¿Dónde estaba la violencia?

Se había hablado tanto, pero tanto, de los potenciales incidentes y hechos de violencia entre hinchas rivales que, al final, las autoridades no se dieron cuenta que los violentos estaban dentro del campo de juego.
Al minuto de juego nomás, Villarreal fue amonestado por una fuerte falta a Gallardo. A los 4, López recibió amarilla por reiterados forcejeos con Schiavi; a los 11, Cascini por otro toque a Gallardo y a los 14, Rojas por foul a Barros Schelotto. Sólo cuatro minutos después de ser amonestado, Rojas le metió otro trancazo al “Mellizo” que no llevó sanción. Enseguida, Ameli le metió una patada descalificadora a Vargas. En apenas 20 minutos, los protagonistas del partido dejaron en claro que estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de no darle ventajas a su rival. Inclusive, mostraron la determinación de ir más allá del reglamento para conseguir su cometido.
Habían pasado 31 minutos de un partido jugado al estilo Diego “Cholo” Simeone: con el cuchillo entre los dientes. Mucha tensión, mucha pierna fuerte y, en consecuencia, poco fútbol. De pronto, la locura desenfrenada. Cascini salía de la zona defensiva de su equipo y se acercaba a la mitad del campo de juego, cuando Gallardo le pegó una patada desde atrás. El volante xeneize se paró e increpó al mediocampista de River, quien no dejó ni siquiera que se le acercara y le puso la cabeza para frenarlo.
Inmediatamente, el árbitro Claudio Martín los expulsó. Pero esas tarjetas rojas no hicieron más que volar por los aires los ánimos de los futbolistas. Cascini y Gallardo estaban tan descontrolados que le recriminaban a Martín por su decisión y, al mismo tiempo, intentaban pelearse nuevamente.
Algunos compañeros los separaban y varios quisieron tomarse a golpes con el primer rival que se les cruzó. En un momento, se notó claramente cómo Ameli lo tomaba a Abbondanzieri de la cabeza y hasta le tironeaba del pelo, cuando Gallardo apareció por detrás y le araño la cara del arquero, que recibió tres cortes en su rostro.
Ante esta situación, ingresaron al campo de juego los dos técnicos y sus ayudantes. Bianchi se mantuvo algo alejado del grupo mientras Astrada intentó separar. En la boca del túnel visitante, Hernán Díaz sostenía a Gallardo, totalmente fuera de sí, que quería reingresar a la cancha. "Soltame, soltame", le decía el futbolista.
Los empujones y las amenazas siguieron entre los jugadores. Todo fue un verdadero caos. En medio de toda la confusión, se vio a Gabriel Macaya, el preparador físico de River, tirado en el piso y con las manos se cubría el rostro.
En ese momento no se supo que le había sucedido. Luego, en los días posteriores y con las imágenes de la televisión se pudo ver claramente que Macaya había recibido un puñetazo en el rostro de Guillermo Barros Schelotto.
La gresca duró unos ocho minutos y al reanudarse el partido la pelea le hizo lugar a un juego violento. Sólo cuatro minutos después, Garcé le cometió una descalificadora falta a Vargas y vio la roja.
También hubo más gestos reprochables. Ameli “invitó” a Vargas a que le practicara sexo oral con un gesto mientras le decía "puto", y más tarde el propio defensor ayudó a levantarse a Barijho mientras le apoyaba el botín derecho en los genitales.
Tras el partido, Cascini acusó al “Muñeco” de incitarlo a la violencia: “Gallardo me vino a buscar porque yo estaba tranquilo. Me tiró un cabezazo y yo, como lo vi venir a Martín, retrocedí. Pero el árbitro hizo la más fácil y nos echó a los dos, aunque no supo decir por qué”.
Por su parte, Gallardo no habló sobre el incidente luego del encuentro, pero si lo hizo el entrenador de River, Astrada, quien defendió su dirigido: “Gallardo me dijo que no lo tocó a Cascini. Que solo bajó la cabeza cuando se le vino encima”.

Vericuetos judiciales

Un rato antes de que comenzara el partido, la Justicia había rechazado una acción de amparo a favor de los hinchas de River presentada por el abogado Enrique Piragini para que permitiera la presencia de la parcialidad visitante.
El magistrado Raúl García desestimó el pedido por “incompetencia de la Justicia Correccional” y “faltas normales”.
Piragini había sostenido en su escrito que “exigir al ciudadano que siga por radio a televisión el desarrollo de los partidos de fútbol resulta tan agraviante como imponer sexo virtual o cibernético frente al riesgo de contraer enfermedades”.
La oposición a la medida de que se jugara el partido con solo hinchas del equipo local fue tan grande que un grupo de legisladores pidió la renuncia de Javier Castrilli.
Se trató de un grupo de Diputados de la Unión Cívica Radical (UCR) que solicitó el mismo día del partido que el ex árbitro fuera removido de sus funciones en el Prosef.
Este proyecto llevaba la firma de Víctor Zimmermann y era respaldada por los legisladores Nelson Delajonquiere y Roberto Costa.
Zimmermann calificó las medidas de Castrilli como “lamentables” y exigió la renuncia del funcionario. “Si el titular del Prosef no puede hacer nada para garantizar el desenvolvimiento normal de los espectáculos deportivos debe renunciar y permitir la designación de nuevos funcionarios. Pedimos la renuncia del referido funcionario”, remarcó el diputado radical.

El primer chico

Desde el cabezazo de Fernando Cavenaghi que significó el triunfo millonario en la Bombonera el 16 de mayo, había una puñalada clavada en el corazón de Boca, y por eso los xeneizes estaban sedientos de revancha.
Carlos Bianchi, tenía bastante claro cuál era el nivel de juego que venía demostrando su equipo en los últimos partidos disputados. Por eso, ese jueves 10 de junio, horas antes de partir hacia la Bombonera, el “Virrey” arengó a sus muchachos.
"Venimos mal, no estamos jugando bien, pero vamos a salir con la actitud que siempre demostramos. Les dije que a Sao Caetano le íbamos a ganar por un gol de diferencia. Me equivoqué por muy poco, pasamos por penales. Todos los partidos son difíciles y los que vienen también serán muy duros. Seamos prudentes. Tengamos perfil bajo. No hablemos de más. Los quiero ver en la final”, fueron las palabras del entrenador.
Esa mañana no hubo declaraciones polémicas a la prensa de parte de los jugadores xeneizes, es más, algunos prefirieron evitar el contacto con los periodistas.
El hotel Intercontinental, el búnker xeneize, fue testigo del paso de varios de los familiares de los jugadores y hubo algo que llamó la atención y que contó un allegado al plantel: "Hablaban de cualquier cosa, menos del partido".
Como cada día que hay que jugar, Bianchi se levantó temprano, antes que todos, y leyó los diarios. Hubo almuerzo de pastas, siesta, charla técnica y a las 18.51 partieron rumbo a La Bombonera. A las 20.57 saltaron a la cancha.
Por el otro lado, la intimidad de River fue parecida a la de un día normal. Aunque, de seguro, la procesión fue por dentro. La mayoría de los jugadores se levantó casi sobre el mediodía, porque en la noche del miércoles, en la concentración del primer piso del Monumental, las charlas en las habitaciones se extendieron hasta pasadas la 2.
Entre los más madrugadores aparecieron Luis González y Daniel Montenegro, y uno de los más dormilones fue Eduardo Coudet.
A las 12.30 empezó el almuerzo con ensaladas y fiambres; pollo y pastas de plato principal; y después, frutas y ensalada de frutas.
Hubo siesta para algunos, navegación en Internet para otros y cartas para los desvelados. Todo hasta las 17, hora de la merienda. Y después, pasaditas las 18, Astrada dio la charla técnica en la que confirmó el equipo y el banco.
A las 18.37, el micro de la empresa Chevallier con el plantel de River a bordo salió hacia la Bombonera y más de 300 hinchas lo despidieron de espaldas a la platea San Martín. En el micro, Franco Constanzo, Daniel Montenegro, Maximiliano López y Fernando Cavenaghi se encargaron de ponerle música a la batucada riverplatense con bombos y redoblantes.
A las 19.20, el micro llegó a La Boca pero la alegría se excedió y comenzaron los problemas. Desde el mismo ómnibus salió un disparo de pirotecnia y se encendieron bengalas de humo, rojas y blancas.
Como si fuera poco, el plantel de River se bajó tapándose la nariz; lo que provocó la ira de los hinchas xeneizes que estaban en el playón de estacionamiento. La respuesta de estos no se hizo esperar. Les arrojaron algunas piedras al vehículo, mientras que la policía secuestró del ómnibus y una importante cantidad de pirotecnia.
Esta llegada con incidentes era un presagio de lo que sería el desarrollo del partido y una consecuencia directa de todo lo que se había dicho en los días previos al encuentro. El clima estaba muy tenso y este hecho disparó las declaraciones cruzadas de los dirigentes de ambos clubes.
Domingo Díaz, vicepresidente de River Plate, iba dentro del micro que llevaba al plantel y defendió a los suyos argumentando que ellos no incitaron los problemas. “La gente de Boca nos tiró piedras antes de entrar al estadio y se rompieron los vidrios”.
En contraposición, José Beraldi, vicepresidente del fútbol profesional de Boca Juniors declaró que “fueron los propios jugadores de River”, los que provocaron los destrozos.
Pero no se trató de una mera discusión ya que hubo una intervención directa de la Justicia. El fiscal Pavlosky pidió los nombres y número de documentos de todos los ocupantes del ómnibus; además, labró dos actas a los futbolistas: una por provocación y otra por uso indebido de pirotecnia.
"Se secuestraron algunos elementos dentro del ómnibus. Creemos que los jugadores de River incitaron a la violencia. Veremos que sanción merecen. Hablé con el conductor y no me supo decir quien rompió el vidrio. Sí me dijo que fue antes de llegar a la cancha", explicó el fiscal.
Al final, el micro de River fue confiscado por orden judicial y fue a parar a la comisaría 24ta. Por eso, el ómnibus Chevallier 4870 terminó con fajas de clausura y debió ir a la Bombonera el interno 4250 de la misma empresa para recoger a los jugadores de River.
Ya dentro de la tranquilidad del vestuario, los jugadores se encontraron con la prolijidad de siempre de los utileros: la camiseta envolviendo las medias y el pantaloncito; los botines de cada uno, el buzo para transpirar de repuesto para cada arquero, las calzas que siempre reclama Horacio Ameli, las binchas que siempre usan Lux y Garcé, y la remera con la foto del nene de “Lucho” González que el volante siempre se pone debajo la camiseta.
Ya cerca de las 20.56 llegó la orden de salir a la cancha.

Los antecedentes

Los enfrentamientos entre Boca y River por la Copa Libertadores abarcaban por ese entonces 38 años de la historia del fútbol, en los que el equipo de la Ribera se había ido victorioso en nueve de los veinte choques mientras que los millonarios habían triunfado en sólo cinco ocasiones. La tendencia también le era favorable a los xeneizes en el pasada reciente ya que había ganado en tres de los últimos cuatro partidos por torneos internacionales.
Hasta estas semifinales de Copa Libertadores Boca acumulaba 18 participaciones en el certamen más importante de América a nivel clubes (1963, 65, 66, 70, 71, 77, 78, 79, 82, 86, 89, 91, 94, 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004) en las que se había consagrado campeón en 5 de ellas (1977, 1978, 2000, 2001 y 2003) y en las que había llegado a otras 2 finales.
Por su parte, River registraba 25 participaciones (1966, 67, 70, 73, 76, 77, 78, 80, 81, 82, 86, 87, 90, 91, 93, 95, 96, 97, 98, 99, 2000, 01, 02, 03 y 04) en dos de las cuales había alzado el trofeo (1986 y 1996) y en otras dos había sido subcampeón.
El primer superclásico copero se jugó el 12 de febrero de 1966, en el Monumental. En esa copa compartían el Grupo 1 con dos equipos peruanos, Universitario y Alianza, y dos venezolanos, Deportivo Italia y Deportivo Lara.
En el primer enfrentamiento, River ganó 2 a 1 con goles de Juan Carlos Sarnari y Daniel Bayo y de Alfredo Rojas para los visitantes. Pero a la semana, la revancha la ganó Boca 2 a 0 con dos goles de Rojas.
River ganó el Grupo con 17 puntos y Boca fue segundo con 14 por lo que los dos pasaron a semifinales en las que se enfrentaron a Independiente de Avellaneda y Guaraní de Paraguay en otra zona de grupos.
Igualaron 2-2 en Núñez el primer partido y la revancha, el 4 de mayo, el último partido del grupo, Boca, ya sin chances, ganó 1 a 0 con otro gol de Alfredo Rojas y obligó a que River jugara un desempate con Independiente, que finalmente ganó y accedió a la final.
En 1970 otra vez tuvieron que jugar cuatro partidos, dos en la primera fase, que compartieron con Bolívar y Universitario de Bolivia, en los que Boca se impuso 3-1 y 2-1, y dos en segunda ronda a la que se sumó Universitario de Perú.
El 16 de abril, en Núñez, River logró un triunfo por 1-0 con gol de Carlos Chamaco Rodríguez. Después de aquel tanto hubo incidentes entre hinchas en una de las tribunas del Monumental.
Para la revancha hubo un pedido especial de la AFA a los clubes para evitar cualquier tipo de desórdenes. En la definición igualaron 1-1 en la Bombonera y River pasó de ronda.
Boca sacó ventaja en el historial en los triunfos de 1977 y de 1978 cuando conquistó ambas copas. El 17 de octubre del segundo año, Boca se dio el lujo de vencer a River 2-0 con goles de Ernesto Mastrángelo y Carlos Salinas en el Monumental y clasificarse a la final del torneo.
En el certamen de 1982, River eliminó a Boca al empatar 0-0 en la ida y luego derrotarlo 1-0 en la revancha.
En 1986, los de Núñez ganaron su zona tras un 1-1 en Boca y un 1-0 con gol del uruguayo Antonio Alzamendi. Luego River fue campeón de la Libertadores por primera vez en su historia.
La década de los 90´ tuvo a Boca como el más feliz protagonista. El 27 de febrero de 1991, en el arranque de la copa, River ganaba 3-1 a los 33 minutos de juego y enmudecía la Bombonera.
En la segunda etapa, Boca reaccionó y lo dio vuelta con goles de Blas Giunta, Fabián Marchesini y Diego Latorre, a dos minutos del final.
La revancha fue también para Boca. Un 2-0 con dos goles de Gabriel Batistuta, una de las figuras de aquel equipo del “Maestro” Washington Tabárez que llegó hasta las semifinales de ese torneo.
En 2000 hubo tres clásicos en 10 días. River llegaba motivado porque estaba puntero en el torneo, por el que habían empatado 1-1, y se quedó con el primer partido de cuartos de final al ganar 2-1 en el Monumental.
Pero en Boca estaba Carlos Bianchi dispuesto a construir la etapa más triunfal en la historia xeneize. En la Bombonera Marcelo Delgado, Román Riquelme y Palermo, quien volvía al fútbol oficial después de seis meses, convirtieron los goles para sellar un 3-0.
Después de ese triunfo, lo dirigidos por Bianchi se consagraron campeones de América y luego del mundo.
Además de los partidos por la Libertadores, Boca y River tuvieron otro cruce internacional. Fue en 1994, por cuartos de final de la Supercopa. Empataron 0-0 en River y 1-1 en Boca, lo que obligó a una definición por penales.
El penal atajado por Fernando Navarro Montoya al mediocampista Sergio Berti fue determinante. Luego, el defensor xeneize Gamboa cerró la serie a favor de Boca y eliminó a River.
De cara a estos choques de la copa de 2004 hay que destacar dos datos: uno, que nunca hubo un superclásico en instancias de semifinales; y dos, que River nunca pudo vencer a Boca en la Bombonera por partidos de Libertadores, donde sólo habían cosechado cuatro empates en 10 encuentros.
En cuanto a los protagonistas que iban a disputar las semifinales, los únicos jugadores que ya tenían experiencia en superclásicos coperos eran de Boca.
Barros Schelotto y Burdisso estuvieron presentes en los partidos de los cuartos de final de 2000, mientras que Abbondanzieri y Barijho fueron al banco de suplentes en ambas oportunidades.
En River, en cambio, sólo Hernán Díaz, ayudante de campo, y Astrada habían disputado superclásicos coperos. Díaz estuvo en los de 1991 al igual que el técnico, quien además jugó el primero del 2000.
En otro rubro, un total de cinco jugadores habían defendido ambas camisetas en partidos de Copa Libertadores. Hugo Gatti, en 1966, para River; y en 1977 y 1978 para Boca. Alberto Tarantini jugó en 1977 para Boca y en 1982 para River. Julio Jorge Olarticoechea jugó en 1982 para River y en 1986 para Boca. Oscar Ruggeri, en 1982, para Boca y 1986 para River. Jorge Higuaín jugó en 1986 para Boca y en 1991 para River. Rubén Da Silva jugó la Libertadores para River en 1991 y la Supercopa para Boca en 1994.

¡Llegó el día!

El jueves 10 de junio en las páginas deportivas de los matutinos argentinos y en las cadenas de radio y televisión no se trataba otro tema que el superclásico. Es más, no se hablaba de otra cosa en ninguna parte del país.
El diario La Nación reunió a dos jugadores que estarían presentes en ambos clásicos y a dos grandes ex futbolistas e ídolos de Boca y River para analizar semejante evento deportivo.
Norberto Alonso, uno de los mejores jugadores de la historia de River, trató de no realizar ningún pronóstico que a posteriori lo dejara en ridículo, aunque sostuvo que su ex equipo estaba en mejor forma.
“En los superclásicos es poco lo que se puede vaticinar, pero hoy lo veo mejor parado a River. La gran diferencia está en la mitad de la cancha. Allí, Boca tiene un problema que no pudo solucionar desde que se quedó sin (Sebastián) Battaglia. Vargas puede jugar de Cagna, pero no de Battaglia. Entonces, le queda un solo volante de contención, que es Cascini”, dijo el “Beto”.
Roberto Mouzo, una gloria xeneize, sorprendió al asegurar también que los millonarios contaban con ventaja. “Un Boca-River siempre es distinto. Con los últimos triunfos, River quedó mejor parado. El que sacó en la Bombonera no sólo fue un resultado favorable, sino también un panorama distinto”, sostuvo el ex defensor.
Mascherano, en tanto, afirmó que su equipo llegaba muy bien al superclásico. “Estamos en un momento importante y logramos buenos resultados. Pero no debemos relajarnos, no podemos cometer ese error. Debemos mantener el equilibrio para no caer en excesos de confianza que puedan resultar perjudiciales".
De todos modos, Mascherano le quitó importancia a que River atravesara un mejor momento que su rival. "Acá no importa qué equipo llega mejor o peor. Nosotros tenemos que entrar en el campo de juego con la misma actitud que mostramos en los últimos partidos, tanto en el campeonato local como en la Copa".
El volante también descartó que haber ganado el super por el campeonato fuera a incidir en el desenlace de las semifinales. "No creo que nuestro triunfo en el clásico por el torneo local tenga influencia ahora. Son dos cosas totalmente distintas. La victoria anterior nos sirvió, pero ya es pasado. Esta es una nueva historia, distinta."
Por el otro lado, Villarreal aseguró que el desarrollo iba a ser muy parejo. "Creo que el encuentro será mucho más cerrado que el que perdimos en el torneo. Ahora, se juegan cosas mucho más importantes y nuestra concentración será mayor. Igualmente, pienso que la diferencia será mínima. Los dos planteles nos conocemos muy bien y el que cometa menos errores triunfará".
Respecto al tema de las entradas, el último día de venta arrojó sorpresas. En Boca sobraron más de 13.000 localidades. Como consecuencia, los dirigentes xeneizes decidieron, gracias al permiso del Prosef, que el expendio continuara de 8 a 17 el mismo día del partido en el predio de Casa Amarilla. El remanente sería sólo para los socios que además podían llevarse una entrada para un invitado.
Como contracara, en River sólo sobraron 7.000 entradas para el segundo partido y la recaudación ya alcanzaba los 450.000 pesos. Precisamente, en el Monumental quedaron solamente 750 plateas San Martín altas, 750 Almirante Brown medias y bajas, 3.500 Belgrano altas y 2.000 generales.
Sobre las alineaciones titulares, no había ninguna novedad. Bianchi no diría la alineación titular hasta un rato antes del partido. Pero estaba muy tranquilo porque Boca llegaba de punto, como más le gustaba y sus jugadores ya le habían demostrado en sobradas ocasiones su eficacia en instancias de ese tipo.
Nicolás Burdisso, pilar de la defensa boquense, sabía bastante del tema de llegar como el menos favorito. "Con el Paysandú (por la Libertadores 2003) y el Milan (final Intercontinental 2003) no llegamos bien y ganamos. Ahí es cuando Boca saca a relucir su identidad. Queremos demostrar por qué nosotros somos campeones del mundo", señaló.
Pero no todo era fútbol. El tema de la seguridad seguía arrojando novedades El mediático abogado Enrique Piragini -el mismo que solicitó en una ocasión que Diego Maradona no saliera del país- presentó un recurso de amparo ante la Justicia civil pidiendo que se permitiera el ingreso de hinchas visitantes en los dos clásicos.
El escrito apuntaba a la presunta comisión de los delitos de "abuso de autoridad y discriminación".
Mientras tanto, se hacía público que esa noche, en la Bombonera, se harían presentes distintas autoridades del Poder Judicial de la Nación para controlar el operativo de seguridad: además de Bergés, se presentarían un juez de turno y los fiscales Daniel Pablovsky, de la Unidad Fiscal Móvil, y el contravencional Martín Lapadú.
Además, policías de civil intentarían capturar a los hinchas que no eran de Boca -calculaban menos de 1.000- algunos ya identificados por el Prosef en el trabajo de inteligencia que se había hecho en las colas de venta.
Anteriormente se explicó como jugaron las presiones económicas en la programación de los partidos. Cabe recordar que fueron los contratos para la televisación los que determinaron que se jugaran de noche y, en consecuencia, sin público visitante.
El partido sería transmitido en directo por Canal 13 para Capital y Gran Buenos Aires y por Fox Sports para el interior y América latina.
El segundo de publicidad costó 1.500 pesos brutos en Canal 13 -lo mismo que se pagaba por pautar en Los Roldán, el programa de más ráting de la televisión argentina- y 500 pesos en Fox.
Con estos valores se estimaba que por facturación publicitaria los dos partidos dejarían 2,2 millones de pesos. Y preveían que el ráting superaría a Boca-Sao Caetano, que tuvo picos de 49,5 y el último Brasil-Argentina, que midió 36,4 puntos con picos de 42.
Al hacer un rápido repaso por estos números queda claro por qué los clubes y los dirigentes se vieron forzados a que se privilegiaran las ganancias por sobre los intereses de las personas que generan dichas ganancias: los hinchas.

Infiltrados

Más allá de las opiniones, lo cierto es que apenas se conocieron las medidas de seguridad, sin precedentes, para los partidos, los hinchas de uno y otro equipo empezaron a idear la manera de “colarse” en los estadios de sus archirivales.
A través de los medios de comunicación empezó un interminable desfile de hinchas comunes y corrientes que explicaban todo tipo de estrategia para poder conseguir una entrada. No quedaban dudas de que fuera como fuere, iba a haber, tanto en la Bombonera como en el Monumental, hinchas del equipo visitante. Entonces, ¿qué era más peligroso? ¿Ordenar a una parcialidad numerosa a la hora de entrar y salir de la tribuna? ¿O rogar que un puñado de audaces no se enfrente con decenas de miles de hinchas rivales en lo que podía convertirse en una tragedia?
A un día del primero de los choques se arribó a esta situación sin una salida coherente y posible, y las autoridades demostraban que ya no tenían argumentos para respaldar sus medidas.
"Es imposible determinar a los infiltrados y prohibirle la entrada, pero estamos preparados para afrontar pequeños focos de conflictos. Pero no puede haber más de 100 colados", aseguraron desde el Prosef.
Lamentablemente, a estas alturas no había forma de evitar irregularidades ya que el sistema de venta de entradas no distinguía el color de la camiseta que se llevaba dentro del corazón. Bastaba llevar a la vista una credencial de socio para obtener el ingreso. En Boca, se vendía un adicional por carnet. Hubo gente que llegó con varios en la mano y se llevó las localidades correspondientes. Y en River cada afiliado podía conseguir dos entradas, una para él y otra para un invitado.
¿Quién estaba en condiciones de asegurar que aquella persona con más de una entrada no entregaría alguna a un hincha del equipo rival amigo suyo?
El lunes 7 de junio fue el último día de inscripción para socios de Boca y se afiliaron 420 personas. Entre ellas, se detectaron famosos revendedores que fueron rechazados. A River llegaron muchos hinchas portando carnets falsos.
Hubo también pedidos insólitos: para la revancha: se reclamaron 8 mil entradas desde distintas agencias de turismo, una solicitud que fue descartada por los dirigentes de River.
"No te creas que estaremos tan solos; algún infiltrado habrá en la Boca", confesó Cavenaghi a un periodista, después del entrenamiento del martes 8.
Más claro; imposible.

Entradas y medidas de (in) seguridad: Parte III

Los hinchas demostraron una vez más, la noche del martes 8 de junio, su total desacuerdo con las medidas de seguridad que no les permitía ir a la cancha de visitante. En la puerta de la AFA, alrededor de 200 simpatizantes de River expresaron su enojo por no poder ingresar al día siguiente a la Bombonera. Petardos, bombas de estruendo y banderas acompañaron los insultos hacia Javier Castrilli, Mauricio Macri y Julio Grondona.
Muchos de esos hinchas-manifestantes habían estado horas antes en el Estadio Monumental, donde habían agotado las plateas San Martín y Belgrano, medias y bajas, para el partido revancha del 17 de ese mes.
Mientras se realizaba la protesta, en el Departamento Central de Policía Federal se reunieron autoridades de esa fuerza, Castrilli, Omar Totti, gerente de Operaciones de Boca, Pedro Santaeugenia, encargado de la seguridad en Boca y su par de River, Oscar Arteach, para ajustar los detalles del operativo.
Algunas de las resoluciones que salieron como producto de esa reunión fueron que cada hincha debía mostrar su entrada y carnet en la zona de pre cacheo donde los controlaría el personal administrativo de Boca y de seguridad privada, a cargo del club local, que los socios tuvieran su cuota al día y que pudieran cotejarse sus datos de filiación con los documentos de identidad.
También se resolvió que los abonados a plateas o palcos en la Bombonera pudieran llevar a un acompañante que no debía ser mayor a los 6 años.
Las autoridades recomendaron a los hinchas boquenses que llegaran con la anticipación suficiente para evitar aglomeraciones en las entradas de la cancha y a los dirigentes de River se les recomendó arribar junto al plantel para evitar hacerlo en sus autos particulares.
Como en otros clásicos, las autoridades decidieron disponer de 4 ambulancias privadas a cargo de Boca y otras 2 del SAME, y vigilancia aérea desde un helicóptero de la Policía Federal.
Sin embargo, hubo un hecho muy llamativo. Los encargados de la seguridad calificaron al partido como de "mediano riesgo" debido a que no iba a estar presente la hinchada de River. ¡¿Cómo?! Si primero habían calificado el encuentro como de "alto riesgo". Claro, como ahora no había hinchada visitante, no eran tanmtos los riesgos y de esta manera, no había que ser exagerados en el operativo de seguridad.
Finalmente fueron 800 los policías federales -Boca pagó 650 adicionales- los que se encargaron del operativo cuando en el clásico por el torneo local había habido 1.100.
De esta manera, los encargados de la seguridad justificaron la ausencia de los hinchas de River. A través de la cantidad de policía lograron transmitir un argumento coherente aunque imposible de aceptar.
Muchas incógnitas quedaron luego de todas las absurdas medidas de (in)seguridad que se tomaron para estos dos superclásicos. Lo cierto es que el fútbol terminó siendo el perfecto reflejo de la realidad argentina, donde por muchos años estuvo ausente una seria política de seguridad lo que generó una actualidad muy difícil de modificar para las autoridades que trabajaban en el tema o dicen hacerlo.
Ante esta situación, el Comité de Seguridad en el Fútbol emitió esa misma noche un comunicado en el cual explicó que Boca-River jugarían sus partidos en horario nocturno y sin presencia de las hinchadas visitantes, a pedido de los dirigentes de los clubes.
Esta medida fue una forma de despegarse de una decisión polémica y, a su vez, de dejar en claro que esta modalidad de operativo de seguridad era aplicable sólo a este caso concreto y que no se iba a trasladar al resto de las competencias del fútbol argentino.
El comunicado señaló que el organismo "dispuso en su reunión celebrada el 2 de junio de 2004" que Boca y River jugasen sus partidos de Copa Libertadores "con la presencia de ambas parcialidades en horario diurno" y agregó que "el viernes 4 de junio se recibieron los pedidos de ambas instituciones para poder jugar por la noche sin público visitante, hecho que permitió la aceptación del organismo".
El texto explicaba que "la necesidad esgrimida por los clubes hizo que solicitaran que se autorizara la alternativa" de jugar de noche y sin visitantes, y que fue aprobada por el Comité.
Las críticas a esta serie de decisiones sin sentido provinieron de todos los sectores. Los jugadores no se quedaron callados y expresaron su malestar. El más duro fue Abbondanzieri, quien consideró que el cierre de las tribunas a los visitantes era “una vergüenza”.
“El mundo entiende que un Boca-River es el espectáculo que cualquier persona quiere ver y es lamentable que no se pueda organizar como corresponde", sostuvo el arquero.

Clima de misterio

A pocas horas del gran duelo había cierto clima de misterio generado por los integrantes de ambos cuerpos técnicos. Sobre todo respecto de las alineaciones titulares, las que todavía no habían sido confirmadas.
Bianchi barajaba en su cabeza dos posibilidades. La primera era jugar con tres atacantes: Carlos Tevez, algo retrasado, Guillermo Barros Schelotto y Antonio Barijho, ambos más cerca del arco rival. La segunda implicaba mantener los cuatro jugadores en el medio campo con Miguel Caneo ocupando la franja izquierda y dejar sentado en el banco al “Chipi” Barijho.
A pesar de las dudas, Boca era serenidad casi absoluta. Los últimos entrenamientos fueron distendidos con movimientos en ataque y en defensa realizados en un área, con el “Pato” Abbondanzieri y Wilfredo Caballero alternándose en el arco mientras Vargas y Perea, recién arribados desde Colombia, trotaban alrededor del campo de juego.
Después, como para fortalecer la unión grupal, hubo un asado en el quincho, al borde de la pileta y luego el plantel se fue directo al hotel Intercontinental para concentrarse con la mira puesta en River.
Otro de los referentes del equipo, el volante central Raúl Cascini describió positivamente el clima del día previo al gran choque. "Estamos muy tranquilos, con un perfil mucho más bajo de lo que normalmente es. Sabemos que tenemos que mejorar si queremos llegar a la final, y esta es una linda oportunidad. Tenemos muchas ganas de jugar este partido", contó el mediocampista.
En River las cosas estaban un poco más claras sobre quiénes iban a salir como titulares. La formación del equipo más probable, aunque no confirmada por el entrenador, era: Lux; Ariel Garcé, Horacio Ameli, Eduardo Tuzzio y Ricardo Rojas; Mascherano, Claudio Husain y González; Gallardo; López y Cavenaghi.
De estos once, el único que no había entrenado con normalidad en la última práctica fue Rojas. Es que el lateral izquierdo sufría molestias en una de sus rodillas por lo que sólo se dedicó a realizar un suave trote.
La lista de concentrados del equipo millonario, que se quedó en el Monumental, se completó con el arquero Saccone, los defensores Javier Nasuti y Fernández, los volantes Daniel Montenegro, Sambueza y Eduardo Coudet y los delanteros Cuevas y José Sand.
La principal duda era la presencia de Salas. Se especulaba con que ni siquiera estaría entre los suplentes porque el cuerpo técnico consideraba que todavía no estaba en óptimas condiciones físicas.
El día anterior al primer partido, el chileno sólo había hecho trabajos de kinesiología, mientras que el plantel practicó fútbol informal, con Garcé y Coudet como arqueros, y con la participación del arquero Franco Costanzo, que se recuperaba de una luxación en el hombro izquierdo.
Astrada se retiró de la práctica en Ezeiza sabiendo que frente a Boca muchas veces se define el resultado con actitud y que los antecedentes inmediatos de uno y otro equipo no cuentan. "En estos partidos no importa quién llega mejor. Sólo importa lo que demuestra cada equipo en el campo de juego".
Tanto el entrenador como el volante Gallardo habían sostenido públicamente que River no era favorito. Sin embargo, los medios daban cuenta de una superioridad millonaria a partir de que el equipo de Núñez había ganado los tres últimos superclásicos (dos en el verano y uno en el torneo) y estaba en la cima de la tabla de posiciones del Clausura.

El Mellizo

El “Mellizo” Guillermo Barros Schelotto, llegaba al gran desafío de su carrera con 31 años y siendo ídolo máximo del club de la Ribera gracias a sus nueve títulos por entonces conseguidos: Apertura 1998, 2000 y 2003, Clausura 1999, Copa Libertadores 2000, 2001 y 2003, y Copa Europeo-Sudamericana 2000 y 2003. El delantero tenía otras dos consagraciones: La Copa Centenario 1994, con Gimnasia y Esgrima de La Plata y los Juegos Panamericanos Mar del Plata 1995, con la Selección Argentina Sub 23.
Para el atacante, las semifinales frente a River eran una “final anticipada” e hizo hincapié en la importancia de salir victorioso en el partido de ida en la Bombonera ya que los dos equipos estaban muy parejos.
"El que gane va a llegar con un gran envión anímico al desquite. Pero estoy tranquilo. Igualmente, el partido va a ser de vida o muerte, va a ser terrible. La diferencia será mínima; el que haga el primer gol llegará a la final”.
Barros Schelotto siempre se caracterizó por ser muy frontal y defender sus colores a muerte, por eso se convirtió en ídolo xeneize rápidamente. Entonces, cuando 24 horas antes del superclásico el mundillo del fútbol decía que River llegaba como favorito y que el ciclo de Boca estaba terminado, el delantero se molestó.
“Ya se hablaba de un recambio cuando se fueron Palermo y Riquelme, y superamos todas las ausencias. Nunca dijimos nos falta tal o cual para ganar. El equipo siempre apareció y no hizo falta esa figura que se fue para ser campeón nuevamente. Siempre se habló de proyecto terminado o que se venía la sequía. Mientras cada jugador renueve las expectativas y tenga ganas de ser campeón, Boca va a pelear siempre”, sostuvo el “Mellizo”.

El Muñeco

Marcelo Daniel Gallardo nació el 18 de enero de 1976 y después de muchos meses en los que había sufrido una serie de lesiones que parecía interminable, volvió a su nivel habitual y hasta fue una de las figuras en el Boca-River del 16 de mayo.
“El Muñeco”, como le dicen, demostraba que estaba jugando realmente bien a través de las estadísticas. Levaba 922 minutos en cancha, el 39,40 por cuento de lo disputado por su equipo en 17 partidos. En los cuales marcó 4 goles, tres en el Clausura y uno en la Libertadores
Gallardo era para River uno de los referentes, sino el más importante. Su estilo era determinante para el tipo de partidos como estos superclásicos porque tenía la experiencia suficiente para hacerle frente a las terribles presiones que implica jugar ante tanta expectativa.
El volante creativo del equipo de Astrada iba a ser a la postre un figura fundamental en el desarrollo del partido de ida.
Gallardo había estado engripado, sin embargo, a un día del gran duelo se mostraba entero físicamente y muy optimista con miras al rendimiento de su equipo. Para el “10” no había favoritos ya que ambos equipos llegaban en las mismas condiciones, muy parejos. Es más, hasta le restó importancia al hecho que su equipo corriera con ventaja al definir la serie en el Monumental y con solo la hinchada local.
“En estos partidos no hay favoritos. Hablar en esos términos sería un gran error. En el último clásico a nosotros no nos daba nadie como favoritos y ganamos claramente. Será un partido muy diferente del último. Los dos equipos llegan muy parejos. Pienso que el que se levante mejor, el que cometa menos errores, el que tenga más aciertos va a ganar este encuentro de 180 minutos”, opinó Gallardo.
“Los dos estamos en igualdad de condiciones. A nosotros nos toca definir en nuestra cancha, nada más, como no nos tocó definir la etapa anterior como visitantes. River demostró que juega bien como local y visitante”, agregó el volante.
Respecto de cómo pensaba él que se desarrollarían los choques tan esperados, indicó: “Los dos sabemos que nos jugamos muchísimo, así que estos dos partidos van a ser mucho más parejos y cerrados, sobre todo el primero. Después, en el segundo, con el resultado del primer partido puesto, habrá que ver qué pasa”.

Duelo de promesas

Luego de que la cuestión de cómo, cuándo y dónde se jugarían los dos superclásicos se resolvió, comenzó a palpitarse el duelo desde su aspecto central: el futbolístico. Y en especial desde el punto de vista de los mejores exponentes del mega evento: los jugadores.
Mascherano, de River, y Tevez, de Boca, eran las dos grandes promesas para el gran choque. Ambos, de 20 años y compañeros en las selecciones nacionales Sub-17 y Mayor, llevaban a cuestas todas las esperanzas de sus compañeros, cuerpo técnico, dirigentes e hinchas para liderar a sus equipos hacia la final.
Así, en los medios de comunicación aparecieron los análisis, comparaciones y opiniones de ex futbolistas y expertos en la materia.
“Tevez es capaz de definir el partido en una sola jugada y Mascherano le puede brindar la personalidad que este River necesita. Los dos, en funciones diferentes, pueden marcar la diferencia", dijo Hugo Tocalli, entrenador de las selecciones nacionales juveniles, quien los conocía muy bien a ambos por haberlos tenido en sus planteles.
En los números, la eficacia de ambos jugadores era altamente positiva y a la vez pareja. Por ejemplo, Tevez había jugado ese año 30 partidos. Ganó 19 de ellos, empató 8 y perdió sólo 3 (con Bolívar y Colo Colo, por la Copa, y con River, por el Clausura)
Mientras que Mascherano había disputado 24 partidos: 18 victorias, 4 empates y 2 derrotas (una con River, contra Santos Laguna, por la Copa, y otra frente Brasil, en la Selección)
En el caso de Tevez, su situación frente a los millonarios era especial. Nunca ante los de Núñez había jugado en buen nivel y ni siquiera les había convertido un gol.
"Eso puede ser una motivación; no me parece que sea una mochila ni que le juegue en contra. Porque Tevez disfruta jugando esta clase de partidos", reflexionó Darío Mendelsohn, psicólogo especialista en fútbol.
Pero Mascherano no corría con muchas ventajas en el rubro anímico. Al igual que todos los demás jugadores riverplatenses el volante sabía que la paternidad de Boca les jugaba en contra en este tipo de instancias.
"Los de Boca saben que pueden y los de River saben que los de Boca saben que pueden”, agregó Mendelsohn.

Entradas y medidas de (in)seguridad: Parte II

El Comité de Seguridad informó el lunes 7 que en el primer clásico copero iba a haber 800 efectivos policiales en el operativo de control y vigilancia, unos 200 menos que en el último superclásico disputado en la Bombonera. Parecía una broma de mal gusto que después de tanto que se había hablado de las medidas seguridad dispusieran menos personal que en el antecedente más cercano.
Pero claro, de alguna manera los dirigentes y las autoridades del área tenían que justificar la insólita ausencia de los hinchas visitantes y, al mismo tiempo, querían demostrar que se trataba de un partido de “alto riesgo”. O sea que fuimos víctimas de nuestra propia creación.
Ese mismo día comenzó el expendio de localidades en Boca. De 8 a 18, en Casa Amarilla y sólo se iban a vender adicionales a 7 pesos para que los asociados puedan ingresar en las tribunas populares. En aquella jornada se vendieron 15.304 localidades. Mientras que las 2700 plateas que había disponibles fueron reservadas para los invitados vinculados al club. Estas últimas eran las entradas de protocolo y “de favor”, como se las conoce comúnmente.
Por su parte, en River decidieron instalar tres pantallas gigantes y los socios iban a poder acceder al estadio gratis para ver el partido.

Cara y ceca

Alejado de las controvertidas decisiones sobre las medidas de seguridad, Boca permanecía inmerso en sus problemas internos. Schiavi y Ledesma no se entrenaron con el plantel en la práctica del miércoles 2 ya que ambos seguían engripados. Y para complicar un poco más el panorama, el defensor, además, sufría de una molestia muscular en el abductor derecho.
Lo de Ledesma era también una serie preocupación para Bianchi ya que era el volante que iba a ocupar la franja derecha del medio en lugar de Donet y ahora estaba en duda.
Pero las buenas noticias llegaron de la mano de los números. Ese mismo miércoles, Boca se ubicó primero en el ranking mensual de clubes de la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (Iffhs), con sede en Alemania. Detrás del equipo de la Ribera es encontraban el Milan de Italia, el San Pablo, el Celtic de Escocia, el Santos de Brasil, el Valencia de España y el Porto de Portugal. Mientras que River recién aparecía en la 14ta. ubicación.
En Núñez, en cambio, a pesar del ranking de la Iffhs, el clima era el mejor. Los entrenamientos en Ezeiza mostraban el buen nivel del plantel. Por ejemplo, en la práctica matutina del viernes 3, los titulares ganaron por 3 a 1.
Astrada buscó en aquel ensayo presionar bien arriba para que el rival casi no pasara el medio campo. Los goles los hicieron Maximiliano López (2) y Claudio Husain después de empujar una pelota que el mismo Maxi había armado.
Los titulares formaron con: Lux; Lobo, Garcé, Rojas, Juan Fernández; Coudet, Husain, Lima; Montenegro; Cavenaghi y Maxi López. No estuvieron Horacio Ameli —no se entrenó por precaución—; Eduardo Tuzzio —practicó aparte porque recién estaba recuperado de una gripe—; Marcelo Gallardo —seguía engripado—; además de Javier Mascherano y Luis González —con la Selección Argentina—.
Pero los números también favorecían a River, especialmente, desde el triunfo de River en la Bombonera el 16 de mayo ya que desde ese éxito, el equipo disputó cuatro partidos, de los cuales ganó tres y empató el restante, con una efectividad del 71,79.
De todos modos, lo más saliente era el alza en la producción como visitante: antes de jugar con Boca en la Bombonera era del 66,66 por ciento y luego pasó 74,35, tras los triunfos ante los xeneizes, Deportivo Cali y Racing fuera del Monumental.
Por su parte, después del traspié con River, Boca no sólo perdió el invicto y la punta del Clausura, sino que ganó uno de los cuatro partidos que jugó. Su efectividad, teniendo en cuenta su actuación en la temporada, disminuyó del 77,77 al 69,23. Cayó con Quilmes 0-2, empató dos partidos con Sao Caetano, 0-0 y 1-1, y le ganó a Arsenal por 3-0.
El lunes 7, el plantel de Boca comenzó a recuperar cierta tranquilidad cuando regresaron a los entrenamientos, y sin problemas físicos, Nicolás Burdisso, Carlos Tevez y Roberto Abbondanzieri tras sus participaciones en el seleccionado argentino. Además, los colombianos Luis Perea y Fabián Vargas se unieron al día siguiente también en perfectas condiciones.
Sin embargo, la alineación titular de los xeneizes seguía siendo una verdadera incógnita. El delantero Antonio Barijho estaba en un buen nivel y Bianchi barajaba la posibilidad de incluirlo en lugar de Tevez, que sumaba menos horas de descanso. El único que poseía un lugar asegurado en la delantera era, por entonces, Guillermo Barros Schelotto.
El resto del equipo se suponía que iba a formar con Abbondanzieri; la defensa con Calvo, Schiavi, Burdisso y Clemente Rodríguez; en el medio campo Villarreal, Cascini, Vargas y Caneo.
Respecto del banco del banco de suplentes, las posibilidades apuntaban al arquero Wilfredo Caballero, los defensores Pablo Jerez y Diego Crosa, Ledesma y el delantero Franco Cángele, quienes habían concentrado en el Hotel Intercontinental.
“Estamos enchufados para poder sacar a River de la Copa Libertadores. Estamos muy tranquilos, y si me toca entrar, ojala pueda responderle al técnico. Yo tengo un sueño: eliminar a River y salir campeón de la Copa. Es lo que quiere todo hincha de Boca", expresó Barijho, desde la concentración.
Los regresos esperados también se produjeron en River, con la reaparición de “Lucho” González, Mascherano y el arquero Germán Lux -quien también había estado con el seleccionado-.
Los dos primeros, que habían disputado los dos cotejos para Argentina, sólo trotaron en los alrededores del complejo; mientras que el arquero participó normalmente de los trabajos.
Gallardo se mostró recuperado de a fuerte gripe que lo había aquejado y, en ese sentido, el médico del plantel, Luis Seveso, comentó que sólo había perdido medio kilo.
Mientras que Marcelo Salas apareció en la práctica a primera hora de la tarde proveniente de Chile, donde había asistido al empate de su selección con su Par de Brasil.

Inédita resolución

El 2 de junio el Comité de Seguridad Deportiva resolvió que los partidos entre Boca y River por la Copa se iban a disputar a las 15.30 del 10, en la Bombonera, y a las 15 del 17, en el Monumental. Con la presencia de los representantes de los cuatro miembros (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Deporte de la Nación, Policía Federal y Programa de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos), el organismo ratificó su decisión de no permitir que los encuentros fueran de noche ya que eran “alto riesgo”.
Esta medida generó una fuerte oposición de las emisoras de televisión que iban a perder mucho dinero con el ráting de la tarde y de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF) que envió una carta al Comité apoyando que los partidos fueran de noche,
“Tienen que jugar en horario nocturno por exigencias de la televisión. Hay mercados muy importantes, como la costa oeste de los Estados Unidos y México, donde es imposible que los partidos vayan de tarde”, confirmó Eduardo Deluca, secretario de la Conmebol o CSF.
Ante semejantes rechazos, se abrió otra alternativa que si permitía los partidos de noche pero sin público visitante para garantizar mayor seguridad en los estadios.
Sin embargo, la última palabra oficial la iban a tener los dirigentes de Boca y River ante la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), que según el reglamento, sólo ellos podían avalar una de esas dos medidas.
Macri aprovechó la ocasión para enviar un mensaje político que excedía el ambiente del fútbol. “No poder programarse en Buenos Aires un partido nocturno sería enviarle un mal mensaje al mundo. Como que en la Argentina la dirigencia deportiva no es capaz de organizarlos. Cuando, en realidad, el mensaje que debemos pasar es que en la Argentina se está combatiendo la inseguridad y que entre funcionarios y dirigentes la estamos desterrando”.
Finalmente, la tarde del viernes 3, los dirigentes de ambos clubes le enviaron la nota al Comité de Seguridad, condición que había puesto el Prosef en la que coincidieron en que los encuentros se jugaran de noche y sin público visitante.

Los preparativos

Los preparativos meramente futbolísticos encontraron a un River tranquilo y optimista más allá de algunos inconvenientes físicos en varios de sus jugadores, que resultaron ser leves. En el entrenamiento del martes 1 de junio estuve ausente el volante Marcelo Gallardo, quien se había quedado en cama con 40 de fiebre por unas anginas, igual que el delantero Nelson Cuevas, el defensor Juan Fernández y el mediocampista Rubens Sambueza, todos engripados.
Pero el jugador que más importaba a los hinchas millonarios todavía no estaba recuperado. El delantero chileno Marcelo Salas no había superado un desgarro, pero su evolución era satisfactoria y calculaban que iba a llegar al partido de ida sin problemas.
El doctor Luis Seveso y el preparador físico Gabriel Macaya tenían la confianza y el tiempo suficiente para trabajar en el aspecto físico del plantel. "Este parate (la selección Argentina disputaba una fecha por las eliminatorias) hasta el jueves 10 nos viene bien a todo el cuerpo técnico, sobre todo para recuperar jugadores y equilibrar el desgaste que veníamos sufriendo en las últimas semanas. En estos días, el doctor se ocupará más de lo virósico y yo, específicamente, de rehabilitar desde lo físico a algunos jugadores y de trabajar personal y específicamente sobre varios de ellos", explicó el preparador físico.
En cambio, en el plantel de Boca la lista de lesionados era encabezada por Cagna y, tras el partido frente a Arsenal, lo siguieron los volantes Matías Donnet –un titular indiscutido para Bianchi- y Neri Cardozo, un suplente que siempre entraba y cumplía.
El mundo boquense esperaba que no fueran lesiones graves, pero ese martes el doctor José María Veiga confirmó que los dos ya estaban descartados hasta para la revancha.
“Rotura parcial del ligamento lateral interno del tobillo derecho” fue el diagnóstico sobre Donnet, quien había llegado a la práctica con la zona aún más inflamada. Es más, Veiga sostuvo que el volante no jugaría hasta el próximo torneo.
Sobre Cardozo, que había llegado a la Bombonera con dolor, el médico dijo que se trataba de un desgarro chico en el bíceps femoral izquierdo. Neri estaría ausente durante tres semanas.
De pronto, a Bianchi se le presentó un dilema para armar el mediocampo de su equipo. No podía contar con Donnet, que iba a ser el "8" como siempre, y con Cagna, quien iba a ocupar la franja izquierda. Encima, estaba descartado Cardozo, el reemplazante natural del capitán.
Pero las malas noticias siguieron. El defensor Rolando Schiavi y el arquero suplente Wilfredo Caballero fueron a entrenarse, pero enseguida los mandaron de vuelta a sus hogares por sendos estados gripales.
Faltaron al entrenamiento, además, los cinco jugadores que estaban con sus respectivas selecciones: El delantero Carlos Tevez, el defensor Nicolás Burdisso y Abbondanzieri (Argentina), y el defensor Luis Perea y el mediocampista Fabián Vargas (Colombia)
Antes de los problemas de esa práctica había en la cabeza de Bianchi dos juveniles con posibilidades de ingresar al equipo titular. Uno era Miguel Caneo, mediocampista izquierdo, quien había sido titular en cinco partidos de la primera fase de la Libertadores y acumulaba 404 minutos coperos y un gol, ante el Bolívar, en La Paz.
El otro era Pablo Ledesma, volante derecho, quien no registraba minutos jugados en la copa y que sólo había sido suplente en las visitas a Sporting Cristal y Sao Caetano.

Entradas y medidas de (in)seguridad

Los elementos que convirtieron a este choque en un evento único fueron, sin duda, los extra futbolísticos, aunque éstos no influyeron de manera directa en el desarrollo del juego de ambos partidos. A 11 días del primer encuentro había un revuelo bárbaro: los dirigentes se peleaban por la cantidad de entradas y el Comité de Seguridad Deportiva seguía con a idea de jugarlo de día, para mayor seguridad, propuesta que despertaba la ira de los canales de televisión que perdían millones en materia de publicidad ya que la tarde cotiza menos que la franja central que es la nocturna.
Sobre las entradas el tema no era nuevo. Para el clásico del 16 de mayo Boca ya había anunciado que era la última vez que entregaba sus dos bandejas al equipo visitante porque eso implicaba que una gran cantidad de sus socios se quedaba afuera.
Mauricio Macri, presidente de Boca, dijo el domingo 30 en declaraciones radiales: “Hace tiempo que tenemos un problema grave de espacio y no poseemos una cancha tan amplia como el Monumental. La idea de Boca es darle una sola bandeja a los hinchas de River. Lo hablé con José (por Aguilar) y espero que lo entienda. Nosotros tenemos que resolver el problema interno nuestro. Si después River nos da pocas entradas para la revancha en Núñez, no me preocupa. No tengo problemas que ellos hagan lo mismo. No me meto en la política de River. Si él quiere hacer una cuestión equitativa...".
Aguilar salió inmediatamente a responderle a Macri: "Si Boca nos da menos entradas, River hará lo mismo. Nosotros también tenemos un problema con los socios. Es un juego de reciprocidades. La actitud de Boca, de darnos sólo 5000 entradas, no la comparto, pero la puedo entender. Si la gente de seguridad nos dice que sólo se juega con hinchas locales, batallaremos, pero la prioridad será la seguridad".
Pero ninguno de los dirigentes tenía la última palabra, por lo que todas las miradas estaban puestas en el miércoles 2 de junio cuando el Comité de Seguridad se iba a reunir para definir los horarios en que se iban a disputar los partidos y el operativo policial que se iba a implementar.
De todos modos, ya se vaticinaba cual sería su veredicto con respecto a las medidas a tomar. Tanto la Policía Federal como las autoridades del Gobierno porteño ya habían hecho pública su intención de que los partidos se jugaran de día ya que eran considerados de “alto riesgo”.
Lo cierto es que el Comité ya había cambiado las fechas de los partidos. En un principio se iban a disputar el 9 y el 16 de junio, pero se pasaron al 10 y 17 del mismo mes. Esto demostraba que no iban a dudar en cambiar los horarios también.
Macri se oponía claramente a que esto sucediera: "El Gobierno no puede bajar el mensaje de que, si no puede garantizar la seguridad, cierra los restaurantes. No creo que la gente ligada a la televisión acepte que se juegue de tarde".
Lo cierto es que el tema de la seguridad fue un elemento central desde mucho antes que se disputaran los superclásicos coperos y especialmente con Boca y su estadio.
Luego de que los xeneizes perdieran el partido por el campeonato frente a River el 16 de mayo, la Bombonera fue vetada tras una serie de irregularidades. Eso motivó que el equipo de la ribera disputara su encuentro frente al Sao Caetano en la cancha de Racing, de Avellaneda.
Pero el veto fue levantado unos días después y Boca volvió a utilizar su estadio frente a Arsenal por el Clausura. Allí se dispuso un operativo especial para controlar a la hinchada local y todo transcurrió normalmente.
Por su parte, el entonces juez de Instrucción porteño, Mariano Bergés, quien llevaba varias causas contra el líder de la hinchada boquense, Rafael Di Zeo, y otros miembros “La 12”, opinaba que no había inconvenientes para que el partido se disputara a las 21.
"Yo no soy un especialista en seguridad, pero creo que no hay ningún problema para que se juegue de noche”, sostuvo a partir de la conformidad que le había generado el operativo realizado en Boca-Arsenal.
“Quedó claro que si la Policía y los dirigentes quieren y trabajan de acuerdo, los barrabravas desaparecen sin problemas. Y si lo pudieron hacer la otra noche contra Arsenal, lo pueden hacer también contra River”, señaló Bergés.
En tanto, Javier Castrilli, titular del Programa de Seguridad de Espectáculos Futbolísticos (Prosef), que dependía por entonces del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, había anticipado que su intención era que los partidos entre Boca y River por la copa se jugaran de día. "Para mí, los dos encuentros tienen que terminar con luz diurna por una cuestión de seguridad", sostuvo el ex árbitro.
En Boca, la Comisión Directiva se reunió el lunes 31 de mayo y decidió que a River le iban a dar una sola bandeja y el codo: es decir, 5.000 entradas. "Ellos podrán hacer lo mismo cuando juguemos en el Monumental", dijo el vicepresidente del club xeneize, Pedro Pompilio, al salir de la reunión.
A estas alturas ya se especulaba en como sería el operativo de seguridad para el primer partido. El comisario Vicente Cayetano Grecco, de la comisaría 24ª, con jurisdicción en la Bombonera, comenzó a trazar un bosquejo preliminar del despliegue policial que tendría entre 1.000 y 1.200 efectivos.

Deseos millonarios

El entrenador de River, Leonardo Asorda, fue quien desde un principio dejó en claro cuál era la postura de su equipo ante el inminente choque con Boca. Sin rodeos y de manera contundente, el técnico expresó que el objetivo era ganar la copa pero también el torneo local.
“Hoy no firmo perder el campeonato local a cambio de ganar la Libertadores como no lo hubiera firmado cuando me hice cargo del equipo. Siempre tuve mucha confianza en el plantel y sabía que podíamos pelear las dos cosas como lo estamos haciendo", expresó luego de la práctica del viernes 29.
Astrada sabía que si bien River llegaba en un mejor nivel futbolístico, Boca venía de ganar todo con Bianchi y eso era para respetar, aunque el propio entrenador xeneize había dicho en los días previos que su equipo llegaba de punto a los partidos por las semifinales.
El presidente de River, José María Aguilar, era consciente de que su plantel estaba frente a una oportunidad única. Contaban con las chances de ganar ambas cosas y así superar los logros del Boca de Bianchi versión 2003 que había obtenido la triple corona pero no el torneo local y la copa en el mismo semestre.
Aguilar no podía ocultar su ánimo cargado de ansiedad, nervios y tensión, propio de cuando se está frente a un momento histórico. "Estamos a ocho partidos de ser un gran emperador de Roma o de ser el último de los mohicanos”, dijo.
En la mente de los hinchas millonarios estaba la imagen de uno de los ciclos más exitosos de la historia del club: el de Ramón Díaz. El riojano había ganado en 1997 el Apertura y la Supercopa en cuestión de días. Desde entonces, ningún equipo había logrado repetir semejante hazaña. Ni siquiera el Boca de Bianchi.
River estaba motivado porque en la recta final del torneo Clausura estaba puntero con 36 unidades mientras que Boca lo escoltaba a dos unidades. No era mucha la diferencia pero a tres fechas del final podía ser determinante.
En el camino hacia aquella potencial consagración, River debía enfrentar a Lanús en el Monumental, a Talleres en Córdoba y a Atlético Rafaela en Núñez. Boca, en tanto, debía visitar a Olimpo en Bahía Blanca, luego recibir a Colón y en la última fecha enfrentar de visitante a San Lorenzo.
El equipo de Bianchi necesitaba ganar los tres partidos y esperar que el de Astrada perdiera al menos uno para soñar con el bicampeonato. Algo que antes de los supeclásicos coperos era fácil de imaginar pero casi imposible de conseguir.

Problemas en azul y oro

Las cosas no funcionaban de la mejor manera en Boca. El primer entrenamiento del plantel de Carlos Bianchi con miras a los choques contra River fue bastante perturbador a partir de la denuncia de un preso que había asegurado que planeaban secuestrar al Virrey y a varios jugadores. Ante esa situación, arribó a la Casa Amarilla una gran cantidad de periodistas que no necesariamente se especializaban en los temas deportivos.
La inseguridad se había colado de lleno en la vida de un plantel y cuerpo técnico a los que le fueron asignadas custodias policiales personales aunque rápidamente los propios jugadores y el entrenador reclamaron que se las saquen para poder trabajar de manera más tranquila y bajar la sensación de angustia y miedo que habían generado los medios.
Pero los problemas no eran sólo extra futbolísticos, el mediocampista y capitán Diego Cagna padeció durante ese extraño entrenamiento un esguince de rodilla en una práctica de fútbol informal y distendida y quedó descartado para el primer clásico más clásico contra River.
El clima de Boca no era tan festivo como el millonario pero a la hora de enfrentar a los periodistas los jugadores xeneizes mostraban un discurso muy similar al de sus rivales, en el que la primera regla era pensar en los compromisos por el torneo local y después en los clásicos.
“Todos hablan de los superclásicos que se vienen, pero para nosotros es importantísimo ganarle a Arsenal. De ninguna manera queremos resignar las chances que tenemos en el campeonato local", dijo el mediocampista Javier Villarreal al abandonar la práctica.

Los árbitros

Un día después de que River consiguiera su clasificación, la Confederación Sudamericana de Fútbol (C.S.F) comenzó a darle forma al gran duelo con la designación de los árbitros: Claudio Martín iba a ser el juez en la primera semifinal en la Bombonera y Héctor Baldassi en la segunda en el Monumental.
No fue relativo el papel de Martín. Es más, como se describirá en el desarrollo, el desempeño del árbitro en el primer encuentro fue muy discutido y motivó duras polémicas durante varios de los días posteriores.
Los últimos superclásicos dirigidos por Martín habían sido el disputado el 17 de mayo de 2000, con victoria de River por 2-1 en el Monumental, y el primer choque por los cuartos de final de la Copa Libertadores de ese mismo año en el que los millonarios se impusieron sobre sus primos también por 2-1 y en condición de local.
Es decir, que Martín había sido árbitro en dos de las últimas victorias de River, un dato anecdótico para muchos, pero no para los hinchas y jugadores boquenses que iban a recordar esa información a la hora de criticar los fallos del árbitro.
Por su lado, el último superclásico de Baldassi había sido el 1 de junio de 2003, en el empate 2-2 en la Bombonera por el Torneo Clausura.