Sabotaje

Estás trabajando en un proyecto sobre el ATHENAS X4, un satélite que viajará por el universo en busca de información sobre otros planetas. Son casi las dos de la madrugada y estás frente al monitor de tu computadora cuando, de pronto, ves una sombra pasar: “A esta hora no hay nadie en las oficinas, ¿quién será?”, te preguntas. Apagas la computadora, tomas los planos y te vas a tu casa. Sales de la fábrica y ves que un auto te sigue, pero no puedes ver quien lo maneja. Decides no ir a tu casa sino a la casa de la científica Morrison. Cuando llegas, Morrison te abre la puerta y te hace pasar. Lo cuentas lo de la sombra y ella te explica:
- Una sombra estuvo apareciendo por las oficinas robando información para que el proyecto Athenas X4 sea un fracaso.
- ¿Quién crees que es el que está robando la información?- preguntas.
De pronto, escuchas un ruido en la puerta, como si alguien quisiera abrirla. Ves la sombra de una ametralladora por la ventana. “Arrójate al piso, ¡ya!”, gritas ¡Truuuuuuuuu!, una ráfaga destruye toda la casa. Por suerte, puedes escapar antes de que los sujetos entren a la casa.
Al día siguiente, te diriges a la fábrica con la doctora Morrison para trabajar en el proyecto. Todo estaba listo para que el Athenas X4 comenzara a funcionar cuando… ¡Booommm! El satélite explota. Había fuego por todos lados; en la confusión, ves a un hombre calvo robando los planes del Athenas X4 y que huye por la ventana.
Una semana después, te enteras que el hombre calvo que robó los planos está construyendo un nuevo satélite y tienes que destruirlo. Localizas la base donde están construyéndolo y te diriges hasta allí con Morrison.
Llegas a la base, tratas de entrar pero hay guardias por todos lados. Sólo hay un ventiluz por donde puedes pasar. Morrison se queda esperando afuera. Entras y te encuentras en la sala de computadoras que controlan el satélite.
Ya está listo para despegar y la única forma de impedir el despegue es destruyéndolo, pero… el hombre calvo aparece de nuevo dispuesto a matarte. Lo tomas del brazo para que no dispare. Morrison aparece detrás del hombre y le dispara. El calvo se desploma en el piso. “¡Ya, dispárale al satélite!”, te ordena Morrison.
¡Booommm!, el satélite se desarma, tomas los planos y te diriges a trabajar.

AA
1992

Correcciones: la maestra Gabriela.

CUENTOS FANTASTICOS - La carrera del fuego

Delia y tú siempre han adorado los autos y acaban de comprarse Lancia Turbo para competir en “La carrera del fuego”. Muchos de los que han corrido en ella murieron, pero otros han alcanzado la fama.
Dos semanas antes de la competencia, te anotaste con Delia como pilotos. Ella es una experta en mecánica y tú un experto al volante; juntos podrán ganar la carrera.
Tres días antes de correr, te despertás exaltado por un ruido que escuchás en la cochera. Tomás la linterna y un palo y vas hasta allí. De pronto, ves una sombra que sale corriendo. Podrías jurar que era un hombre pero, ¿qué quería? Enseguida sacas la conclusión de que quería sabotear tu auto. Te diriges hacia donde está el auto, lo revisas por fuera y no hay nada; pero escuchas un “tic-tic”.
“¿De dónde vendrá”, te preguntas. Abres el capot y ves una bomba de acción retardada. Rápidamente llamas a la policía para que la desactive. La policía llega justo a tiempo para desactivarla y luego se van. Te quedas pensando quién querría hacerte esto y sacas la conclusión: “Quizás, alguien que no quiere que participe en la carrera. Bueno, ya es tarde y te vas a dormir. Mañana verás qué hacer.
A la mañana siguiente vas a practicar. Mientras preparan tu auto y le cuentas a Delia lo sucedido anoche, un piloto se acerca y te entrega un sobre y se va. No pudiste ver quién era porque llevaba casco.
La carta dice: “Es mejor que no corras en esta carrera o no vivirás para contarlo” B.W.
-¿Quién pudo mandarme esta carta?- te preguntas.
- Creo que ya sé quién pudo ponerte la bomba y enviado esta carta. Aquí están las iniciales B. W. Y Bill Wilton es uno de los corredores más grandes de la historia de “La carrera del fuego”- te responde Delia.
Dos horas antes de empezar la carrera, hay una reunión de pilotos donde explican el recorrido: Primero tendrán que subir la colina hasta llegar al río Kin; bordearán el río hasta llegar al acantilado Clinton. Luego, bajarán la colina, recorrerán 30 kilómetros de calles pedregosas y, por fin, llegarán a la meta ¿Entendido? ¡A correr!
Los autos están listos para largar, la bandera a cuadros baja y largan. El auto de Bill Wilton va primero y tu Lancia es bueno ya que vas en el quinto lugar. Aceleras cada vez más y pasas a dos autos. Casi están en la cima de la montaña y Delia te indica por donde ir. De repente, miras hacia atrás y un auto cae al río. Esperas que no te pase a ti. El auto que va delante de ti pincha una rueda y queda atravesado en la carretera. Haces unas maniobras y lo pasas, pero el que viene detrás de ti no y choca: ¡Booommm!
Ya casi en el camino empedrado te acercas al auto de Bill Wilton pero él no se deja vencer y te cierra el paso. Tú no ves una roca y el auto queda en dos ruedas. Bill observa desde su auto, se distraje y chocó con otra inmensa roca que estaba en el camino. Vuelves a controlar el auto y quedas primero. Sólo faltan pocos metros para la meta ¡Si, ganaste!
La suerte te ha acompañado y ahora te espera la gloria.

AA
1992

Corrección de la maestra Gabriela.

El "loco" Juan

Daniel, un jovencito desgarbado de unos 20 años, miró a la cámara del canal de noticias y relató los últimos instantes de la masacre.
- Mi viejo lo vio al policía y le preguntó ¿Juan que carajo hiciste? Y él le respondió: Maté a Clarisa.
- ¿Y luego que pasó?- preguntó el cronista
- Y enseguida se puso la pistola en la boca y se pegó el tiro. Y cayó muerto en el lugar.
El joven y el periodista estaban parados en la calle 25 de Mayo, en el barrio Matera de Merlo, en la zona oeste del conurbano, donde abundan los caminos de tierra y la humildad de sus habitantes. A su alrededor, los efectivos policiales, sorprendidos por la reacción de su compañero iban de un lado al otro en un radio de unos 50 metros, en los que estaban desperdigados los cuatro cadáveres.
“El Loco Juan”, como algunos vecinos le decían en el barrio, había discutido con su novia Clarisa, cuando ésta regresaba a la casa de sus padres, donde vivía con ellos y su hijo de 10 años. En el trayecto, el policía la corrió y la mato a tiros antes de que la mujer pudiera resguardarse en al vivienda.
Ante esa situación, teresa, la madre de Clarisa, salió a la calle a ver que ocurría y también fue atacada a tiros. Al ver lo ocurrido, Don Anastasio, padre y esposo de las mujeres baleadas fue hasta el teléfono para llamar a la comisaría, pero Juan corrió hasta el interior de la casa y le disparó en el cuello antes de que marcara el 911.
Momentos después, fue cuando el padre de Daniel habló con el policía, que luego de haber masacrado a su novia y los padres de ésta se suicidó con la misma pistola.
Cuando los efectivos de la subcomisaría de Matera arribaron a lugar del hecho se encontraron con Clarisa muerta en medio de la calle, junto a su bicicleta, el cuerpo de Juan a unos metros y el cadáver del padre de la mujer dentro de su vivienda.
Por su parte, Teresa fue hallada aún estaba con vida, por lo que fue trasladada al Hospital Héroes de Malvinas de Merlo, donde recibió asistencia médica pero murió horas después por las heridas de bala que presentaba.
Sergio, un primo de Clarisa contó que una hora y media antes de lo ocurrido habían estado reunidos en su casa, ubicada en el barrio, porque festejaban el cumpleaños de unos de sus hijos.
"Había estado conmigo festejando el cumpleaños de mi nene y después vinieron a golpearme la puerta para avisarme que mi prima estaba tirada en la calle", recordó el hombre entre lágrimas.
El primo de Clarisa indicó que él no sabía si la mujer tenía problemas con su pareja y que conocía a Juan, de quien dijo que no le parecía una persona violenta.
"Era tranquilo. Pasaba por la calle y me saludaba. Nunca pensé que iba a tomar una decisión tan estúpida como ésta", exclamó ante las cámaras de televisión.

AA
Noviembre 2009

II

Vine a dar la cara pero no puedo hacer promesas que después no puedo cumplir”, sostuvo el superintendente Valiente ante más de un centenar de vecinos enardecidos que reclamaban en la puerta de la comisaría de Wilde que se haga Justicia para Doña Renata y mayor seguridad para la zona.
Valiente había tenido que salir en defensa del comisario local, a quien los manifestantes habían “apretado” dentro de la seccional, un par de horas antes de la llegada de la máxima autoridad policial del sur del conurbano.
Todo comenzó cerca de las 18.30, cuando, encabezados por Marta y el cura que había dado la misa antes del velatorio e inhumación de Doña Renata, decenas de vecinos marcharon por segundo día consecutivo hacia la comisaría ubicada en plena avenida Las Flores.
“Basta de violencia, basta de muerte. Sólo queremos paz”, manifestó el cura.
Mientras tanto, el titular de la seccional dispuso que todo su personal se encerrara en una de las habitaciones de la sede para no tener contacto con los manifestantes y así evitar posibles enfrentamientos.
Pero los vecinos querían que el comisario saliera a dar la cara, tal como lo había, equivocadamente el día anterior, cuando anunció que había “cuatro demorados” por el crimen que luego se determinó nunca estuvieron implicados en la causa.
Toda la situación disparó la bronca de muchos de los vecinos, algunos de los cuáles entraron a la seccional y le exigieron al comisario que saliera a hablar a la puerta.
En ese momento se originaron los primeros griteríos y discusiones, a los que Marta trató de ponerles paños fríos.
"No podemos hacer disturbios dentro de la comisaría porque aquí hay detenidos, ¿o queremos que se escapen los que ya están presos?", expresó la madre de Lucas.
Luego, a las 19.50, los manifestantes salieron a la puerta de la comisaría donde el jefe de la seccional a les dijo a todos los presentes que la policía estaba trabajando en la investigación del caso y en brindar seguridad en la zona.
Pero eran pasadas las 20 y los manifestantes, disconformes, permanecieron “sitiando” la comisaría y aumentando en cantidad, por lo que minutos después de las 21, arribó al lugar el superintendente Valiente.
El jefe policial les indicó a los vecinos más enojados que se habían incorporado refuerzos para trabajar en una mejor cobertura de la zona.
"Creemos que vamos a tener éxito en esta investigación", señaló Valiente, pero varios de los manifestantes se pararon frente a él y le reclamaron a los gritos y mostrando sus pancartas con todo tipo de leyendas como “Justicia” y “Seguridad”.
Finalmente, cerca de las 22, los vecinos anunciaron para el día siguiente una nueva manifestación en el lugar.

Otro auto entre la vida y la muerte

Estamos en manos del enemigo. No son sensaciones, esto está pasando y a diario. Lo que yo pido es que tomen cartas en el asunto y que exista un mapa delictivo, al menos en la zona de Wilde", sostuvo Marta, al encabezar una nueva marcha por Justicia en el barrio, pero esta vez no por su hijo Lucas, sino por el crimen de una vecina, Doña Renata.
Esta mujer fue asesinada de un balazo a mediados de noviembre de 2009, a unas 14 cuadras de la casa de Marta, donde Lucas había muerto seis años y medio antes. Los tiempos eran distintos, pero la forma de morir fue la misma: en ocasión de robo automotor.
Esta vez fueron tres delincuentes que sorprendieron a Doña Renata cuando llegaba a su casa en su Ford Ka pero que escaparon a pie sin llevarse nada.
“Es un hecho lamentable en el cual la Policía ha mostrado su mayor cantidad de esfuerzo para llegar al esclarecimiento", manifestó el comisario local la noche del mismo día del crimen, cuando anunció que había cuatro sospechosos demorados en la cercana villa Azul.
El anuncio fue ante decenas de vecinos que se había acercado a las puertas de la seccional de Wilde a reclamar Justicia.
"Yo vi todo porque venía de Quilmes en el 98 y cuando el colectivo dio la vuelta, vimos salir tres muchachos con tres armas que tiraron a quemarropa un disparo. Eran jovencitos y después se fueron caminando tranquilos con las armas en la mano", relató Marcela, una mujer que vivía a metros de Doña Renata.
Tras aclarar que sólo uno de los tres disparó hacia el parabrisas, la testigo afirmó que previamente los delincuentes impidieron el paso del auto colocándose delante de él y luego tirándosele encima.
Según la policía, cuando los ladrones se acercaron, la víctima efectuó una maniobra brusca para evitar el robo y en ese momento le dispararon el tiro a través del parabrisas.
Tras advertir el hecho, un pasajero del colectivo llamó con su teléfono celular al 911 y patrulleros de la comisaría quinta de Avellaneda, situada a sólo cuatro cuadras del lugar del robo, arribaron en pocos minutos, pero hallaron a la mujer muerta dentro de su auto modelo 2001.
"Fue un fusilamiento con un ensañamiento asqueroso", expresó la vecina testigo.
Y para Marta, este no era un crimen más: “Este caso va a marcar un antes y un después porque es una señora muy querida, que daba una participación a la sociedad muy importante".
Lo mismo pensaron todos luego de que mataron a Lucas y nada cambió.

El día después del final

La euforia de los festejos y la frustración de aquellos que resultaron vencidos pasaron y luego, irremediablemente, llegó el momento de realizar un análisis más frío, calculador y sin tanta adrenalina; con más cabeza que corazón. Era evidente que la derrota en un superclásico y por una semifinal de la copa iba a calar hondo en el ánimo del plantel de River. Mientras que el Boca de Bianchi venía de ganar tres de las últimas cuatro Libertadores, por lo que el certamen continental se había transformado en una obsesión para el equipo millonario.
La mañana del viernes 18 de junio fue típica de un otoño en Buenos Aires donde el sol apenas alcanzaba para mitigar el frío que antecede al invierno. La calentura del partido de sólo 24 horas antes parecía totalmente ajena a las condiciones climáticas. En el entrenamiento el equipo de Astrada dominaba el silencio. Claro, la procesión iba por dentro. Sin embargo, hubo un jugador que dio la cara y habló con la prensa.
El “Coco” Ameli expuso su análisis: “Difícil es hacer una evaluación después de lo que sucedió en los últimos minutos, con las expulsiones y todo lo demás. Quizá, si hubiéramos seguido como estábamos, podríamos haber convertido un gol más. Pero éstos son partidos así, trabados y con pocas situaciones”.
“Ganamos el partido, pero lamentablemente por los penales quedamos afuera de una final. Estamos tranquilos porque hicimos todo y dejamos todo por lograrlo”, comentó Amelli, quien indicó que su equipo “no fallo en nada”.
Pese a la escasa autocrítica del defensor millonario, cabe destacar la sinceridad de sus palabras respecto de los objetivos de su equipo para el resto de la temporada. “El objetivo prioritario era la Copa, pero el campeonato argentino tiene mucho prestigio y si se logra hay que festejarlo y darle la importancia que se merece”, indicó.
En tanto, el mundo de Boca era una fiesta, todo era alegría en el entrenamiento del plantel nuevamente finalista de la Copa Libertadores. Abbondanzieri, por entonces uno de los grandes héroes del equipo, dio una especie de conferencia de prensa y sostuvo que el principal mérito para lograr la clasificación fue “la tranquilidad de siempre”.
“Boca es un equipo que sabe lo que quiere, que no se confunde con los triunfos ni con las vueltas olímpicas. Estaba difícil la llave, pero otra vez salió a flote la garra del equipo. Boca puede jugar de manera regular o en un nivel más bajo que en otras oportunidades, pero no es fácil vencernos”, opinó el guardavalla, para quien en el balance de los dos partidos, Boca fue superior a su rival.
Este histórico superclásico fue el partido número 200 de Abbondanzieri en Boca. Hasta aquel entonces había jugado 140 partidos por campeonatos locales, en los que ganó cuatro títulos, y 60 por torneos internacionales, con cinco títulos.
Por su parte, Macri pasó por el entrenamiento en Casa Amarrilla, donde no ocultó su satisfacción por un nuevo pasaje a la final de la América y dedicó algunos elogios para el arquero santafecino: “Estoy muy contento por el momento que le toca vivir a Abbondanzieri. El tuvo paciencia, porque estuvo tres años como suplente, pero cuando tuvo la oportunidad no la desaprovechó. Es un gran arquero”.
Por otro lado, Villarreal, el otro gran héroe del momento, mostró toda su alegría por la victoria obtenida aunque se lo vio algo contrariado porque su contrato con el equipo xeneize vencía el 30 de junio y su destino era todavía incierto.
“No sé que pasará conmigo en Boca a partir del mes que viene, pero lo del Monumental no me lo quita nadie. Lo viví más como hincha que como jugador”, sostuvo el mediocampista cordobés.

Todos lo vivimos como hinchas y seguramente nadie nos va a quitar el recuerdo de aquel enfrentamiento histórico.

AA
JUNIO 2004

Es para todos que lo miran por tevé...

Ningún hincha del fútbol se quiso perder uno de los partidos más hablado de la historia de ese deporte en la Argentina. Ni siquiera se lo quisieron perder en el resto de Latinoamérica y el mundo. El Canal 13 había transmitido junto a Fox Sports el partido de ida pero, para la revancha, sólo la cadena deportiva norteamericana se quedó con los derechos para televisarlo. Y como era de esperar, el River-Boca fue nuevamente lo más visto en la TV abierta gracias a 35,3 puntos de ráting.
Comparado con los demás programas televisivos más vistos en Argentina, el superclásico copero ganó por goleada aunque no haya medido los históricos 50,9 de la semana anterior. Sucedió que para acceder a Fox el televidente debía tener el servicio de televisión por cable cuando el Canal 13 va por señal abierta sin costo extra.
De acuerdo a las cifras de Ibope, “La niñera”, en Telefé, hizo escasos 14 puntos; “Los Roldán” midieron 25,4; “Padre Coraje”, de Canal 13, hizo apenas 14,7 puntos; y los ciclos de América “TV registrada” e “Intrusos en la noche”, llegaron a los 4,5 y 4,6 puntos, respectivamente.
Si bien el 13 tuvo que soportar una notable pérdida de televidentes, el canal del Grupo Clarín ya se relamía con las ganancias que le iba a arrojar la transmisión de la final entre Boca y el Once Caldas, ya que era dueño de los derechos de televisación del equipo xeneize.
En tanto, para Fox la histórica revancha fue un magnífico resultado ya que se ubicó por primera vez en la cima del ranking de canales de cable más vistos. Detrás del canal deportivo estuvieron las habituales señales de Todo Noticias, Crónica y Cartón Network.
A nivel comercial, el superclásico fue un negocio redondo. La venta de segundos publicitarios para el partido se agotó el miércoles de la semana anterior, a un costo de 1.700 pesos el segundo.
Ante la imposibilidad de transmitir la final, Fox intentó seguir triunfando con el River-Boca al sacar la semana posterior al partido semifinal un resumen de las mejores situaciones de los dos encuentros hechas en material fílmico bajo el título “La película”.

¡Qué racha!

El triunfo xeneize significó la cuarta vez en cinco temporadas (2000, 2001, 2002, 2003 y 2004) que Boca accedía a una final de la Copa Libertadores. Todas ellas de la mano del su entrenador Bianchi, quien parecía ser una especie de gurú en este tipo de certámenes.
Para el técnico multicampeón la clasificación en el Monumental se trató de la quinta final de América a nivel personal. La primera había sido cuando dirigía a Vélez, en 1994, ante el San Pablo de Brasil. Y hasta 2004, el “Virrey” las había ganado todas.
En 2000, frente a los brasileños de Palmeiras, los xeneizes empataron 2-2 en la Bombonera y luego triunfaron por 4-2 en los penales, tras un 0-0 en el estadio Morumbí de San Pablo.
En 2001, contra Cruz Azul, Boca se impuso en México 1-0 pero en la revancha fue sorprendido y perdió 1-0, por lo que tuvieron que definir nuevamente por la vía de los penales. Fue 3-1 para los argentinos que obtuvieron un nuevo bicampeonato continental para el club, luego del logrado por el Boca del “Toto” Juan Carlos Lorenzo en 1977 y 1978.
En 2003, luego de un año de ausencia de Bianchi, quien fue reemplazado por Oscar Tabárez, Boca despachó al Santos con dos triunfos: 2-0 en la ida jugada en la Bombonera y 3-1 en la revancha, otra vez, en el Morumbí, el mismo estadio que también le había sido fiel a Bianchi en la copa ganada con Vélez y la del 2000.
Las estadísticas de Bianchi eran por entonces envidiadas por todos los entrenadores del mundo. De las 10 definiciones por penales que había disputado había ganado 9. Sólo había caído ante River Plate dirigiendo a Vélez en 1995, por los cuartos de final de la Libertadores. En esa ocasión, el equipo de Núñez ganó 5-3 tras igualar 1-1 en la serie.
Un año antes, en el torneo alcanzado con el equipo de Liniers, su racha en los penales había comenzado con el triunfo ante Defensor Sporting de Uruguay, en los octavos de final, y ante el Junior de Barranquilla de Colombia, en semifinales.
Pero con Boca, hasta este triunfo en el Monumental, no había perdido nunca en seis definiciones desde los doce pasos. Dos de ellas fueron, nada más y nada menos, que en las finales del 2000 y 2001, y otra en la Intercontinental ante el Milan, en 2003, en Tokio.
El club xeneize, más allá de los ciclos de Bianchi, tenía una dilatada trayectoria en definiciones por penales disputadas en cotejos por la Libertadores. El primer triunfo desde los 12 pasos ocurrió el 14 de septiembre de 1977, en la final el Cruzeiro de Brasil, en el Centenario de Montevideo. Boca había ganado 1-0 en La Bombonera y Cruzeiro, la revancha en Brasil, también 1 a 0.
En el tercer partido, tras 120 minutos sin goles llegaron los penales. Era la primera vez en 26 años que se definía la Copa de esa manera. Los de Boca no fallaron: Mouzo, Tesare, Zanabria, Pernía y Felman. Pero el héroe de aquella vez fue el “Loco” Hugo Orlando Gatti, quien le atajó el penal decisivo a Vanderley. Así Boca levantó su primera Libertadores.
En 1989, Boca disputó dos definiciones: la primera con Olimpia de Paraguay por los octavos de final de la Libertadores y perdió 7-6; la otra fue el 30 de noviembre, ante Independiente, por la Supercopa, que se definió en Avellaneda, donde, tras igualar 0-0 los dos partidos fueron a los penales y Navarro Montoya detuvo el penal de Luis Artime para ganar 5-3 y dar la vuelta olímpica.
La segunda vez que Boca perdió una definición por penales fue el 7 de octubre de 1992 ante Estudiantes por la Supercopa cuando cayó 4-3 en la primera ronda del certamen. Por el mismo torneo, pero en 1994, por los cuartos de final disputado en la Bombonera Boca eliminó a River. Navarro Montoya le atajó el quinto penal a Sergio Berti y Fernando Gamboa aseguró la clasificación: 5-4.
Dos años después, también por la Supercopa, Boca definió los cuartos de final con Cruzeiro. Perdió 7-6 y fue la tercera y última vez que le tocó quedarse afuera.
Desde entonces llevaba seis victorias seguidas por penales, todas con Bianchi como entrenador.
Con la final en sus planes, Bianchi buscaba obtener su octavo título a nivel internacional. Ya sumaba cuatro Libertadores, (3 con Boca y una con Vélez), 3 Intercontinentales (dos con Boca y una con Vélez) y una Copa Interamericana con el equipo de Liniers. Si a esto se le sumaban los siete títulos a nivel local, tres de ellos con Vélez y cuatro con Boca, la racha de Bianchi era casi imposible de creer y de igualar.
Además, Bianchi tenía por delante obtener un nuevo récord: vencer al Once Caldas de Colombia en la final y obtener su cuarta Libertadores como entrenador, superando así a Zubeldía, quien con Estudiantes obtuvo los títulos del 68´, 69´ y 70´. Sus antecedentes en enfrentamientos contra equipos colombianos eran alentadores. En 10 encuentros había ganado 7, empatado una y sólo perdido dos.
Luego de la histórica clasificación lograda en el Monumental, el Boca de Bianchi parecía encaminarse hacía otro título continental, pero empató 0-0 en el partido de ida en la Bombonera y las posibilidades se achicaron considerablemente. De todos modos, los equipos del Virrey se caracterizaban por agrandarse en las difíciles y lograron un empate 1-1, luego de ir perdiendo, por lo que fueron nuevamente a los penales.
La suerte que tantas veces le había sonreído a Boca y a Bianchi esta vez le dio la espalda. Los xeneizes erraron los cuatro penales que ejecutaron y el desconocido Once Caldas colombiano se coronó campeón.
Fin a la racha y, casi inmediatamente después de la derrota, fin al ciclo de Bianchi en Boca, el más exitoso en la historia del club de la Ribera.

El de negro: Bien

Luego de los incidentes ocurridos en el partido de ida, en la Bombonera, alentados por una floja tarea del árbitro Martín, el desempeño de Baldassi en el encuentro revancha estuvieron más que nuca bajo la lupa de todos. Además, las disputas verbales entre las autoridades de las entidades que representan a los árbitros que se prolongaron durante los días previos a la semifinal de vuelta, habían puesto en tela de juicio la honestidad de los hombres de negro.
A pesar de las críticas de Astrada y de Sambueza después de la revancha, la tarea de Baldassi fue bastante correcta y si bien hubo algunos errores, estos no influyeron en el resultado final del encuentro. En ese marco, el árbitro llevó el partido con la rienda corta, sancionó cada falta –hasta las más leves- y amonestó las violentas para que el clima entre los jugadores no se calentara.
Salvo un claro penal de Schiavi a López en el primer tiempo, su tarea en los primeros 45 minutos fue impecable. También contribuyó que en esa etapa no abundaron las emociones.
Pero en el complemento todo fue muy distinto. A los pocos segundos le mostró correctamente la tarjeta roja a Vargas y lo mandó a los vestuarios.
Ya casi finalizando el partido, Baldassi, quien no se dejó llevar por el griterío local, tuvo que sacar a relucir toda su capacidad para que el partido no se le fuera de las manos. A los 38 minutos expulsó a Sambueza luego de que el juez de línea le informara sobre un exceso verbal del volante millonario. La tarjeta roja generó forcejeos y reclamos del banco de River que derivó en las expulsiones de Astrada, Díaz y el preparador físico Macaya.
Finalmente, el árbitro estuvo nuevamente acertado en la tercera expulsión de la noche, cuando Tévez convirtió el transitorio 1-1 y festejó imitando a una gallina.
En resumen, los números de Baldassi fueron lo siguientes: 5 tarjetas amarillas, 3 rojas, 24 infracciones, 9 córners y 5 offsides.
El diario deportivo Olé calificó su desempeño con 5 puntos. “No vio un penal de Schaivi a Maxi López. De rigor desparejo, fue muy severo con las expulsiones”. En cambio, a los líneas Tadeo, quien informó del exceso verbal de Sambueza, y Otero, les pusieron un 6.
El propio Tadeo había declarado el martes anterior al partido revancha que no era hincha de River. “Es una gran mentira. Una infamia. Siempre se quiere cortar el hilo por lo más delgado. (...) No tengo nada que esconder”.
Las palabras del juez de línea fueron una respuesta a las declaraciones que había formulado Roberto Digón, dirigente de Boca, quien había calificado a los “linesman” que les tocaban dirigir a los xeneizes como una “vergüenza” y había dicho que Tadeo “era fanático de River” y que los había “perjudicado muchas veces”.
El Diario Popular también criticó al árbitro por no haber visto el penal del defensor de Boca a López aunque sostuvo que “acertó” en las expulsiones. Lo calificó con un cinco mientras que el diario Clarín le puso “bien” a su tarea al igual que el matutino La Nación, que señaló: “A pesar de la tensión (...) Baldassi supo llevar las acciones sin sobresaltos”.

La marcha de la bronca

El hincha de River no podía creer lo que había sucedido. Habían estado muy cerca de llegar a la final y se les escapó en el último instante. Para colmo de males, fresco en la memoria todavía estaba el recuerdo de aquella eliminación en los cuartos de final de la Copa de 2000 cuando Bianchi y compañía eliminaron al equipo de Américo Gallego con un 3-0 de antología.
Lo mismo sintió el plantel de River tras la eliminación de 2004. Esta vez. la frustración de algunos jugadores quedó en evidencia en las expulsiones, que también demostraron que al equipo de Núñez le faltó tranquilidad y algo de experiencia para liquidar un pleito que casi siempre le fue favorable.
Los excesos verbales del entrenador Astrada, de su ayudante Díaz, de Sambueza y profesor Macaya en el partido de ida fueron una muestra el descontrol de todo River en los momentos cruciales o de máxima tensión. Ahí radicó la diferencia con sus oponentes, quienes demostraron estar más acostumbrados a disputar partidos en instancias decisivas.
En la conferencia de prensa después del partido, Astrada no dudó en expresar su bronca y sus críticas. “Nos duele mucho la eliminación por toda la gente que vino a vernos y no pudimos darle una alegría. Boca tuvo suerte en los penales”, dijo el técnico y agregó: “Habría que preguntarle al árbitro por qué expulsó a Sambueza, ya que a nuestro entender no hizo nada. No creo que los jugadores hayan tenido una actitud irresponsable”.
Astrada no reparó en darle duro al árbitro del partido. “Baldassi sabe muy bien que nos perjudicaron. Sabés bien quién sacó provecho de la situación ¿Hace falta que te lo diga? Preguntale a (el árbitro asistente Gilberto) Taddeo”, señaló el entrenador.
Respecto de la “teoría del complot” de la que hablaron los jugadores boquenses en los días previos en la revancha, Astrada dijo que a Boca “le sirvió hablar de eso”.
Luego de despachar sus furibundas críticas, Astrada decidió hablar un poco de fútbol, dejando de lado por un momento su fanatismo por los colores millonarios. “Creo que lo ganamos con claridad. Pero así como pasamos en la serie con el Santos Laguna en esta misma cancha, nos tocó quedarnos afuera ahora”, analizó.
“Boca empata porque tuvimos la desgracia de que (Ricardo) Rojas saliera lesionado, y como dije antes, por el invento de la expulsión de Sambueza”, añadió.
Por su parte, Nasuti, el defensor que casi se convirtió en héroe, trató de dejar de lado el dolor y la frustración y apuntó a los objetivos de su equipo a corto plazo. “Tenemos que poner la cabeza en Talleres”, sostuvo en referencia al partido que debían disputar por el torneo local.
Sin embargo, fue imposible no hablar de la eliminación. “Contra Boca tuvimos una ventaja de un hombre que no supimos aprovechar y después todo fue a suerte y verdad en los penales”, señaló Nasuti.
En tanto, Sambueza, al igual que su entrenador, criticó su expulsión. “El asistente se equivocó porque yo nunca lo insulté. Esperé siempre para jugar este partido, así que no me voy a hacer echar por una pavada”, indicó el joven volante millonario.

El himno de la alegría

Dos jugadores de Boca tuvieron una noche inolvidable con algunos valores extras que el resto de sus compañeros: el arquero Abbondanzieri, quien contuvo el penal decisivo, y el delantero Tévez, que marcó su primer gol en un superclásico.
Más allá de la alegría que brotaba por todos sus poros, el atacante de Fuerte Apache reflexionó sobre su expulsión y se arrepintió de haber hecho un gesto de burla hacia los simpatizantes de River. “Soy hincha de Boca. Les pido mil disculpas a los hinchas de River por la actitud. Me dejé llevar por el fanatismo. La verdad, no sé qué decir... Tienen que entender que es una reacción, nada más”, sostuvo.
Luego de las disculpas pertinentes del caso, Tévez volvió a mostrar su felicidad por el triunfo logrado por su equipo. “Estoy re-contento.... llegamos a la final otra vez, ¡mirá lo que es esto” dijo el delantero antes de retirarse del campo de juego y luego de abrazarse con Abbondanzieri y Burdisso.
Por su parte, Abbondanzieri no se olvidó de las polémicas e incidentes desatados en el partido de ida y que se prolongaron hasta y durante el encuentro revancha. “Ellos (los jugadores) hablaron demasiado. Vinieron a la Bombonera tocando el bombo y alguien tuvo que haberlos parado. Ahí falta una persona pensante. River tiene muchos jugadores jóvenes y la culpa no es de los Cavenaghi o los López; ellos tienen mucho por delante. Los que deben aparecer ahí son los experimentados”, señaló.
Sin embargo, cabe destacar la actitud del santafesino, quien apenas Boca consiguió la clasificación con el penal convertido por Villarreal, fue a saludar a su colega de River, Lux. “Lo felicité por su actitud ya que en la Bombonera fue uno de los que más quiso separar en el tumulto. Lo conocí en la Selección y es una gran persona”, indicó.
Sobre los aspectos del juego, en especial la definición de penales que lo volvió a tener como figura, el arquero sostuvo que su actuación es más intuición que habilidad. “No estudié cómo pateaban los jugadores de River. (...) En los primeros cuatro me tiré a la derecha, pero en el de López decidí cambiar porque algo me lo decía”, explicó.
Abbondanzieri no se sintió como el héroe de la película. Destacó también la falta de miedo que tuvieron Alvarez y Ledesma, dos chicos que recién empezaban a dar sus primeros pasos en este tipo de partidos, al convertir sus respectivos penales y la tranquilidad de Villarreal para definir la serie.
“El Pato” venía en racha en cuanto a atajar penales. Antes de enfrentar a River, el arquero cosechaba dos remates contenidos en la definición por penales contra Sao Caetano por los cuartos de final y otros dos en la Copa Intercontinental ante el Milan en Tokio, Japón, en diciembre de 2003.
Esta definición, la segunda en la historia que ganó Boca de las tres que disputó frente a su archirival millonario, fue un momento gloria más para un arquero que a esas alturas ya había cosechado nueve títulos con la camiseta xeneize, cuatro de ellos a nivel local y cinco internacionales.
Otros jugadores xeneizes, en tanto, parecían no haber descargado la tensión acumulada tras 90 minutos de un fútbol de trinchera y cuchillo entre dientes. Barros Schelotto fue, como de costumbre, el menos medido a la hora de hacer declaraciones a la prensa y, sin dudas, el más descontrolado durante los festejos.
“Esto se lo dedicamos a todos los jugadores de River que hicieron quilombo en el primer partido. No tienen pelotas. Es una de las mayores alegrías que tuve, lo ganamos de guapos cuando ellos quisieron ensuciar el juego. Subestimaron al campeón del mundo”, fueron las duras palabras del atacante.
“Lloraron toda la semana y calentaron también este partido. Nos merecíamos ganar antes de los penales, pero no importa. A la final vamos nosotros y se acabó”, finalizó Barros Schelotto.
En ese mismo sentido fueron las declaraciones realizadas por otros integrantes del plantel de Boca. “Quedó demostrado que no es bueno hablar antes de los partidos, sobre todo si enfrente está Boca”, sostuvo Cascini, quien tuve que ver el partido desde afuera.
Clemente Rodríguez, por su parte, opinó: “Los de River hablaron muchísimo en la semana y nosotros preferimos no hace lo mismo. Nos callamos y no le seguimos la corriente”.

Los silencios

Cuando Villareal batió a Lux en el quinto y definitivo penal, un silencio casi absoluto se apoderó del estadio Monumental, desbordado de hinchas millonarios solamente. Ya lo mismo había sucedido con el gol de Tevez, primero, y el penal atajado por Abbondanzieri a López después. Los jugadores de River recorrieron los casi cien metros desde el círculo central –de donde observaron la definición por penales- hasta el vestuario sin pronunciar palabra alguna y muchos con lágrimas en los ojos. Una vez allí, el entrenador Astrada se paró frente a ellos y les dio una breve charla para tratar de levantarles el ánimo.
“No se confundan con lo que puedan escuchar de otros. Estuvimos a un sólo penal de dar vuelta esto y de pasar nosotros a la final de la Copa. Ahora debemos ganar el Clausura para apagar un poco esta bronca. No es igual. Pero nuestro compromiso es ganar el torneo que nos queda porque esto es River. Y el camino elegido es éste”, fueron las palabras del técnico.
Al primero que consoló fue a Sambueza, quien se reprochaba haber sido expulsado y repetía una y otra vez que no había insultado al juez de línea. Luego abrazó a López, quien lloraba desconsoladamente y se retiró del estadio recién a la 1 de la madrugada con sus ojos enrojecidos e hinchados de tantas lágrimas derramadas. A un costado, Husain y Ameli no contuvieron el llanto mientras que González y Nasuti no paraban de lamentarse.
Por su parte, Rojas andaba a los saltos con la rodilla izquierda en el aire y llena de hielo para parar la inflamación que le produjo la rotura de ligamentos cruzados que sufrió durante el partido y que lo obligó a abandonar la cancha. También Aguilar paseó su rostro compungido por el vestuario.
El plantel de River fue retirándose del Monumental después de la medianoche. La mayoría prefirió no realizar declaraciones a la prensa, especialmente los más experimentados que optaron por el silencio absoluto.

Los festejos

Luego del triunfo consumado de Boca hubo algunas corridas en la platea San Martín ya que, aparentemente, tres fanáticos xeneizes se habían infiltrado entre los hinchas millonarios. Los simpatizantes de River persiguieron a un visitante y golpearon. Pero el fanático se pudo ocultar en la zona de palcos y así escapó de sus agresores.
Luego, fuera de la cancha, hinchas locales decepcionados descargaron su bronca contra dos móviles del canal 13 de televisión, que sufrieron destrozos simplemente porque son los encargados de transmitir los partidos de Boca.
Por el lado del xeneize, la alegría estalló en toda la Argentina. En la Capital Federal, el Obelisco se convirtió de pronto en el centro del gran festejo al colmarse en cuestión de minutos la Plaza de la República. Todo fue azul y oro; canto y baile en plena madrugada. Algo parecido ocurrió en muchos rincones del país como Córdoba, Mendoza, la Patagonia y hasta La Quiaca.
En los vestuarios, los jugadores de Boca escribieron en la puerta una inscripción alusiva al incidente de Gallardo en el partido de ida y a la posterior eliminación riverplatense: "Casi, casi clasifican... arañando". La misma frase fue la que se utilizó para los afiches con los que al día siguiente se empapelaron las calles porteñas. También hubo cánticos para descargar la tensión. "Mandarina, mandarina, mandarina, la Copa Libertadores no se hizo pa' gallinas" y "Boca es tu papá, el campeón mundial", se escuchó en los camarines visitantes.
El vestuario fue una fiesta. El héroe Abbondanzieri hablaba por teléfono celular con sus padres que viven Bouquet, su pueblo de Santa Fe. Luis Perea festejó con todo a pesar de que los dirigentes ya lo habían vendido al club Atlético de Madrid. Fue un festejo que se prolongó por más de una hora en la que el plantel xeneize no hizo otra cosa que desahogarse. Y en el medio Bianchi y un llamado desde su celular habló emocionado con Margarita, su esposa. Luego se abrazó con su hijo, Mauro y se largó a llorar.

¡A jugar!

El partido comenzó y enseguida los dispositivos tácticos que los entrenadores habían ocultado tanto en los días previos salieron a escena sin sorprender a nadie. Por un lado, Boca, como de costumbre, jugó un partido lento, trabado, lejos de su arco. Mientras que River, en cambio, puso una línea de tres defensores y puso a Coudet en la mitad de la cancha para sumar más gente en el ataque.
En el primer tiempo, salvo unos 15 minutos iniciales en los que River mostró movilidad y arrinconó a los visitantes, el desarrollo estuvo a pedir de los dirigidos por Bianchi. Sólo Lucho González, que dejó su posición de 8 clásico para ser casi un enlace con los delanteros recostado sobre la izquierda, desnivelaba por el costado izquierdo al superar la marca de Ledesma.
El trámite se hizo trabado, luchado, con muchas infracciones y con un árbitro que sacó tarjetas de entrada para evitar que los jugadores se descontrolaran como en el partido de ida y no produjeran incidentes. Las jugadas de riesgo ante los arqueros fueron escasas. Las más claras estuvieron a favor de los millonarios que se basaron en centros y remates desde afuera del área.
Sin embargo, los segundos 45 minutos iban a ser de película e iban a devolverle al hincha el valor de la entrada. En la etapa final, con el ingreso en el equipo local de Rubens Sambueza por Coudet, González pasó a la derecha y comenzó a convertirse en la figura del partido. En pocos minutos armó un lío bárbaro, le sacudió la modorra al partido y encendió los corazones aburridos de tanto batallar táctico y esquemas rígidos.
El mejor Lucho inventó una jugada que Vargas tuvo que cortar con falta. El colombiano de Boca estaba amonestado y Baldassi le mostró la roja y lo mandó a los vestuarios. Poco después, González se metió por el callejón del ocho como un rayo y cruzó un derechazo magnífico que puso a River 1-0 y con un hombre de más.
Decidido a buscar el segundo gol que lo depositara en la final y hacer prevalecer el hombre de más, Astrada recargó el ataque con el ingreso del chileno Salas, quien ingresó por Mascherano, el más aguerrido de los volantes millonarios. Sin embargo, los cambios no alteraron mucho el desarrollo del juego, que siguió siendo incierto y muy intenso.
Siguió sin aparecer Montenegro, el reemplazante de Gallardo y, por ende, quien había quedado a cargo la gestación de las maniobras ofensivas millonarias. Boca, en tanto, tuvo la virtud de duplicar sus esfuerzos defensivos para que el jugador de menos no se sintiera, en especial, a través de la tarea de Cagna y Villarreal.
Faltaban apenas 8 minutos y todo parecía encaminarse hacia los penales. Pero llegó un final infartante que mandó al demonio todos los pronósticos.
Pero todo comenzó a cambiar a los 37 minutos del segundo tiempo, cuando hubo un córner para Boca. Barros Schelotto fue a ejecutarlo y recibió una lluvia de proyectiles desde la platea. El delantero xeneize discutió con Baldassi y con el banco de suplentes de River y los ánimos se exaltaron. Al ir a buscar el despeje tras el tiro de esquina, se lesionó el defensor Rojas -se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda- y debió abandonar la cancha ya que su equipo ya había hecho los tres cambios (Fernández había ingresado por el lesionado Amelli)
A loa 39 minutos del complemento, por un lateral, Sambueza protestó y fue expulsado por Baldassi a instancias del juez de línea. De esta manera, en dos minutos, River quedó con 9 jugadores y Boca con 10. .
Bianchi, ni lento ni perezoso, con el hombre de más y con un River molesto, metió a la cancha a Cángele en lugar de Cagna. Iban 41 minutos y en su primer contacto con el balón, el delantero desbordó, tiró un centro y Tevez, de zurda, convirtió el 1-1 con el que Boca era finalista. Pero el Apache celebró el tanto simulando ser una gallina y Baldassi lo expulsó. Así quedaron 10 contra 10 y con el tiempo casi cumplido.
River necesitaba un gol y Boca aguantar como sea. Quedaban segundos pero la última palabra no estaba dicha. El árbitro adicionó 7 minutos y los locales parecían conseguir un poco de aire para embestir a su rival por última vez. Y a los 49 el cemento del Monumental volvió a sacudirse una vez más:
Abbondanzieri salió a cortar un centro y tiró la pelota al lateral por estar lastimado. River no le devolvió el balón a su adversario ya que pensaba que estaba simulando para hacer tiempo y tras el lanzamiento, Cángele cometió una infracción cerca del área. Los jugadores de River invadieron el área visitante en busca de un centro que cayera en una cabeza salvadora y los deposite nuevamente en los penales. Cavenaghi ejecutó un tiro libre que cayó pasado, peinado por Montenegro; Nasuti, perdido en la marca por Schiavi, llegó por el fondo y con un zurdazo bajo sorprendió a una defensa estática y a un arquero descolocado para anotar el 2-1 final.
Locura total en el estadio. Los dirigidos por Astrada habían conseguido algo que primero estuvo muy cerca, que después pareció casi imposible y que finalmente llegó de la manera más inesperada. Tras 52 minutos de juego, Baldassi marcó el final del partido y la revancha tan esperada, hablada y emotiva, debió definirse por penales.
Bianchi se acercó sus dirigidos que estaban echados en el césped del Monumental buscando un poco de aire para afrontar la definición. Con tono firme y seguro, el entrenador dijo: “Rolando (por Schiavi), vos pateás el primero. Pablo (Alvarez), el segundo -cachetazo de por medio-, Pablo, (Ledesma), el tercero -con otra caricia-. Bueno, ahora sí. ¿Quién patea el cuarto y el quinto?”.
Tras la pregunta del entrenador hubo un pequeño silencio entre los jugadores. Es que la responsabilidad de esos disparos era enorme y nadie quería afrontarla sin estar completamente seguro. Finalmente, Burdisso y Villarreal levantaron las manos, con lo que pasaron a completar la lista de ejecutantes.
El primero en patear fue el chileno Salas para River, quien había ingresado en el segundo tiempo para convertirse en salvador pero que tuvo una labor apenas discreta. El delantero puso el 1-0 con un disparo a la derecha y a media altura. El arquero adivinó pero no llegó.
Luego, Schiavi puso el empate transitorio con un remate a la izquierda de Lux, también a media altura, que el arquero alcanzó a tocar pero no a desviar.
Montenegro colocó el 2-1 para los locales. El “Rolfi” tomó mucha carrera y la metió con un disparo a la derecha de Abbondanzieri, quien volvió a adivinar la dirección del remate.
El juvenil Pablo Alvarez, quien había sustituido a Barros Schelotto, ejecutó el cuarto penal. El pibe no defraudó la confianza que le había depositado Bianchi y puso el 2-2 con un tiro fuerte, al medio y arriba. Nada que hacer para Lux.
Después vino el turno de Cavenaghi, de buena pegada. El delantero remató a la derecha del arquero en forma rasante y puso el 3-2. El “Pato” una vez más, adivinó la esquina pero no alcanzó el balón.
Ledesma puso el 3-3 con un remate fuerte y al medio. Después de convertir, el juvenil se excedió en optimismo y pidió silencio a la hinchada millonaria llevándose el dedo índice a la boca.
Fue el turno de la figura de River, “Lucho” González, quien engañó a Abbondanzieri con un remate suave a la izquierda y puso el 4-3 para su equipo.
Burdisso, joven pero con experiencia en este tipo de definiciones, puso el 4-4 para Boca mediante un remate fuerte y alto a la izquierda. Lux se tiró para el otro lado y no pudo hacer nada para evitar el gol.
Ahora, faltaba un penal para cada uno. El que erraba se quedaba afuera. No había margen para el error y las piernas de los jugadores pesaban y la cabeza se hundía en la presión de semejante responsabilidad.
López fue el quinto pateador millonario. Acomodó la pelota, tomó una corta carrera y miró a Baldassi esperando la orden. El delantero remató a la izquierda y a media altura. Abbondanzieri adivinó y con sus manos desvió la pelota. Seguían 4-4 y a pedir de Boca.
En el estadio no volaba ni una mosca. Había un silencio total. Boca estaba a doce pasos de eliminar a River y los hinchas no podían hacer más que mirar atónitos como la final se les escapaba entre las manos.
Llegó el momento de la definición. El cordobés Villarreal era el encargado de patear el último penal para Boca. El volante, que había reemplazado muy bien al expulsado Cascini, se paró recto a la pelota mientras Lux lo miraba fijamente. Le pegó con el empeine, fuerte y al medio, y así le dio la clasificación a su equipo por 5-4 en los penales.
Cuando Villarreal convirtió el penal en el festejo se sacó la camiseta auriazul y mostró una camiseta blanca que decía: “Jesús es mi salvador”. Justo él, quien casi sin proponérselo fue una especie de salvador para Boca.
Si hasta el último penal, en el estadio apenas se escuchaba el murmullo nervioso de los simpatizantes millonarios, después del 5-4, la cancha se convirtió en un funeral. Apenas, a lo lejos, se oyeron los festejos de los jugadores xeneizes, apiñados en un rincón de la cancha sin poder creer que habían logrado una victoria histórica, épica, de esas que se recuerdan para siempre.

La revancha histórica

El jueves 17 de junio fue un día tan largo como histórico. No hubo otro tema de conversación en todo el territorio argentino y dentro del mundo futbolístico aparte de la revancha entre River y Boca. Millones de personas estaban paralizadas y expectantes como nunca antes.
Desde temprano, y ante el temor de que se generaran disturbios o hechos de violencia, los integrantes de “Los Borrachos del Tablón”, como se conoce a la barra brava de River, montó un “operativo” en los alrededores del Monumental para que hinchas de Boca no se infiltraran en las tribunas. Hubo algunas peleas menores y corridas en la avenida del Libertador a raíz de la presencia de los infaltables “punguistas” y nada más.
En los minutos previos al comienzo del partido hubo demoras para ingresar al estadio por la gran cantidad de gente y porque los accesos al mismo estaban casi todos cortados. El mayor embotellamiento de personas ocurrió en las puertas J, K y L de la tribuna Centenario, la que habitualmente ocupan los hinchas visitantes. También hubo asistentes que llegaron a la zona sin entrada, algo que supuestamente no debería haber ocurrido ya que los controles de seguridad no iban a permitir dejar pasar a nadie que no mostrara su ticket.
En ese contexto se produjeron algunas avalanchas que provocaron que dos personas fueran llevadas por las ambulancias a hospitales locales para que sean asistidas, una por un ataque de asma y una joven con principio de desmayo.
También hubo reventa y los controles privados detectaron entradas falsas, hechos que no eran más que una parte de la realidad del fútbol argentino y no exclusivo de este partido. En las puertas de la cancha se ofrecían entradas generales por 50 pesos y plateas por 300 pesos, entre tres y cinco veces el valor real de las mismas.
Sin embargo, estos hechos lamentablemente comunes fueron motivos suficientes para la excesiva presencia policial y la participación en el control del juez Mariano Bergés.
En tanto, el ómnibus que trasladó al equipo de Boca hasta el estadio en Núñez lo hizo con una importante custodia y muy temprano. Así, llegó al Monumental sin inconvenientes y a las 19.10 los jugadores visitantes reconocieron el campo de juego.
Como era de esperarse, cuando el plantel boquense salió a hacer el reconocimiento del campo de juego y tuvo que soportar una estruendosa silbatina que Barijho respondió llevándose las manos a las orejas simulando querer escuchar más fuerte.
Fue una clara una provocación que, si bien era responsabilidad de Barijho, se trató de una muestra de la indefensión que debían soportar de los jugadores de Boca, la misma que habían sufrido los millonarios una semana antes en la Bombonera.
El Monumental estaba que explotaba. "No estaba tan llena desde la Supercopa 97", remarcaban los hinchas millonarios al evocar aquel 2-1 ante el San Pablo de Brasil. Fue muy difícil hallar a alguien que no tuviera una bandera o camiseta en blanco y rojo.
El primer estruendo de la noche fue cuando aparecieron en los palcos ex figuras de River como Hernán Crespo, Javier Saviola, Andrés D’Alessandro, Juan Pablo Sorín y Martín Demichelis. Luego vino el recibimiento a los dirigidos por Astrada –Maxi López fue uno de los más aplaudidos- y el saludo de los jugadores de Boca que levantaron sus brazos como de costumbre para saludar a su hinchada que esta vez no estuvo presente por una decisión política.

El Virrey contra el Jefe

El supercampeón Bianchi, como todo héroe, tenía su punto débil: visitar el Monumental de Núñez. El 9 de noviembre de 2003 Boca le había ganado a River de visitante por 2-0, con goles de Iarley y de esa manera, el Virrey obtuvo su primer y único triunfo en la cancha millonaria. Hasta ese entonces el entrenador sumaba entre su ciclo en Vélez y los dos en el xeneize nueve partidos disputados, con 6 empates y 3 derrotas.
El primer superclásico de Bianchi con Boca en cancha de River había sido en el Torneo Apertura de 1998. Terminó 0-0 y los xeneizes mantuvieron el invicto y la punta del campeonato que a la postre los tuvo como ganadores indiscutidos. Un año después, en el Apertura de 1999, el millonario se desquitó. Lo venció 2-0 y luego fue campeón.
En 2000, en un partido correspondiente a los cuartos de final de la Libertadores, los millonarios volvieron a imponerse, pero esa vez por 2 -1. Después de dos derrotas seguidas, Bianchi hilvanó tres partidos sin perder en el Monumental: 1-1 en el Apertura del mismo año, 1-1 en el Apertura de 2001 y el mencionado 2-0 de 2003.
Si bien, le costaba ganar en Núñez, las cuentas generales del Virrey cerraban a su favor ya que en total, de los 12 clásicos que había disputado, ganó 5, empató 5 y perdió sólo 2. Una efectividad ganadora del 41,66 por ciento.
Por su parte, Astrada debutó ante Boca el miércoles 19 de julio de 1989 en un encuentro disputado en el Monumental que correspondió al partido de ida de la Liguilla Pre Libertadores y que terminó 0-0.
Su historial, comparado con el de su par xeneize era más negativo ya que cosechaba sólo cuatro triunfos como jugador y uno como técnico, en un total de 27 partidos disputados. La efectividad del entrenador millonario era del 18,1 por ciento. Y como si eso fuera poco, el “Jefe” nunca había ganado un superclásico por un torneo internacional.

Clima de misterio Parte II

Los once titulares de River para enfrentar a Boca en la semifinal de vuelta de la Copa Libertadores estuvieron en duda hasta momentos antes de la iniciación del encuentro. Astrada tenía la formación casi memorizada pero prefirió no darla a conocer públicamente. Las expulsiones de Gallardo y Garcé permitieron a Montenegro ingresar por el “Muñeco” pero abrieron las especulaciones sobre la defensa donde la duda era quién ocuparía el lateral derecho.
La opción convencional, la que no cambiaba el dibujo táctico, era la de Juan Fernández pero surgió en escena el posible ingreso de Coudet como volante derecho y así intentar armar un equipo más ofensivo, con tres defensores y un mediocampista más. De esta manera el centro del campo millonario estaría formado con Coudet bien abierto por derecha, González por izquierda, Mascherano-Husain como doble cinco y Montenegro de enganche.
Lo único que quedó claro tras la práctica del miércoles 16 en el Monumental fue que Tuzzio, en duda por su molestia en un aductor, iba a estar como entre los once titulares. También quedó en evidencia que la autoestima del plantel estaba muy alta, quizá demasiado. Díaz tenía muy presente aquel 3-0 de Boca a River en la copa de 2000 y vaticinaba un resultado así pero a su favor. “Sí, eso del 3 a 0 se puede dar. Estamos muy tranquilos. River es un buen equipo y debe demostrarlo. Confío en el plantel y en la capacidad de estos jugadores”, sostuvo el ayudante técnico millonario.
El panorama en las trincheras del rival era similar. Si bien la formación titular estaba casi confirmada, reinaban la tranquilidad y la confianza. El entrenamiento del aquel día se diluyó sin declaraciones polémicas y con una práctica en la Bombonera en la que se ensayaron jugadas con pelota parada. También hubo un picado informal y después llegó el turno de los trabajos ofensivos y defensivos.
El único hombre del ambiente boquense que habló con la prensa fue el delantero el “Chelo” Delgado, ex futbolista del club con el que había sido campeón en la Libertadores 2000, 2001 y 2003. “Boca pasa a la final”, sostuvo con una seguridad absoluta.
Los titulares, que vistieron pecheras rojas, fueron: Abbondanzieri, Perea, Schiavi, Burdisso, Rodríguez, Ledesma, Villarreal, Vargas, Cagna, Tevez y Barros Schelotto. La formación inicial parecía clara pero Bianchi no la confirmó públicamente.
Ledesma, tal como se venía especulando, fue la sorpresa del técnico para la revancha. El pibe de La Falda, Córdoba, con sólo 20 años hacía dos que había llegado a Boca luego de sus inicios en Talleres, donde debutó en Primera el 27 de marzo de 2002. Ese día el equipo cordobés enfrentó a Chicago y perdió 1 a 0 pero Ledesma cumplió su sueño al ingresar al inicio del segundo tiempo por Pronetto.
En total, Ledesma tenía 5 partidos en la máxima categoría, 3 de ellos en Boca, sin embargo, a pesar de su poca experiencia, el destino le aguardaba un rol más que importante para la revancha.