos. “Me pone muy triste porque Diego es nuestro ídolo, nuestro máximo referente”, indicó Pekerman.
IV
El partido finalmente giró en torno al papel de Beckham, porque además de ser el capitán y figura del equipo, David tenía que reivindicarse por la derrota y eliminación en el Mundial anterior. Por eso, tanto la prensa como él lo vivieron de una manera tan especial.
“Esto es una sensación fantástica. Es probablemente el momento más bello de mi carrera. Es una victoria de toda la nación”, dijo Beckham al finalizar el partido y agregó: “Inglaterra jugó de manera brillante un partido durísimo”.
La victoria infló las expectativas de los ingleses, que según The Daily Mirror, antes de enfrentar a Argentina, el 58 por ciento no esperaba que su selección pasara a los octavos de final. Sin embargo, Inglaterra empató con Nigeria 0 a 0 y pasó de ronda.
En el encuentro por los octavos de final enfrentó a Dinamarca y lo goleó por 3 a 0. Pero sus ilusiones se hicieron añicos en cuartos. Allí no pudo con Brasil y finalmente cayó por 2 a 1.
En cambio, Argentina jamás se pudo recuperar de esa derrota. “Con el animo por el piso”, tituló La Nación dos días después del clásico y en vísperas de partido frente a Suecia. Los jugadores argentinos no pudieron levantaron su estado de ánimo y apenas igualaron 1 a 1, por lo que no pudieron clasificar para la siguiente ronda.
De esta manera, Argentina que había llegado como favorita, se volvió a su casa en la primera ronda, luego de 40 años, ya que la última vez que había ocurrido semejante cosa fue en el mundial de Chile en 1962. Vaya casualidad, en aquella oportunidad el equipo argentino también había ganado el primer encuentro, perdido el segundo ante Inglaterra y empatado el tercero.
AA
Junio 2003
“Esto es una sensación fantástica. Es probablemente el momento más bello de mi carrera. Es una victoria de toda la nación”, dijo Beckham al finalizar el partido y agregó: “Inglaterra jugó de manera brillante un partido durísimo”.
La victoria infló las expectativas de los ingleses, que según The Daily Mirror, antes de enfrentar a Argentina, el 58 por ciento no esperaba que su selección pasara a los octavos de final. Sin embargo, Inglaterra empató con Nigeria 0 a 0 y pasó de ronda.
En el encuentro por los octavos de final enfrentó a Dinamarca y lo goleó por 3 a 0. Pero sus ilusiones se hicieron añicos en cuartos. Allí no pudo con Brasil y finalmente cayó por 2 a 1.
En cambio, Argentina jamás se pudo recuperar de esa derrota. “Con el animo por el piso”, tituló La Nación dos días después del clásico y en vísperas de partido frente a Suecia. Los jugadores argentinos no pudieron levantaron su estado de ánimo y apenas igualaron 1 a 1, por lo que no pudieron clasificar para la siguiente ronda.
De esta manera, Argentina que había llegado como favorita, se volvió a su casa en la primera ronda, luego de 40 años, ya que la última vez que había ocurrido semejante cosa fue en el mundial de Chile en 1962. Vaya casualidad, en aquella oportunidad el equipo argentino también había ganado el primer encuentro, perdido el segundo ante Inglaterra y empatado el tercero.
AA
Junio 2003
III
El entrenador argentino, Marcelo Bielsa, formó al equipo de la siguiente manera: Cavallero; Samuel, Pocchetino y Placente; Zanetti, Simeone y Sorín; Verón; Ortega, Batistuta y González.
Por su parte, Inglaterra salió a la cancha con estos once: Seaman, Mils, Ferdinand, Campbell y Cole; Beckham, Scholes, Butt y Hargreaves; Owen y Heskey.
El partido se disputó en el estadio Dome, de Sapporo, Japón, muy moderno y que costó 300 millones de dólares construir. Las tribunas estaban repletas con una clara mayoría de ingleses, que ensordecían con el grito de “¡England, England!”.
En sus alrededores, ante esta gran afluencia de público –se estimaron unos 7.500 hooligans-, hubo 9.000 policías para evitar disturbios y enfrentamientos entre ingleses y argentinos. Se trató del mayor operativo de seguridad en la historia de los mundiales, inclusive mayor que los llevados a cabo en Francia 98´.
El desarrollo del juego fue parejo pero Inglaterra se defendió mejor y creó peligro con contraataques punzantes vía Owen. Y a los 43 minutos, de una falta de Pocchetino a ese delantero, llegó el penal que justamente Beckham transformó en el 1 a 0, que a la postre sería el resultado final.
La derrota fue un balde de agua fría para las expectativas argentinas. A la mañana siguiente del partido Clarín tituló: “¿Por qué a nosotros?”, mientras que La Nación escribió en la tapa: “Golpe a la ilusión”, y luego admitió que el equipo nacional había perdido “merecidamente” ante un rival “superior en actitud y físicamente”.
En cambio, en Inglaterra todo fue alegría. En las islas se habían acumulado cuatro años de angustias tras la eliminación en Francia 98, por lo que este triunfo fue una revancha para ellos. The Sun tituló: “¡Lo hicimos!” y luego comentó: “Beckham tuvo su revancha. El penal del capitán selló el sensacional triunfo sobre Argentina”.
Por su parte, Inglaterra salió a la cancha con estos once: Seaman, Mils, Ferdinand, Campbell y Cole; Beckham, Scholes, Butt y Hargreaves; Owen y Heskey.
El partido se disputó en el estadio Dome, de Sapporo, Japón, muy moderno y que costó 300 millones de dólares construir. Las tribunas estaban repletas con una clara mayoría de ingleses, que ensordecían con el grito de “¡England, England!”.
En sus alrededores, ante esta gran afluencia de público –se estimaron unos 7.500 hooligans-, hubo 9.000 policías para evitar disturbios y enfrentamientos entre ingleses y argentinos. Se trató del mayor operativo de seguridad en la historia de los mundiales, inclusive mayor que los llevados a cabo en Francia 98´.
El desarrollo del juego fue parejo pero Inglaterra se defendió mejor y creó peligro con contraataques punzantes vía Owen. Y a los 43 minutos, de una falta de Pocchetino a ese delantero, llegó el penal que justamente Beckham transformó en el 1 a 0, que a la postre sería el resultado final.
La derrota fue un balde de agua fría para las expectativas argentinas. A la mañana siguiente del partido Clarín tituló: “¿Por qué a nosotros?”, mientras que La Nación escribió en la tapa: “Golpe a la ilusión”, y luego admitió que el equipo nacional había perdido “merecidamente” ante un rival “superior en actitud y físicamente”.
En cambio, en Inglaterra todo fue alegría. En las islas se habían acumulado cuatro años de angustias tras la eliminación en Francia 98, por lo que este triunfo fue una revancha para ellos. The Sun tituló: “¡Lo hicimos!” y luego comentó: “Beckham tuvo su revancha. El penal del capitán selló el sensacional triunfo sobre Argentina”.
II
Inglaterra recién respiró tranquila cuando Beckham finalmente se recuperó de su lesión y pudo formar parte del plantel mundialista, aunque su volante estrella no colmó del todo las expectativas en el debut de su equipo frente a Suecia, el 2 de junio, en Saitama, Japón.
En esa oportunidad los británicos empataron en un pobre partido 1 a 1 y su estrella, en una discreta actuación, jugó sólo 60 minutos. “Mi pie me dolía un poco pero estoy satisfecho por cómo jugué”, dijo Beckham al finalizar el encuentro, mientras en su país había una profunda preocupación por el rendimiento del equipo de cara al siguiente enfrentamiento ante Argentina.
Por el otro lado, los argentinos también sufrieron lesiones en dos de sus jugadores pero era más optimista. Si bien Roberto Ayala, el capitán, sufrió una contractura en el muslo izquierdo y Claudio Caniggia un esguince de rodilla, el equipo ganó 1 a 0 en su debut ante Nigeria, en la ciudad japonesa de Ibaraki, con un gol de Gabriel Batistuta, máximo anotador histórico de la selección.
El equipo sudamericano había llegado al Mundial como el favorito número 1 a llevarse el trofeo, por eso los ingleses lo respetaron mucho pero conservando el entusiasmo y el optimismo. “Tendremos a un gran equipo en frente, que cuenta con fantásticos jugadores, pero estoy seguro que no es invencible”, dijo el entrenador del equipo inglés, Sven Goran Eriksson, y remató: “Los argentinos no son supermanes”.
Mientras tanto, los medios ingleses calentaron el ambiente sacando de contexto unas declaraciones de Verón. The Sun publicó en su tapa la siguiente frase del argentino: “Los ingleses no significan nada para mí”. Mientras que el jugador juró que nunca había dicho esas palabras sino que habían sido sacadas de contexto para generar polémica.
Sin embargo los jugadores argentinos se mantuvieron confiados y no entraron en la guerra dialéctica de los medios. Las únicas declaraciones subidas de tono provinieron de Maradona, quien sostuvo que los ingleses actuaban de esa manera porque le tenían “miedo” a los argentinos, ya que estos eran el “único equipo serio”.
El matutino Clarín fue el que recogió el guante de sus colegas británicos y dos días antes del partido habló de la dupla Beckham–Owen, como “los enemigos” del equipo argentino. Si bien utilizó un lenguaje bélico, el titulo era en referencia a la peligrosidad futbolística de estos dos jugadores.
El día del partido el mismo matutino habló de “El partido” y en un editorial publicó: “El fútbol es como una patria porque millones no serían quiénes son si no existiera”. La batalla estaba por comenzar.
En esa oportunidad los británicos empataron en un pobre partido 1 a 1 y su estrella, en una discreta actuación, jugó sólo 60 minutos. “Mi pie me dolía un poco pero estoy satisfecho por cómo jugué”, dijo Beckham al finalizar el encuentro, mientras en su país había una profunda preocupación por el rendimiento del equipo de cara al siguiente enfrentamiento ante Argentina.
Por el otro lado, los argentinos también sufrieron lesiones en dos de sus jugadores pero era más optimista. Si bien Roberto Ayala, el capitán, sufrió una contractura en el muslo izquierdo y Claudio Caniggia un esguince de rodilla, el equipo ganó 1 a 0 en su debut ante Nigeria, en la ciudad japonesa de Ibaraki, con un gol de Gabriel Batistuta, máximo anotador histórico de la selección.
El equipo sudamericano había llegado al Mundial como el favorito número 1 a llevarse el trofeo, por eso los ingleses lo respetaron mucho pero conservando el entusiasmo y el optimismo. “Tendremos a un gran equipo en frente, que cuenta con fantásticos jugadores, pero estoy seguro que no es invencible”, dijo el entrenador del equipo inglés, Sven Goran Eriksson, y remató: “Los argentinos no son supermanes”.
Mientras tanto, los medios ingleses calentaron el ambiente sacando de contexto unas declaraciones de Verón. The Sun publicó en su tapa la siguiente frase del argentino: “Los ingleses no significan nada para mí”. Mientras que el jugador juró que nunca había dicho esas palabras sino que habían sido sacadas de contexto para generar polémica.
Sin embargo los jugadores argentinos se mantuvieron confiados y no entraron en la guerra dialéctica de los medios. Las únicas declaraciones subidas de tono provinieron de Maradona, quien sostuvo que los ingleses actuaban de esa manera porque le tenían “miedo” a los argentinos, ya que estos eran el “único equipo serio”.
El matutino Clarín fue el que recogió el guante de sus colegas británicos y dos días antes del partido habló de la dupla Beckham–Owen, como “los enemigos” del equipo argentino. Si bien utilizó un lenguaje bélico, el titulo era en referencia a la peligrosidad futbolística de estos dos jugadores.
El día del partido el mismo matutino habló de “El partido” y en un editorial publicó: “El fútbol es como una patria porque millones no serían quiénes son si no existiera”. La batalla estaba por comenzar.
Beckham y la batalla mediática
La anteúltima edición del clásico Argentina–Inglaterra comenzó a palpitarse y jugarse fuera de la cancha con mucho tiempo de anticipación. Siete meses antes de que ambas selecciones se vieran las caras en la Copa del Mundo realizada en Corea y Japón en 2002, la rivalidad se puso en marcha nuevamente, tras dos años de haber permanecida dormida.
En la ceremonia del sorteo de los ocho grupos de la primera ronda del Mundial, llevada a cabo en diciembre del 2001 por la FIFA, quedó conformado el llamado “Grupo de la Muerte”, denominación que se le da habitualmente a la zona clasificatoria más difícil. Allí, justamente figuraron argentinos e ingleses.
Esta situación sorprendió a muchos ya que por historia, ambas selecciones debieron haber sido cabezas de serie, es decir que cada una tendrían que haber estado en zonas distintas. Pero dado que la FIFA designó a los dos países sedes como líderes de grupo, Inglaterra quedó desplazada de dicha condición y la fortuna lo llevó a ser parte del grupo liderado por los argentinos.
A medida que el Mundial se acercaba, el clásico ganó en intensidad. La previa se calentó cuando ocurrió un hecho singular que elevó la temperatura emocional en ambos bandos y que llevó a que las primeras jugadas se vieran en los medios de comunicación.
El 10 de abril del 2002, en Old Trafford, el Manchester United recibió al Deportivo La Coruña por los cuartos de final de la Champions League. Para el local jugó la estrella David Beckham y en el equipo español hizo lo propio el argentino Aldo Duscher.
Mientras transcurría el segundo tiempo, Beckham fue a pelear una pelota dividida en la mitad del campo y se encontró con Duscher, quién también fue a pelear por el balón. El argentino le cometió una infracción al inglés que le provocó la fractura del quinto metatarsiano del pie izquierdo.
Como faltaba poco menos de dos meses para la Copa del Mundo, toda Inglaterra se convulsionó ante la posibilidad de sufrir la ausencia de su estrella, el Spice Boy, como llaman en las islas británicas por ser el esposo de Victoria Adams, ex cantante del grupo pop Spice Girls.
Toda la furia británica recayó sobre Duscher a quien los medios ingleses acusaron de haber actuado con mala fe. Es más, The Sun volvió a utilizar el famoso “animal” para calificar al futbolista argentino e instó a la población para que rezaran por la recuperación del volante del Manchester: “Millones esperan para que la mano de Dios mejore su pie”, tituló.
Las provocaciones británicas tuvieron su respuesta en Argentina. El diario deportivo Olé, que se caracteriza por su enfoque sensacionalista e irónico, publicó una nota sobre Beckham con el título de “El Paciente inglés”, comparando la lesión del volante con una película de Hoollywood donde el protagonista es gravemente herido en la Segunda Guerra Mundial.
Ante tanta conmoción, Duscher se comunicó telefónicamente con Beckham para pedirle perdón. En dicho diálogo el argentino se disculpó por lo sucedido y le aclaró que nunca tuvo mala intención, cosa que el volante del Manchester entendió enseguida. “Quedate tranquilo y no te preocupes. Ahora lo que hay que evitar es que se mezclen problemas entre los dos países”, respondió el inglés.
Pero ya era demasiado tarde para preocuparse por ello ya que en Inglaterra los medios comenzaron a decir que la lesión fue premeditada y amenazaron con lastimar a Juan sebastián Verón, una de las figuras de la selección argentina, que también militaba en las filas del Manchester.
Había una clara sed de revancha, que convirtió a Beckham en el Dios futbolístico de Gran Bretaña y con ese mote fue visto por los ojos de la FIFA, que a modo de excepción, le otorgó a Federación Inglesa la posibilidad de modificar su lista de buena fe para el Mundial en caso de que Beckham no se recuperara y no pudiera ser parte del plantel.
En la ceremonia del sorteo de los ocho grupos de la primera ronda del Mundial, llevada a cabo en diciembre del 2001 por la FIFA, quedó conformado el llamado “Grupo de la Muerte”, denominación que se le da habitualmente a la zona clasificatoria más difícil. Allí, justamente figuraron argentinos e ingleses.
Esta situación sorprendió a muchos ya que por historia, ambas selecciones debieron haber sido cabezas de serie, es decir que cada una tendrían que haber estado en zonas distintas. Pero dado que la FIFA designó a los dos países sedes como líderes de grupo, Inglaterra quedó desplazada de dicha condición y la fortuna lo llevó a ser parte del grupo liderado por los argentinos.
A medida que el Mundial se acercaba, el clásico ganó en intensidad. La previa se calentó cuando ocurrió un hecho singular que elevó la temperatura emocional en ambos bandos y que llevó a que las primeras jugadas se vieran en los medios de comunicación.
El 10 de abril del 2002, en Old Trafford, el Manchester United recibió al Deportivo La Coruña por los cuartos de final de la Champions League. Para el local jugó la estrella David Beckham y en el equipo español hizo lo propio el argentino Aldo Duscher.
Mientras transcurría el segundo tiempo, Beckham fue a pelear una pelota dividida en la mitad del campo y se encontró con Duscher, quién también fue a pelear por el balón. El argentino le cometió una infracción al inglés que le provocó la fractura del quinto metatarsiano del pie izquierdo.
Como faltaba poco menos de dos meses para la Copa del Mundo, toda Inglaterra se convulsionó ante la posibilidad de sufrir la ausencia de su estrella, el Spice Boy, como llaman en las islas británicas por ser el esposo de Victoria Adams, ex cantante del grupo pop Spice Girls.
Toda la furia británica recayó sobre Duscher a quien los medios ingleses acusaron de haber actuado con mala fe. Es más, The Sun volvió a utilizar el famoso “animal” para calificar al futbolista argentino e instó a la población para que rezaran por la recuperación del volante del Manchester: “Millones esperan para que la mano de Dios mejore su pie”, tituló.
Las provocaciones británicas tuvieron su respuesta en Argentina. El diario deportivo Olé, que se caracteriza por su enfoque sensacionalista e irónico, publicó una nota sobre Beckham con el título de “El Paciente inglés”, comparando la lesión del volante con una película de Hoollywood donde el protagonista es gravemente herido en la Segunda Guerra Mundial.
Ante tanta conmoción, Duscher se comunicó telefónicamente con Beckham para pedirle perdón. En dicho diálogo el argentino se disculpó por lo sucedido y le aclaró que nunca tuvo mala intención, cosa que el volante del Manchester entendió enseguida. “Quedate tranquilo y no te preocupes. Ahora lo que hay que evitar es que se mezclen problemas entre los dos países”, respondió el inglés.
Pero ya era demasiado tarde para preocuparse por ello ya que en Inglaterra los medios comenzaron a decir que la lesión fue premeditada y amenazaron con lastimar a Juan sebastián Verón, una de las figuras de la selección argentina, que también militaba en las filas del Manchester.
Había una clara sed de revancha, que convirtió a Beckham en el Dios futbolístico de Gran Bretaña y con ese mote fue visto por los ojos de la FIFA, que a modo de excepción, le otorgó a Federación Inglesa la posibilidad de modificar su lista de buena fe para el Mundial en caso de que Beckham no se recuperara y no pudiera ser parte del plantel.
II
En medio de tantos recuerdosy hechos históricos hubo un clásico más entre las selecciones de Inglaterra y Argentina. Y fue simplemente eso, lamentablemente para los 80 mil hinchas que estuvieron en Wembley ¿El resultado? Un pobre y amargo 0 a 0.
De todos modos, no se podía esperar mucho más de dos selecciones que le dieron tan poca importancia al partido. Es más, se entrenaron sólo 24 horas antes de que comenzara el encuentro. El desinterés se debió a que en la mira de ambos técnicos estaban las eliminatorias para el Mundial 2002, la verdadera y única prioridad.
“Decepción: Argentina e Inglaterra aburrieron en Wembley”, fue el titular del matutino argentino La Nación del día después del partido. “El legendario estadio Wembley va a pedir que lo demuelan cuanto antes para rastros de este tipo”, se leía en una de las notas.
Para los ingleses tampoco fue un gran partido, pero por lo menos no se sintieron tan decepcionados con su equipo ya que no esperaban mucho de este. “Fue un partido horrible. Pero la Inglaterra de este tiempo suele jugar peor”, publicó The Sun.
Los once titulares que eligió el entrenador argentino, Marcelo Bielsa, fueron: Cavallero; Ayala, Sensini y Chamot; Zanetti, Simeone y Arruabarrena; Verón, Ortega, Batistua y Gonzalez. Esta sería, justamente, la base con la que disputaría el Mundial de Corea y Japón 2002.
Mientras que el técnico inglés, Kevin Keegan, alineó a los siguientes jugadores: Seaman; Keown, Campbell y Southgate; Dyer, Wise, Scholes, Beckham y Wilcox; Shearer y Heskey. Estos futbolistas eran la base del equipo de la Copa del Mundo de Francia 98 y poco a poco, la mayoría fue reemplazada por gente más joven, incluido el entrenador.
El desarrollo del partido fue muy discreto. Los momentos más emotivos fueron la placa que le entregaron a Paul Scholes al mejor jugador de la Liga de 1999 y el minuto de silencio en honor al fallecimiento de Stanley Mathews, uno de los grandes futbolistas de la historia de Inglaterra.
El partido se disputó bajo una persistente llovizna y con una temperatura de sólo 5 grados. Todo un castigo para los espectadores que habían desplegado todas sus banderas, inclusive los 1.200 hinchas argentinos que se animaron a ser visitantes.
En Argentina sobresalió la eficiencia del líbero Ayala en el juego aéreo y en sus cruces hacia los costados. Mientras que en Inglaterra se destacó el delantero del Everton, Emile Heskey, el único que creó peligro con sus constantes desbordes.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, tanto los directores técnicos como los jugadores se fueron conformes con lo realizado. “El equipo estuvo acertado, sólido”, sostuvo Bielsa mientras que el capitán argentino, Simeone afirmó: “El resultado fue positivo. Argentina me gustó defensivamente y jugamos de igual a igual”.
Los ingleses, que se habían preparado para una fiesta y para tomarse revancha de la eliminación de Francia 98, se fueron decepcionados, no así el entrenador Keegan. “Felicito a mis jugadores porque conseguimos jugar bien frente a un equipo que está acostumbrado a jugar junto”, sostuvo el técnico y agregó: “Esta noche fue un éxito y la gente estuvo extraordinaria”.
Una visión muy particular ya que los casi 80 mil hinchas ingleses que pagaron 25 dólares la entrada se entretuvieron silbando el himno argentino y tomando cerveza. Los locales se empecinaron en abuchear al Cholo Simeone cada vez que tocó la pelota, ya que el volante argentino aún era recordado con odio por provocar la expulsión de Beckham en Francia 98´.
Y así pasó, casi inadvertido, un clásico más. Un cotejo que dentro del campo de juego no aportó nada para la historia, pero que será recordado por ser el último enfrentamiento entre ambas selecciones en el mítico estadio de Wembley.
AA
Junio 2003
De todos modos, no se podía esperar mucho más de dos selecciones que le dieron tan poca importancia al partido. Es más, se entrenaron sólo 24 horas antes de que comenzara el encuentro. El desinterés se debió a que en la mira de ambos técnicos estaban las eliminatorias para el Mundial 2002, la verdadera y única prioridad.
“Decepción: Argentina e Inglaterra aburrieron en Wembley”, fue el titular del matutino argentino La Nación del día después del partido. “El legendario estadio Wembley va a pedir que lo demuelan cuanto antes para rastros de este tipo”, se leía en una de las notas.
Para los ingleses tampoco fue un gran partido, pero por lo menos no se sintieron tan decepcionados con su equipo ya que no esperaban mucho de este. “Fue un partido horrible. Pero la Inglaterra de este tiempo suele jugar peor”, publicó The Sun.
Los once titulares que eligió el entrenador argentino, Marcelo Bielsa, fueron: Cavallero; Ayala, Sensini y Chamot; Zanetti, Simeone y Arruabarrena; Verón, Ortega, Batistua y Gonzalez. Esta sería, justamente, la base con la que disputaría el Mundial de Corea y Japón 2002.
Mientras que el técnico inglés, Kevin Keegan, alineó a los siguientes jugadores: Seaman; Keown, Campbell y Southgate; Dyer, Wise, Scholes, Beckham y Wilcox; Shearer y Heskey. Estos futbolistas eran la base del equipo de la Copa del Mundo de Francia 98 y poco a poco, la mayoría fue reemplazada por gente más joven, incluido el entrenador.
El desarrollo del partido fue muy discreto. Los momentos más emotivos fueron la placa que le entregaron a Paul Scholes al mejor jugador de la Liga de 1999 y el minuto de silencio en honor al fallecimiento de Stanley Mathews, uno de los grandes futbolistas de la historia de Inglaterra.
El partido se disputó bajo una persistente llovizna y con una temperatura de sólo 5 grados. Todo un castigo para los espectadores que habían desplegado todas sus banderas, inclusive los 1.200 hinchas argentinos que se animaron a ser visitantes.
En Argentina sobresalió la eficiencia del líbero Ayala en el juego aéreo y en sus cruces hacia los costados. Mientras que en Inglaterra se destacó el delantero del Everton, Emile Heskey, el único que creó peligro con sus constantes desbordes.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, tanto los directores técnicos como los jugadores se fueron conformes con lo realizado. “El equipo estuvo acertado, sólido”, sostuvo Bielsa mientras que el capitán argentino, Simeone afirmó: “El resultado fue positivo. Argentina me gustó defensivamente y jugamos de igual a igual”.
Los ingleses, que se habían preparado para una fiesta y para tomarse revancha de la eliminación de Francia 98, se fueron decepcionados, no así el entrenador Keegan. “Felicito a mis jugadores porque conseguimos jugar bien frente a un equipo que está acostumbrado a jugar junto”, sostuvo el técnico y agregó: “Esta noche fue un éxito y la gente estuvo extraordinaria”.
Una visión muy particular ya que los casi 80 mil hinchas ingleses que pagaron 25 dólares la entrada se entretuvieron silbando el himno argentino y tomando cerveza. Los locales se empecinaron en abuchear al Cholo Simeone cada vez que tocó la pelota, ya que el volante argentino aún era recordado con odio por provocar la expulsión de Beckham en Francia 98´.
Y así pasó, casi inadvertido, un clásico más. Un cotejo que dentro del campo de juego no aportó nada para la historia, pero que será recordado por ser el último enfrentamiento entre ambas selecciones en el mítico estadio de Wembley.
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Junio 2003
El adiós a la catedral del fútbol
El Empire Stadium o el estadio de Wembley, como se lo conoce mundialmente, se ganó merecidamente con el correr de los años, el privilegio de ser “la catedral del fútbol”. Y como tal no pudo evitar ser nuevamente escenario de un clásico entre ingleses y argentinos. En un principio se promocionó el encuentro del 23 de febrero de 2000 como el último partido en la historia de esa mítica cancha, aunque eso no se concretó ya las remodelaciones del mismo se postergaron.
Basta con repasar algunos datos históricos del fútbol para darse cuenta que jugar en Wenbley es privilegio de unos pocos. Por ejemplo, jugadores extraordinarios como el brasileño Pelé, el holandés Johan Cryff y hasta el propio Alfredo Distéfano, nunca tuvieron la oportunidad de jugar allí. Pero el que si lo logró fue Diego Maradona en 1980.
“Nunca jugué en ningún lugar donde me haya sentido tan cómodo y feliz como en Wembley”, sostuvo Sir Robert Bobby Charlton, uno de los más grandes futbolistas ingleses de la historia, campeón mundial en 1966 y figura del Manchester United.
El Empire Stadium tuvo una rica y muy interesante historia. En los 1880´, cuando el fútbol daba sus primeros pasos, esta construcción distaba mucho del que se veía en el 2000, en fisonomía y utilidad. Se llamaba Wembley Park Leisure Grounds y allí se disputaban los torneos de cricket.
El paisaje estaba compuesto por una pista de atletismo, fuentes, cascadas y caminos adornadas con flores. Es más, en 1889, el director del Metropolitan Railway, Sir Edward Watkin, con el fin de promover el uso del tren, construyó una estación ferroviaria que se unía con la de Londres.
Así nacieron las Torres Watkin, que luego se conocieron como las Twin Towers. La idea original era construir cuatro torres de 350 metros de alto cada una. Pero el proyecto nunca se terminó por falta de fondos. De esta manera quedaron sólo dos, de sólo 61 metros de altura.
Wembley fue hasta 1918 un centro turístico más que un estadio deportivo. Ese año, además de ser utilizado como campo de golf, el gobierno decidió realizar la British Empire Exhibition y utilizó las 219 acres de este parque para construir lo que se llamó The Empire Stadium.
La construcción estuvo a cargo de los arquitectos Sir John Simpson y Maxwell Ayerton, y el ingeniero Sir Owen Williams. Les tomó poco más de 300 días levantar las paredes de la edificación, hechas con 25 mil toneladas de concreto y 1.000 de acero. El costo total de la obra fue de 750 mil libras, algo así como 1.200.000 dólares.
La Empire Exhibition fue inaugurada por el Rey Jorge V el 23 de abril de 1924. El evento fue un éxito rotundo. El estadio estuvo adornado Una vez más con fuentes, jardines y lagos, y hubo pabellones de cada uno de los países que mostraban sus estilos arquitectónicos. Fue una atracción irresistible para las 27 millones de personas que la visitaron entre los meses de mayo y octubre.
Pero un año antes, ya se había llevado a cabo el primer evento deportivo de grandes magnitudes. En la pista de atletismo se jugó la final de la “White Horse Cup”.
Luego, en 1955, se colocaron las luces artificiales en todo el estadio mientras que en 1963, con motivos la Copa del Mundo de 1966, se puso en funcionamiento el tablero electrónico hecho íntegramente de aluminio.
En el césped ocurrieron hechos destacables que quedaron en la historia del deporte. Uno pertenece al fútbol, como la consagración de Inglaterra en el Mundial de 1966 y el otro al evento más grande después de una Copa del Mundo, y se trata de los Juegos Olímpicos de 1948.
Sin embargo, hay un hecho que los ingleses hinchas del fútbol recuerdan más. En mayo de 1981 jugaron el Manchester City y el Tottenham Hotspur la final de la edición número 100 de Copa inglesa. Era un clásico duelo entre las ciudades portuaria del sur y la de Londres.
En el Tottenham jugaban los argentinos Osvaldo Ardiles y Julio Ricardo Villa, que habían llegado a Inglaterra en 1978, luego de haber salido campeones mundiales con Argentina.
El hecho es que Villa marcó dos goles y su equipo ganó por 3 a 2. Sin embargo, el segundo gol suyo, el tercero del equipo, el del triunfo, fue una obra de arte ya que el argentino eludió a tres defensores dentro de área antes de marcar.
Esta anotación fue elegida por los ingleses como el mejor gol de la historia del fútbol de su país. Todo un logro para un argentino en tierras británicas.
Pero el estadio de Wembley tuvo en sus últimos años poca actividad deportiva ya que sólo se jugaban los partidos de los seleccionados de rugby y fútbol, y las finales de la FA Cup, el torneo más tradicional de Inglaterra. También fue muy frecuente la organización de grandes conciertos de rock, hasta que en octubre de 2000 finalmente lo cerraron para remodelarlo por completo.
El nuevo diseño del estadio implicó derrumbar las míticas torres gemelas de Watkin y colocar un arco del triunfo. Este nuevo símbolo se eleva 133 metros por arriba de los 52 de toda la estructura, y la flamante fachada está orientada hacia el oeste de la ciudad de Londres y al fondo norte de la Villa Olímpica.
La capacidad del estadio pasó de 80 mil a 90 mil espectadores que ahora se sientan cómodamente en butacas de 80 centímetros de ancho, en vez de los viejos 30.
Todo el proyecto tuvo un costo de unos 1.200 millones de dólares, uno de los más altos en la historia del deporte mundial, y se concluyó en 2007, casi un año después de lo previsto.
Basta con repasar algunos datos históricos del fútbol para darse cuenta que jugar en Wenbley es privilegio de unos pocos. Por ejemplo, jugadores extraordinarios como el brasileño Pelé, el holandés Johan Cryff y hasta el propio Alfredo Distéfano, nunca tuvieron la oportunidad de jugar allí. Pero el que si lo logró fue Diego Maradona en 1980.
“Nunca jugué en ningún lugar donde me haya sentido tan cómodo y feliz como en Wembley”, sostuvo Sir Robert Bobby Charlton, uno de los más grandes futbolistas ingleses de la historia, campeón mundial en 1966 y figura del Manchester United.
El Empire Stadium tuvo una rica y muy interesante historia. En los 1880´, cuando el fútbol daba sus primeros pasos, esta construcción distaba mucho del que se veía en el 2000, en fisonomía y utilidad. Se llamaba Wembley Park Leisure Grounds y allí se disputaban los torneos de cricket.
El paisaje estaba compuesto por una pista de atletismo, fuentes, cascadas y caminos adornadas con flores. Es más, en 1889, el director del Metropolitan Railway, Sir Edward Watkin, con el fin de promover el uso del tren, construyó una estación ferroviaria que se unía con la de Londres.
Así nacieron las Torres Watkin, que luego se conocieron como las Twin Towers. La idea original era construir cuatro torres de 350 metros de alto cada una. Pero el proyecto nunca se terminó por falta de fondos. De esta manera quedaron sólo dos, de sólo 61 metros de altura.
Wembley fue hasta 1918 un centro turístico más que un estadio deportivo. Ese año, además de ser utilizado como campo de golf, el gobierno decidió realizar la British Empire Exhibition y utilizó las 219 acres de este parque para construir lo que se llamó The Empire Stadium.
La construcción estuvo a cargo de los arquitectos Sir John Simpson y Maxwell Ayerton, y el ingeniero Sir Owen Williams. Les tomó poco más de 300 días levantar las paredes de la edificación, hechas con 25 mil toneladas de concreto y 1.000 de acero. El costo total de la obra fue de 750 mil libras, algo así como 1.200.000 dólares.
La Empire Exhibition fue inaugurada por el Rey Jorge V el 23 de abril de 1924. El evento fue un éxito rotundo. El estadio estuvo adornado Una vez más con fuentes, jardines y lagos, y hubo pabellones de cada uno de los países que mostraban sus estilos arquitectónicos. Fue una atracción irresistible para las 27 millones de personas que la visitaron entre los meses de mayo y octubre.
Pero un año antes, ya se había llevado a cabo el primer evento deportivo de grandes magnitudes. En la pista de atletismo se jugó la final de la “White Horse Cup”.
Luego, en 1955, se colocaron las luces artificiales en todo el estadio mientras que en 1963, con motivos la Copa del Mundo de 1966, se puso en funcionamiento el tablero electrónico hecho íntegramente de aluminio.
En el césped ocurrieron hechos destacables que quedaron en la historia del deporte. Uno pertenece al fútbol, como la consagración de Inglaterra en el Mundial de 1966 y el otro al evento más grande después de una Copa del Mundo, y se trata de los Juegos Olímpicos de 1948.
Sin embargo, hay un hecho que los ingleses hinchas del fútbol recuerdan más. En mayo de 1981 jugaron el Manchester City y el Tottenham Hotspur la final de la edición número 100 de Copa inglesa. Era un clásico duelo entre las ciudades portuaria del sur y la de Londres.
En el Tottenham jugaban los argentinos Osvaldo Ardiles y Julio Ricardo Villa, que habían llegado a Inglaterra en 1978, luego de haber salido campeones mundiales con Argentina.
El hecho es que Villa marcó dos goles y su equipo ganó por 3 a 2. Sin embargo, el segundo gol suyo, el tercero del equipo, el del triunfo, fue una obra de arte ya que el argentino eludió a tres defensores dentro de área antes de marcar.
Esta anotación fue elegida por los ingleses como el mejor gol de la historia del fútbol de su país. Todo un logro para un argentino en tierras británicas.
Pero el estadio de Wembley tuvo en sus últimos años poca actividad deportiva ya que sólo se jugaban los partidos de los seleccionados de rugby y fútbol, y las finales de la FA Cup, el torneo más tradicional de Inglaterra. También fue muy frecuente la organización de grandes conciertos de rock, hasta que en octubre de 2000 finalmente lo cerraron para remodelarlo por completo.
El nuevo diseño del estadio implicó derrumbar las míticas torres gemelas de Watkin y colocar un arco del triunfo. Este nuevo símbolo se eleva 133 metros por arriba de los 52 de toda la estructura, y la flamante fachada está orientada hacia el oeste de la ciudad de Londres y al fondo norte de la Villa Olímpica.
La capacidad del estadio pasó de 80 mil a 90 mil espectadores que ahora se sientan cómodamente en butacas de 80 centímetros de ancho, en vez de los viejos 30.
Todo el proyecto tuvo un costo de unos 1.200 millones de dólares, uno de los más altos en la historia del deporte mundial, y se concluyó en 2007, casi un año después de lo previsto.
IV
El partido no defraudó ya que sus protagonistas lo jugaron a vida o muerte. A los 16 minutos de juego Inglaterra ya ganaba 2 a 1, tras remontar la desventaja del gol de penal de Batistuta, con un penal de Shearer y un golazo de Owen, tras eludir a Chamot y Ayala en una corrida que empezó en le centro del campo.
Ambos penales habían dejado muchas dudas de ambos lados, en especial porque Simeone pareció haber fingido ser derribado. Así, los ánimos de los ingleses contra el volante argentino ya se habían calentado.
Las emociones no se detuvieron. Sobre el final de la etapa inicial empató Zanetti y apenas comenzado el segundo tiempo David Beckham fue expulsado por el árbitro danés Kim Nielsen, luego de agredir a Simeone, quién le había cometido una infracción. Sin embargo, Argentina no aprovechó el jugador de más y luego del alargue, el 2 a 2 se mantuvo inamovible.
Llegaron los penales y más éxtasis. En esa instancia, el arquero argentino Carlos Roa se convirtió en figura y detuvo los remates de Paul Ince y David Batty. Así Argentina volvió a eliminar a Inglaterra de un Mundial, tal como había ocurrido en México 86´.
Los ingleses se quejaron por los desmedidos festejos de los jugadores argentinos en el campo de juego ya que lo interpretaron como una burla. Además, la prensa británica, si bien se mostró satisfecha con el equipo, castigó duramente Beckham por su expulsión. “Beck Off” (Afuera Beck), tituló el sensacionalista diario The Daily Star, mientras que Bobby Charlton lo tildó de “necio” por su actitud.
Pero así como Beckham fue para los ingleses el malo de la película, el Cholo Simeone fue visto como un jugador desleal y sucio, que engañó al árbitro Nielsen con su dramatización, tras la reacción del volante derecho del Manchester United.
Luego llegaron los verdaderos excesos por parte de todos. El canal argentino Crónica TV confundió el fútbol con la guerra y mostró una pantalla que decía: “Las Malvinas son argentinas”. Mientras que en el Obelisco y el centro de la ciudad de Buenos Aires, hinchas se enfrentaron con la policía dejando un saldo de 23 civiles heridos, 17 policías hospitalizados y más de 120 detenidos.
La irracionalidad también fue inglesa. El 3 de julio, Paul Birch, un inglés de 43 años y residente en Londres, mató a un actor francés, Eric Frachet, de 33, en un tren que unía las ciudades de Lens y Grenoble ¿La razón? Birch creyó que se trataba de un argentino que se burlaba de él y lo apuñaló en el vientre. Lo más curioso es que las autoridades británicas informaron que Birch no era un hooligan, sino un hincha común y corriente, sin antecedentes penales.
A pesar de tanto temor y de tanta precaución, en la cancha de Saint Etienne no se produjeron grandes incidentes. Sólo 30 hooligans fueron detenidos por escaramuzas que ocurrieron después del gol de Batistuta cuando hinchas argentinos e ingleses quisieron robarse las banderas.
El partido fue una fiesta para los argentinos que creían que la obtención del título era posible. Pero la alegría les duró poco, ya que Holanda los venció 2 a 1 en los cuartos de final y los mandó de regresó a casa.
AA
Junio 2003
Ambos penales habían dejado muchas dudas de ambos lados, en especial porque Simeone pareció haber fingido ser derribado. Así, los ánimos de los ingleses contra el volante argentino ya se habían calentado.
Las emociones no se detuvieron. Sobre el final de la etapa inicial empató Zanetti y apenas comenzado el segundo tiempo David Beckham fue expulsado por el árbitro danés Kim Nielsen, luego de agredir a Simeone, quién le había cometido una infracción. Sin embargo, Argentina no aprovechó el jugador de más y luego del alargue, el 2 a 2 se mantuvo inamovible.
Llegaron los penales y más éxtasis. En esa instancia, el arquero argentino Carlos Roa se convirtió en figura y detuvo los remates de Paul Ince y David Batty. Así Argentina volvió a eliminar a Inglaterra de un Mundial, tal como había ocurrido en México 86´.
Los ingleses se quejaron por los desmedidos festejos de los jugadores argentinos en el campo de juego ya que lo interpretaron como una burla. Además, la prensa británica, si bien se mostró satisfecha con el equipo, castigó duramente Beckham por su expulsión. “Beck Off” (Afuera Beck), tituló el sensacionalista diario The Daily Star, mientras que Bobby Charlton lo tildó de “necio” por su actitud.
Pero así como Beckham fue para los ingleses el malo de la película, el Cholo Simeone fue visto como un jugador desleal y sucio, que engañó al árbitro Nielsen con su dramatización, tras la reacción del volante derecho del Manchester United.
Luego llegaron los verdaderos excesos por parte de todos. El canal argentino Crónica TV confundió el fútbol con la guerra y mostró una pantalla que decía: “Las Malvinas son argentinas”. Mientras que en el Obelisco y el centro de la ciudad de Buenos Aires, hinchas se enfrentaron con la policía dejando un saldo de 23 civiles heridos, 17 policías hospitalizados y más de 120 detenidos.
La irracionalidad también fue inglesa. El 3 de julio, Paul Birch, un inglés de 43 años y residente en Londres, mató a un actor francés, Eric Frachet, de 33, en un tren que unía las ciudades de Lens y Grenoble ¿La razón? Birch creyó que se trataba de un argentino que se burlaba de él y lo apuñaló en el vientre. Lo más curioso es que las autoridades británicas informaron que Birch no era un hooligan, sino un hincha común y corriente, sin antecedentes penales.
A pesar de tanto temor y de tanta precaución, en la cancha de Saint Etienne no se produjeron grandes incidentes. Sólo 30 hooligans fueron detenidos por escaramuzas que ocurrieron después del gol de Batistuta cuando hinchas argentinos e ingleses quisieron robarse las banderas.
El partido fue una fiesta para los argentinos que creían que la obtención del título era posible. Pero la alegría les duró poco, ya que Holanda los venció 2 a 1 en los cuartos de final y los mandó de regresó a casa.
AA
Junio 2003
III
El climax de inseguridad llegó dos días antes del encuentro. En Internet ya rebalsaban las amenazas de barrabravas argentinos que anunciaban que se acercaba “La batalla final” y en Saint Etienne, los hooligans hacían de las suyas.
Cientos de fanáticos ingleses se juntaron en la plaza Jean Jaurés a tomar cerveza y a ver los partidos Alemania–México y Holanda–Yugoslavia. Al finalizar jugaron un picadito de fútbol en la plaza y la policía tuvo que cortar el tránsito. Luego, los ingleses quisieron conseguir más alcohol y no pudieron, por lo que estallaron los incidentes. Primero fueron provocados por inmigrantes norafricanos y luego se enfrentaron con los efectivos policiales.
Las peleas fueron protagonizadas por más de 300 personas, de las cuáles, sólo treinta fueron aprehendidas, en una muestra de la ineficacia del sistema de seguridad francés. Aunque hay que tomar en consideración que para la policía local los hinchas descontrolados y violentos eran un fenómeno totalmente nuevo para ellos, que no sabían como enfrentarlo ya que los simpatizantes en Francia se caracterizan por ser menos apasionados y para nada violentos.
Mientras tanto, Buenos Aires y Londres quedaron paralizadas. Los ingleses querían “revancha” del Mundial 86 y no ocultaban la herida que significó el gol con “La mano de Dios”. Si bien el entrenador inglés Hoddle aseguró no querer tomarse “venganza” de ese gol, los jugadores no opinaban lo mismo. “Si tengo que hacer un gol con la mano para pasar a la próxima ronda lo haré”, dijo Scholes, el volante ofensivo del Manchester United.
El partido despertó mucha expectativa porque el que perdía se volvía a su país y nadie estaba dispuesto a esa humillación. “Sabemos que el que pierde se va. Nos quedan cuatro finales en donde nos jugamos la vida”, dijo el volante argentino Juan Verón.
Inglaterra formó de la siguiente manera: Seaman; Neville, Adams, Campbell y Le Saux; Anderton, Ince, Beckham y Scholes; Owen y Shearer.
El técnico argentino, Daniel Passarella, eligió a estos once: Roa; Ayala, Vivas y Chamot; Zanetti, Almeyda, Simeone, Verón y Ortega; Batistuta y López.
Cientos de fanáticos ingleses se juntaron en la plaza Jean Jaurés a tomar cerveza y a ver los partidos Alemania–México y Holanda–Yugoslavia. Al finalizar jugaron un picadito de fútbol en la plaza y la policía tuvo que cortar el tránsito. Luego, los ingleses quisieron conseguir más alcohol y no pudieron, por lo que estallaron los incidentes. Primero fueron provocados por inmigrantes norafricanos y luego se enfrentaron con los efectivos policiales.
Las peleas fueron protagonizadas por más de 300 personas, de las cuáles, sólo treinta fueron aprehendidas, en una muestra de la ineficacia del sistema de seguridad francés. Aunque hay que tomar en consideración que para la policía local los hinchas descontrolados y violentos eran un fenómeno totalmente nuevo para ellos, que no sabían como enfrentarlo ya que los simpatizantes en Francia se caracterizan por ser menos apasionados y para nada violentos.
Mientras tanto, Buenos Aires y Londres quedaron paralizadas. Los ingleses querían “revancha” del Mundial 86 y no ocultaban la herida que significó el gol con “La mano de Dios”. Si bien el entrenador inglés Hoddle aseguró no querer tomarse “venganza” de ese gol, los jugadores no opinaban lo mismo. “Si tengo que hacer un gol con la mano para pasar a la próxima ronda lo haré”, dijo Scholes, el volante ofensivo del Manchester United.
El partido despertó mucha expectativa porque el que perdía se volvía a su país y nadie estaba dispuesto a esa humillación. “Sabemos que el que pierde se va. Nos quedan cuatro finales en donde nos jugamos la vida”, dijo el volante argentino Juan Verón.
Inglaterra formó de la siguiente manera: Seaman; Neville, Adams, Campbell y Le Saux; Anderton, Ince, Beckham y Scholes; Owen y Shearer.
El técnico argentino, Daniel Passarella, eligió a estos once: Roa; Ayala, Vivas y Chamot; Zanetti, Almeyda, Simeone, Verón y Ortega; Batistuta y López.
II
A pesar de los enormes esfuerzos por brindar mayor seguridad, el 14 de junio de 1998, los incidentes se adueñaron del escenario del Mundial. Ocurrió en Marsella, donde los hooligans ingleses, al no poder conseguir entradas para el partido de Inglaterra frente a Túnez del día siguiente, se trenzaran a golpes con la policía e hinchas tunecinos.
El saldo fue un inglés herido gravemente en el cuello, 20 personas con lesiones y 70 detenidos. Pero no acabó allí, porque luego del partido, 200 hooligans borrachos provocaron más peleas que arrojaron 63 heridos y 81 detenciones más, a pesar de un operativo de seguridad que contó con 1.600 policías, 400 gendarmes y 75 efectivos del grupo especial de elite.
Mientras tanto, los barrabravas argentinos no se quedaron atrás. El 26 de junio, en Burdeos, tres hinchas, Mario Bermúdez, Edmundo Gagliardi y Miguel Angel Fernández, fueron detenidos por asaltar a un revendedor de entradas. A uno de ellos le dieron un mes de prisión y 4.000 francos de multa, mientras que los otros dos recibieron la pena de dos meses de prisión y una multa de 5.000 francos.
Ese mismo día, en el mismo lugar pero después del partido ante Croacia, hubo una pelea entre 50 personas de nacionalidad argentina y del equipo rival. Dos hinchas de Argentina fueron detenidos por golpear a dos simpatizantes croatas. La policía francesa los identificó como Lucas Quintás y Federico Sassone, quienes fueron acusados de cortar en el cuello a Boran Kaich, que tuvo que se operado, y de golpear en diferentes partes del cuerpo a Urban Varjac.
Las autoridades argentinas enviaron a Francia a tres jefes policiales para custodiar a los hinchas: Francisco Loban, comisario inspector de la Policía Federal, Juan José Defagot, de la División de Análisis de Eventos Deportivos y Públicos, y Alejandro Cano, titular de la seccional 44ta.. Ellos trabajaron junto a Mario Berboute, de Interpol Argentina y elaboraron una lista de 1.000 barrabravas, de los cuáles sólo 30 fueron ubicados.
En su mayoría eran de Boca, River, Chacarita, y Defensores de Belgrano. Sin embargo, estos no protagonizaron ningún incidente durante todo el torneo.
Pero a medida que se acercaba el partido entre Argentina e Inglaterra el temor por un posible choque de hinchadas creció. El alcalde de Saint Etienne, donde se disputó el encuentro, dispuso el 28 de junio una serie de medidas anti disturbio. Decidió colocar 1.500 policías en el estadio y sus alrededores. No prohibió el alcohol, pero ordenó a los bares y restaurantes de la ciudad y otras 8 localidades aledañas cerrar antes de las 23 del día antes y el mismo día del partido. Y también decidió no transmitir el partido en pantalla gigante en las plazas Jean Jaurés y Marengo, en pleno centro de la ciudad.
Evidentemente, al no establecer una ley seca las otras medidas eran estériles. Todos estaban paranoicos, menos las autoridades de Saint Etienne. “No podemos prohibirle a la gente que tome alcohol y se divierta. No tenemos miedo”, dijo el alcalde Michel Thriolliere.
Los grandes problemas con respecto a la seguridad siguieron siendo la reventa de entradas que hacía que las hinchadas se mezclarán dentro del estadio, y el consumo de alcohol. Los hooligans compraban las bebidas en el ferry, en ciudades aledañas o las traían de su casa.
Mientras tanto, las autoridades de Inglaterra informaban que 30 mil hinchas habían viajado a Francia para ver el partido contra los argentinos, de los cuáles sólo 2.000 tenían entradas.
El saldo fue un inglés herido gravemente en el cuello, 20 personas con lesiones y 70 detenidos. Pero no acabó allí, porque luego del partido, 200 hooligans borrachos provocaron más peleas que arrojaron 63 heridos y 81 detenciones más, a pesar de un operativo de seguridad que contó con 1.600 policías, 400 gendarmes y 75 efectivos del grupo especial de elite.
Mientras tanto, los barrabravas argentinos no se quedaron atrás. El 26 de junio, en Burdeos, tres hinchas, Mario Bermúdez, Edmundo Gagliardi y Miguel Angel Fernández, fueron detenidos por asaltar a un revendedor de entradas. A uno de ellos le dieron un mes de prisión y 4.000 francos de multa, mientras que los otros dos recibieron la pena de dos meses de prisión y una multa de 5.000 francos.
Ese mismo día, en el mismo lugar pero después del partido ante Croacia, hubo una pelea entre 50 personas de nacionalidad argentina y del equipo rival. Dos hinchas de Argentina fueron detenidos por golpear a dos simpatizantes croatas. La policía francesa los identificó como Lucas Quintás y Federico Sassone, quienes fueron acusados de cortar en el cuello a Boran Kaich, que tuvo que se operado, y de golpear en diferentes partes del cuerpo a Urban Varjac.
Las autoridades argentinas enviaron a Francia a tres jefes policiales para custodiar a los hinchas: Francisco Loban, comisario inspector de la Policía Federal, Juan José Defagot, de la División de Análisis de Eventos Deportivos y Públicos, y Alejandro Cano, titular de la seccional 44ta.. Ellos trabajaron junto a Mario Berboute, de Interpol Argentina y elaboraron una lista de 1.000 barrabravas, de los cuáles sólo 30 fueron ubicados.
En su mayoría eran de Boca, River, Chacarita, y Defensores de Belgrano. Sin embargo, estos no protagonizaron ningún incidente durante todo el torneo.
Pero a medida que se acercaba el partido entre Argentina e Inglaterra el temor por un posible choque de hinchadas creció. El alcalde de Saint Etienne, donde se disputó el encuentro, dispuso el 28 de junio una serie de medidas anti disturbio. Decidió colocar 1.500 policías en el estadio y sus alrededores. No prohibió el alcohol, pero ordenó a los bares y restaurantes de la ciudad y otras 8 localidades aledañas cerrar antes de las 23 del día antes y el mismo día del partido. Y también decidió no transmitir el partido en pantalla gigante en las plazas Jean Jaurés y Marengo, en pleno centro de la ciudad.
Evidentemente, al no establecer una ley seca las otras medidas eran estériles. Todos estaban paranoicos, menos las autoridades de Saint Etienne. “No podemos prohibirle a la gente que tome alcohol y se divierta. No tenemos miedo”, dijo el alcalde Michel Thriolliere.
Los grandes problemas con respecto a la seguridad siguieron siendo la reventa de entradas que hacía que las hinchadas se mezclarán dentro del estadio, y el consumo de alcohol. Los hooligans compraban las bebidas en el ferry, en ciudades aledañas o las traían de su casa.
Mientras tanto, las autoridades de Inglaterra informaban que 30 mil hinchas habían viajado a Francia para ver el partido contra los argentinos, de los cuáles sólo 2.000 tenían entradas.
El partido del miedo
El enfrentamiento entre argentinos e ingleses en el Mundial de Francia de 1998 estuvo cargado de incidentes, excesos y polémicas ya que se vivió con mucha emoción y adrenalina desde ambos lados, a tal punto, que hubo una sensación de miedo, antes durante y después del partido.
Por un lado estaba Inglaterra, que retornaban a una Copa del Mundo después de ocho años, tras no haber clasificado para Estados Unidos 94´. El conjunto europeo llegaba con muchas ganas de hacer un buen papel y, aunque sabían que no se encontraban entre los mejores, quería olvidar los tragos amargos de la eliminación de la Eurocopa de 1996, jugada en casa y a manos de otro clásico rival: Alemania.
Mientras tanto, Argentina llegaba con un equipo joven, en el que la mayoría de sus jugadores debutaban en un Mundial pero, al mismo tiempo, transmitían una imagen sólida. No era el gran candidato como lo sería luego en el 2002, pero sus chances eran buenas porque le había tocado un grupo clasificatorio bastante accesible.
Los argentinos no tuvieron problemas para pasar a los octavos de final con tres victorias seguidas y sin recibir goles en contra. Debutaron ante Japón el 14 de junio en Toulouse y ganaron 1 a 0 con gol de Batistuta. Luego, el 21, en Paris, golearon a Jamaica 5 a 0 con tres anotaciones del Batigol y dos de Ortega. Finalmente, el 26, en Burdeos, derrotaron a Croacia por 1 a 0 con gol de Pineda.
En cambio, a los británicos todo se les hizo muy difícil. El equipo dirigido por Glen Hoddle debutó el 15 de junio, en Marsella, ganándole 2 a 0 a Túnez con goles de Shearer y Scholes. Luego, el 22, en Touluose, cayó 1 a 2 ante Rumania sobre el final. Pero se recuperó 4 días después, en París, donde derrotó a Colombia 2 a 0, con goles de Anderton y Beckham.
Sin embargo, la característica de toda la primera ronda clasificatoria del Mundial fueron los incidentes que produjeron los hinchas, en especial, los hooligans ingleses, a quienes se les sumaron los barrabravas argentinos.
Como si esto fuera poco, en toda Francia había un fuerte sentimiento de inseguridad debido a la gran cantidad de amenazas de atentados terroristas. Por esto, los galos desarrollaron un fuerte operativo de custodia durante todo el torneo.
“El riesgo cero no existe”, sostuvo Dominique Spinosi, director de del Comité de Seguridad del Mundial. El número de los miembros de las fuerzas de seguridad fueron un hecho sin precedentes en una Copa del Mundo, que solamente fue superado en el certamen de Corea y Japón del 2002.
Las autoridades francesas designaron la presencia de 12.000 voluntarios, que son los que se encuentran al costado de la cancha de frente a las tribunas. Además había 8.000 policías, 3.000 socorristas, otros 8.000 gendarmes y 4.000 militares, que incluyeron grupos especiales antiterrorismo.
Así, en cada partido disputado hubo 1 voluntario cada 100 espectadores, 1 socorrista cada 1.000, 600 policías uniformados, y entre 200 y 250 oficiales vestidos de civil. También estaban presentes 6 efectivos del grupo especial antibombas y un juez, para arrestar a cualquier individuo ante el menor incidente. Todo esto estaba vigilado desde el aire con helicópteros militares de avanzada.
Por un lado estaba Inglaterra, que retornaban a una Copa del Mundo después de ocho años, tras no haber clasificado para Estados Unidos 94´. El conjunto europeo llegaba con muchas ganas de hacer un buen papel y, aunque sabían que no se encontraban entre los mejores, quería olvidar los tragos amargos de la eliminación de la Eurocopa de 1996, jugada en casa y a manos de otro clásico rival: Alemania.
Mientras tanto, Argentina llegaba con un equipo joven, en el que la mayoría de sus jugadores debutaban en un Mundial pero, al mismo tiempo, transmitían una imagen sólida. No era el gran candidato como lo sería luego en el 2002, pero sus chances eran buenas porque le había tocado un grupo clasificatorio bastante accesible.
Los argentinos no tuvieron problemas para pasar a los octavos de final con tres victorias seguidas y sin recibir goles en contra. Debutaron ante Japón el 14 de junio en Toulouse y ganaron 1 a 0 con gol de Batistuta. Luego, el 21, en Paris, golearon a Jamaica 5 a 0 con tres anotaciones del Batigol y dos de Ortega. Finalmente, el 26, en Burdeos, derrotaron a Croacia por 1 a 0 con gol de Pineda.
En cambio, a los británicos todo se les hizo muy difícil. El equipo dirigido por Glen Hoddle debutó el 15 de junio, en Marsella, ganándole 2 a 0 a Túnez con goles de Shearer y Scholes. Luego, el 22, en Touluose, cayó 1 a 2 ante Rumania sobre el final. Pero se recuperó 4 días después, en París, donde derrotó a Colombia 2 a 0, con goles de Anderton y Beckham.
Sin embargo, la característica de toda la primera ronda clasificatoria del Mundial fueron los incidentes que produjeron los hinchas, en especial, los hooligans ingleses, a quienes se les sumaron los barrabravas argentinos.
Como si esto fuera poco, en toda Francia había un fuerte sentimiento de inseguridad debido a la gran cantidad de amenazas de atentados terroristas. Por esto, los galos desarrollaron un fuerte operativo de custodia durante todo el torneo.
“El riesgo cero no existe”, sostuvo Dominique Spinosi, director de del Comité de Seguridad del Mundial. El número de los miembros de las fuerzas de seguridad fueron un hecho sin precedentes en una Copa del Mundo, que solamente fue superado en el certamen de Corea y Japón del 2002.
Las autoridades francesas designaron la presencia de 12.000 voluntarios, que son los que se encuentran al costado de la cancha de frente a las tribunas. Además había 8.000 policías, 3.000 socorristas, otros 8.000 gendarmes y 4.000 militares, que incluyeron grupos especiales antiterrorismo.
Así, en cada partido disputado hubo 1 voluntario cada 100 espectadores, 1 socorrista cada 1.000, 600 policías uniformados, y entre 200 y 250 oficiales vestidos de civil. También estaban presentes 6 efectivos del grupo especial antibombas y un juez, para arrestar a cualquier individuo ante el menor incidente. Todo esto estaba vigilado desde el aire con helicópteros militares de avanzada.
III
El sábado 25 de mayo de 1991 el estadio de Wembley fue escenario, una vez más, del clásico Argentina-Inglaterra. Esta vez refereado por el yugoslavo Zoran Petrovic y con pocos hinchas en las tribunas.
Argentina formó con: Goycochea; Basualdo, Vázquez, Ruggeri y Enrique; Simeone, Gamboa, Franco y Martellotto; García y Boldrini.
Por su parte, Inglaterra alineó a los siguientes jugadores: Seaman; Dixon, Walker, Wright y Pearce; Batty, Platt y Thomas; Barnes, Smith y Lineker. Sólo faltaba, nada más y nada menos, que Paul Gascoigne, una de las figuras, que estaba lesionado.
A pesar de todas las precauciones que tomó Basile, Inglaterra tuvo un gran primer tiempo. Argentina no hizo nada de lo que tenía que hacer para contrarrestar el juego de los ingleses. A los 15 minutos los locales ya estaban en ventaja gracias a un gol de su eterno anotador, Gary Lineker, cuando no, de cabeza.
El delantero, goleador del Mundial de México, conectó a la red un centro de Pearce que ejecutó un tiro libre desde la mitad de la cancha y confundió a toda la defensa argentina, que se quedó paralizada, sin reacción. Fue 1 a 0 para Inglaterra y otra vez anotó Lineker, como en 1986.
La superioridad inglesa siguió hasta que el delantero Barnes, figura del partido, dejó la cancha por lesión a los 8 minutos del complemento y fue reemplazado por Clough. Pero un minuto antes, Inglaterra ya se había puesto 2 a 0 con otro gol de cabeza. Esta vez fue el turno de David Platt.
Pero sin Barnes en la cancha y con el 2 a 0 a favor, Inglaterra sacó el pie del acelerador y Argentina creció de golpe. A los 20 minutos del complemento llegó el 1-2. Fue tras un corner ejecutado por Antonio Mohamed que Claudio García, libre de marcas, cabeceó al primer palo y venció a Seaman.
Inglaterra casi no tuvo tiempo de asimilar el golpe, que Argentina volvió a sorprenderlo con otra jugada sacada del repertorio inglés del juego aéreo. Siete minutos después del gol de García, tras otro corner de Mohamed, Darío Franco, desde el punto del penal, selló el empate de cabeza al ganarle en el salto a los centrales Walker y Wright, y ante el estéril esfuerzo de Pearce, que se encontraba en el primer palo. La pelota se clavó en el ángulo y los ingleses se miraban entre sí sin entender nada.
Llegó el final del partido y el 2 a 2 pasó a la historia. Los jugadores argentinos revolearon sus remeras al viento ante una lluvia de insultos, como si hubieran ganado. Mientras que los ingleses se retiraron con la cabeza gacha pero con la Stanley Rous Challenge Cup en sus manos, al menos un consuelo.
“El empate en Wembley tiene una pizca de hazaña” comentó la revista deportiva argentina El Gráfico el 26 de mayo. “Con sabor a milagro”, tituló una de las notas mientras en la tapa se podía ver a los jugadores argentinos festejando. “Se disfruta como un triunfo”, tituló La Nación al día siguiente del histórico empate que hizo recordar lo sucedido en el 2-2 del amistoso de 1974.
Por su parte, la prensa británica resaltó el viejo temepramento de los argentinos. A su vez, Taylor se lamentó por el empate: “Desperdiciamos el triunfo por distracciones defensivas en dos corners, algo inusual en Inglaterra”. Sin embargo, el entrenador dijo estar conforme con el rendimiento de su equipo, que según él, había sido “el mejor” desde que asumió como entrenador de la selección nacional inglesa.
AA
Junio 2003
Argentina formó con: Goycochea; Basualdo, Vázquez, Ruggeri y Enrique; Simeone, Gamboa, Franco y Martellotto; García y Boldrini.
Por su parte, Inglaterra alineó a los siguientes jugadores: Seaman; Dixon, Walker, Wright y Pearce; Batty, Platt y Thomas; Barnes, Smith y Lineker. Sólo faltaba, nada más y nada menos, que Paul Gascoigne, una de las figuras, que estaba lesionado.
A pesar de todas las precauciones que tomó Basile, Inglaterra tuvo un gran primer tiempo. Argentina no hizo nada de lo que tenía que hacer para contrarrestar el juego de los ingleses. A los 15 minutos los locales ya estaban en ventaja gracias a un gol de su eterno anotador, Gary Lineker, cuando no, de cabeza.
El delantero, goleador del Mundial de México, conectó a la red un centro de Pearce que ejecutó un tiro libre desde la mitad de la cancha y confundió a toda la defensa argentina, que se quedó paralizada, sin reacción. Fue 1 a 0 para Inglaterra y otra vez anotó Lineker, como en 1986.
La superioridad inglesa siguió hasta que el delantero Barnes, figura del partido, dejó la cancha por lesión a los 8 minutos del complemento y fue reemplazado por Clough. Pero un minuto antes, Inglaterra ya se había puesto 2 a 0 con otro gol de cabeza. Esta vez fue el turno de David Platt.
Pero sin Barnes en la cancha y con el 2 a 0 a favor, Inglaterra sacó el pie del acelerador y Argentina creció de golpe. A los 20 minutos del complemento llegó el 1-2. Fue tras un corner ejecutado por Antonio Mohamed que Claudio García, libre de marcas, cabeceó al primer palo y venció a Seaman.
Inglaterra casi no tuvo tiempo de asimilar el golpe, que Argentina volvió a sorprenderlo con otra jugada sacada del repertorio inglés del juego aéreo. Siete minutos después del gol de García, tras otro corner de Mohamed, Darío Franco, desde el punto del penal, selló el empate de cabeza al ganarle en el salto a los centrales Walker y Wright, y ante el estéril esfuerzo de Pearce, que se encontraba en el primer palo. La pelota se clavó en el ángulo y los ingleses se miraban entre sí sin entender nada.
Llegó el final del partido y el 2 a 2 pasó a la historia. Los jugadores argentinos revolearon sus remeras al viento ante una lluvia de insultos, como si hubieran ganado. Mientras que los ingleses se retiraron con la cabeza gacha pero con la Stanley Rous Challenge Cup en sus manos, al menos un consuelo.
“El empate en Wembley tiene una pizca de hazaña” comentó la revista deportiva argentina El Gráfico el 26 de mayo. “Con sabor a milagro”, tituló una de las notas mientras en la tapa se podía ver a los jugadores argentinos festejando. “Se disfruta como un triunfo”, tituló La Nación al día siguiente del histórico empate que hizo recordar lo sucedido en el 2-2 del amistoso de 1974.
Por su parte, la prensa británica resaltó el viejo temepramento de los argentinos. A su vez, Taylor se lamentó por el empate: “Desperdiciamos el triunfo por distracciones defensivas en dos corners, algo inusual en Inglaterra”. Sin embargo, el entrenador dijo estar conforme con el rendimiento de su equipo, que según él, había sido “el mejor” desde que asumió como entrenador de la selección nacional inglesa.
AA
Junio 2003
II
El equipo argentino llegó a Gran Bretaña el martes 21 de mayo cuando pisó el suelo de Manchester. Ese mismo día, la Challenge Cup había comenzado con un claro triunfo de Inglaterra sobre los soviéticos por 3 a 1, en Wembley y ante casi 24.000 espectadores, una cantidad que dejó bastante que desear a los organizadores.
Argentina debía enfrentar en dos días a la Unión Soviética y había viajado nada más ni nada menos que 20 horas ¿El motivo? Las autoridades de la AFA, con la intención de ahorrar 18 mil dólares, había planificado un maratónico viaje.
Primero, los jugadores y el cuerpo técnico se subieron a un avión en San Francisco, donde habían jugado con los norteamericanos. Abordaron el Northwest 1231 con destino a Milwaukee. Allí tomaron el Northwest 1208 rumbo a la ciudad canadiense de Toronto, donde a bordo del British 0092 llegaron hasta la ciudad capital de Londres.
Pero la odisea no terminó allí. Luego de arribar a la capital británica, los argentinos debieron subirse a al avión 4432 de Brtitsh Airlines y viajar hasta la ciudad sureña de Manchester.
Lo cierto es que a pesar del cansancio del equipo argentino, la selección obtuvo un empate 1 a 1 ante los soviéticos. Y no era un mal resultado si se tienen en cuenta las horas del viaje y que, salvo Oscar Ruggeri y Sergio Goycochea, todos los demás jugadores habían debutado en el equipo nacional en febrero ante Hungría. O sea que tenían apenas cuatro partidos de experiencia.
Como si esto fuera poco, el delantero Claudio Paul Caniggia, figura argentina en Italia 90, informó el 22 de mayo por la noche, que no iba a poder jugar ya que no contaba con el permiso de su club, el Atalanta italiano, ya que estaba recuperándose de una supuesta lesión.
Sin embargo, el jueves 23 de mayo Argentina mostró un juego interesante ante la URSS, en especial durante la etapa inicial, donde se puso en ventaja con un gol del capitán Ruggeri de cabeza, una señal de lo que sería el encuentro ante los ingleses.
Pero el cansancio se hizo presente en el segundo tiempo y los soviéticos llegaron al empate y casi lo ganan, si no hubiera sido por las manos salvadoras del arquero Goycochea, que le detuvo un penal al mediocampista Igor Drobowolski.
Con este resultado, Argentina tenía que ganarle a los ingleses si quería llevarse la copa. Pero para eso había que volver a subirse al avión para llegar a Londres, por lo que el equipo siguió desgastándose producto de la desorganización de la AFA.
Mientras tanto, Basile sabía que era muy difícil vencer a Inglaterra, en su propia casa y ante su público. Por eso, al llegar a Londres el Coco buscó el asesoramiento de Osvaldo Ardiles, director técnico del Tottenham inglés y gran conocedor del fútbol de las islas británicas.
Ardiles le advirtió al entrenador argentino que tomara precauciones para evitar que Inglaterra explotara su juego aéreo, una especialidad a lo largo de toda su historia. Le aconsejó que el equipo debía jugar con pases cortos, esconder la pelota y así frenar el ritmo vertiginoso que le gusta imponer a los británicos.
Entonces, Basile modificó el equipo titular que había empatado contra los soviéticos. Sacó al volante central de River Plate, Leonardo Astrada, y colocó un defensor, Fernando Gamboa, de Newell´s. La idea era tener más marca en el medio y mejorar el juego aéreo.
Por su parte, los ingleses, confiados, esperaban el partido pero sin mucho entusiasmo. Tal como había ocurrido en el debut ante la URSS, en el mítico estadio de Wembley no hubo espacio para grandes festejos y demostraciones emotivas por parte de los hinchas.
Sólo se vendieron 44.000 entradas, es decir que el estadio estaba un poco menos del 50 por ciento vacío. Algo poco común para un partido que históricamente despierta el fanatismo de los ingleses.
Argentina debía enfrentar en dos días a la Unión Soviética y había viajado nada más ni nada menos que 20 horas ¿El motivo? Las autoridades de la AFA, con la intención de ahorrar 18 mil dólares, había planificado un maratónico viaje.
Primero, los jugadores y el cuerpo técnico se subieron a un avión en San Francisco, donde habían jugado con los norteamericanos. Abordaron el Northwest 1231 con destino a Milwaukee. Allí tomaron el Northwest 1208 rumbo a la ciudad canadiense de Toronto, donde a bordo del British 0092 llegaron hasta la ciudad capital de Londres.
Pero la odisea no terminó allí. Luego de arribar a la capital británica, los argentinos debieron subirse a al avión 4432 de Brtitsh Airlines y viajar hasta la ciudad sureña de Manchester.
Lo cierto es que a pesar del cansancio del equipo argentino, la selección obtuvo un empate 1 a 1 ante los soviéticos. Y no era un mal resultado si se tienen en cuenta las horas del viaje y que, salvo Oscar Ruggeri y Sergio Goycochea, todos los demás jugadores habían debutado en el equipo nacional en febrero ante Hungría. O sea que tenían apenas cuatro partidos de experiencia.
Como si esto fuera poco, el delantero Claudio Paul Caniggia, figura argentina en Italia 90, informó el 22 de mayo por la noche, que no iba a poder jugar ya que no contaba con el permiso de su club, el Atalanta italiano, ya que estaba recuperándose de una supuesta lesión.
Sin embargo, el jueves 23 de mayo Argentina mostró un juego interesante ante la URSS, en especial durante la etapa inicial, donde se puso en ventaja con un gol del capitán Ruggeri de cabeza, una señal de lo que sería el encuentro ante los ingleses.
Pero el cansancio se hizo presente en el segundo tiempo y los soviéticos llegaron al empate y casi lo ganan, si no hubiera sido por las manos salvadoras del arquero Goycochea, que le detuvo un penal al mediocampista Igor Drobowolski.
Con este resultado, Argentina tenía que ganarle a los ingleses si quería llevarse la copa. Pero para eso había que volver a subirse al avión para llegar a Londres, por lo que el equipo siguió desgastándose producto de la desorganización de la AFA.
Mientras tanto, Basile sabía que era muy difícil vencer a Inglaterra, en su propia casa y ante su público. Por eso, al llegar a Londres el Coco buscó el asesoramiento de Osvaldo Ardiles, director técnico del Tottenham inglés y gran conocedor del fútbol de las islas británicas.
Ardiles le advirtió al entrenador argentino que tomara precauciones para evitar que Inglaterra explotara su juego aéreo, una especialidad a lo largo de toda su historia. Le aconsejó que el equipo debía jugar con pases cortos, esconder la pelota y así frenar el ritmo vertiginoso que le gusta imponer a los británicos.
Entonces, Basile modificó el equipo titular que había empatado contra los soviéticos. Sacó al volante central de River Plate, Leonardo Astrada, y colocó un defensor, Fernando Gamboa, de Newell´s. La idea era tener más marca en el medio y mejorar el juego aéreo.
Por su parte, los ingleses, confiados, esperaban el partido pero sin mucho entusiasmo. Tal como había ocurrido en el debut ante la URSS, en el mítico estadio de Wembley no hubo espacio para grandes festejos y demostraciones emotivas por parte de los hinchas.
Sólo se vendieron 44.000 entradas, es decir que el estadio estaba un poco menos del 50 por ciento vacío. Algo poco común para un partido que históricamente despierta el fanatismo de los ingleses.
De cabeza a la hazaña
Recién en mayo de 1991, los ingleses tuvieron su oportunidad de vengarse de la derrota ante los argentinos en México 86´ y tratar de hacer olvidar a sus hinchas los dos goles de Maradona, en especial, el que convirtió con “la mano de Dios”.
En aquel momento, las selecciones de Argentina e Inglaterra estaban en pleno proceso de cambio. Los sudamericanos venían de obtener el subcampeonato en Mundial de Italia en 1990 luego de perder en la final ante Alemania Federal mientras que los británicos habían finalizado cuartos, al caer derrotados en el partido por el tercer puesto ante el equipo local.
Ese Mundial significó el fin de los ciclos del director técnico argentino, Carlos Bilardo, y de su par inglés Robby Robson, quienes habían estado al frente de sus selecciones desde México 86´.
Pero los cambios no sólo fueron de entrenadores. En Argentina hubo un importante recambio de jugadores, producto del perfil que impuso el nuevo director técnico Alfio Basile. Y lo que era más importante, el mejor futbolista del mundo estaba suspendido por un caso doping positivo que le habían registrado ese mismo año en un partido que había jugado para el Nápoli de Italia.
Este incidente llevó a que la FIFA sancionara a Maradona duramente por lo que estuvo fuera de las canchas por más de un año y medio.
En cambio, en Inglaterra, Graham Taylor, el nuevo coach, mantuvo prácticamente a los mismos jugadores que habían disputado el Mundial un año antes. Y esta decisión le había dado buenos resultados ya que el equipo estaba invicto en seis presentaciones.
No era poca cosa, ya que había cuatro de esos seis encuentros, correspondieron a las eliminatorias de la Eurocopa a disputarse en 1992 en Suecia. De todos modos, la serie exitosa había comenzado el 12 de septiembre de 1990, en Wembley, con un triunfo por 1 a 0 en un partido amistoso ante Hungría.
Luego vinieron el triunfo ante Polonia por la Eurocopa por 1 a 0 en casa y el empate 0 a 0 ante la República de Irlanda, también por la clasificación al torneo continental, el 14 de noviembre en Dublín. Así pasó un año muy exitoso en cuanto a los resultados para el fútbol inglés.
La temporada 1991 también estuvo a tono con su antecesora. Comenzó con un triunfo amistoso en Wembley ante Camerún por 1 a 0, un empate por 1 a 1 ante la República de Irlanda, el 27 de marzo, en Wembley, y un resonante triunfo por 1 a 0 ante Turquía, el 1 de mayo, en Izmir, en el marco de las eliminatorias para la Eurocopa.
Si bien el equipo inglés no brillaba en cada presentación, entusiasmaba a sus hinchas ya que era una maquinita de sacar buenos resultados. Era tal el optimismo entre los británicos que organizaron la Stanley Rous Challenge Cup en mayo de 1991.
La realización de este torneo tenía el objetivo de recordar y honrar la muerte de una de las figuras más importantes del fútbol inglés: Sir Stanley Rous. Un dirigente que estuvo a cargo de la Football Association y presidió la mismísima FIFA.
¿Los participantes? Nada más ni nada menos que la Argentina y la Unión Soviética, una selección que había hecho un mal papel en Italia 90 y que en esa ocasión había caído ante los argentinos por 2 a 0 por la primera ronda clasificatoria.
Argentina también venía invicta. Su serie de éxitos había comenzado, al igual que Inglaterra, ante el seleccionado de Hungría con un triunfo 2 a 0 el 19 de febrero, en el Gigante de Arroyito, de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Luego vinieron los empates ante México (0 a 0) y Brasil (3 a 3) en el mes de marzo y finalmente la gira que comenzó en los Estados Unidos con un triunfo por 1 a 0 y terminó en Inglaterra.
En aquel momento, las selecciones de Argentina e Inglaterra estaban en pleno proceso de cambio. Los sudamericanos venían de obtener el subcampeonato en Mundial de Italia en 1990 luego de perder en la final ante Alemania Federal mientras que los británicos habían finalizado cuartos, al caer derrotados en el partido por el tercer puesto ante el equipo local.
Ese Mundial significó el fin de los ciclos del director técnico argentino, Carlos Bilardo, y de su par inglés Robby Robson, quienes habían estado al frente de sus selecciones desde México 86´.
Pero los cambios no sólo fueron de entrenadores. En Argentina hubo un importante recambio de jugadores, producto del perfil que impuso el nuevo director técnico Alfio Basile. Y lo que era más importante, el mejor futbolista del mundo estaba suspendido por un caso doping positivo que le habían registrado ese mismo año en un partido que había jugado para el Nápoli de Italia.
Este incidente llevó a que la FIFA sancionara a Maradona duramente por lo que estuvo fuera de las canchas por más de un año y medio.
En cambio, en Inglaterra, Graham Taylor, el nuevo coach, mantuvo prácticamente a los mismos jugadores que habían disputado el Mundial un año antes. Y esta decisión le había dado buenos resultados ya que el equipo estaba invicto en seis presentaciones.
No era poca cosa, ya que había cuatro de esos seis encuentros, correspondieron a las eliminatorias de la Eurocopa a disputarse en 1992 en Suecia. De todos modos, la serie exitosa había comenzado el 12 de septiembre de 1990, en Wembley, con un triunfo por 1 a 0 en un partido amistoso ante Hungría.
Luego vinieron el triunfo ante Polonia por la Eurocopa por 1 a 0 en casa y el empate 0 a 0 ante la República de Irlanda, también por la clasificación al torneo continental, el 14 de noviembre en Dublín. Así pasó un año muy exitoso en cuanto a los resultados para el fútbol inglés.
La temporada 1991 también estuvo a tono con su antecesora. Comenzó con un triunfo amistoso en Wembley ante Camerún por 1 a 0, un empate por 1 a 1 ante la República de Irlanda, el 27 de marzo, en Wembley, y un resonante triunfo por 1 a 0 ante Turquía, el 1 de mayo, en Izmir, en el marco de las eliminatorias para la Eurocopa.
Si bien el equipo inglés no brillaba en cada presentación, entusiasmaba a sus hinchas ya que era una maquinita de sacar buenos resultados. Era tal el optimismo entre los británicos que organizaron la Stanley Rous Challenge Cup en mayo de 1991.
La realización de este torneo tenía el objetivo de recordar y honrar la muerte de una de las figuras más importantes del fútbol inglés: Sir Stanley Rous. Un dirigente que estuvo a cargo de la Football Association y presidió la mismísima FIFA.
¿Los participantes? Nada más ni nada menos que la Argentina y la Unión Soviética, una selección que había hecho un mal papel en Italia 90 y que en esa ocasión había caído ante los argentinos por 2 a 0 por la primera ronda clasificatoria.
Argentina también venía invicta. Su serie de éxitos había comenzado, al igual que Inglaterra, ante el seleccionado de Hungría con un triunfo 2 a 0 el 19 de febrero, en el Gigante de Arroyito, de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Luego vinieron los empates ante México (0 a 0) y Brasil (3 a 3) en el mes de marzo y finalmente la gira que comenzó en los Estados Unidos con un triunfo por 1 a 0 y terminó en Inglaterra.
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