IV

La furia regresa
La presión de la familia de Diego y la gran exposición mediática del caso llevó a que a fines de junio, tres jóvenes fueran detenidos como los sindicados autores del crimen y un cuarto fuera apresado por encubrimiento y falso testimonio. Los sospechosos eran Carlos, Walter, Jorge y Martín, de entre 19 y 26 años.
El fiscal del caso les imputó a los primeros tres detenidos el haber golpeado y asfixiado a Diego hasta provocarle la muerte, delitos por los que se negaron a declarar.
A pesar de que eso significaba un paso adelante en la investigación y que el fiscal pidió al día siguiente de los arrestos su detención formal a la justicia de Garantías de La Matanza, los familiares y amigos de la víctima e integrantes de agrupaciones piqueteras volvieron a marchar para reclamar Justicia y otra vez lo hicieron llenos de furia.
La marcha partió a las 12.20 de la plaza central de San Justo, cuando los padres de Diego llegaron en tren desde Gregorio de Laferrere, acompañados por unas veinte personas con una pancarta que pedía “Cárcel a los policías asesinos de Diego”.
Cuando la movilización llegó hasta los Tribunales de La Matanza, donde funciona la Fiscalía General, los esperaba un grupo de veinte policías mujeres como una manera de mostrar que no existía una intención de reprimir a los manifestantes.
El operativo, diseñado por un comité de crisis del Ministerio de Seguridad y comandado por el aquel entonces flamante jefe de la policía provincial, Iglesias, consistió en una segunda línea de oficiales con armas largas antitumultos, una tercera línea de Caballería y una cuarta línea de agentes con perros.
Los disturbios comenzaron cuando Raúl derribó las vallas de contención que la policía había colocado frente a los Tribunales exigiendo que liberen a los detenidos porque, según él, no tenían nada que ver.
Es que el detenido Jorge se trataba del testigo que propuso la familia de Diego y el único que declaró como la policía persiguió y se llevó a la víctima en un patrullero la noche del crimen.
En ese momento, algunos manifestantes empezaron a atacar a piedrazos el edificio, mientras piqueteros trataban de abrirse paso entre los policías, que los contuvieron con sus escudos.
Los manifestantes arrojaron palos y piedras e hirieron a dos policías de la Dirección de Infantería de Pilar. Uno fue golpeado por un ladrillo y debió ser trasladado al hospital Churruca.
Hubo un momento de máxima tensión, en el que sonó un disparo o una bomba de estruendo. Luego, Iglesias ordenó "resistir y replegar" por lo que los efectivos cerraron las puertas de la sede.
“¡Asesinos! ¡Asesinos!”, gritaban los manifestantes, integrantes del Frente de Trabajadores Combativos (FTC) -vinculada al Movimiento al Socialismo, de la que formaba parte Diego, y en la que militan sus padres y hermanos-, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) y el Polo Obrero (PO). También se vieron banderas del Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) y el Partido de Trabajadores Socialista (PTS).
Las protestas continuaron hasta que el fiscal general recibió al padre y dos hermanos de Diego, mientras que la Policía Montada se quedó detrás del portón trasero de los Tribunales sin intervenir en los incidentes.
Los funcionarios judiciales tuvieron que dar explicaciones frente a la prensa y los familiares de la víctima. Los padres de Diego prácticamente no dejaron hablar al fiscal del caso ya que insistieron una y otra vez en que a su hijo lo mató la policía y que las detenciones sólo servían para cerrar la causa y ocultar a los efectivos asesinos.
“Hay tres testigos que vieron que a Diego la noche del crimen lo metieron en un patrullero y uno de ellos está detenido", protestó Raúl, a lo que el fiscal del caso respondió que tenía las pruebas suficientes para elevar la causa a juicio pero que se sentía indignado porque no le dejaban explicárselo.
Durante la inusual reunión, el fiscal general dijo que todavía no descartaba ninguna hipótesis y los Lucena le pidieron una lista con los nombres de todos los policías que estuvieron la noche del crimen en la comisaría de San Carlos y exigieron que aparte de la causa al fiscal de instrucción.
El encuentro finalizó cuando el fiscal general les dijo a los padres de Diego que volvieran al día siguiente para darles los nombres de los policías que estuvieron de guardia en la seccional.
Tras la manifestación, que no alcanzó a ser tan violenta y destructiva como la que se llevó a cabo frente a “Invasión”, el accionar de la policía durante el operativo fue elogiado por los funcionarios políticos del gobierno bonaerense.

III

¿La calma?
El día después de los incidentes ocurridos en Isidro Casanova, el Ministerio de Seguridad difundió un comunicado en el que dejó en claro cuál era su postura frente a la muerte de Diego: el joven fue asesinado por una patota.
Pero, a su vez, para calmar los ánimos de los vecinos, que seguían señalando a la policía como responsable, desde la cartera de informó que dos efectivos de la seccional de San Carlos, quienes la madrugada del crimen estaban en la misma disco, habían sido echados de la fuerza luego de ser hallados borrachos detrás de “Invasión”.
Sin embargo, el comunicado de Ministerio aclaró que el crimen del joven y la sanción disciplinaria de los policías fueron dos hechos distintos a pesar de que ocurrieron en el mismo lugar y a la misma hora.
Los policías sancionados que tenían que custodiar la zona y no respondieron los llamados por radio que les hacían desde la comisaría. Por eso enviaron otro móvil en su búsqueda y fue cuando encontraron el patrullero estacionado en el patio trasero del boliche.
Al acercarse, los policías observaron que uno de los efectivos estaba adentro, dormido y ebrio.; y el otro acaba de ser echado del local, también borracho, por el personal de seguridad porque también había provocado desmanes.
Por otro lado, la información oficial sembraba dudas sobre el padre de Diego al afirmar que Raúl tenía “antecedentes judiciales por su participación en los saqueos a comercios ocurridos en diciembre de 2001”.
Al conocerse ese dato, Santiago, un hermano de la víctima, aseguró que Diego era del Frente de Trabajadores Combativos y comparó su muerte con la de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, asesinados por la policía en Avellaneda durante una protesta en el Puente Pueyrredón ocurrida el 26 de junio de 2002.
“A Kosteki y Santillán los mató la policía por ser luchadores sociales. A Diego también lo mató la policía y también era un luchador social”, dijo Santiago.
Por la denominada “Masacre de Avellaneda”, dos efectivos policiales fueron condenados en 2005 a reclusión perpetua por “doble homicidio calificado”.
En tanto, los padres de Diego se reunieron luego con el fiscal general de La Matanza para pedirle que se investigara el accionar policial.
La promesa que recibieron los familiares y su abogado fue que no se iban a descartar ninguna hipótesis y que la pesquisa iba a pasar a la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza, es decir, fuera de la jurisdicción de la Jefatura que es la que tenía bajo su órbita a la comisaría de San Carlos, cuyos efectivos estaban en la mira y, uno a uno, declararon como testigos en la causa.

II

La furia
Los familiares y amigos de Diego no estaban conformes con como marchaba la investigación del crimen del joven. Ellos sostenían que los responsables eran los policías de San Carlos que la noche del asesinato estaban patrullando los alrededores del boliche “Invasión”.
Por esa razón, los allegados a la víctima e integrantes de distintos grupos piqueteros salieron a marchar la semana siguiente al crimen por las calles de la localidad de Isidro Casanova.
La protesta comenzó a las 11 frente al local bailable y estuvo encabezada por los padres de Diego, Raúl y Silvia, y el grupo de amigos más cercanos al joven.
Encolumnados detrás, marcharon residentes de la vecina localidad de Gregorio de Laferrere, donde vive la familia Diego, y decenas de jóvenes que portaban banderas y pancartas de grupos piqueteros y políticos como el Polo Obrero, el Movimiento Social de los Trabajadores (MST) y el Partido de los Trabajadores Socialista (PTS).
Primero, los jóvenes exigieron Justicia a los gritos y realizaron pintadas con aerosol en las paredes del boliche pero la situación comenzó a descontrolarse cuando algunos lograron forzar las rejas del local e ingresaron al predio.
Los violentos se taparon las caras con pasamontañas y destruyeron a palazos todo lo que encontraron a su paso: espejos, luces y bafles. Aprovechando el descontrol, un grupo de chicos saqueó un quiosco que hay dentro del local y robaron golosinas, cigarrillos y dinero de la caja.
En medio de los destrozos y saqueos uno de los manifestantes tomó un aerosol y con un encendedor creó una especie de lanzallamas casero con el que empezó a incendiar las barras del boliche donde se venden los tragos. En cuestión de minutos, el local entero quedó envuelto en llamas.
Mientras el local bailable ardía llegó un patrullero Fiat Siena y una camioneta de la comisaría de San Carlos y antes de que los efectivos policiales intentaran frenar la furia de los manifestantes, éstos comenzaron a tirarles piedras de todos los tamaños que iban encontrando en la calle.
Los dos agentes que iban en el Siena fueron alcanzados por las piedras por lo que se subieron a la camioneta policial y escaparon del lugar abandonando el móvil. Esta oportunidad fue aprovechada por los enardecidos manifestantes quienes se apoderaron del patrullero, le rompieron los vidrios, entre varios lograron volcarle y finalmente lo prendieron también fuego.
“Llegaron con aerosoles e incendiaron todo. Un vecino llamó a la policía y cuando llegó el patrullero fue peor”, contó un vecino que tenía un taller de GNC al lado del local bailable.
Por su parte, Adrián, uno de sus integrantes del Polo Obrero, opinó: “Entendemos la bronca de la familia. Nosotros la acompañamos, pero no participamos de los destrozos. Eso sí: que llegara un patrullero fue una provocación”.
Cuando llegaron los bomberos de la zona arribaron al lugar de los incidentes, lograron apagar las llamas pero el patrullero ya estaba totalmente destruido. A pesar de ello, hubo gente que empezó a desarmarlo e, inclusive, un hombre con una llave cruz logró aflojar las tuercas y se llevó las llantas del vehículo.
En tanto, mientras unos chicos saltaban arriba del techo de lo que quedaba del Siena –que había sido dado vuelta por los revoltosos- otro hombre abrió el capot y se llevó algunas piezas del motor.
Mientras ocurría estos destrozos que fueron transmitidos en vivo y en directo por los principales canales televisivos de noticias, otro grupo de manifestantes cortaron la Ruta 3 a la altura de la avenida Marconi, a 200 metros de la disco, donde se encontraban los familiares de Diego, entre ellos, la mamá, que llevaba en sus manos una foto del joven.
Dos horas después de que los manifestantes cortaran la Ruta 3, 15 camionetas de la Jefatura Departamental La Matanza, con más de 30 policías, llegaron a la puerta de “Invasión” y comenzaron a disparar al aire. En el lugar había gente que desarmaba y se llevaba las maderas que adornaban el frente del local bailable.
Pasadas las dos de la tarde la protesta finalizó, pero, a raíz de los incidentes, la familia Diego decidió no ir a manifestar ante la comisaría de San Carlos, que estaba vallada y custodiada por más de 30 hombres del Cuerpo de Infantería.

La muerte de Diego

Diego era un joven de unos 20 años, que a mediados de junio de 2004 integraba un grupo de piqueteros. Y, como la gran mayoría de los desocupados de la Argentina, vivía de los ingresos provenientes de los planes de asistencia social del Estado.
La última noche del otoño, fue a bailar junto a sus amigos al “Invasión”, ubicado en la localidad bonaerense de Isidro Casanova, partido de La Matanza, en la zona oeste del Gran Buenos Aires.
Dentro del local bailable el joven mantuvo una pelea con otros muchachos, por lo que los empleados de seguridad del lugar lo echaron del establecimiento. Poco después, alrededor de las 7 de la mañana, Diego apareció muerto a unas tres cuadras del boliche.
Según los primeros resultados de la autopsia, el chico había sido brutalmente golpeado en la cabeza con un ladrillo o con una piedra y había muerto por ahorcamiento.
De inmediato, la familia de la víctima acusó a los policías de la comisaría de San Carlos de asesinar al joven. Sin embargo, la Justicia no contaba con las pruebas suficientes para incriminarlos.
"El cuerpo de mi hijo tenía la cabeza toda golpeada, la cara quemada con un cigarrillo y en las muñecas le quedaron las marcas de las esposas. En la morgue me dijeron que lo mataron para asaltarlo, pero la policía me dio 22 pesos que Diego tenía en el bolsillo", contó Raúl, padre del joven muerto.
En tanto, desde el Ministerio de Seguridad bonaerense se inclinaban por la hipótesis de que el homicidio fue cometido por un grupo de jóvenes con los que la víctima se había peleado momentos antes dentro de la disco.
Por otro lado, el amigo que acompañó Diego a “Invasión” declaró ante el fiscal del caso y sostuvo que cuando los echaron del boliche, vio a la víctima corriendo por la calle detrás de uno de los jóvenes con que se había peleado momentos antes y que los seguía un patrullero.
El instructor judicial dijo que el testigo aseguró que “él no corrió y, cuando se asomó a la esquina, ya los había perdido de vista” aunque indicó que también contaba con otros testimonios que señalaban que el perseguido era Diego.
El fiscal precisó que el amigo no fue perseguido ni tampoco corrió detrás de Diego sino que “dijo que se volvió a la casa porque tenía miedo de la policía”. Sin embargo, en Villa Giardino, barrio de Diego, los vecinos aseguraban que el testigo había sido “apretado” por los policías para que en su declaración no los involucrara en el hecho.
Con este testimonio, la principal hipótesis que manejaba la fiscalía por aquel entonces era que Diego había sido asesinado a golpes durante una pelea que mantuvo, en inferioridad numérica, con el mismo grupo de jóvenes con los que se había enfrentado en el boliche.
El amigo de Diego fue el único que habló sobre la participación policial mientras que la versión aportada por otros siete jóvenes -cuatro hombres y tres mujeres- que se dirigían a la discoteca era diferente.
Según el fiscal, los testimonios coincidieron en que a Diego lo perseguía un chico y, más atrás, corrían cuatro o cinco. Luego, los asesinos alcanzaron a la víctima a cinco cuadras del local bailable y le pegaron hasta matarlo.
Una mujer de 70 años, que sufre de insomnio, vio la pelea. Le dijo al instructor judicial que no llamó a la policía porque no tenía teléfono y porque en la zona son habituales esas riñas.
Pero la investigación del caso recién comenzaba y los pesquisas no descartaban ninguna hipótesis; ni siquiera la posibilidad de que a Diego haya sido víctima de una patota que robaba en la zona.
Esta tercera conjetura se basaba en que antes del hallazgo del cadáver y, cerca del boliche, entre cinco y seis jóvenes asaltaron a otro muchacho a quien golpearon y le robaron las zapatillas.

X

Desprecio por la vida
La Justicia de San Isidro finalmente condenó al empresario Cozza a 25 años de prisión por considerarlo autor penalmente responsable del delito de “homicidio simple” en perjuicio del joven Marcos.
Para acodar aplicarle al imputado la máxima pena prevista para ese delito, el tribunal, en un fallo unánime, se basó, principalmente, en los siguientes argumentos:
-Impulsado por un entorno de poder igual de delirante o violento, de tinte mafioso, conocedor de la impunidad, que impone sus propias reglas, pero que claramente entiende, dirige y acomoda la realidad a su gusto, con pleno conocimiento de la ilegalidad de su conducta y la comprensión de las normas de convivencia y legales violadas a su antojo, Cozza es imputable y no existió ningún justificante que le permita eludir una condena.
-“¿Cómo no pudo ver Cozza que lo que hizo cuando persiguió a Marcos estaba mal? ¿Cómo hizo para ver correctamente y entender lo que hacía para ganarle el juicio a la petrolera Esso? ¿Es posible que quien obtuvo un capital como el que ganó Cozza pueda vivir en una fantasía o en un delirio? Cuando formuló sus últimas palabras, Cozza realizó un sugestivo relato en el que no se refirió sobre sus investigaciones religiosas, ni a las palomas, ni a Galileo Galilei.
-Cozza actuó con desprecio hacia la vida humana, debido a que disparó contra el remise en el que viajaban varias personas, sin siquiera conocer a algunas de ellas, a lo que debe sumarse la nimiedad del móvil que lo llevó a actuar como lo hizo. Empleó munición KRD, prohibida, del tipo que perfora chalecos antibalas y vació el cargador del arma; factores, en conjunto, que dejan traslucir que se trata de un individuo portador de una personalidad al extremo peligrosa, que no mostró el mínimo arrepentimiento por la conducta que desplegó.
Además, el tribunal resolvió que el dueño de Dallas debía pagar 656.420 pesos a la familia de Marcos como resarcimiento por el daño causado.
Tras conocerse el fallo, la fiscal de juicio se mostró muy satisfecha con los fundamentos pero no con la pena, mientras que la defensa, insatisfecha, adelantó que iba a recurrir a casación para atenuar la condena.
Por su parte, los padres de Marcos estuvieron callados durante la última audiencia, la mujer con la cabeza gacha y los ojos cerrados y el hombre con la vista puesta en los jueces del tribunal; por momentos se tomaron de las manos y sólo se levantaron una vez para ir al baño.
Hasta que se conoció el veredicto y ahí se pusieron de pie y se abrazaron con sus otros hijos que habían permanecido parados, nerviosos y expectantes.
Cuando salieron, en las escaleras de los tribunales, se abrazaron nuevamente y la emoción les volvió a ganar. En ese momento, un aplauso cerrado copó el hall del edificio y a cada paso que daban una persona se les acercaba para darles ánimo y manifestarles su apoyo.
“Me voy en paz porque tengo al asesino de Marcos a pesar de lo que nos han hecho. Está preso como deben estar todos los asesinos”, dijo Nelsa con la voz entrecortada mientras que su esposo señaló: “Lo que marcó la Justicia está bien: hay un asesino menos en la calle”.
Ante la consulta sobre la ausencia de Cozza en la sala, el padre de Marcos respondió: “No tuvo cojones para escuchar la condena”.
Luego, todos los familiares juntos marcharon cinco cuadras hasta la Catedral de San Isidro y en el camino pasaron por la puerta de la Municipalidad donde los esperaba el intendente. El funcionario los recibió con un abrazo. La caminata terminó cerca de las 13 cuando se llevó a cabo una misa en honor a la memoria de Marcos. Fue muy emotiva ya que todos los asistentes rezaron no sólo por el joven asesinado por Cozza sino por todos los chicos muertos y cuyos crímenes siguen impunes.

AA
Diciembre 2005

IX

Una dura acusación
Cozza reapareció en la sala de audiencias donde se le seguía el juicio por el crimen de Marcos a mediados de noviembre, cuando comenzaron los alegatos de las partes. Atrás había quedado su ausencia por estrés y las decenas de testigos que, uno a uno, complicaron la situación del imputado.
La fiscal de juicio fue la primera en exponer sus argumentos de por qué el acusado debía ser condenado. Mientras la representante del Ministerio Público hablaba, el imputado, vestido con un impecable traje, se acomodaba permanentemente los anteojos. Pero, esta vez, su hermano no estuvo presente en la sala para acompañarlo.
“Durante 50 cuadras, el acusado persiguió con su camioneta al remise y, al amparo de la oscuridad y con total desprecio por la vida, disparó 14 proyectiles del tipo que perforan chalecos antibalas contra el vehículo”, argumentó la fiscal, que precisó que Cozza “eligió el lugar más desolado para disparar, una verdadera boca de lobo. Un sitio que colocaba a las víctimas en un mayor estado de indefensión y al victimario en un lugar de mayor impunidad. El imputado siempre evidenció desprecio hacia sus semejantes, a quienes consideraba insignificantes e inferiores”.
Para la fiscal, “el restaurante Dallas fue un búnker donde, minutos después del homicidio, se puso en marcha un operativo para tratar de despegar a Cozza” y cuestionó los métodos utilizados por los abogados de la defensa que “intentaron plantar pruebas”.
También se refirió al hermano del imputado, sobre quien expresó: “Denunció un complot, pero quedó probado que no hubo ninguna irregularidad”.
Así, la fiscal encontró a Cozza “autor materialmente responsable de homicidio simple en concurso real, con homicidio simple reiterado en grado de tentativa en cuatro oportunidades” y por esos delitos pidió que se lo condenara a una pena de 36 años de prisión.
La representante del Ministerio Público consideró como agravantes la falta de arrepentimiento de Cozza y el “insignificante móvil que, por una cuestión narcisista, lo impulsó a disparar contra cinco personas” y afirmó que el acusado era imputable debido a que “se comprobó que fue autor de los disparos, que comprendía sus actos, que fue una acción ideada y planeada para matar”.
Luego del alegato de la fiscalía, fue el turno de alegar a los abogados de los padres de Marcos que pidieron para el empresario la pena de reclusión perpetua.
Mientras que los representantes legales de Gisella y Paula solicitaron una condena de 10 y 20 años respectivamente por el delito de tentativa de homicidio.
Por su parte, la defensa solicitó que al imputado se lo condene por “homicidio culposo”, al tiempo que planteó nulidades, pidió cuatro falsos testimonios y solicitó la absolución por los delitos que le atribuían en base al beneficio de la duda por duda, además de esgrimir el supuesto principio de inimputabilidad.
Los intentos de la defensa por demostrar la inocencia no hicieron más que desesperar los ánimos del imputado, que decidió al final de los alegatos hacer uso de sus últimas palabras. “Péguenme un tiro en la cabeza”, le gritó Cozza al tribunal y señaló: “Somos (por él y su hermano) humildes trabajadores. No tenemos el poder. Si lo tuviéramos, yo no estaría acá”.
Luego, el imputado, al igual que su hermano, se refirió a la “persecución política” de la que son víctimas y responsabilizó de esa supuesta caza al intendente y un ex juez de San Isidro.
“Cuando teníamos la estación de servicio, para obtener la habilitación teníamos que coimear a la Municipalidad. Pero como no lo hicimos, nos empezaron a perseguir políticamente”, indicó Cozza y añadió: “Cuando se enteraron de que éramos los dueños, nos persiguieron de nuevo. La guerra fue implacable”.
“Lamento lo que pasó, pero no tengo nada que ver”, concluyó el acusado entre lágrimas, aunque a esa altura de muy poco le servía mostrar arrepentimiento.

VIII

Lo primero es la familia
La estrategia de la defensa de Cozza primero fue lograr la inimputabilidad del empresario. Pero el ver ese intento frustrarse, el plan se basó en tratar de probar un complot en contra del imputado. Y para ello, los abogados recurrieron al hermano del acusado.
El mayor de los Cozza entró a la sala de audiencias vestido con traje y remera, ambas prendas de color negro, llevaba sus anteojos de leer sobre la cabeza y bajo el brazo una carpeta marrón y una bolsa de papel con unos casetes de video. Caminó hacia la silla reservada para los testigos sin mirar hacia donde estaba sentada toda la familia de Marcos y llevó a cabo un relato de casi tres horas en el que elaboró la teoría del complot en contra de su hermano.
Según dijo el testigo, los responsables de ese complot fueron un ex juez federal de San Isidro, el fiscal que instruyó la causa, su ex abogado, la Municipalidad de San Isidro, la DDI de ese partido y el dueño del restorán Kansas, su principal competencia.
“Yo supe que todo era un complot cuando al día siguiente del crimen vino un policía a mi restaurante y preguntó por mi hermano. Hasta ese momento los únicos que sabían que los Cozza tenían que ver con Dallas eran los policías. El apellido Cozza estaba prohibido en San Isidro. Con mi hermano nos hacíamos llamar Perlini. Nos metían demandas por cualquier cosa. Algunas, impulsadas por los dueños de Kansas y otras, por el intendente de San Isidro”, expresó el testigo.
También trató de echar por la borda los peritajes balísticos que incriminaban a su hermano al sostener que después del crimen, él tiró dos pistolas 9 milímetros que eran del acusado al Río de la Plata y así aseguró que las armas que la policía secuestró en su casa de la calle Santa Rita eran de su propiedad.
Respecto de los 35 mil dólares que le pagó al remisero para que se extrajera la bala de su cuerpo, el testigo aseguró que lo hizo para demostrar la inocencia de su hermano y que tras la operación, un subcomisario le dijo que el fiscal había cometido irregularidades en la custodia de ese proyectil.
Los dichos sobre las supuestas irregularidades que mencionaban al subcomisario llevaron a que la fiscal de juicio sometiera al policía a un careo con el testigo.
-Dejá de lado al fiscal. Si él no te ordenó que cambiaras la bala, ¿hubo algún jefe tuyo que dijo que lo hicieras?- le dijo el hermano de Cozza al subcomisario.
-No, nadie me ordenó que cambiara ninguna bala.
La teoría del complot propuesta por el testigo era una farsa y se terminó por desestimar por completo cuando los jueces decidieron no exhibir el video que contenía las imágenes de las supuestas irregularidades cometidas en la extracción de la bala del cuerpo del remisero.
-¿Por qué me hicieron esto?- dijo, entre lágrimas, el hermano del imputado de cara al presidente del tribunal -Era la última prueba que me quedaba. Mi hermano es inocente.
Al finalizar la audiencia, los padres de Marcos calificaron la declaración del hermano de Cozza como “digna del realismo mágico de García Márquez”.
“Lo que él tiró fueron armas equivocadas. Creyó que tiraba las que usó el hermano y tiró la que no había sido usada. Cuando fue la policía secuestró el arma que había usado su hermano. Por eso Cozza está tan loco, porque su hermano lo mandó preso. Y por eso el hermano está tan loco, porque lo sabe”, opinó el padre de la víctima.

VII

¿Loco o se hace?
El juicio a Cozza por el crimen de Marcos entró a principios de noviembre en una etapa decisiva cuando se empezó a tratar la salud mental del único imputado. La estrategia de la defensa seguía siendo tratar de demostrar que el empresario había actuado bajo emoción violenta ya que padecía desórdenes psicológicos y neurológicos para lograr que los jueces lo declaren inimputable.
Los cinco peritos oficiales del Cuerpo de Medicina Legal de la Policía Federal que habían entrevistado al acusado en 2003 declararon que Cozza, en principio, había comprendido la criminalidad de sus actos aunque dejaron márgenes de duda sobre la salud mental del imputado ante estimulantes como el alcohol, las drogas o un estado de ira.
Las declaraciones de estos testigos no fueron contundentes para la fiscal de juicio pero una perito de la querella terminó por apoyar la acusación.
En el mismo sentido declaró otro perito de parte, un ex jefe de la Asesoría Pericial de San Isidro y asesor criminalístico del Ministerio de Justicia, que sostuvo que Cozza era “un psicópata y no un psicótico”. Y para la Ley eso significaba que era imputable.
Por el lado de la defensa, dos amigos de Cozza aseguraron que el empresario sufrió secuelas psicológicas tras un accidente de tránsito que lo había desfigurado hacía muchos años y contaron que en los últimos tiempos se emborrachaba todas las noches con el objetivo de delinear en el imputado un perfil de demente y borracho.
Y la última carta que les quedó a los abogados del empresario fue el testimonio de su perito, un psiquiatra forense que afirmó que Cozza era un “psicótico esquizoparanoide”, pero fue el único experto que sostuvo la hipótesis de la inimputabilidad, demasiado poco para convencer al tribunal.

VI

Contra las cuerdas
Julio trabajaba al momento del crimen de Marcos en una remisería situada sobre avenida Del Libertador y cuando se sentó frente al tribunal dejó a Cozza contra las cuerdas ya que el testigo aseguró que vio cuando desde una camioneta baleaban el auto en el que viajaba la víctima y cómo ambos vehículos chocaron tras los disparos. El hombre señaló la marca, el modelo, el color y hasta el tipo de llantas de la 4x4 a la que luego reconoció en fotografías.
Luego, el primer policía de la comisaría de Béccar en acudir al lugar del hecho declaró que escuchó a las víctimas sobrevivientes del ataque mencionar como sospechoso al “dueño de Dallas” y que las dos jóvenes le dijeron que lo habían reconocido como el conductor de la 4x4. El efectivo dijo también que Gisella tenía “mucho miedo de declarar, porque estaba su hermano de por medio y temía que perdiera el trabajo”.
Pero los golpes a Cozza no sólo fueron efectuados por testigos pedidos por la querella o la fiscalía de juicio sino por los propios solicitados por la defensa del imputado como otro oficial de la policía bonaerense que fue el encargado de las inspeccionar el local gastronómico del acusado.
Según los abogados del imputado, el policía había declarado durante la instrucción que la noche del crimen fue a cenar con amigos a Dallas y vio a Cozza en otra mesa con un grupo de gente y que estaba acompañado por una mujer de pelo rubio –no castaña como Paula- mientras que al momento de declarar ante el tribunal dijo que no recordaba haber estado en el restorán por lo que la defensa pidió el procesamiento del testigo por falso testimonio.
Una de las jugadas que le quedaba a la defensa era la de declarar ilegal el allanamiento que la policía realizó en la casa de los Cozza y donde se secuestró el arma con la que asesinaron a Marcos. Sin embargo, un civil y dos policías de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro declararon ante el tribunal y afirmaron que el procedimiento fue realizado sin cometer ninguna irregularidad.
En la audiencia siguiente, dos peritos balísticos de la policía ratificaron ante el tribunal que las balas extraídas del remise en el que viajaba la víctima y su chofer fueron disparadas por el arma secuestrada en la casa de Cozza.
A pesar de la contundencia del testimonio de los peritos balísticos, la defensa denunció que se habían cometido irregularidades con el proyectil extraído al remisero al cuestionar que esa bala no fue debidamente preservada y custodiada porque el sobre donde fue colocada no fue lacrado, sino pegado con un adhesivo que tarda en secarse, por lo que permite despegarlo. Sin embargo, varios testigos declararon luego que todo el procedimiento había sido realizado correctamente.

V

Más complicado
Todas hieren, la última mata. En ese sentido se podría decir que la declaración de “Roby” derribó la coartada de Cozza y las que le siguieron la enterraron definitivamente. Entre esas posteriores testimóniales que fueron claves en el juicio por el crimen de Marcos, estuvo la de una mesera de Dallas.
La testigo relató cómo la noche del homicidio el acusado decidió echar del restaurante a un grupo de jóvenes: “Mientras miraba hacia la barra, donde había una pareja besándose, Cozza comenzó a gritar `¡Sáquenlos! ¡Sáquenlos!´. Estaba enfurecido, como si quisiera atacar a alguien. La supervisora intentaba contenerlo y les dijo a los chicos que se retiraran del local. Cuando el muchacho bajaba las escaleras se dio vuelta y le vi la cara. Al día siguiente, su foto apareció en los noticieros: era Marcos”.
La joven dijo que minutos después escuchó a la mano derecha de Cozza indicarle por handy al encargado del estacionamiento del local que preparara la camioneta del dueño porque iba a salir.
Por último, al ser consultada sobre la personalidad de los hermanos gastronómicos, la mesera de Dallas fue muy clara: “Con Cozza, o sos como él quiere o fuiste. Te mata”.
Finalmente, la tercera audiencia del juicio culminó con las declaraciones de la mano derecha del imputado y de la supervisora mencionados por la mesera. Ambos dijeron haber presenciado el momento en el que el acusado pidió que echaran del local a Marcos y sus acompañantes.
Sin embargo, los dichos del gerente fueron muy dudosos y dejaron abierta la sospecha de un posible encubrimiento a favor de Cozza, por lo que la fiscal de juicio pidió que lo procesaran al testigo por falso testimonio.
En la cuarta jornada del debate oral, otras tres empeladas de Dallas declararon que vieron al acusado abordar su camioneta momentos antes de cometido el crimen y perseguir a remise en el que viajaba Marcos.
Ante estos testimonios, la estrategia de los abogados del acusado se basó únicamente en tratar e demostrar que su cliente era inimputable ya que en el debate se había comprobado hasta ese entonces que Cozza estuvo en el lugar y al momento del asesinato de Marcos, y que, sobre todo, tenía un el móvil y la oportunidad.
Entonces, ante la irrefutabilidad de la prueba, la defensa del imputado sólo preguntó a las tres testigos sobre la supuesta compra de 100 palomas realizada por su ex jefe con el objetivo de exponer un libro sobre Cristo.
Para la fiscal de juicio, esa maniobra buscaba “embarrar la cancha” ya que los peritos psiquiátricos ya habían determinado que Cozza era un verdadero psicópata e imputable.

IV

Chau coartada
La coartada de la defensa de Cozza para evitar una casi segura condena por el crimen de Marcos comenzó a derrumbarse durante la tercera jornada del juicio cuando su ex amigo “Roby” cambió los dichos que había vertido durante la instrucción de la causa y favorecido al imputado.
Este testigo, un hombre de 46 años, flaco, alto y de bigotes, contó que la noche del crimen estuvo en Dallas unas cuatro horas antes de que asesinaran a Marcos y que Cozza llegó al restorán una hora después de que él a bordo de su 4X4, habló con unos amigos y que se fue a la una de la madrugada.
Antes, “Roby” había declarado que el acusado estuvo en Dallas hasta las cuatro y que desde allí se fueron juntos a su casa a tomar un café ya que tenían que viajar temprano hasta Pinamar.
Cuando la fiscal de juicio le preguntó al testigo por qué cambió su declaración, el hombre respondió que su “amistad se transformó en temor” y que, en un principio, no había sabido “cómo manejar la situación”.
“Cambié mi testimonio y decidí decir la verdad porque me secuestraron un hijo y porque recibí amenazas. La última vez que vi a Cozza fue en Mar del Plata, en un bar situado frente a la plaza Colón. Me dijo que le habían alquilado un departamento para poder refugiarse”, sostuvo el testigo.
Cuando le preguntaron por qué había declarado a favor del imputado durante la etapa de instrucción, el arrepentido dijo que el primer abogado de los hermanos Cozza le había dicho que así lo hiciera porque todo se trataba de un complot de las autoridades municipales de San Isidro.
El testigo dejó en claro que ya no era amigo de Cozza, a quien había conocido en la escuela secundaria y para quien luego manejó las RR.PP de Dallas. Según los dichos de “Roby”, por ese trabajo no percibió a cambio ningún sueldo sino, un automóvil marca BMW y un teléfono celular.
Seguro de lo que decía, el testigo luego relató como al día siguiente de cometido el asesinato de Marcos recibió un llamado a su celular de la mano derecha de los Cozza. “Me pidió que me reuniera urgente con ellos Hugo porque debían irse a Pinamar después de haber tenido un problema”, indicó.
El testigo agregó que antes de ir a buscar a Cozza pasó primero por el restaurante donde le entregaron 3.000 dólares para cubrir los gastos del viaje que debía realizar. Sin embargo, el plan iba a cambiar radicalmente.
“En el camino Cozza me exigió que lo llevara a Mar del Plata. Después se durmió y despertó en Lezama. Allí entró a un locutorio”, contó el testigo, quien dijo que al llegar a La Feliz se alojaron en el Hotel Cariló.
“En un momento quise encender la tele pero Cozza no me dejó. Se enojó y se fue a caminar. Pregunté qué era lo que pasaba y me reiteró que le querían hacer la cama”, explicó “Roby”, quien finalizó que volvió a Buenos Aires y ahí se encontró con el hermano del acusado y su abogado.
Casi un mes después del viaje a Mar del Plata, uno de los hijos del testigo arrepentido fue secuestrado en un confuso episodio que el hombre no relacionó con un hecho de inseguridad sino con los últimos acontecimientos ocurridos con los Cozza. “Lo tomé como un elemento de presión”, contó durante el juicio.
Pero las presiones no iban a ceder allí. En una ocasión, otro ex abogado del acusado, le pidió a “Roby” que presentara ante la Justicia un pedido de eximición de prisión porque lo iban a acusar de haber estado a bordo de la camioneta de Cozza durante el crimen de Marcos.
Según el testigo, una semana antes de declarar ante el tribunal, recibió un mensaje de una voz anónima en su teléfono celular que le decía que tenga cuidado con lo que iba a declarar. Al mismo tiempo, una casa abandonada situada al lado de la de “Roby”, en Vicente López, fue incendiada en dos oportunidades.
Tras estos hechos, el testigo fue a ver a la fiscal de juicio para rectificar su declaración y pedir protección. Según el hombre, la fiscal se la negó y le dijo que lo que tenía que decir que lo haga en el juicio. Y así fue.

III

Testigos pagados y con miedo
La segunda audiencia del juicio por el crimen de Marcos deparó varias sorpresas para todas las partes involucradas en el proceso a partir de los testimonios de Gustavo, el amigo de la víctima que estaba con ella al momento del hecho, y el remisero que conducía el vehículo atacado a tiros.
Por su parte, el imputado Cozza no estuvo presente en la sala ya que, sus abogados defensores argumentaron que todo el proceso generaba en su cliente un grado de ansiedad que lo perjudicaba.
En primer lugar, Gustavo contó que iba sentado detrás del asiento del conductor y que al momento del hecho escuchó a Marcos y a Paula decir que el que manejaba la camioneta desde donde provinieron los disparos era “El dueño de Dallas”.
Sin embargo, el testigo dijo que no pudo reconocer al hombre que los atacó a balazos porque al escuchar las detonaciones se agachó y cuando el automóvil detuvo su marcha vio a Marcos inclinado hacia delante ya muerto.
El amigo de la víctima también aportó un dato muy importante al confirmar que cuando se efectuaron los disparos hubo un choque entre la 4x4 y el remise lo que coincidió con lo acreditado durante la instrucción del caso en la que comprobó que la camioneta de Cozza había sido reparada después de aquella madrugada.
A su turno, el remisero contó que no pudo reconocer al hombre que desde una 4x4 atacó a balazos su auto de alquiler. “La camioneta emparejó la marcha, pero una voz interior me dijo que no mirara y no miré, para no involucrarme”, declaró.
A raíz del ataque, el remisero recibió un impacto de bala en el glúteo y debió ser intervenido quirúrgicamente para que le removieran el proyectil. Sin embargo, esa operación fue el eje de su declaración cuando el testigo afirmó que le ofrecieron 32.000 dólares para someterse a la misma.
“Una noche vi al hermano de Cozza en un programa de televisión en el que pedía que entregara la bala para poder probar la inocencia de su hermano. Como yo quería que me la sacaran, hablé con mi abogado para que se comunicara con Cozza y me pagara una operación. La intervención representaba cierto riesgo para mi vida y la quería hacer con médicos de confianza”, contó el hombre.
El testigo señaló que el dinero lo recibió su abogado y que 12.000 dólares fueron utilizados para pagar la operación que se llevó a cabo en un sanatorio privado de la Capital Federal, mientras que el resto de la plata quedó en su poder.
El remisero indicó que le extrajeron un proyectil de un glúteo y otro, por cuestiones de riesgo, no se lo sacaron. También dijo que había un tercero –que lo encontró en los pliegues de su panza- que se lo entregó el día del hecho a una persona en el hospital.
Ese proyectil extraído fue el que se sometió a peritajes balísticos que demostraron que coincidía con los hallados en la escena del crimen y en el arma incautada a Cozza. Por lo tanto, el acusado terminó pagando 32.000 dólares por una bala que finalmente lo incriminó aún más.
Antes de descender del estrado, el testigo dijo ante el tribunal que nunca decidió iniciar una demanda civil contra los Cozza porque se consideraba una persona católica cuyo deber era perdonar. Después se comparó con el papa Juan Pablo II, que perdonó a su atacante Ali Agca, y finalizó: “A mí lo que me importa es que estoy vivo, voy a la cancha y tengo a mi hija viva, luego de pasar por una operación de cáncer”.
Al escuchar esas palabras, Nelsa, presente en la sala de audiencias, le dijo: “Vos decís eso porque no te pasó lo mismo que a mí” . De inmediato, la madre de Marcos se descompuso y debió abandonar los tribunales para ser asistida por un médico de un servicio de emergencias.
Por su parte, el yerno del remisero no dudó en mostrar su sorpresa ante el reciente testimonio. “Nunca le dijo a la familia que había cobrado ese dinero. Estoy indignado. Hablé con mi esposa y mi suegra y me dijeron que les pidiera disculpas a los padres de Marcos”, dijo el hombre.
Por la tarde, la audiencia continuó con el testimonio de Leonardo, hermano de Gisella y quien manejaba una carpintería cuyo principales clientes eran los dueños de Dallas.
Este testigo aportó respuestas muy vagas al punto en que no pudo explicar por qué la madrugada del crimen llamó con su teléfono celular a uno de los encargados de seguridad de Dallas y colaborador de Cozza para preguntarle que acababa de sucederle a su hermana ya que la familia de Paula se había comunicado con él para contarle que las chicas habían tenido un accidente.
“Perdóneme, pero no me termina de cerrar su explicación. Ante un accidente de un ser querido se llama a la comisaría o al hospital, no al lugar donde uno trabaja”, le dijo uno de los jueces del tribunal.
Tras esa explicación ilógica, la fiscal de juicio pidió el procesamiento del testigo por falso testimonio y su detención aunque los integrantes del tribunal no hicieron lugar al pedido. Además, la instructora judicial denunció que tres testigos de identidad reservada que habían declarado contra Cozza estaban trabajando en el restaurante del acusado por lo que temía que no iban a querer declarar en el juicio contra su actual empleador.
Por último, la segunda jornada del juicio terminó con un careo entre el remisero y Gisella, en el que el hombre reiteró que escuchó a Marcos decir antes de morir que el conductor de la 4x4 que los perseguía era Cozza y que luego el joven sostuvo: “¿Y si paramos y aclaramos las cosas?”. Pero, según el testigo, las dos chicas dijeron que no.
El remisero precisó que la joven se negó a la sugerencia de la víctima porque no se quería meter en problemas con el trabajo de su hermano, lo que la joven desmintió durante el careo.
El hombre también contradijo a Gisella al sostener que ella también reconoció a Cozza como el conductor de la camioneta mientras que la muchacha volvió a negar haberlo hecho.

II

La otra
Luego de la declaración de Paula, por la tarde fue el turno de Gisella quien contó que la noche del crimen a ella y su grupo la echaron de Dallas por pedido de Cozza, a quien luego vio cuando iban por Libertador y apareció la camioneta, momento en que Marcos dijo que el conductor de ese vehículo era el dueño del restaurante.
Pero la segunda testigo dijo que en ningún momento pudo ver los rasgos fisonómicos del conductor de la camioneta, que sólo sintió los disparos como fuegos artificiales y que luego vio la sangre en la mano donde recibió un tiro.
Por otro lado, el abogado de Gisella presentó unas radiografías en las que aparece un proyectil en la mano izquierda de la joven. Según la testigo, horas después de la balacera un traumatólogo la operó en el hospital de San Isidro y le sacó el proyectil. Pero ni el secuestro de esa bala ni la mencionada operación, ni las radiografías aparecían en la causa hasta entonces.
El hermano de Gisella, Leonardo, era al momento del hecho y sigue siendo empleado de los Cozza para quienes trabaja como carpintero en el restaurante. Por esa razón y ante las vagas respuestas de la testigo, la fiscal le preguntó si él le había sugerido a ella que cambiara su declaración pero la joven respondió que no.
Antes las contradicciones de los testimonios de Paula y Gisella, la fiscal pidió que se llevara a cabo un careo entre ambas jóvenes en el que se mantuvieron en sus dichos aunque la primera de ellas sostuvo que su ex amiga la llamó días antes de comenzar el juicio para que se pusieran de acuerdo sobre sus declaraciones y, por otro lado, que su padre había recibido el sábado anterior una carta amenazante.
Después se supo que el padre de Paula también denunció que el hermano de Cozza le había ofrecido antes del juicio una suma muy importante de dinero en dólares a cambio de que su hija cambiara su declaración.
Durante toda la jornada, Cozza habló mucho con su abogado, gesticuló bastante, se mostró irónico y, en un momento, comenzó a aplaudir y a decir que la fiscal inducía con sus preguntas a una testigo por lo que fue severamente advertido por los jueces.
“No aguanto más; esto es insoportable. Escuchar las barbaridades que dicen estos tipos para defenderse es una locura. Yo a mi hermano lo cuidaba mucho y no puedo explicar lo que siento”, dijo Mariano, hermano de Marcos, presente en la sala.
“Cuando lo vi entrar a Cozza en la sala tenía ganas de pararme y de decirle cualquier barbaridad. A mi hermano lo mató este asesino que no le dio tiempo a nada. Ojalá que se pudra en la cárcel. Tengo una bronca terrible”, expresó el hermano de la víctima al retirarse de los tribunales al cabo de la primera jornada del debate.

Justicia para Marcos

El comienzo del juicio por el crimen de Marcos fue la primera vez que Cozza estuvo frente a frente con los padres de la víctima. Las audiencias comenzaron a mediados de octubre de 2005, en los tribunales de San isidro, ante una gran expectativa del público y de la prensa.
Fuertemente custodiado y esposado, vestido de traje color gris oscuro y camisa blanca, con sus anteojos y el pelo arreglado y más claro, el empresario gastronómico se sentó en el banquillo de los acusados con sus conocidos y constantes cambios en la expresión de su rostro. Por momentos se lo vio tranquilo y relajado como sabiéndose inocente o, por el contrario, consciente de su culpabilidad, y, por otros, con cara de loco.
Esto obedecía a la estrategia de sus abogados defensores, que intentaban demostrar que su cliente se trataba de una persona que supuestamente sufría de problemas psiquiátricos que, en definitiva, lo convertirían en un acusado inimputable.
Primero, el acusado respondió de manera distraída a las preguntas que le hizo el secretario del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 para acreditar su identidad.
Luego, las expresiones faciales de Cozza fueron cambiando de forma independiente al desarrollo de casi nueves horas de la primera audiencia del juicio oral en la que se destacaron los testimonios de las dos jóvenes que acompañaban a Marcos a bordo del remis atacado a balazos.
Paula, una mujer alta, vestida de jeans, saco blanco y botas de cuero marrones, relató que la noche del crimen fue la quinta vez que ella y su amiga Gisella habían ido a Dallas.
Contó que en esa ocasión, durante hora y media, Cozza le dio una especie de monólogo poco coherente y que, mientras intentaba seducirla, le ofreció trabajo como su secretaria. En medio de una conversación en la que se reía sin sentido, Paula dijo que el empresario le obsequió una copa de champagne y le contó que estaba escribiendo un libro sobre la vida de Jesús.
Esta última información reforzaba la hipótesis de la defensa respecto de la inimputabilidad del acusado por lo que uno de los jueces del tribunal y la fiscal de juicio, la interrogaron a fondo para romper la timidez con el que la muchacha estaba declarando.
El miedo de Paula era más que evidente y quedó reflejado cuando los jueces del tribunal le pidieron que mirara a Cozza para identificarlo y ella dijo que no se atrevía a hacerlo. Sin embargo, la joven señaló al imputado como el hombre que manejaba la camioneta desde la que los atacaron a balazos y dijo que lo vio cuando la 4x4 estaba detrás del auto en el que ella viajaba.
- Me di vuelta y vi que una camioneta nos perseguía. El que manejaba era el dueño de Dallas. Me lo dijo Marcos y lo vi yo. Luego, cuando llegamos a la parte donde la avenida del Libertador se ensancha, la misma camioneta se puso a la par del remís. Tenía el vidrio de la ventanilla semiabierto. Como es más alta no pude ver quién estaba y si la persona que manejaba tenía un arma. En ese momento escuché disparos.
Pero Paula aclaró que en el momento en que se efectuaron los disparos no vio quién disparaba porque la camioneta —a la que también reconoció a través de fotos que le exhibieron— se había puesto a la par del coche y el conductor quedó fuera de su campo visual.
-No sé cuántos disparos hubo. Fueron muy seguidos. Marcos me agarró del pelo para cubrirme. Cuando las detonaciones terminaron, tenía dos balazos en el pie y me faltaban varios mechones de pelo. Todavía sentía la mano fuerte de Marcos. Cuando logré incorporarme, Marcos estaba muerto, tenía tres balazos. Entonces, bajé del remise, miré a Gisella y le pregunté: ¿Lo viste? Era el dueño de Dallas, me respondió.
Finalmente Paula declaró: “Me peleé con Gisella porque en la comisaría no dijo lo que esa vez me dijo a mí”, refiriéndose al momento después del crimen de Marcos cuando las dos jóvenes estaban heridas en la vereda y entre ellas dijeron que el agresor era Cozza.
Respecto de la relación con el empresario gastronómico, Paula contó que ella y Gisella habían conocido al imputado algunas semanas antes de cometido el asesinato en Dallas, donde, a su vez, también vieron por primera vez a Marcos.
La joven indicó que mantuvo con la víctima una corta relación del tipo “amigovios” y no dudó en señalar que ése fue el móvil del crimen.
-¿Por qué cree que mataron a Marcos?- preguntó la fiscal.
-Porque lo vieron besándose conmigo.

VIII

Manotazos de ahogado
A mediados del mayo, la defensa de Cozza se jugó una de sus últimas cartas para tratar de demostrar públicamente que el empresario era inocente del crimen de Marcos. La jugada fue realizar un nuevo peritaje balístico en base a los dos plomos extraídos del cuerpo del remisero que trasladaba a la víctima y también resultó baleado en el mismo hecho.
Para los investigadores esos dos proyectiles correspondían a la pistola de Cozza que fue secuestrada poco después del crimen mientras que para la defensa del empresario no.
Al día siguiente de la intervención quirúrgica a la que sometieron al remisero, y sin conocer los resultados de las pericias balísticas, Cozza recibió un nuevo revés judicial cuando la Cámara de Apelaciones de San Isidro rechazó un pedido suyo de eximición de prisión.
Cozza, por su cuenta y sin decir nada a sus abogados, le envió una carta la Justicia de Garantías en la que insistió en su inocencia y que debía estar libre.
Ante esa situación, la Justicia entendió que el acusado estaba solicitando su liberación y se abrió un incidente para analizar el pedido que excarcelación que finalmente fue rechazado.
Cuando Cozza se notificó de la resolución, advirtió que ésta había sido "injusta" y por ello el trámite siguió su curso en la Cámara de Apelaciones donde ratificaron la decisión de Garantías.
Diez días después, el imputado fue trasladado al penal de Campana y a fines de mayo quedó a las puertas del juicio oral cuando los camaristas rechazaron un pedido el pedido de nulidad del allanamiento y captura del sospechoso presentado por una defensora oficial de San Isidro.
Por su parte, los peritos de la Dirección General de Policía Científica de la policía bonaerense determinaron finalmente que la bala extraída al remisero había sido disparada por la misma arma que mató a Marcos.
A pesar de que el hermano de Cozza dijo que toda la investigación era un fraude, el peritaje balístico duró más de ocho horas, fue presenciado por abogados y peritos de parte y resultó ser contundente en su resultado.
Pero la defensa siguió dando lucha en el terreno judicial y pidió la nulidad de los peritajes balísticos y de los estudios realizados en la camioneta del acusado.
Una vez más, la justicia de San Isidro, esta vez de la Garantías, rechazó a fines de julio esa solicitud por considerarla “improcedente”.
Las chicanas estaban a la orden del día, por eso, nadie se sorprendió cuando en la fiscalía que llevaba la causa llegó una nota anónima que señalaba que el dueño de Dallas sobornó a un camarista, a la policía, al remisero, a una de las amigas de Marcos y a un perito.
Se trató de la tercera denuncia contra Cozza que investigó la Justicia de San Isidro ya que primero surgió un incidente a partir de escuchas telefónicas en las que integrantes del entorno del imputado aparentemente planeaban hacer declarar a testigos falsos, y luego una testigo denunció presiones por parte del empresario para cambiar su declaración judicial.
En diciembre, la Cámara de Apelaciones de San Isidro confirmó el procesamiento con prisión preventiva de Cozza aunque también resolvió remitir parte de la causa a un fiscal de ese Departamento Judicial para que investigue si registraron irregularidades en los peritajes balísticos y en el levantamiento de proyectiles de la escena del crimen.
Para los camaristas, “los elementos de convicción escogidos y esgrimidos por el juez -introducidos por la pretensión fiscal- para alcanzar esta etapa del proceso aparecen suficientes para sostener, prima facie, que el imputado fue el autor”.
También dieron por probada la existencia, previa al homicidio, de un altercado entre Cozza y Marcos en Dallas y valoró testimonios que dieron cuenta de la posterior persecución en la camioneta, lo que posibilitó que las víctimas tuvieran una "sospecha razonable" de que el autor de los disparos pudo haber sido el dueño de Dallas.

Noviembre 2005
AA

VII

Con el delirio místico a la sombra
El lunes siguiente a su captura, Cozza fue trasladado desde Mar del Plata a San Isidro para quedar preso por el crimen de Marcos. Los investigadores judiciales lo esperaron con un cuestionario de 50 preguntas para hacerle durante la indagatoria.
Por su parte, el empresario gastronómico estuvo dispuesto a responder a todas las preguntas y se mostró supuestamente preso de un “delirio místico”, al punto que al ser consultado sobre cómo se había enterado de que era buscado por la Justicia respondió que se lo había dicho “Dios”.
La indagatoria duró más de dos horas en las que Cozza aseguró ser inocente y sostuvo que era víctima de un complot planeado y ejecutado por los políticos de San Isidro.
La estrategia de la defensa era demostrar que el acusado era inimputable por las respuestas de Cozza estuvieron marcadas por un discurso metafísico que hasta provocó risas entre algunos de los que presenciaron la declaración.
Es que el dueño de Dallas aseguró que Dios lo eligió para cambiar el destino de la humanidad y explicó que necesitaba tiempo para continuar con la redacción de un libro en el que se encerraba mensaje divino destinado a frenar y evitar la tercera guerra mundial.
Respecto a lo ocurrido la noche del crimen de Marcos, Cozza dijo que a la hora del homicidio él y su camioneta estaban en Dallas por lo que solicitó ser careado con los testigos que lo señalaban como el autor de los disparos.
El acusado también pidió la realización de nuevos peritajes sobre su vehículo y la pistola 9 milímetros de su propiedad.
Luego de escuchar el “mensaje divino” traído por Cozza desde “el más allá”, los investigadores judiciales no tuvieron más remedio que ordenar que el acusado sea sometido a un peritaje psiquiátrico.
Mientras tanto, el empresario gastronómico quedó alojado en una celda individual ubicada en subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDI) de Vicente López.
Una semana después, se realizaron los peritajes, que constaron de una resonancia magnética, una tomografía computada cerebral y a un examen neuropatopsicológico que estuvieron a cargo de peritos de la Policía Federal.
Antes de que se conocieran los resultados de los peritajes, los investigadores judiciales decidieron en los primeros días de abril procesar a Cozza con prisión preventiva por el homicidio de Marcos.
Los instructores de la causa sostuvieron que el sospechoso debía seguir detenido para evitar que turbara el desarrollo de la investigación del caso mediante una eventual fuga.
También le trabaron un embargo sobre sus bienes, incluyendo Dallas, hasta cubrir la cantidad suficiente para garantizar la pena pecuniaria, la indemnización civil y las costas del proceso.

VI

La captura
La captura de Cozza finalmente se produjo a mediados de marzo de 2003 durante un operativo nocturno realizado por agentes de Contrainteligencia de la SIDE cerca de un departamento ubicado en la ciudad bonaerense de Mar del Plata.
El presunto asesino de Marcos fue apresado a unas cinco cuadras de ese inmueble. Llevaba una peluca y anteojos negros y vestía un saco y pantalón sport de color oscuro. Los agentes lo interceptaron pero el sospechoso negó ser Cozza y les mostró un DNI falso.
Los investigadores de la SIDE habían localizado al empresario gastronómico unos diez días antes y descubrieron que había alquilado un departamento del edificio situado en Alberti 67, a una cuadra de Playa Chica, al tiempo que ya estaba averiguando para alquilar otro departamento para quedarse en abril.
La clave para ubicarlo a Cozza surgió por un error de Tony, el manager de Dallas, quien fue seguido por los efectivos de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro hasta un locutorio situado en la zona de Olivos.
Desde allí, el manager realizó una llamada en una cabina telefónica y uno de los policías de la DDI esperó a que se retirara y logró establecer había realizado una llamada de 26 minutos a un aparto de Mar del Plata.
Luego, los detectives averiguaron que ese teléfono había sido adquirido a mediados de febrero y, al analizar el tráfico de comunicaciones, determinaron que ese aparato se utilizaba con el siguiente patrón: la línea se prendía, se activaba, se hacía una llamada y se volvía a apagar, todo en determinados horarios.
Los investigadores sospecharon que podía tratarse del teléfono de Conzza y que era utilizado por el empresario para comunicarse con su entorno desde la clandestinidad.
Entonces, un grupo de agentes de la SIDE viajó a Mar del Plata y realizó una serie de escuchas telefónicas hasta que localizaron la celda del celular desde donde se activaba dicha línea.
Personal de la Dirección de Análisis de las Comunicaciones de la policía bonaerense procesó alrededor de 95.000 llamadas telefónicas realizadas por el prófugo y los integrantes de su entorno, y analizaron las llamadas entrantes y salientes de 320 teléfonos pertenecientes a los amigos de Cozza y a otras personas que hablaban con ellos.
Los detectives llegaron a la zona de Playa Chica y comenzaron la búsqueda. Un día antes de la captura, los investigadores ubicaron a una persona con características fisonómicas muy parecidas a las del prófugo.
Los agentes de la SIDE filmaron a ese hombre y compararon las imágenes con los identikits elaborados por los peritos de la policía científica y establecieron que se trataba de Cozza.
Al día siguiente, sabiendo que el joven que le hacía las compras no estaba, los agentes encubiertos esperaron a que el sospechoso saliera del departamento a comprar comida y lo capturaron.
“Perdí”, fue lo único que atinó a decir Cozza a los espías de la SIDE cuando lo colocaron las esposas.
Poco después, el hermano del sospechoso dijo: “Ahora que mi hermano está detenido estoy más tranquilo, porque se puso a derecho y porque se demostró que no lo protegía nadie”.
Por su parte, Nelsa, la madre de Marcos, no pudo ocultar su satisfacción al enterarse de que el presunto asesino de su hijo finalmente había sido arrestado luego de estar 57 días prófugo.
“¡Por fin mi hijo va a tener justicia!”, fueron las primeras palabras de la mujer, quien poco antes había anunciado que en dos días se iba a realizar una misa en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en San Isidro, al cumplirse dos meses del asesinato.
“Esto es un poco el triunfo de todos. Yo decía que lo que estaba haciendo Cozza era una burla a todo un país y a la Justicia. Y el que se burla la paga”, continuó la mujer.
Al día siguiente de su captura, Cozza fue trasladado desde la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de Mar del Plata ante el juzgado federal de esa ciudad para que declare por el caso de los DNI falsos.
“Dios castigará a los que me quieren condenar. Me hicieron una cama espectacular”, gritó el empresario mientras lo escoltaban decenas de policías.
Por otro lado, a más de 400 kilómetros de distancia, un millar de personas acompañó a la familia de Marcos en la misa programada en la misma parroquia que el joven asesinado había tomado su primera comunión cuando era un niño.

V

El más buscado
El empresario Cozza se convirtió a poco más de un mes en la persona más buscada por la policía de la provincia de Buenos Aires y en la principal preocupación de las autoridades políticas del área de Seguridad que terminaron por crear una unidad especial de agentes para que se dedicara exclusivamente a la captura del que se dedique exclusivamente a la búsqueda del prófugo
Se trataba de un grupo de 100 policías, no sólo de San Isidro sino también de otros distritos, que están especializados en este tipo de búsqueda.
La sospecha de los investigadores era que Cozza permanecía prófugo ya que junto a su hermano tenía muchos vínculos con personal de la Secretaría de Inteligencia Del Estado (SIDE), del Poder Judicial de San Isidro y el Partido Justicialista.
De todos modos, tantos los funcionarios judiciales como los policiales estaban confiados en que era una cuestión de tiempo detener al sospechoso, aunque no pensaban que esa misión iba a tardar tanto para concretarse.
Mientras tanto, el entorno de Cozza seguía desarrollando su plan de de defensa y Norber pidió la eximición de prisión a la Justicia de San Isidro que finalmente la rechazó.
Paralelamente al revés judicial, una comisión policial fue enviada a la ciudad correntina de Bella Vista debido a que un vecino señaló que había visto a Cozza por esa zona.
Los detectives comprobaron que se trataba de una persona de fisonomía similar a la del empresario buscado aunque continuaron con la búsqueda en ese lugar debido a que La Salada, localidad cercana a Bella Vista, figura como uno de los domicilios legales de la firma que aparecía como propietaria del terreno en el que funcionaba Dallas.
Sin embargo, a mediados de marzo, el propio Cozza rompió el silencio desde la clandestinidad y se río de los que los buscaban a través de una entrevista exclusiva a la agencia de noticias Télam donde sostuvo que no había asesinado a Marcos y que no pensaba entregarse a la Justicia por lo “esperaba una trampa”.
“Yo no soy un asesino que intenta eludir a la Justicia, soy un inocente condenado que trata de salvar su vida”, sostuvo Cozza, quien señaló que estaba “pero que preso” y que su estado de ánimo era “angustioso y temeroso”.
El empresario respondió desde la primera pregunta con citas bíblicas, como una manera de hacerse pasar por loco mediante un delirio místico, y aportó pocas precisiones sobre la noche que ocurrió el crimen.
Al ser consultado sobre que había ocurrido la madrugada del homicidio, el sospechoso respondió: “Yo no maté a ese muchacho. Los que armaron esta infamia actuaron con la rapidez de la serpiente y construyeron una hábil trampa para convertir a la mentira en una verdad contundente, sólida de pericias y pruebas. Soy inocente. Camino por el desierto al que fui arrojado con el único vestido de la esperanza y la fe”.
En tanto, a un mes antes de estas declaraciones, se sumó a la búsqueda el personal del Departamento de Contrainteligencia de la SIDE y los operativos se ampliaron hacia países limítrofes como Uruguay.
Más allá del esfuerzo, el lugar donde más cerca estuvieron de atraparlo fue en la ciudad correntina de Mercedes y en una estancia situada en los esteros de Iberá, donde los detectives llegaron dos días después de que Cozza se marchara.

IV

Cortina de humo
Mientras Cozza llevaba 13 días prófugo por el crimen de Marcos, su hermano trató de sembrar más pistas falsas para tratar de despistar a los investigadores cuando cuatro bombas de fabricación casera, tipo molotov, explotaron cerca de las 5.45 en su casa de Boulogne.
Por ese confuso hecho, el hermano del sospechoso sufrió lesiones diversas en su espalda y en un oído, y fue asistido en un sanatorio privado de Las Lomas, donde horas después fue dado de alta.
La supuesta víctima sostuvo públicamente que habían atentado contra su vida y que todo era parte de la “cama” que le estaban haciendo a él y a su hermano aunque los pesquisas creyeron que desde un principio que se había tratado de un auto atentado.
Según los investigadores, dos de las bombas molotov fueron confeccionadas con bidones de cinco litros de hidrocarburos y una mecha de tela cada una, y luego colocadas en el garaje, a los costados del Mercedes-Benz blanco del dueño de casa.
En tanto, la tercera bomba incendiaria –compuesta por el explosivo y un sistema de detonación del tipo pirotécnico- fue colocada sobre la ventana que daba a la calle.
Uno de los expertos en explosivos de la policía bonaerense revisó la casa de los Cozza y señaló que dicho artefacto no fue colocado para que la onda expansiva fuese en una dirección determinada.
Al momento de los estallidos, dentro de la casa descansaban el hermano de Cozza, su novia y la empleada doméstica, aunque él solo fue quien sufrió lesiones.
De acuerdo al parte médico, el hombre sufrió escoriaciones múltiples con una herida cortante mínima a la altura del omóplato derecho que fue suturada y quienes lo asistieron descartaron rápidamente cualquier otra patología.
El hecho tuvo tan escasas secuelas que parecía mínimo. De hecho las explosiones sólo provocaron daños en las dos ventanas, la caída de mampostería en las habitaciones vecinas y quemaron parcialmente la parte externa del Mercedes-Benz.
Por su parte, Norber, abogado de los Cozza, negó de plano que se tratara de un auto atentado y aseguró que el hermano del prófugo había recibido amenazas recientemente.
Además del letrado, ese mismo día fue Roby quien también denunció amenazas tras declarar a favor de Cozza ante la Justicia al asegurar que la noche anterior había recibido un llamado telefónico en la que una voz masculina lo amenazó de muerte por haber defendido a su amigo.
Pero la cortina de humo propuesta por el hermano de Cozza duró hasta que los primeros informes de los expertos en explosivos de la Gendarmería Nacional hallaron partículas de explosivos y restos de una mecha dentro de su maletín, por lo que no cabían dudas de que había manipulado el material de las bombas antes de que estallaran.
Además, los técnicos llegaron a la conclusión de que las heridas sufridas por el empresario habían sido provocadas por el roce contra un objeto duro y filoso y no por una explosión.